EL DESTINO EN LA CARRETERA




CAPITULO 15

 

                Era como si de repente hubiera desaparecido todo su cansancio. Al llegar al refugio le prestaron unas botas cuatro números más grandes que las que ella usaba, con las punteras rellenas de algodón para que el pie no se moviera demasiado caminaba como un pato, pero tenía los pies secos y el ánimo renovado. Se sentía empoderada cada vez que notaba sobre si la mirada cálida de Rodrigo, intentaba fingir que no se daba cuenta y se concentraba en preguntar a sus compañeros de ruta todo lo que ignoraba y quería aprender.

Cuando pararon a comer se las arregló para sentarse en un peñasco junto a Eloísa y llevar una charla en principio fútil hasta el punto de hacerle ver lo erróneo de su comportamiento con Millán. Como había supuesto con anterioridad, la cuñada de Isa estaba enamorada del menor de los Villanueva desde los tiempos de colegio. No quiso banalizar los sentimientos de la muchacha recordando lo mal que le había ido a ella misma con un amor temprano que había acabado con la infidelidad de él y el plantón de ella el día de la boda. Bien sabía que cada persona es un mundo.

                -…¿Crees que él siente lo mismo por ti?

                - Qué sé yo. Por ahora me basta con saber que no lo siente por otras.-Se encogió de hombros con cierto desánimo.- Pero un día mirará a su alrededor y ahí estaré yo.

                -Poniéndoselo fácil.

                -¿Crees que pensará que soy una chica facilona?- Preguntó Eloísa mirándola angustiada.

                Estaba pisando terreno peligroso, la muchacha se iba en otra dirección.

                -No me has entendido, quiero decir que generalmente valoramos mas lo que ganamos que lo que nos dan. Tu eres una mujer muy valiosa y debes actuar sabiéndolo. La persona que mas te tiene que querer eres tú misma, por eso creo que el día que Millán, o cualquier otro, mire a su alrededor tú no debes estar ahí. Que te busque entre las demás, ¿no piensas como yo?

                -¿Y si no me busca?- Inquirió preocupada.

                -El se lo pierde. Eso te indicará que eres tú la que miraba en la dirección equivocada, ¿por qué estar ahí para alguien que no te valora?

                Fue una conversación interesante en tanto en cuanto hizo que Eloísa comenzara a pensar  y se diera cuenta de su calidad, de lo mucho que valía y de que el mejor amor que debía sentir era el amor propio, que tan importante como dar, era su derecho a recibir y tenía que aprender a hacerlo. Por lo pronto demostró que la había entendido dando un pequeño paso: el resto de la jornada dejó de corretear alrededor de Millán y se repartió más entre todos. De hecho estaba con Julia cuando ésta sufrió el accidente.   

                Caminaban de nuevo por una zona boscosa, algo cerrada de alta arboleda y exuberante sotobosque, cuando pisó un cepo que había sido estratégicamente colocado y  escondido bajo hierba. El hierro se cerró violentamente atrapándole el pie y haciéndola caer. Fue tan rápido que, salvo el sonido del muelle, no sintió nada hasta verse tirada de bruces en el suelo sin saber exactamente qué había pasado. Los gritos horrorizados de Eloísa alertaron a los demás y pronto acudieron en su ayuda. El momento resultó caótico, todo eran expresiones atropelladas mientras intentaban sentarla y abrir el cepo cuyos dientes estaban casi unidos unos con otros. Olvidando cualquier medida preventiva y cualquier protección, Rodrigo Villanueva, pálido como el talco, se esforzaba en separar los dientes metálicos apretando los suyos con rabia.

                -Tranquilos…no…siento nada…- Comentó Julia notando la gravedad del momento.

                El cepo cedió al fin y la punta de la bota cayó liberada sobre la hierba. Dos o tres de las chicas, incluida Eloísa, volvieron el rostro incapaces de mirar.

                -¡¡Le ha amputado los dedos!!- Chilló alguien.

