EL DESTINO EN LA CARRETERA
CAPITULO 14
-…La
verdad es que ver el refugio y los animales ha sido muy emocionante. No
entiendo como la aportación que se hace a la fauna autóctona es tan poco
reconocida. Además de ser una tarea vocacional… Es muy bonito lo que se hace
allí. Creo que ahora hasta me cae mejor Inés …
-No es mala, pero es un poco estirada;
se cree que lo único que tiene valor es lo que hace ella y siempre nos trata
con condescendencia.
-Siempre va mas tiesa que el palo
de un chupa chups.
-Acabas de decir que te cae bien…
-No. He dicho que “creo que me
cae mejor” -Julia se rascó la punta de la nariz con la manga en un intento de
aliviar el picor sin usar las manos.-¿Voy bien así?
Isa
asintió y le acercó un cuenco con harina.
-Ahora
échale la harina, pero pásala por el colador.
-¿Para
qué?- Preguntó extrañada la psicóloga.-Eso es absurdo ¿no? Colar la harina…
-¡Oye,
eres tu la que quiere aprender a hacer bizcocho! Yo…
-Está
bien, la cuelo.- Se dio por vencida.
-Es
para airearla y que no forme grumos a la hora de batirla con los huevos, el yogur,
el aceite y el azúcar; además agrégale la levadura, así irá bien mezclada.
-Gracias
¿te das cuenta? Si se explica el porqué se hacen las cosas de una manera u otra
es mas fácil aprender…- Desde el exterior de la cocina les llegó el ruido de
alboroto en el gallinero.- ¡¡Susi, deja las gallinas!!...¿Es que esta niña no
le tiene miedo a nada?
Por el
vano de la puerta apareció la preciosa carita de la niña, con sus mejillas
sonrosadas por el frío exterior y los ojos negrísimos y centelleantes.
-¿Cuándo
viene Rodrigo? Quiero que me suba en Argenta.
-Seguro
que viene pronto, cariño. ¿Por qué no te acercas y me ayudas con el bizcocho?
Seguro que tu sabes hacerlo mejor que yo.
Susi dudó
un instante.
-No.
Voy a buscar a Dante y a jugar con él hasta que venga Rodrigo.- Decidió al fin desapareciendo
en un abrir y cerrar de ojos.
-Si lo
encuentra será una gran detective en el futuro.
- Ella
quiere ser veterinaria como su ídolo. ¿Por qué crees que le tira de la lengua a
Dante? Para ver si tiene anginas.-Sonrió divertida la madre e la
criatura.-Fíjate, ella preocupada por su salud y el perro escondiéndose.
-…También
preocupado por su salud…-Miró el bol con los ingredientes .-¿Y ahora qué?
-Lo
bates todo hasta que esté bien mezclado y lo dejas reposar unos minutos
mientras se calienta el horno y untas con mantequilla y harina el molde…
-¿Para…?
-Para
que no se pegue y sea más fácil desmoldarlo cuando esté hecho.- Isa dio por
concluida la clase de repostería por el momento y comenzó a preparar café.- ¿Se
puede saber a qué ha venido esta prisa por aprender a hacer bizcochos?
Julia
continuó con su tarea de batir los ingredientes.
-A todos
nos gustan, y además el otro día Ángela, la hija de Ramón el de la vaca
Margarita, me miró como si yo fuera un ser de otro mundo porque dije que
compraba los bizcochos. No me parece que ella sea una lumbrera, así que si
puede hacerlo, ¡yo también! Y pienso llevar un bizcocho hecho por mi cuando
subamos al refugio este fin de semana.
-Olvídate
de eso. Tu prepara solo unos bocadillos, algo de fruta, ropa cómoda, calzado
cómodo y agua. El domingo va a hacer sol
y esa subida andando a los montes, créeme no es cualquier cosa.-Fue a sentarse
a la mesa mientras hervía el agua en la cafetera para agregarle el café.- No
entiendo como Rodrigo te deja ir.
La otra
se encogió de hombros.
-Yo
tampoco, pero últimamente está muy simpático conmigo, hasta diría que amable.
No se qué le pasa.
-Debe
ser por lo de Goyo Barrientos.
-¿Le ha
pasado algo al imbécil?
Isabel
no pudo evitar una sonrisa divertida al oírla…¡Y su primo pensando que a Julia
le gustaba el concejal…!En fin… nunca había destacado por su intuición respecto
a las mujeres.
