EL DESTINO EN LA CARRETERA


 

CAPITULO 14

 

 

                -…La verdad es que ver el refugio y los animales ha sido muy emocionante. No entiendo como la aportación que se hace a la fauna autóctona es tan poco reconocida. Además de ser una tarea vocacional… Es muy bonito lo que se hace allí. Creo que ahora hasta me cae mejor Inés …

-No es mala, pero es un poco estirada; se cree que lo único que tiene valor es lo que hace ella y siempre nos trata con condescendencia.

                -Siempre va mas tiesa que el palo de un chupa chups.

-Acabas de decir que te cae bien…

-No. He dicho que “creo que me cae mejor” -Julia se rascó la punta de la nariz con la manga en un intento de aliviar el picor sin usar las manos.-¿Voy bien así?

                Isa asintió y le acercó un cuenco con harina.

                -Ahora échale la harina, pero pásala por el colador.

                -¿Para qué?- Preguntó extrañada la psicóloga.-Eso es absurdo ¿no? Colar la harina…

                -¡Oye, eres tu la que quiere aprender a hacer bizcocho! Yo…

                -Está bien, la cuelo.- Se dio por vencida.

                -Es para airearla y que no forme grumos a la hora de batirla con los huevos, el yogur, el aceite y el azúcar; además agrégale la levadura, así irá bien mezclada.

                -Gracias ¿te das cuenta? Si se explica el porqué se hacen las cosas de una manera u otra es mas fácil aprender…- Desde el exterior de la cocina les llegó el ruido de alboroto en el gallinero.- ¡¡Susi, deja las gallinas!!...¿Es que esta niña no le tiene miedo a nada?

                Por el vano de la puerta apareció la preciosa carita de la niña, con sus mejillas sonrosadas por el frío exterior y los ojos negrísimos y centelleantes.

                -¿Cuándo viene Rodrigo? Quiero que me suba en Argenta.

                -Seguro que viene pronto, cariño. ¿Por qué no te acercas y me ayudas con el bizcocho? Seguro que tu sabes hacerlo mejor que yo.

                Susi dudó un instante.

                -No. Voy a buscar a Dante y a jugar con él hasta que venga Rodrigo.- Decidió al fin desapareciendo en un abrir y cerrar de ojos.

                -Si lo encuentra será una gran detective en el futuro.

                - Ella quiere ser veterinaria como su ídolo. ¿Por qué crees que le tira de la lengua a Dante? Para ver si tiene anginas.-Sonrió divertida la madre e la criatura.-Fíjate, ella preocupada por su salud y el perro escondiéndose.

                -…También preocupado por su salud…-Miró el bol con los ingredientes .-¿Y ahora qué?

                -Lo bates todo hasta que esté bien mezclado y lo dejas reposar unos minutos mientras se calienta el horno y untas con mantequilla y harina el molde…

                -¿Para…?

                -Para que no se pegue y sea más fácil desmoldarlo cuando esté hecho.- Isa dio por concluida la clase de repostería por el momento y comenzó a preparar café.- ¿Se puede saber a qué ha venido esta prisa por aprender a hacer bizcochos?

                Julia continuó con su tarea de batir los ingredientes.

                -A todos nos gustan, y además el otro día Ángela, la hija de Ramón el de la vaca Margarita, me miró como si yo fuera un ser de otro mundo porque dije que compraba los bizcochos. No me parece que ella sea una lumbrera, así que si puede hacerlo, ¡yo también! Y pienso llevar un bizcocho hecho por mi cuando subamos al refugio este fin de semana.

                -Olvídate de eso. Tu prepara solo unos bocadillos, algo de fruta, ropa cómoda, calzado cómodo y  agua. El domingo va a hacer sol y esa subida andando a los montes, créeme no es cualquier cosa.-Fue a sentarse a la mesa mientras hervía el agua en la cafetera para agregarle el café.- No entiendo como Rodrigo te deja ir.

                La otra se encogió de hombros.

                -Yo tampoco, pero últimamente está muy simpático conmigo, hasta diría que amable. No se qué le pasa.

                -Debe ser por lo de Goyo Barrientos.

                -¿Le ha pasado algo al imbécil?

                Isabel no pudo evitar una sonrisa divertida al oírla…¡Y su primo pensando que a Julia le gustaba el concejal…!En fin… nunca había destacado por su intuición respecto a las mujeres.

