EL DESTINO EN LA CARRETERA



 CAPITULO 10

 Matías mejoraba día a día, algo lento, pero mejoraba. Julia estaba volcada en su cuidado y cuando terminaba las tareas subía a la habitación del convaleciente a charlar con él. Fue en uno de aquellos ratos en los que le abrió parte de su corazón y le habló de Roberto, de su desgana ante la boda y de la infidelidad de él, que maldito lo que le importó.
 -Entiendo. Por eso dejaste a los Martínez del Campo…Ya sabía yo que no te habían echado, pero tampoco eras la asistenta, tenías que ser secretaria o algo así.
 -En realidad no…
 Se interrumpió la conversación en el instante en que llegó Isabel con Laurita quien como cada día traía un maletín de doctora para curar a su “abuelo”, que eso era Matías para ella. Más tarde llegó Rodrigo de una visita y La niña se olvidó del mundo entero dedicando su atención exclusivamente a su “tío” y es que en tratándose de féminas, fuera del tipo, especie o edad que fueran, el veterinario era el favorito.
 -Tiene un algo que atrae al sexo femenino,- le decía Julia a los pollos mientras les echaba maíz,- no sé lo que es, pero lo tiene…¡Picolito, date prisa o te quedarás sin nada!¿No te das cuenta que los demás se aprovechan de ti?¡Yola…no te pases! Eres demasiado fina, verás en cuanto te coja por banda el Torpedo y te ponga mirando para Cuenca como se te quita la tontería…¡Picolito, chiquitín, ven a por unos granitos de maíz! No comes nada…de seguir así no vas a ligar ni con Yola ni con Ladygaga ni con…
 Rodrigo llegó para ordeñar la vaca y suspiró al oír la animada conversación que Julia mantenía con los animales del corral. ¿Cuántas veces le había dicho que no eran mascotas y que no les pusiera nombre?
 -Picolito come poco,-entró en el establo donde él se preparaba para ordeñar.-¿Te parece si le doy un poco de pan con leche a ver si se anima?
 -Si, mujer y si aun así no se anima tráele la carta de Diverxo y que elija…
 Por supuesto ella notó la ironía. Desde que Matías estaba en cama ellos dos se repartían el cuidado de los corrales. Ella se dedicaba al gallinero, la conejera y la pocilga, con Chencho y Rechoncho, que ya la iban conociendo y aceptando, él del establo.
 -¿Me dejas probar?- Se agachó junto a la vaca, a la altura de él que ya estaba sentado en el taburete que solía usar su padre para aquel menester.
 -¿Quieres? Claro.- Se apartó y le cedió el sitio.
 -Pero es que no sé hacerlo. ¿No le haré daño?
 -No, tranquila. Siéntate.- Le indicó la banqueta.
 Julia se sentó quedando frente a las ubres de la vaca. El se colocó tras ella, muy cerca y le cogió las manos para dirigirla. Sintió la presencia masculina envolviéndola por completo, notaba el calor que emanaba de él, su olor a limpio, la fuerza varonil de aquellos brazos que la abarcaban acabando en sus manos.
 -Primero acaríciala un poco, que se fíe de ti, que sepa que no quieres hacerle daño.
 ¿Esa era la estrategia de él con las féminas? Porque era muy buena. Con ella le estaba sirviendo, porque solamente era consciente de él, apenas recordaba a la vaca; era normal teniendo en cuenta que la calidez de su aliento se paseaba por su cuello y sus rostros estaban tan cercanos que casi podía sentir la suavidad de su mejilla recién afeitada.
 -Coge las ubres entre tus dedos, así, y tira hacia abajo a la vez que la aprietas …
 -¿No le haré daño?
 -No. Vamos, yo te ayudo…- Tenía su pecho a la espalda de ella, sus brazos más largos abarcando los femeninos y su cara casi descansaba en sus mejillas. Intentaba no hacer contacto, pero aun así algunos roces eran inevitables y cuando esto sucedía una corriente eléctrica le sacudía el cuerpo; lo malo era que le encantaba sentirla.