-No. ¿Te
acuerdas que te conté que Rodrigo estaba molesto porque os vio y pensaba que
Goyo y tú os habíais enrollado en el coche? Pues yo le conté lo que tu me
dijiste, que el otro se propasó y tu le paraste los pies, que de rollo nada de
nada.
Julia
apretó los labios para evitar decir una barbaridad. ¡Había que ver lo
preocupado que estaba aquel hombre con el honor de ella! “El perro del
hortelano, que ni come ni deja comer al amo”. El no la quería tocar, pero los
demás tampoco podían, a lo que parecía.
-Y…creo…-
la miró de reojo con tiento- creo recordar que también le comenté que el novio
rico le pertenece a una amiga tuya y no a ti.
- ¿Qué
tiene que ver? Quiero decir que dudo que su contento se deba a mi; ignoro qué
es pero me beneficia. Ojalá le dure mucho porque yo estoy mas relajada desde
que no gruñe tanto. Esto ya está bien mezclado y el horno caliente…
La otra
mujer escondió un mohín y con un suspiro profundo se incorporó para ir a echar
el café en el agua caliente y de paso seguir dándole instrucciones a la repostera.
Poco
después de meter al horno caliente el molde con la mezcla del bizcocho, la
cocina se llenó de un aroma dulce y delicioso que serviría para abrir el
apetito del más desganado. Julia miraba impaciente a través del cristal deseando
que pasaran pronto los cuarenta minutos establecidos para la cocción. Aquel iba
a ser el primer dulce elaborado por ella y, como todo lo que había aprendido
desde que llegó al lugar, quedaba registrado y grabado en su memoria.
Matías
llegó cuando empezaba a oscurecer y se unió a la espera junto con las dos
mujeres y Laurita, que cansada de buscar a su pareja de juegos sin hallarla, volvió
junto a su madre y se sentó en su regazo oyendo la charla de las mayores a la
vez que se entretenía pintando garabatos en un cuaderno que le había comprado
solo para ella su primo mayor.
Por una
vez, y esperaba que sentara precedente, nadie tuvo ni un defecto que achacar a
algo hecho de principio a fin por ella. El bizcocho estaba tierno, en su punto
de dulzor, con un delicioso sabor a limón, jugoso y además tenía un aspecto tan
bonito que tuvo que hacerle una foto para mandársela a su madre, a su tía, a
sus primas y, como no, a sus amigas para que contemplaran aquella belleza digna
de ser expuesta en un escaparate. Hasta Rodrigo dijo que estaba muy bueno
cuando comió un buen pedazo después de cenar. Le supo tan bien que se negaba a
creer que lo había hecho ella y a hurtadillas buscó con la mirada la
confirmación de su padre quien, entendiendo sus dudas, asintió satisfecho.
Como la
mayoría de las noches, se sentó en el salón a ver la televisión a la luz del
fuego. Matías no quiso acompañarla y dijo que prefería irse a la cama.
-Es que
a mi ese tío no me gusta. Va a verle un paciente con un uñero y una semana
después sale en silla de ruedas, muy contento porque sigue vivo, con un solo
ojo porque se le ha explotado el globo ocular del otro y sin un riñón, que le
han tenido que quitar porque se lo han machacado con los medicamentos…-Julia le
oía apretando los labios, al borde de la carcajada.- Eso si, sale sin el uñero,
porque le han amputado la mano…Y si al menos el médico fuera un cojo simpático,
pero es que encima le pone de mote “el tuerto muñones”…o lo que se le ocurra…
-Podemos
poner otra cosa, será por canales…
-No, yo prefiero que me lleves mi
vasito de leche caliente y acurrucarme en mi nido.
Se lo llevó y aguardó afectuosa a
que lo tomara. Al bajar llamó al despacho, donde estaba Rodrigo, y se asomó por
la rendija abierta.
-Tu padre ya se ha acostado y ha tomado
la leche ¿quieres tu un café u otra cosa?
-¿Por qué se ha ido tan pronto
esta noche?¿Está malo?
-Dice que no le gusta House, pero
yo creo que está cansado y quiere dormir.
-Entiendo.-Dijo poniéndose en pie
para ir a verle.- Si, me tomaría un café, gracias.
Fue a prepararlo a la cocina,
tenía tiempo aún, porque en la televisión estaban dando el parte meteorológico,
además quedaba un largo bloque de anuncios.
Recién
hecho, cargado, colado con la manga y solo. Así le gustaba a Rodrigo, ya no
necesitaba preguntarle como quería el último café del día. Sin embargo si se
sorprendió al verle sentado en el sofá cuando se lo llevaba.