                -No. ¿Te acuerdas que te conté que Rodrigo estaba molesto porque os vio y pensaba que Goyo y tú os habíais enrollado en el coche? Pues yo le conté lo que tu me dijiste, que el otro se propasó y tu le paraste los pies, que de rollo nada de nada.

                Julia apretó los labios para evitar decir una barbaridad. ¡Había que ver lo preocupado que estaba aquel hombre con el honor de ella! “El perro del hortelano, que ni come ni deja comer al amo”. El no la quería tocar, pero los demás tampoco podían, a lo que parecía.

                -Y…creo…- la miró de reojo con tiento- creo recordar que también le comenté que el novio rico le pertenece a una amiga tuya y no a ti.

                - ¿Qué tiene que ver? Quiero decir que dudo que su contento se deba a mi; ignoro qué es pero me beneficia. Ojalá le dure mucho porque yo estoy mas relajada desde que no gruñe tanto. Esto ya está bien mezclado y el horno caliente…

                La otra mujer escondió un mohín y con un suspiro profundo se incorporó para ir a echar el café en el agua caliente y de paso seguir dándole instrucciones a la repostera.

                Poco después de meter al horno caliente el molde con la mezcla del bizcocho, la cocina se llenó de un aroma dulce y delicioso que serviría para abrir el apetito del más desganado. Julia miraba impaciente a través del cristal deseando que pasaran pronto los cuarenta minutos establecidos para la cocción. Aquel iba a ser el primer dulce elaborado por ella y, como todo lo que había aprendido desde que llegó al lugar, quedaba registrado y grabado en su memoria.

                Matías llegó cuando empezaba a oscurecer y se unió a la espera junto con las dos mujeres y Laurita, que cansada de buscar a su pareja de juegos sin hallarla, volvió junto a su madre y se sentó en su regazo oyendo la charla de las mayores a la vez que se entretenía pintando garabatos en un cuaderno que le había comprado solo para ella su primo mayor.

                Por una vez, y esperaba que sentara precedente, nadie tuvo ni un defecto que achacar a algo hecho de principio a fin por ella. El bizcocho estaba tierno, en su punto de dulzor, con un delicioso sabor a limón, jugoso y además tenía un aspecto tan bonito que tuvo que hacerle una foto para mandársela a su madre, a su tía, a sus primas y, como no, a sus amigas para que contemplaran aquella belleza digna de ser expuesta en un escaparate. Hasta Rodrigo dijo que estaba muy bueno cuando comió un buen pedazo después de cenar. Le supo tan bien que se negaba a creer que lo había hecho ella y a hurtadillas buscó con la mirada la confirmación de su padre quien, entendiendo sus dudas, asintió satisfecho.  

                Como la mayoría de las noches, se sentó en el salón a ver la televisión a la luz del fuego. Matías no quiso acompañarla y dijo que prefería irse a la cama.

                -Es que a mi ese tío no me gusta. Va a verle un paciente con un uñero y una semana después sale en silla de ruedas, muy contento porque sigue vivo, con un solo ojo porque se le ha explotado el globo ocular del otro y sin un riñón, que le han tenido que quitar porque se lo han machacado con los medicamentos…-Julia le oía apretando los labios, al borde de la carcajada.- Eso si, sale sin el uñero, porque le han amputado la mano…Y si al menos el médico fuera un cojo simpático, pero es que encima le pone de mote “el tuerto muñones”…o lo que se le ocurra…

                -Podemos poner otra cosa, será por canales…

-No, yo prefiero que me lleves mi vasito de leche caliente y acurrucarme en mi nido.

Se lo llevó y aguardó afectuosa a que lo tomara. Al bajar llamó al despacho, donde estaba Rodrigo, y se asomó por la rendija abierta.

-Tu padre ya se ha acostado y ha tomado la leche ¿quieres tu un café u otra cosa?

-¿Por qué se ha ido tan pronto esta noche?¿Está malo?

-Dice que no le gusta House, pero yo creo que está cansado y quiere dormir.

-Entiendo.-Dijo poniéndose en pie para ir a verle.- Si, me tomaría un café, gracias.

Fue a prepararlo a la cocina, tenía tiempo aún, porque en la televisión estaban dando el parte meteorológico, además quedaba un largo bloque de anuncios.   

                Recién hecho, cargado, colado con la manga y solo. Así le gustaba a Rodrigo, ya no necesitaba preguntarle como quería el último café del día. Sin embargo si se sorprendió al verle sentado en el sofá cuando se lo llevaba.