 Ella soltó una exclamación de contento y sonrió alegre cuando un chorro de leche salió en dirección al cubo de níquel.
 -A la primera.- Dijo satisfecha repitiendo el movimiento con idénticos resultados.
 -Ya puedes decir que sabes ordeñar. Ahora dale un poco de ritmo para que la vaca no se te muera de vieja mientras acabas.
 Julia se mostraba entusiasmada siguiendo las indicaciones de él. Cuanto más llevaba el ritmo tanto más se incrementaban los roces, por lo que Rodrigo optó por apartarse dejándole libertad de movimiento, recriminándose su actitud poco honesta para con ella. A fin de cuentas era su jefe y aquello podía entenderse como acoso. Debía tener cuidado y mantener las distancias.
 A la asistenta le faltó tiempo para contar su hazaña a Matías; en cuanto le subió el desayuno a la cama le dijo que Rodrigo la había enseñado a ordeñar y que ya podía hacerlo ella a partir de entonces. El hombre se contagió de su entusiasmo y es que era difícil no verse arrastrado por los ánimos de ella. Dejó al enfermo tomando su desayuno y bajó a la cocina a ocuparse del suyo y el de Rodrigo. Era raro estar los dos solos en la cocina. Ni siquiera Dante había entrado desde el huerto y eso que hacía un frío bastante notable.
 Desayunaban en silencio, como un matrimonio de muchos años, aburridos ambos cónyuges uno del otro; pero nada más lejos de la realidad, no podían hablar abrumados por todo lo que sentían. Ella tenía claro que la culpa era del reloj. El no sabía desenredar aquel nudo que liaba su mente y eso le preocupaba.
 Sonó el teléfono de la cocina y ella acudió a contestar suponiendo que sería una llamada para él, quizá alguna urgencia; sin embargo no fue así. La llamada era para ella y su interlocutor Goyo Barrientos, que la invitaba a salir aquella tarde.
 -Te lo agradezco, pero mientras Matías siga convaleciente no voy a ninguna parte.
 La respuesta de ella llamó la atención de Rodrigo y despertó su curiosidad.
 -…No, tampoco, si está bien el sábado me iré a Madrid…Eres muy amable, pero voy a estar con mis amigas…- Acabó por emitir una suave risa.- ¡Cuánta insistencia, Goyo!- Se mostró abrumada.- De acuerdo, el viernes… Si…Si…ya hablaremos…Hasta el viernes.- Colgó y sin querer sus ojos se encontraron con los del hombre que estaba con ella.- Es muy insistente…-Se encogió de hombros sin saber qué más decir.
 ¡Era un puto pesado! Tenía que salirse con la suya. Cualquier mujer soltera y alguna que otra casada tenía que pasar por el aro de sus pretensiones. Podía advertirle acerca de Goyo, pero no era quien para hacerlo. Ella había cumplido la mayoría de edad años atrás, así que hacía tiempo que era responsable de si misma. No. No sería él quien desenmascarase a Goyo.
 -¿Cómo es eso que vas a salir con Goyito y además por la noche?
 El ceño de Matías estaba cerrado sobre su nariz y su mirada era un frío muro contra el cual se estrelló la de ella.
 -Yo…
 -¡No! Tú no.
 -Es que…
 -Papá no te metas…
 -¡No, no te metas tú! Yo me puedo meter porque, en cierto modo, soy responsable de ella, que no es de aquí y no sabe que toda la que va con Goyo acaba en boca de la gente. Que es muy sinvergüenza, como lo fueron su padre, su abuelo y toda su puñetera casta.- se dirigió de nuevo a ella.- Tu si sales con él, bueno, tu sabrás si tienes estómago para aguantarle, pero siempre donde haya gente, siempre con testigos que vean que no eres otra muesca más para ese golfo. ¡Ya decía yo que estaba tardando mucho!...