-Déjalo
aquí,- señaló sutilmente la mesa auxiliar,- a mi también me gusta House.
Las
luces estaban apagadas. Las llamas de la chimenea bailaban reflejando rojos y
amarillos, brillos y sombras en el rostro masculino, arrancando destellos a su
pelo negro del cual se había escapado un fino mechón que caía rebelde por la
frente. Sus ojos estaban fijos en la pantalla y su cuerpo se reclinaba
indolente entre el respaldo y el brazo del sofá. No era la primera vez que se
sentaban juntos a ver la televisión, ni la segunda, ni la…pero parecía que en
aquel momento se habían confabulado todos los elementos para que le viera más
apuesto que nunca, de tal manera que cuando los labios varoniles se cerraron en
el borde de la taza para tomar el café, ella notó su garganta seca como yesca y
tuvo que humedecerla tragando saliva. Hubo de hacer un esfuerzo para
concentrarse en la serie y en el desagradable, peculiar y poco empático doctor y
sus colaboradores, pero al fin lo consiguió. O eso creía hasta que fue
consciente del cálido ritmo que latía bajo la palma de su mano y la dura
almohada en la que descansaba su mejilla; parpadeó inquieta para ubicarse en el
tiempo y el espacio mientras con el dorso de la mano se limpiaba un hilo de
babilla que le caía hacia el mentón. Se encontró en sus ojos la mirada de
Rodrigo, serena, acomodada, esperándola. Un lado de su cuerpo estaba arropado
contra el torso del hombre, la otra se adivinaba bajo la manta de cuadros rojos
y negros que solía descansar doblada en el borde del sofá para cubrir un
destemple o una corriente repentina.
¡Qué
vergüenza! Se había apoyado en él y además…¿la había visto dormir con la boca
abierta y babeando? En ningún momento de su vida había sido tan consciente de
su desastroso aspecto. Seguramente por eso no apartaba la vista de ella.
-Esto…Perdona,
me he… Yo…
Hizo
ademán de incorporarse, pero no lo consiguió. Algo la retenía. Lo mismo que la acercó
hasta pegarla contra el recio cuerpo varonil, dejando sus rostros a tan escasos
centímetros de distancia que solo tuvo que dejar caer sus parpados a medida que
el espacio se estrechó y sintió en la carnosa calidez de sus labios el fogoso
contacto de los de él.
Un beso
y otro… y otro más. Abandonada, rendida a la humedad de su boca en la de ella; su
piel se había tornado tan sensible que respondía vehemente a un simple roce de
aliento y ardía sin llamas con el mas delicado roce. Los dedos de él jugaban a
enredarse con su pelo y a la vez la mantenían sumisa a su voluntad; una voluntad
hercúlea que poco a poco fue cediendo paso a la calma, que suavizó la
intensidad, que dio sitio a la cordura y dosificó la pasión.
Ella
exhaló un hondo suspiro, satisfecha al entender lo que leía en los ojos de él. Sus
labios se curvaron y un extraño azoro la obligó a apartarse del cuerpo de
Rodrigo. El la dejó ir con desgana y susurró una despedida que resonó cavernosa en los oídos de ella
mientras se alargaba el último contacto.
Ni la frialdad de la cama al meterse entre las
sábanas pudo aplacar el ardor que emanaba su piel ni el sueño pudo borrar su
sonrisa.
No
sentía el menor azoro a la mañana siguiente mientras preparaba el desayuno con la
celeridad y eficacia que le iba dando la práctica. Saludó encantada a Matías
cuando entró en la cocina con la leche recién ordeñada, le lanzó un par de pedazos
de bacón a Dante, que se apresuró a dar buena cuenta de ellos demostrando luego
su contento con un airoso movimiento de su larga cola rubia y terminó de
colocar en la mesa los cubiertos y las servilletas. Entonces llegó Rodrigo, con
su aspecto impoluto, el rostro bien afeitado, el pelo
húmedo aún tras la ducha, vestido con unos vaqueros y un
grueso jersey de lana gris con cuello cisne y oliendo a gloria. Le acarició con
la mirada buscando una expresión cómplice en los ojos de él. No la encontró. Tenía
la misma cara de corchopán de todos los días, como si lo sucedido en el sofá la
noche anterior no hubiera pasado, como si fuera un sueño del cual solo ella
tenía conocimiento.
¡Un momento!¿Lo
habría soñado?