                Julia no pudo saber quien era, fue oír aquello y sentir que las fuerzas la abandonaban a la misma velocidad que el ánimo que había intentado mostrar; sus ojos bizquearon y su cuerpo se ablandó hasta caer de espaldas sobre el mullido césped. No llegó a perder la consciencia, pero su mente se negaba a absorber cuanto ocurría a su alrededor. Sintió unos brazos recios que la incorporaron sujetándola mientras acercaba a sus labios una cantimplora.

                Alzó su mirada lánguida y la clavó  en los ojos del veterinario.

                -Bebe.- Le indicó él.

                -¿Es… grave?- Preguntó sin estar segura de querer saber la respuesta.

                El aspiró profundamente.

                -Me temo que has sufrido…una amputación traumática de algodón con pérdida total de la puntera de la bota derecha de Jose Luís.

                -¿Qué?-Musitó en un hilo de voz.

                Rodrigo parecía aliviado y el color estaba volviendo poco a poco a su rostro. Asintió lentamente y curvó su boca en una sonrisa breve.

                -¡¿Qué?!- Repitió, esta vez con voz enérgica mientras recuperaba el valor perdido y se incorporaba aún más para doblar la rodilla y poder verse el pie cubierto con el calcetín impoluto como cuando se lo prestaron, pese a ello quiso asegurarse y prácticamente arrancó  el calcetín para ver que todos sus deditos estaban en su sitio y enteros. Así era. Allí seguían. Presa del alivio y el contento se abrazó con fuerza a él, quien contagiado por ella depositó  en la mejilla femenina un beso que no pasó desapercibido para nadie.

                El buen ambiente volvió al grupo y no fueron pocas las bromas a su costa que tuvo que aguantar en el camino de regreso.

                No podía decirse lo mismo de Matías. El hombre se tomó el incidente por la tremenda y no consiguió calmarse ni aun cuando  se aseguró de que todo había quedado en un susto.

                -¿Cómo es posible algo así?¡Confiaba en que cuidaríais de ella y podría haber perdido un pie! Te dije que no sabe moverse por la sierra.

                Sus hijos le oían en un respetuoso silencio y en ningún momento intentaron defenderse ni negar su responsabilidad ante aquellas acusaciones.

                -Pero no lo he perdido.- Intervino Julia dándole a entender que no había motivo para tanto enfado.

                -¡Pero podías haberlo perdido!

                -Pero no ha sido así. Además ya soy adulta y nadie tiene que cuidarme mas que yo; la  culpa de lo que me pase es mía.

                Entonces Matías se giró hacia ella clavando su mirada dura en la joven.

                -¡Para ti también hay!...¿Qué te crees?¿Que andar por la sierra es como ir por Madrid o por tu pueblo? Ibais a buscar trampas y en vez de fijarte donde pones el pie ¡te metes en una! -Alzó un dedo avisador cuando ella abrió la boca para decir algo.-¡No quiero ni una réplica!¡No te atrevas!...

                Por supuesto que no se atrevió. En cuanto le fue posible subió silenciosa a la segunda planta, se duchó y se encerró en su cuarto. Aquel fue el final de un día estupendo en el que había disfrutado hasta de la agotadora subida al monte. Se dejó caer en la cama sintiéndose cansada y satisfecha, el colchón la envolvió cálido, era el mejor momento del día, el que había estado esperando para repasar cada minuto, cada instante que había vivido, sin embargo fue imposible, porque no se dio cuenta ni de cuando se durmió.

                Despertó en mitad de la noche, nerviosa, inquieta sin saber por qué. Sus ojos se clavaron en la oscuridad de la habitación solo rota por la apenas perceptible luz de la luna que se colaba tenue por la rendija de las contraventanas. Emitió un suspiro impaciente y se giró sobre su costado derecho apretando con fuerza los párpados para obligarse a retomar el sueño. Esperó. Nada. Se dio la vuelta para quedar sobre su lado izquierdo y abrazó la almohada. Que no. Tampoco. Se puso boca abajo…poco antes de volver a colocarse boca arriba y volver a mirar a un techo que no veía en la negrura de la habitación.