                -Déjalo aquí,- señaló sutilmente la mesa auxiliar,- a mi también me gusta House.

                Las luces estaban apagadas. Las llamas de la chimenea bailaban reflejando rojos y amarillos, brillos y sombras en el rostro masculino, arrancando destellos a su pelo negro del cual se había escapado un fino mechón que caía rebelde por la frente. Sus ojos estaban fijos en la pantalla y su cuerpo se reclinaba indolente entre el respaldo y el brazo del sofá. No era la primera vez que se sentaban juntos a ver la televisión, ni la segunda, ni la…pero parecía que en aquel momento se habían confabulado todos los elementos para que le viera más apuesto que nunca, de tal manera que cuando los labios varoniles se cerraron en el borde de la taza para tomar el café, ella notó su garganta seca como yesca y tuvo que humedecerla tragando saliva. Hubo de hacer un esfuerzo para concentrarse en la serie y en el desagradable, peculiar y poco empático doctor y sus colaboradores, pero al fin lo consiguió. O eso creía hasta que fue consciente del cálido ritmo que latía bajo la palma de su mano y la dura almohada en la que descansaba su mejilla; parpadeó inquieta para ubicarse en el tiempo y el espacio mientras con el dorso de la mano se limpiaba un hilo de babilla que le caía hacia el mentón. Se encontró en sus ojos la mirada de Rodrigo, serena, acomodada, esperándola. Un lado de su cuerpo estaba arropado contra el torso del hombre, la otra se adivinaba bajo la manta de cuadros rojos y negros que solía descansar doblada en el borde del sofá para cubrir un destemple o una corriente repentina.

                ¡Qué vergüenza! Se había apoyado en él y además…¿la había visto dormir con la boca abierta y babeando? En ningún momento de su vida había sido tan consciente de su desastroso aspecto. Seguramente por eso no apartaba la vista de ella.

                -Esto…Perdona, me he… Yo…

                Hizo ademán de incorporarse, pero no lo consiguió. Algo la retenía. Lo mismo que la acercó hasta pegarla contra el recio cuerpo varonil, dejando sus rostros a tan escasos centímetros de distancia que solo tuvo que dejar caer sus parpados a medida que el espacio se estrechó y sintió en la carnosa calidez de sus labios el fogoso contacto de los de él.

                Un beso y otro… y otro más. Abandonada, rendida a la humedad de su boca en la de ella; su piel se había tornado tan sensible que respondía vehemente a un simple roce de aliento y ardía sin llamas con el mas delicado roce. Los dedos de él jugaban a enredarse con su pelo y a la vez la mantenían sumisa a su voluntad; una voluntad hercúlea que poco a poco fue cediendo paso a la calma, que suavizó la intensidad, que dio sitio a la cordura y dosificó la pasión.

                Ella exhaló un hondo suspiro, satisfecha al entender lo que leía en los ojos de él. Sus labios se curvaron y un extraño azoro la obligó a apartarse del cuerpo de Rodrigo. El la dejó ir con desgana y susurró una despedida  que resonó cavernosa en los oídos de ella mientras se alargaba el último contacto.  

                 Ni la frialdad de la cama al meterse entre las sábanas pudo aplacar el ardor que emanaba su piel ni el sueño pudo borrar su sonrisa.

                No sentía el menor azoro a la mañana siguiente mientras preparaba el desayuno con la celeridad y eficacia que le iba dando la práctica. Saludó encantada a Matías cuando entró en la cocina con la leche recién ordeñada, le lanzó un par de pedazos de bacón a Dante, que se apresuró a dar buena cuenta de ellos demostrando luego su contento con un airoso movimiento de su larga cola rubia y terminó de colocar en la mesa los cubiertos y las servilletas. Entonces llegó Rodrigo, con su aspecto impoluto, el rostro bien afeitado, el pelo

húmedo aún tras la ducha, vestido con unos vaqueros y un grueso jersey de lana gris con cuello cisne y oliendo a gloria. Le acarició con la mirada buscando una expresión cómplice en los ojos de él. No la encontró. Tenía la misma cara de corchopán de todos los días, como si lo sucedido en el sofá la noche anterior no hubiera pasado, como si fuera un sueño del cual solo ella tenía conocimiento.   

                ¡Un momento!¿Lo habría soñado?