-Anoche…nos
besamos en el sofá, ¿verdad?- Le disparó a bocajarro en el momento que Matías
salió al corral para echar a las gallinas unos restos de pan del desayuno.
No se
daba cuenta de lo absurdamente ingenua que le hacia parecer aquella pregunta.
-¿A qué
viene eso ahora?- Fue la respuesta de él.
Traducida
al lenguaje de lo concreto, era un “si” rotundo.
-Es que
actúas como si no lo hubiéramos hecho.- Se encogió de hombros.
El miró
hacia la puerta de salida al patio, como si comprobara que su padre no volvía y
podía oírles.
-¿Qué
hemos hecho?¿Unos cuántos besos?-Frunció el ceño.- ¿Cómo debo actuar?¿Qué
quieres, que venga de rodillas con una sortija de compromiso en la mano?
Algo se
oscureció dentro de ella, apagando el brillo que la había iluminado. ¡Otra vez!
¿Es que no iba a escarmentar nunca con aquel hombre? Una vez mas la incendiaba
para luego echarle un jarro de agua fría.
-¡Aunque
la trajeras en la boca, sujeta entre los dientes, no la querría!¡Métetela por
donde te quepa!- Se puso en pie y le lanzó la servilleta antes de salir
abruptamente hacia el salón.
Rodrigo
ahogó una exclamación de fastidio contra si mismo. ¿Qué podía hacer?¿Qué podía
decirle a ella si estaba hecho un lio? Nunca antes se había sentido así y no
sabía como manejarlo aún. La noche anterior, cuando ella se durmió en el sofá, él
la acomodó contra si mismo y le rodeó los hombros con su brazo antes de taparla
con la manta… De repente fue como si…como si todo estuviera en su lugar
definitivo, como si la imagen estuviera completa. La serie y la televisión
dejaron de existir, solo podía mirar a Julia y pensar que se sentía a gusto así.
Por su mente pasaban las sonrisas que iluminaban su bonita cara, su carácter de
natural afectuoso…¡hasta sus torpezas y ese divertido modo en que las asumía!
Para él, ella era perfecta, pero ¿lo era realmente?¿Qué sabía de ella?¿Aquel
sentimiento novedoso que se había despertado en él por primera vez era lo
suficiente intenso como para pelearlo?¿Y si estaba equivocado y se le pasaba con
unas cuantas noches de intimidad? Era rozarla y sentir que su cuerpo respondía
de inmediato. La necesidad de besarla así como la incapacidad de resistirse a
hacerlo eran cada vez más frecuentes. La pasada noche se detuvo ante la puerta
del dormitorio de ella y solo evitó que entrara el hecho de saber que su padre
estaba en la habitación de enfrente y tenía el sueño ligero. Además no quería
hacerle daño, aunque se enfadara porque él fingiera no dar importancia a unos cuantos
besos.
Si,
estaba enfadada; y mucho. Durante los días siguientes le evitó cuanto pudo y
aunque disimuló para no despertar las sospechas de Matías, Isa y Millán acerca de
que algo iba mal entre ellos, su irritación no disminuyó. El la dejaba estar
así y mientras tanto la estudiaba y se estudiaba dejando fluir los
acontecimientos para ver donde les llevaban.
Llegó
el domingo y Julia se preparó para la excursión a la reserva. Como le dijo Isa,
se vistió con ropa cómoda y calzó unas deportivas blancas que se compró en
Madrid cuando fue de fin de semana con sus amigas. Preparó bocadillos y agua y
escuchó enternecida todas las recomendaciones que Matías hacía a sus hijos para
que la protegieran.
-No es
necesario, Matías, yo sé cuidarme sola.- Sonreía cariñosa al hombre, que no
parecía muy tranquilo.
-Tu no
conoces los montes, podrías perderte o podría atacarte cualquier animal
salvaje, un jabalí o un zorro o…Subir a pie no es como subir en el coche.
-No me
voy a separar del grupo. Donde vayan ellos iré yo, usted no se preocupe.
Allá se
fueron. Era temprano y la mañana estaba cubierta por la niebla.
-Mañanitas
de niebla, tardes de paseo.- Comentó Ángela, la hija del amo de Margarita, que
iba detrás de Inés.-Enseguida se abrirá paso el sol.