                Repitió los mismos movimientos hasta tres veces sin resultado; seguramente estaba tan cansada que no podía dormir, una vez satisfecho el agotamiento con el primer sueño, la tensión acumulada en los músculos no le permitía relajarse, así que se movió aprovechando la rendija de luz lunar y se puso una gruesa chaqueta de lana sobre el camisón a la vez que introducía sus pies desnudos en las zapatillas. Bajó la escalera palpando la pared y salió de la casa teniendo buen cuidado de no hacer ruido con la puerta. En el patio el frío era tan intenso que se le erizó la piel, por lo que corrió hasta entrar en la cuadra donde estaba Argenta…y no solo la yegua.

                -¿Qué haces aquí?- La voz ronca del veterinario sonó mas ronca que nunca, quizá por el horario intempestivo, quizá por que acababa de levantarse de la cama, quizá por la sorpresa de verla allí como clavada en el vano de la rústica puerta del establo.

                -Me he despertado con algún ruido…que salía de aquí y he bajado a ver qué era.-Mintió sin el menor rubor.

                Rodrigo asintió. Estaba en el cubil del equino acariciándole el testuz con cariño, musitando palabras tiernas que provocaban un efecto relajante en el animal.

                -¿Te das cuenta?-Le regañó dulcemente a la yegua.- Has despertado a Julia con tus bufidos y tus quejas.- Lo siento, está algo nerviosa- sus ojos negros se pasearon gozosos por el cuerpo de ella antes de volver su atención al animal.

                “No se puede negar que se le dan bien las hembras de la clase que sean” pensó llegando junto a él y alzando su mano para rozar el recio pelaje de la yegua intentando disimular la turbación que sentía al estar tan cercanos en un ambiente que se le antojó extrañamente intimo. La suave luz dorada de las bombillas le permitían advertir que iba cubierto con el pantalón del pijama y un batín cerrado sobre su torso desnudo. Era fácil imaginarle así, él tenía la costumbre de dormir solo con la parte inferior de su cuerpo cubierta, lo sabía porque nunca echaba a lavar las camisas de pijama…no por otra cosa…pensó sintiendo que enrojecía hasta la raíz del cabello ante aquel pensamiento.

                -¿Está enferma?- Preguntó.- Es la primera vez desde que estoy aquí que la veo tan inquieta.

                -No. Ha empezado su celo y está intranquila. Esta mañana apenas he tenido tiempo de sacarla y el paseo habitual ha sido corto porque nos íbamos a la sierra, así que tiene exceso de energía.

                No supo por qué ante aquella respuesta sintió que su rostro se acaloraba, aunque por suerte la breve iluminación del establo no permitía la visión de muchos matices.

                -¿Y qué vas a hacer?

                - Voy a montarla.

                -¡¿Ahora?!- Debían ser las tres de la madrugada, estaba medio desnudo y hacia un frío que pelaba.

El cogió la manta de la yegua y se la echó al lomo con toda naturalidad.

                -Voy a darle un par de galopadas para cansarla un poco. Le vendrá bien.- Detuvo su actividad y se fijó de nuevo en ella, sonrió.- Vete a la cama, es tarde y ya ves que no pasa nada que justifique tu alarma.

                Julia se encogió de hombros.

                -¿Puedo ir con vosotros?-Pidió.- No tengo sueño.

                -¿Qué te pasa?¿También tienes exceso de energía?-Ladeó una sonrisa burlona.

                Ella volvió a agradecer la escasa luz del lugar ya que su piel debía haberse teñido de   rojo carmesí a juzgar por la fogarada que le ascendió desde el estómago. La pregunta de él tenía dos posibles respuestas: una mentira o el silencio.

                Se calló y dio media vuelta dispuesta a irse.

                -Espera, espera…- La detuvo apresurándose a cogerla por el brazo.-Claro que puedes venir si quieres, con mas carga se cansará antes, pero así vas a coger frío. Tendremos que compartir manta.