                -Anoche…nos besamos en el sofá, ¿verdad?- Le disparó a bocajarro en el momento que Matías salió al corral para echar a las gallinas unos restos de pan del desayuno.

                No se daba cuenta de lo absurdamente ingenua que le hacia parecer aquella pregunta.

                -¿A qué viene eso ahora?- Fue la respuesta de él.

                Traducida al lenguaje de lo concreto, era un “si” rotundo.

                -Es que actúas como si no lo hubiéramos hecho.- Se encogió de hombros.

                El miró hacia la puerta de salida al patio, como si comprobara que su padre no volvía y podía oírles.

                -¿Qué hemos hecho?¿Unos cuántos besos?-Frunció el ceño.- ¿Cómo debo actuar?¿Qué quieres, que venga de rodillas con una sortija de compromiso en la mano?

                Algo se oscureció dentro de ella, apagando el brillo que la había iluminado. ¡Otra vez! ¿Es que no iba a escarmentar nunca con aquel hombre? Una vez mas la incendiaba para luego echarle un jarro de agua fría.

                -¡Aunque la trajeras en la boca, sujeta entre los dientes, no la querría!¡Métetela por donde te quepa!- Se puso en pie y le lanzó la servilleta antes de salir abruptamente hacia el salón.

                Rodrigo ahogó una exclamación de fastidio contra si mismo. ¿Qué podía hacer?¿Qué podía decirle a ella si estaba hecho un lio? Nunca antes se había sentido así y no sabía como manejarlo aún. La noche anterior, cuando ella se durmió en el sofá, él la acomodó contra si mismo y le rodeó los hombros con su brazo antes de taparla con la manta… De repente fue como si…como si todo estuviera en su lugar definitivo, como si la imagen estuviera completa. La serie y la televisión dejaron de existir, solo podía mirar a Julia y pensar que se sentía a gusto así. Por su mente pasaban las sonrisas que iluminaban su bonita cara, su carácter de natural afectuoso…¡hasta sus torpezas y ese divertido modo en que las asumía! Para él, ella era perfecta, pero ¿lo era realmente?¿Qué sabía de ella?¿Aquel sentimiento novedoso que se había despertado en él por primera vez era lo suficiente intenso como para pelearlo?¿Y si estaba equivocado y se le pasaba con unas cuantas noches de intimidad? Era rozarla y sentir que su cuerpo respondía de inmediato. La necesidad de besarla así como la incapacidad de resistirse a hacerlo eran cada vez más frecuentes. La pasada noche se detuvo ante la puerta del dormitorio de ella y solo evitó que entrara el hecho de saber que su padre estaba en la habitación de enfrente y tenía el sueño ligero. Además no quería hacerle daño, aunque se enfadara porque él fingiera no dar importancia a unos cuantos besos.

                Si, estaba enfadada; y mucho. Durante los días siguientes le evitó cuanto pudo y aunque disimuló para no despertar las sospechas de Matías, Isa y Millán acerca de que algo iba mal entre ellos, su irritación no disminuyó. El la dejaba estar así y mientras tanto la estudiaba y se estudiaba dejando fluir los acontecimientos para ver donde les llevaban.

                Llegó el domingo y Julia se preparó para la excursión a la reserva. Como le dijo Isa, se vistió con ropa cómoda y calzó unas deportivas blancas que se compró en Madrid cuando fue de fin de semana con sus amigas. Preparó bocadillos y agua y escuchó enternecida todas las recomendaciones que Matías hacía a sus hijos para que la protegieran.

                -No es necesario, Matías, yo sé cuidarme sola.- Sonreía cariñosa al hombre, que no parecía muy tranquilo.

                -Tu no conoces los montes, podrías perderte o podría atacarte cualquier animal salvaje, un jabalí o un zorro o…Subir a pie no es como subir en el coche.

                -No me voy a separar del grupo. Donde vayan ellos iré yo, usted no se preocupe.

                Allá se fueron. Era temprano y la mañana estaba cubierta por la niebla.

                -Mañanitas de niebla, tardes de paseo.- Comentó Ángela, la hija del amo de Margarita, que iba detrás de Inés.-Enseguida se abrirá paso el sol.