El
grupo estaba formado por doce personas; Julia conocía a la mayoría, aunque solo
de vista, fue aquel día cuando Rodrigo la presentó oficialmente a los
colaboradores del refugio. Había una pareja de naturalistas, un botánico, un
biólogo, la ayudante de Rodrigo en la consulta veterinaria; también estaban los
voluntarios, Eloísa, la joven cuñada de Isabel, que se mantenía insistente al
lado de Millán, conversando pese a que él no le hacía mucho caso, lo que
molestó una vez más a la psicóloga que decidió que debía tener una charla mas
pronto que tarde con la chica. Le gustaba Millán, pero deploraba su
comportamiento para con la hermana de Juan. Estaba claro que él sabía que Eloísa
estaba enamorada de él y jugaba como el gato con el ratón…¿O como Rodrigo con
ella?...
El
ambiente entre los excursionistas era bueno. Ella les seguía el ritmo sin
dificultad hasta que comenzaron a subir. Iban campo a través por senderos
angostos y pedregosos siempre ascendentes.
“
Bueno, al menos cuando volvamos será todo cuesta abajo” Se consoló al notar que
no estaba tan en forma como creía. Pronto dejó de sentir frío y sus mejillas se
colorearon de un rojo intenso, la respiración se aceleró, las piernas se le
hicieron más pesadas y los pies empezaron a doler dentro de las zapatillas. Julia
no se dio cuenta de cuando pasó de admirar el paisaje a sufrirlo.
-No sé
por qué la has traído. Es claro que no está acostumbrada a este tipo de Marcha.
Julia
pudo oír el comentario de Inés al veterinario, pero ni siquiera le molestó
porque por esta vez la otra tenía razón. Se esforzó mas en seguir el ritmo de
los otros, aunque poco a poco se iba quedando atrás. Millán anduvo un rato
junto a ella y Eloísa le tomó el relevo cuando el joven Villanueva se apresuró
a alcanzar a su hermano que iba a la cabeza.
-Debería
quedarme con ella y descansar un poco. La pobre lo está pasando fatal, pero no
se queja; no quiere ser una molestia. Ni siquiera ha permitido que la ayude con
la mochila de los bocadillos.
-Todos
hemos tenido nuestra primera vez, esta es la de ella. La próxima será mejor.
-¿Tú
crees que va a haber una segunda vez?- Millán, al igual que su hermano y el
resto pasó de piedra en piedra sorteando las aguas del arroyuelo que
serpenteaba cuesta abajo.
El
mayor de los hermanos Villanueva no contestó. Se detuvo a ver pasar a los demás
y exhaló un suspiro cuando vio que la novata resbalaba en uno de los cantos y
pese a conseguir mantener el equilibrio y no caer, hundió los pies en el agua.
-Mierda…-
Ni siquiera fue una exclamación, mas bien una palabra malsonante que le salió al
contemplarla hundida hasta los tobillos.-¡¿Necesitas ayuda?!- La potente voz
del veterinario se dirigía a ella.
-¡No,
no gracias!- Elevó el tono de su resuello para contestar con humor:- Solo
estoy… refrescándome las ampollas.
Los que
estaban cerca de él le vieron contener una risotada y volver sobre sus pasos
para ir junto a ella.
-Vamos,
ánimo. Puedes con esto y con más.- La alentó.- Hay que subir la sierra.
-Pues
no cuentes conmigo, yo ya tengo bastante con los bocadillos; las herramientas
que las suba otro.- Replicó angustiada ante la idea de un esfuerzo más.
No hizo
falta estar cerca de él en esta ocasión, las carcajadas inundaron el silencio
de la naturaleza resonando con el eco. Ante la sorpresa que mostraron los demás
era de creer que aquel no era un sonido al que estuvieran muy acostumbrados.
-La
sierra…me refiero al monte.- Explicó divertido aún.- Vamos, sal del agua…
-De
verdad que lo estoy deseando, pero me tiemblan tanto las rodillas que temo que
no sean capaces de sostenerme.
El
veterinario la tomó por la cintura y alzándola en volandas la llevó hasta la
orilla saltando de piedra en piedra con una facilidad vergonzante. La dejó
apoyar los pies en la hierba pero no la soltó.
-Julia
necesita descansar un poco para reponer fuerzas. Seguid adelante. Nos reuniremos
en el refugio.-Ordenó con la seguridad del
líder.
-No es
necesario. Puedo seguir adelante.
Rodrigo
la miraba entre jocoso y complacido. Aquella mujer tenía más moral que el
Alcoyano; decía que podía seguir y pese al frío reinante su rostro estaba encendido
de calor, se la notaba agotada y para colmo tenía las zapatillas y los calcetines
chorreando. Tendría suerte si aquella excursión no le costaba una pulmonía,
pero quería seguir pese a estar agotada para no retrasar al grupo.