 Ella era consciente de que aquella advertencia no encerraba más que las muestras de cariño de Matías, pero…quizá era un Goyo lo que estaba pidiendo la alarma de su reloj biológico. Ya que había empezado a sonar…cualquiera valía para hacerla callar.
 -Disculpa a mi padre. Es una persona mayor y tiene ideas un tanto retrógradas con respecto a ciertos temas.- Le dijo Rodrigo sumisamente mientras comían a mediodía.
 -No importa. Tengo una madre que usa las mismas ideas. -Sonrió restándole importancia.- Pero a estas alturas de la película, ellos dicen lo que quieren y nosotros hacemos lo que nos da la gana. De todas formas, si sabías que se iba a poner así, hubiera sido mejor que no le comentaras nada.
 -No lo sabía…Solo pretendía que se quedara tranquilo sabiendo que por fin ibas a divertirte un fin de semana. Desde que estás aquí, si recuerdas, todos los fines de semana él y mi hermano se preocupan de que te lo pases bien.- Comentó con angelical inocencia antes de lanzarle una disimulada mirada de reojo.
 Sabía, mas que suponía, que la chica no se iba a enfadar con su padre. Debía admitir que entre los dos, Julia y Matías, se había establecido una relación que resultaba muy beneficiosa, al menos para este último. Con la anterior asistenta, Luci, no se llevaba tan bien como con esta, claro que Luci carecía de aquel carácter franco, aunque era mucho más
eficiente y hacía su trabajo a la perfección. Por mucho que su padre y su hermano la eligieran, él, personalmente, prefería a Luci. Le daba menos dolores de cabeza y tenía muy buena mano para la cocina. Con Julia, el único que estaba engordando era el perro, por ser el mayor receptor, junto con los cerdos, de las sobras que dejaban ellos en los platos. Cierto que últimamente había más variedad en la alimentación y resultaba algo mas comestible, pero de ahí a estar sabroso cabía un mundo. En cuanto a sus habilidades…
 Desde la cocina llegó el sonido de un golpe seguido de vidrios rotos.
 -¡Se ha caído la vinagrera!- La oyó gritar.- ¡No te preocupes que la pagaré yo!
 “No te preocupes que la pagaré yo”…Cuando cobrara el primer sueldo lo tendría que devolver y aún debería dinero del siguiente. No entendía como los Martínez del Campo la habían tenido trabajando para ellos. Solo se le ocurrían dos razones posibles: Ella era una mentirosa y nunca había trabajado como asistenta, (esa era la opinión de Inés, pero él dudaba de que Julia mintiera, porque cuando hablaba miraba directamente a los ojos y nadie dudaría de la verdad que reflejaban) O bien,( y esto era lo que creía él) había sido la doncella o señorita de compañía y todo lo que sabía de las labores de una asistenta(que era muy poco) se lo había visto hacer a la verdadera criada. Esta última opción le parecía la más aceptable, sobretodo teniendo en cuenta su facilidad para relacionarse con los demás, Isabel, Juan, Laurita, Millán…su padre, sobretodo su padre.
 -“Si yo tuviera tu edad, Juli no se me escapaba”- Le había dicho el día anterior, apenas se sintió recuperado de ánimo.
 -“Pues no te cortes, para ti.”-Le había contestado él.
 -“Yo ya tuve mi oportunidad y la aproveché; la mía no se me escapó”.- Replicó. Entonces el corazón se le llenó de pasado, la mente de recuerdos y el alma de nostalgia, se cubrió con las cobijas hasta el cuello y se hundió en el silencio.