                El grupo estaba formado por doce personas; Julia conocía a la mayoría, aunque solo de vista, fue aquel día cuando Rodrigo la presentó oficialmente a los colaboradores del refugio. Había una pareja de naturalistas, un botánico, un biólogo, la ayudante de Rodrigo en la consulta veterinaria; también estaban los voluntarios, Eloísa, la joven cuñada de Isabel, que se mantenía insistente al lado de Millán, conversando pese a que él no le hacía mucho caso, lo que molestó una vez más a la psicóloga que decidió que debía tener una charla mas pronto que tarde con la chica. Le gustaba Millán, pero deploraba su comportamiento para con la hermana de Juan. Estaba claro que él sabía que Eloísa estaba enamorada de él y jugaba como el gato con el ratón…¿O como Rodrigo con ella?...

                El ambiente entre los excursionistas era bueno. Ella les seguía el ritmo sin dificultad hasta que comenzaron a subir. Iban campo a través por senderos angostos y pedregosos siempre ascendentes.

                “ Bueno, al menos cuando volvamos será todo cuesta abajo” Se consoló al notar que no estaba tan en forma como creía. Pronto dejó de sentir frío y sus mejillas se colorearon de un rojo intenso, la respiración se aceleró, las piernas se le hicieron más pesadas y los pies empezaron a doler dentro de las zapatillas. Julia no se dio cuenta de cuando pasó de admirar el paisaje a sufrirlo.

                -No sé por qué la has traído. Es claro que no está acostumbrada a este tipo de Marcha.

                Julia pudo oír el comentario de Inés al veterinario, pero ni siquiera le molestó porque por esta vez la otra tenía razón. Se esforzó mas en seguir el ritmo de los otros, aunque poco a poco se iba quedando atrás. Millán anduvo un rato junto a ella y Eloísa le tomó el relevo cuando el joven Villanueva se apresuró a alcanzar a su hermano que iba a la cabeza.

                -Debería quedarme con ella y descansar un poco. La pobre lo está pasando fatal, pero no se queja; no quiere ser una molestia. Ni siquiera ha permitido que la ayude con la mochila de los bocadillos.

                -Todos hemos tenido nuestra primera vez, esta es la de ella.  La próxima será mejor.

                -¿Tú crees que va a haber una segunda vez?- Millán, al igual que su hermano y el resto pasó de piedra en piedra sorteando las aguas del arroyuelo que serpenteaba cuesta abajo.

                El mayor de los hermanos Villanueva no contestó. Se detuvo a ver pasar a los demás y exhaló un suspiro cuando vio que la novata resbalaba en uno de los cantos y pese a conseguir mantener el equilibrio y no caer, hundió los pies en el agua.

                -Mierda…- Ni siquiera fue una exclamación, mas bien una palabra malsonante que le salió al contemplarla hundida hasta los tobillos.-¡¿Necesitas ayuda?!- La potente voz del veterinario se dirigía a ella.

                -¡No, no gracias!- Elevó el tono de su resuello para contestar con humor:- Solo estoy… refrescándome las ampollas.

                Los que estaban cerca de él le vieron contener una risotada y volver sobre sus pasos para ir junto a ella.

                -Vamos, ánimo. Puedes con esto y con más.- La alentó.- Hay que subir la sierra.

                -Pues no cuentes conmigo, yo ya tengo bastante con los bocadillos; las herramientas que las suba otro.- Replicó angustiada ante la idea de un esfuerzo más.

                No hizo falta estar cerca de él en esta ocasión, las carcajadas inundaron el silencio de la naturaleza resonando con el eco. Ante la sorpresa que mostraron los demás era de creer que aquel no era un sonido al que estuvieran muy acostumbrados.

                -La sierra…me refiero al monte.- Explicó divertido aún.- Vamos, sal del agua…

                -De verdad que lo estoy deseando, pero me tiemblan tanto las rodillas que temo que no sean capaces de sostenerme.

                El veterinario la tomó por la cintura y alzándola en volandas la llevó hasta la orilla saltando de piedra en piedra con una facilidad vergonzante. La dejó apoyar los pies en la hierba pero no la soltó.

                -Julia necesita descansar un poco para reponer fuerzas. Seguid adelante. Nos reuniremos en el refugio.-Ordenó con la seguridad del  líder.

                -No es necesario. Puedo seguir adelante.

                Rodrigo la miraba entre jocoso y complacido. Aquella mujer tenía más moral que el Alcoyano; decía que podía seguir y pese al frío reinante su rostro estaba encendido de calor, se la notaba agotada y para colmo tenía las zapatillas y los calcetines chorreando. Tendría suerte si aquella excursión no le costaba una pulmonía, pero quería seguir pese a estar agotada para no retrasar al grupo.