-Estamos
seguros de que puedes, Julia, pero, hazme caso, será mejor que paremos un poco,
respires y volvamos a incorporarnos a la marcha en unos minutos.
Todo
eso sonaba a música celestial en los oídos de ella; necesitaba tirarse en el
suelo para poder morir en buena postura y ya que era él quien lo proponía y no
ella, sería de prepotente rechazarlo. Así que cesó en su insistencia.
Los
demás siguieron el camino mientras ella se dejó caer sentada en el suelo seco,
con la espalda apoyada en el tronco de un pino sintiendo la grata calidez del
sol sobre su cuerpo. Suspiró de puro gusto. El se sentó a su lado.
-Supongo que ya no querréis que
vuelva,- comentó con desmayo,- soy un desastre en esto también. Ellas suben tan
tranquilas y yo parezco sacada de una batalla de rebajas. Mírame bien,- se
lamentó repasando su aspecto,- ¡Inés ni se ha despeinado y yo soy la bruja
Avería…!
-Ellas han subido muchas veces,
año tras año, y créeme que la primera vez que subimos cada temporada lo pasamos
todos mal. Esto es una sierra… -Se interrumpió sin poder dejar de mirarla.
-¿Qué
pasa?-Ella dejó caer los párpados cerrando los ojos.- ¿A qué viene ese
silencio?
El
sonrió con calidez.
-Me has
dicho que te mire bien y lo hago. Estás feísima.
-Gracias,
eres todo amabilidad.
-No lo
creas.- Se acercó más a ella y posó su boca en la sonrosada textura de los
labios femeninos. Ella abrió los ojos encontrándose de frente con los de él.-Nunca
te he deseado más que en este momento y te he deseado muchas veces.- Susurró
con voz cavernosa.
Ella
intentó apartarse para huir de él, pero él no la dejó escapar abarcándola con
sus brazos y estrechándola contra su pecho.
-No
empecemos, Rodrigo, los dos sabemos como acaba siempre y estoy demasiado
cansada como para fingir que no me importan tus juegos.- Se quejó blandamente
cerrando de nuevo los ojos ante la descarga eléctrica provocada en su cuerpo
por el roce de sus labios en la base del cuello.
El no
contestó. Su mano se apoyaba en la espalda femenina, pegándola a si mientras la
otra hacía descender en carrera la cremallera de la parka lo justo y necesario
para maniobrar abriéndose camino hacia su piel.
-¿Cuántas
camisetas traes?- Preguntó de repente tras un rato de escarbar sin llegar a
meta.
-Dos.
-Y un
jersey grueso.-Sonrió malicioso.- No es de extrañar que estés sudando. Bueno, Lo
pone mas difícil, pero no imposible…
-Te
recuerdo que sigo estando entera.- Musitó cerca de su oído.
-Alguien
tendrá que resolver eso, ¿no crees? Alguna vez tendrá que ser la primera…
-…¡Rodrigo!...¡Julia!...¿Dónde
os habéis metido? ¡En el refugio hemos encontrado unas botas y calcetines
secos…!¿Me oís?...¡Julia…!¿Dónde estáis?
Oían
si, oían claramente la voz de Millán acercándose al lugar donde estaban. El
veterinario ahogó un fastidio y cogiéndola por la mano tiró de ella hasta hacerla
incorporarse.
-Aquí,
Millán, estamos aquí…
Ay Loli!!! Que escucho las risas, las carcajadas...qué facilidad tienes para transmitir las emociones de los personajes, pero otra vez me has dejado con la miel en los labios...espero que Rodrigo no retroceda ahora, ahora que ha decidido que merece la pena "empezar" el melón...👏🏼👏🏼👏🏼🥰🥰😘😘😘
ResponderEliminarLoli que mala eres, lo bueno que estaba y lo mal que nos dejas. 😘😘 Gracias por compartir, que pases buen día 🌞😘
ResponderEliminarSerá posible!!! Millán vete un rato a mirar las piedras del arroyo. Jajajajjajja que cabrita eres hija.. dejándonos con la miel en los labios.. a nosotras y a tus personajes jajajjaja
ResponderEliminarBrutal! Como siempre consigues que tus relatos se conviertan wn película en mi cabeza.
ResponderEliminarLa carcajada de Rodrigo , eclipsada con la mía... qué buenos momentos me haces pasar😂😂
Loli, animate y sigue con la historia 🙏😘
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