 ¡Que no se le escapara!... Admitía que era una mujer atractiva; de hecho era muy guapa, con aquella melena castaña, su piel blanca y sus enormes ojazos marrones que no necesitaban de palabras para hablar por si mismos. Sus piernas estaban muy bien, las recordaba de cuando se puso la bata de Luci el día que empezó a trabajar y la lio con la lavadora, y el resto…era perfecto, podía asegurarlo porque no tenía secretos para él gracias a la sutil transparencia de un camisón; le subía la fiebre solo con evocar cada una de las curvas, valles y planicies que formaban la orografía de su cuerpo. Pero lo que más le llamaba la atención era que cuando pensaba que nada le podía asombrar, ella conseguía sorprenderle una vez más.
 Aquella tarde, al volver a casa del trabajo, encontró a su padre bastante recuperado, se había levantado de la cama y estaba sentado en el salón, frente a Julia, ¡jugando al parchís y comiendo pipas de girasol!
 -…Dieciocho, diecinueve y veinte. ¡A tu casa!
 -¡No se entusiasme tanto! Hombre al fin y al cabo… se come una y cuenta veinte. Que me haya mandado la tercera ficha a casa no quiere decir que se vea vencedor. Todavía me queda una.
 -Amenazada por estas dos mía. Pero no te lamentes, Julita, desafortunada en el juego, afortunada en amores.
 -Si yo le contara…-Exclamó en tono de queja.-¡Me toca a mi!
 El sonido del dado al sacudir el cubilete se mezcló con el crujido de la madera que ardía en la chimenea y el chasquido de las cáscaras de las pipas. Estaban tan concentrados en el juego que ni siquiera se dieron cuenta de que él estaba allí, clavado, sonriendo emocionado al ver a su padre divirtiéndose como antaño.
 -¡Vaya, veo que estás bastante mejor!- Se decidió a acercarse a ellos al fin.
 -Hola hijo; no te he oído llegar.- Matías le recibió con una sonrisa.- Si, estoy mejor y Juli me ha dejado levantarme un rato para merendar; no sé como hemos empezado a hablar del parchís y me ha convencido para echar una partida.
 Suponía que de la misma forma que le convenció a él el domingo anterior; al menos esta vez no lo había estropeado con el café.
 -Ya que está aquí Rodrigo voy a empezar a hacer la cena.- Ella hizo ademán de levantarse de sillón.
 -¡De eso nada, mocita! Hay que acabar la partida…Además, seguro que él se apunta…
 “El” se excusó aduciendo que tenía aún trabajo que hacer. Miró a su alrededor echando de menos al perro.
 -¿Dónde está Dante?- Preguntó y sin transición:- ¿Ha venido Isa con Laurita?
 -Si,- contestó Julia atenta a los movimientos que hacía Matías en el tablero.- Han estado jugando al escondite. El se ha escondido y ella le ha buscado. Ha ganado él.
 El pobre animal iba a aprender a trepar a los árboles solo para librarse de aquella fiera. De hecho no entró en la casa hasta que su amo le llamó bien entrada la noche.
 El viernes amaneció otro día frío y gris como los anteriores, estaba previsto que a media mañana la lluvia se uniera a aquella fiesta de climatología pre invernal. Rodrigo acababa de encender un buen fuego en la chimenea cuando desde el corral le llegó la voz de ella llamándole con angustia. Corrió a buscarla y la encontró desesperada.
 -¡Picolito se está asfixiando…!¡Picolito…!- Le indicaba uno de los pollos del alborotado gallinero.-¡Haz algo!...¡Se ahoga.
 Efectivamente, un pollo estiraba el cuello y boqueaba luchando por coger aire. El veterinario se dio cuenta enseguida de que seguramente el animal se había atragantado con algún cuerpo extraño.
 -Tranquila… no pasa nada…- Se agachó a coger el pollo en sus brazos.- Es algo normal, se ha atragantado… para mediodía estará bueno.
 Ella se dejó llevar por la calma de él.
 -¿Se va a poner bien?
 El sujetó al animal entre el brazo y su cuerpo y con un movimiento seco de sus manos le retorció el pescuezo. Ella lo miraba como si acabaran de darle un mazazo en la cabeza. Por fin reaccionó.