                -Estamos seguros de que puedes, Julia, pero, hazme caso, será mejor que paremos un poco, respires y volvamos a incorporarnos a la marcha en unos minutos.

                Todo eso sonaba a música celestial en los oídos de ella; necesitaba tirarse en el suelo para poder morir en buena postura y ya que era él quien lo proponía y no ella, sería de prepotente rechazarlo. Así que cesó en su insistencia.

                Los demás siguieron el camino mientras ella se dejó caer sentada en el suelo seco, con la espalda apoyada en el tronco de un pino sintiendo la grata calidez del sol sobre su cuerpo. Suspiró de puro gusto. El se sentó a su lado.

-Supongo que ya no querréis que vuelva,- comentó con desmayo,- soy un desastre en esto también. Ellas suben tan tranquilas y yo parezco sacada de una batalla de rebajas. Mírame bien,- se lamentó repasando su aspecto,- ¡Inés ni se ha despeinado y yo soy la bruja Avería…!

-Ellas han subido muchas veces, año tras año, y créeme que la primera vez que subimos cada temporada lo pasamos todos mal. Esto es una sierra… -Se interrumpió sin poder dejar de mirarla.

                -¿Qué pasa?-Ella dejó caer los párpados cerrando los ojos.- ¿A qué viene ese silencio?

                El sonrió con calidez.

                -Me has dicho que te mire bien y lo hago. Estás feísima.

                -Gracias, eres todo amabilidad.

                -No lo creas.- Se acercó más a ella y posó su boca en la sonrosada textura de los labios femeninos. Ella abrió los ojos encontrándose de frente con los de él.-Nunca te he deseado más que en este momento y te he deseado muchas veces.- Susurró con voz cavernosa.

                Ella intentó apartarse para huir de él, pero él no la dejó escapar abarcándola con sus brazos y estrechándola contra su pecho.

                -No empecemos, Rodrigo, los dos sabemos como acaba siempre y estoy demasiado cansada como para fingir que no me importan tus juegos.- Se quejó blandamente cerrando de nuevo los ojos ante la descarga eléctrica provocada en su cuerpo por el roce de sus labios en la base del cuello.

                El no contestó. Su mano se apoyaba en la espalda femenina, pegándola a si mientras la otra hacía descender en carrera la cremallera de la parka lo justo y necesario para maniobrar abriéndose camino hacia su piel.

                -¿Cuántas camisetas traes?- Preguntó de repente tras un rato de escarbar sin llegar a meta.

                -Dos.

                -Y un jersey grueso.-Sonrió malicioso.- No es de extrañar que estés sudando. Bueno, Lo pone mas difícil, pero no imposible…

                -Te recuerdo que sigo estando entera.- Musitó cerca de su oído.

                -Alguien tendrá que resolver eso, ¿no crees? Alguna vez tendrá que ser la primera…

                -…¡Rodrigo!...¡Julia!...¿Dónde os habéis metido? ¡En el refugio hemos encontrado unas botas y calcetines secos…!¿Me oís?...¡Julia…!¿Dónde estáis?

                Oían si, oían claramente la voz de Millán acercándose al lugar donde estaban. El veterinario ahogó un fastidio y cogiéndola por la mano tiró de ella hasta hacerla incorporarse.

                -Aquí, Millán, estamos aquí…

Comentarios

  1. Ay Loli!!! Que escucho las risas, las carcajadas...qué facilidad tienes para transmitir las emociones de los personajes, pero otra vez me has dejado con la miel en los labios...espero que Rodrigo no retroceda ahora, ahora que ha decidido que merece la pena "empezar" el melón...👏🏼👏🏼👏🏼🥰🥰😘😘😘

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  2. Loli que mala eres, lo bueno que estaba y lo mal que nos dejas. 😘😘 Gracias por compartir, que pases buen día 🌞😘

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  3. Será posible!!! Millán vete un rato a mirar las piedras del arroyo. Jajajajjajja que cabrita eres hija.. dejándonos con la miel en los labios.. a nosotras y a tus personajes jajajjaja

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  4. Brutal! Como siempre consigues que tus relatos se conviertan wn película en mi cabeza.
    La carcajada de Rodrigo , eclipsada con la mía... qué buenos momentos me haces pasar😂😂

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  5. Loli, animate y sigue con la historia 🙏😘

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