                Ella sonrió encogiéndose de hombros y él la imitó. Poco después salían del establo a la grupa de Argenta, envueltos ambos en una manta; ella delante, montando en sentadilla, con las dos piernas hacia el mismo lado, él al natural, con los pies colgando, sin estribos ya que no había ensillado al animal. Apenas salieron de los muros que delimitaban la propiedad bastó un simple chasquido de la lengua de él para que Argenta adoptara un trote alegre que provocó la risa de Julia, quien de forma inconsciente abandonó su estirada postura y colocó sus manos en la montura, aunque se mantuvo alejada del cuerpo masculino todo lo que la extensión de sus brazos y la manta le permitieron.  

                El silencio en campo abierto era casi absoluto. Se oían solo los cascos de la yegua pisando la hierba que amortiguaba el sonido. Todo era hermoso, la luna en el cielo despejado, las estrellas, las siluetas difusas de los árboles y los matorrales, las blancas nubes de vaho que exhalaban sus alientos antes de evaporarse, el color de la noche… Sus cuerpos no se rozaban y aún así podía notar que su costado ardía por el calor que irradiaba el cuerpo masculino, podía sentir su poderosa llamada en el silencio y lo agitado de su respiración así como lo sensual que le resultaba el movimiento de la yegua. De pronto el brazo de él cerró más la manta que les envolvía estrechando su cercanía y para asegurarlo aún más la rodeó por la cintura pegándola a sí.

                -Relájate.- Su voz resonó como el eco entre las paredes de una profunda caverna.

                Dejó que su cuerpo descansara en el de él, le rodeó la cintura con los brazos y apoyó la mejilla en su pecho. Era la postura natural. Todo lo demás resultaba artificioso. Alzó el rostro para mirarle y le regaló una sonrisa.

                -¿Así?- Preguntó.

                -Así.

                Rodrigo inclinó la cabeza y posó sus labios sobre los de ella. Al principio cálidos y suaves, tiernos, cuidadosos… después ardientes, apasionados, exigentes de una entrega a la que ella cedió sin oponer resistencia. Posó su fina mano en la cara de él como para sujetarla y evitar que se le escapara deshaciendo la unión de sus bocas o quizá solo para sentir la áspera textura de la incipiente barba en su palma. El beso se alargó sin visos de finalizar. Como si fuera consciente de lo que estaba sucediendo en su lomo, la yegua aminoró el paso poco a poco hasta llegar a detenerse, esperando una orden que le indicara qué debía hacer, pero tanto su jinete como la invitada estaban demasiado distraídos como para tenerla en cuenta.

                Por fin los labios se separaron y sus miradas se prendieron adivinándose sonrientes. Una breve presión de las piernas de él y Argenta reinició su andadura de forma lenta. Rodrigo cerró aún más su abrazo y ella bajó su mano buscando la abertura de la bata para tocar la piel del pecho varonil. Sus dedos toparon con un pezón erecto y endurecido con el que empezaron a juguetear traviesos, incitantes y a la vez inflamándola de deseo.

                -Niña, no juegues con fuego.

                -No me importa quemarme.- Replicó con inesperado atrevimiento.

                -Te advierto que no soy de piedra.

                -¿No? Pues a veces lo pareces.

                El no respondió al momento, solo la dejó hacer disfrutando de sus caricias. Fue un rato después, tomando el camino de regreso a la casa, cuando dijo:

                -Deberíamos vernos en otro entorno. No sé, podemos ir a cenar alguna noche o quedar en una cafetería para tomar algo…

                Ella apartó su rostro para verle bien.

                -¿Te refieres a algo como una cita?

                -Me refiero a una cita o varias, si. Podríamos charlar tranquilamente, sin molestas interrupciones ni temor a ser oídos o, incluso, a incomodar a nadie.

                -Me gustaría mucho.- Volvió a apoyarse en él esforzándose en reprimir cualquier expresión que delatara el entusiasmo que sentía en aquel momento.

                -Podremos conocernos bien…

                -¿Más aún? -Sonreía sintiendo en su oído la voz de él que tronaba desde su pecho.- Ya nos conocemos lo suficiente como para saber de qué pie cojeamos cada uno…Y hablando de pies…quiero pediros perdón a Millán y a ti por la bronca que os ha echado vuestro padre por mi culpa.