 -Le has matado…- Musitó como si no pudiera creerlo.
 -¿Qué querías que hiciera?-Preguntó Rodrigo con la mayor naturalidad.
 Ella alzó los ojos velados por dos lágrimas que pugnaban por salir.
 -Pero…tu eres veterinario.
 -¿Qué querías?¿Que le hiciera una traqueotomía? Es un pollo.
 -Has dicho que a mediodía iba a estar bien.- Le recordó desolada.
 -No, he dicho que iba a estar bueno. Y lo estará si le coges bien el punto.
 -¿Es que…te lo quieres comer?
 -¡No mujer!¿Te ha dado esa impresión? La verdad es que vamos a hacerle un bonito entierro con una corona de flores y la banda del pueblo tocando la marcha fúnebre detrás del coche.-Dijo burlón y añadió enfadado:- ¡Pues claro que nos lo vamos a comer! No estaba enfermo, se ha atragantado. Lo puedes poner asado al horno. A Millán le encanta y si lo acompañas con unas patatas fritas…¡Pero ¿vas a llorar?! Te dije que no les pusieras nombre, que no son mascotas. Los animales domésticos y los humanos tenemos una relación simbiótica.
 No, no iba a llorar porque Rodrigo estaba cargado de razón y lo entendía, pero eso no evitaba que le diera lástima del pobre pollo. Era el más frágil e indefenso de todos.
 -Yo no voy a comerme a Picolito.
 -Estás en tu derecho. A fin de cuentas todos sabemos que los pollos que has comido antes nacían desangrados y vacíos en una bandeja del “súper”.
 De pronto se sintió ridícula y acabó por sonreír tibiamente, avergonzada.
 -Tienes razón,- acabó admitiendo,- aun así no puedo comerme a Picoli… este pollo.
 Más tarde también tuvo que oír la regañina de Matías por la misma razón que Rodrigo mientras preparaba el pollo para ser cocinado.
 Mas tarde, sentados alrededor de la mesa de la cocina, Matías y Millán contemplaban silenciosos el contenido de la bandeja recién sacada del horno mientras Rodrigo apretaba los puños en un supremo esfuerzo por contralarse.
 -¿Qué es esto, Julia?- Preguntó tenso.- ¿Es que tu amigo el pollo quería ser incinerado y has cumplido su última voluntad?
 -No…el horno…yo…
 Su padre y su hermano miraban divertidos la tribulación de una y la furia del otro; y cuanto más atribulada y más furioso, más se divertían.
 -¡Tu…!- Estalló al fin- ¡Se te ha puesto en las narices no comer el pollo y no nos lo vamos a comer ninguno!...
 -Es que es la primera vez que pongo el horno…y tiene mucha potencia. Yo he estado haciendo la casa…y me he descuidado un poco…
 -¿Quién?¿Tú?¡Qué raro, porque eso no te pasa nunca!
 Estaba realmente furioso, tanto que ella entendió que era mejor aguantar la bronca, dejar que se desahogara y luego sustituir el pollo con las patatas fritas y huevos que, esos si, le salieron muy buenos.
 Después de echar su habitual siesta, Matías le pidió a Millán que le llevara en el coche a la casa de Isabel. En principio hubiera preferido ir al Hogar del Jubilado del pueblo, pero sus hijos consideraron que aun no estaba lo suficiente recuperado como para exponerse a los salones del edificio municipal y que si quería salir de casa estaría mejor en la de su sobrina. El hombre buscó la ayuda de su gran aliada, pero no supo si porque estaba de acuerdo o porque no quería tentar a su suerte, ella fue de la misma opinión que Rodrigo y Millán.
 Acababa de terminar de recoger la cocina y se disponía a salir a dar un paseo cuando bajó el veterinario con una camisa blanca, impoluta.
 -¿Puedes coserle el botón? He visto que tenía un hilo, he tirado para quitárselo y me he quedado con él en la mano.
 Bueno, eso si podía hacerlo sin problemas. Cogió la caja de costura, se sentó en el sofá, y cómodamente, con una pierna cruzada sobre la otra, se dedicó a la tarea. Rodrigo se mantuvo cerca, la camisa era nueva y no quería que le pasara nada, tampoco quería pecar de desconfiado, pero tratándose de ella era mejor supervisarla…por si acaso.
 -Ya está.- Se puso en pie y se la entregó.
 -Gracias.
 Al coger la prenda, automáticamente se subió la falda de la bata de ella mostrando buena parte de sus muslos a los vivaces ojos negros de él. Julia ahogó una exclamación y de inmediato bajó la falda ocultándole tan agradable visión, pero al hacerlo, la camisa escapó de entre los dedos de Rodrigo. Ambos se quedaron mirando la tela blanca que descansaba en el suelo, salvo la parte del botón, que pendía de la ropa de ella.
 -Te has cosido la camisa a la bata…- No gritó, no se alteró, solo miraba con incredulidad el punto donde ambas prendas se hallaban unidas.- ¿Cómo se puede hacer eso?
 -Yo…ha sido sin querer.- Se lamentó
 -¡Es que si lo haces a propósito no te sale!...
 -Lo siento. Te…
 -No.- La cortó.- No hace falta que me pagues la camisa, solo arréglala.
 La dejó sola y subió a ducharse. A fin de cuentas, para lo que le había servido estar supervisándola…Peor no lo podía hacer…
 Ella descosió el botón y volvió a coserlo al aire, sin apoyar la costura en su regazo; esta vez quedó perfecta, pero aún se podía mejorar planchándola, porque al coserla la había arrugado. En ello estaba cuando bajó él, recién duchado, con la bata y el pantalón ya puesto a la espera de la camisa, oliendo a gloria bendita…Y pasó…lo que tenía que pasar…Que se quedó mirándole y en el despiste… Cuando se dio cuenta sus ojos se abrieron espantados y hubiera gritado de haberle salido la voz. Por suerte la perdió por la impresión…por la impresión con forma de suela de plancha que destacaba en el blanco de la camisa. De esta ya no salía. ¡La iba a matar… dos veces!
 Su mente fría de psicóloga le decía que había que asumir los errores cuando ya no tenían remedio y afrontar las consecuencias. Pero su instinto natural le decía que corriera como una loca. Sacudió la tela, le hizo algunos pliegues que ocultaran la parte quemada antes de entregársela con cuidado para que no quedara al descubierto.
 -¿Ya está?- Parecía calmado.-Gracias.
 Gracias, decía el pobre…
 El subió a su habitación a acabar de vestirse, ella a la suya a ponerse un chambergo antes de correr en el campo hasta perderse.
 No le dio tiempo.
 -¡¡Julia!!...¡¡Julia!!- Le oyó gritar.-¡Matarla es poco!...¡Julia!
 Entró como una tromba en el dormitorio de ella. Llevaba la camisa puesta, abierta, mostrando su torso desnudo, fuerte, con el pecho ancho en contrapunto con la cintura estrecha y el abdomen plano. Ella le miraba, le oía hablar enfadado, pero le costaba concentrarse en algo que no fuera el atractivo de aquel hombre, apenas podía pensar en algo que no fuera lo mucho le gustaba, era imposible sentir algo que no fuera el deseo de tocarle, de eliminar la distancia que separaba sus cuerpos, de abandonarse en sus brazos y encadenarle con los suyos.
 -¿Qué importa?- Se oyó decir.- Te vas a poner una chamarra o una chaqueta encima, no se va a ver.
 -Ah, entonces me tranquilizo,- replicó Rodrigo con grandes aspavientos.- La dejo para el invierno y arreglado…Así nadie la ve…- De pronto dejó de hablar.
 Había algo en los ojos de ella. Aquella mirada le llamaba poderosamente la atención, le envolvía. De forma casi inconsciente fue acercando su rostro al de ella, sin perder el contacto con aquellos ojos hasta que vio caer lánguidamente los párpados cuando sus labios se unieron. Las palmas de las manos de ella apoyadas en su pecho le quemaban y a la vez despertaron su piel que se tornó fina como las alas de una mariposa, sensible al roce de aquellos dedos delicados que parecían jugar con él mientras ascendían hasta los hombros y los liberaba de la camisa. La dejó hacer. La dejó abarcarle con sus brazos y apretarse contra su cuerpo como si quisiera fundirse en él. De pronto le robó su boca y le besó en el cuello antes de descender hasta el pecho. Se sintió enardecer e, incapaz de respirar sin la boca de ella, volvió a buscarla y respirar de allí el aire que necesitaba. Su beso fue más insistente y consiguió separar sus labios para invadir el interior, una conquista con el sabor dulce de la victoria cuando además acabó de subir la falda y sintió entre sus manos la viva piel de las piernas de ella y apretó las nalgas contra si mismo, sintiendo una especie de mareo de puro placer.
 El estaba preparado para más. Estaba preparado para todo. Ella también. Era locura lo que les invadió cuando se dejaron caer sobre la colcha de ganchillo y ella por instinto separó sus piernas decidida a pasar de preámbulos. Parecía que tenía prisa y lo más extraño era que…él también.
 -No sé si debo decirte que…nunca he hecho esto antes…- Dijo ella jadeando por el deseo.
 Rodrigo se detuvo como si le hubieran clavado un dardo paralizante.
 -¿Qué?- Preguntó breve, seco, inmóvil.
 - Pero sé de qué va, no te creas…- Suspiró y su tono fue más firme que antes.
 -¿Eres virgen?
 -Dicho así, parece que es algo importante.- Bromeó. -Un simple trámite. ¿Seguimos?
 Movió el rostro y le besó en el hombro antes de ir a buscar su boca. El se apartó abruptamente, molesto, no, más, furioso, muy furioso.
 -¿Por qué lo tienes que estropear todo, mujer?¿Es que tampoco sabes hacer esto?
 - En la práctica no, pero me conozco al dedillo la teórica…- Le miró desconcertada mientras él se abrochaba hasta la camisa.-¿Qué pasa?
 -Pasa que no va a pasar. No conmigo.
 -¿Por qué? Hasta hace poco a los hombres os gustaba conocer a una mujer a la que nadie hubiera tocado antes.
 - Es una cuestión muy delicada por muchos factores, el primero es que me sentiría obligado de algún modo hacia ti.
 -Yo no te obligo a nada.
 -Pero yo si.
- Ya te he dicho que se trata de un simple trámite.
El se desesperó.
-Julia, eres preciosa y me sentiré muy halagado si vuelves una vez que otro haya… cumplido el trámite…
-Pero…
-Aquí no ha pasado nada y tan amigos, ¿eh?
Tras decir esto salió del dormitorio de ella dejándola compuesta y sin trámite.




Comentarios

  1. 😱 pero cómo la puede dejar así?? Merece la plancha, pero en la entrepierna!!! Me ha encantado todo...la incineración del pollo, el roce y el "roneo" que hay entre ellos, pero dejar así a Julia...eso voy a tardar en perdonárselo, no se da cuenta de que la está empujando hacia Goyo???? 🤬😡😡👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼 Bravo Loli!!! Me tienes enganchadísima!!!

    ResponderEliminar
  2. Jajajajjaj me ha pasado como a Raquel.. manda huevos. Que nos haya salido tan integro el Rodrigo de las narices. Jajajajjaj que la desvirgue otro y ya si eso luego él. Será zoquete.. jajjajaj que bueno Loli, lo que me he reído . Bravo 👌🥰😍😍😍😍

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

EL DESTINO EN LA CARRETERA

BUSCANDO SU CAMINO.

EL DESTINO EN LA CARRETERA