                -No tienes que hacerlo. Nos la merecíamos. Tú no conoces el terreno, ha sido tu primera ruta y lo que ha pasado…-Su tono se oscureció.- El me advirtió que no te llevara, que esperara a volver solos, como el otro día, para poder estar centrado en ti, pero yo tenía demasiada prisa.

                -¿Prisa?¿Por qué?

                Hubo unos segundos de silencio, como si la voz de Rodrigo se resistiera a escapar de un lugar mucho más hondo y escondido que su garganta.

                -Por…compartir contigo todo lo que da sentido a mi vida.

                Fue una sensación extraña. El corazón se detuvo dentro de su pecho justo antes de volver a latir con un ritmo desaforado. Sintió que en aquel instante todo encajaba en su vida. Descubrió que allí estaba su sitio, que aquello que buscaba cuando llegó perdida en su realidad, ignorando lo que era, había sido encontrado de repente. Estaba segura. Si, le deseaba, claro, pero había algo más, algo que por algún motivo la inquietó, si bien no pudo distinguir su origen porque en aquel momento llegaron a la casa y al establo y su mente fue silenciada por las pulsiones de su cuerpo cuando él la bajó de la montura para volver a adueñarse de su boca, en volandas, sin llegar a dejarla en el suelo…o quizá si, pero ella se sentía flotando en el aire, elevada sobre sí misma, bailando en el éter. Sus brazos rodeaban el cuello de él con fuerza, sus dedos jugaban con su pelo, hundiéndose y peinándolo en ocasiones, cerrando los mechones en su puño otras veces. Los poros de su piel clamaban por el roce de aquellas manos grandes que le arrancaban los prejuicios y la vergüenza.

Un movimiento indeciso la hizo trastabillar y acabó adosando la espalda a la pared de la cuadra. Rodrigo la siguió, aprisionándola sin llegar a agobiarla. Todo se ralentizó. El dibujó el  contorno de los hombros femeninos llevándose entre sus dedos la chaqueta de lana gruesa que la abrigaba, perdiendo el interés por la prenda cuando llegó a la mitad del brazo donde la abandonaron para iniciar un inquietante recorrido hasta abarcar sus pechos por encima de la tela del camisón. Era burdo algodón, pero la rozaban como si fuera seda china. Jugaron con sus pezones pequeños e inflamados provocando un delicioso hormigueo en el abdomen de ella y un suspiro involuntario que fue a perderse en la boca masculina. Fue ella quien le robó sus labios y los llevó cuesta abajo por el cuello y el pétreo tórax varonil, ella quien abrió el batín y pinzó suave con sus dientes porciones de piel mientras enviaba sus manos de avanzadilla en exploración por el estrecho sendero de vello que descendía hasta perderse por la cinturilla elástica del pantalón del pijama y fue ahí…¡fue ahí donde todo acabó porque Rodrigo la detuvo asiéndola por las muñecas!

-¿Qué pasa?-Musitó quejándose como una niña mimosa.

-Pasa… que si se juegan todos los triunfos al inicio de la partida, la timba acaba pronto. La piel de Rodrigo brillaba bañada en sudor pese a la baja temperatura nocturna.

-Yo creo que a un tahúr del viejo Mississippi lo que le importa es ganar. - Sonrió coqueta, divertida con el hecho de que él le inmovilizara las manos a la espalda.

-Siempre y cuando no se tope con una jugadora de ventaja…

-Pobre de mi ¿me estás llamando tramposa?

Los ojos negros la recorrieron disfrutando como si pudiera sentir el sabor de cada rincón de la aterciopelada piel femenina, haciendo un esfuerzo para apartar de su mente los pensamientos lascivos que le provocaba aquella visión.

-Digamos que…me ha sorprendido tu habilidad en el manejo de las cartas. No lo esperaba.

A ella también le había sorprendido tal derroche de desinhibición por su parte, solamente se había dejado llevar por sus deseos, igual que una criatura caprichosa había tomado cuanto había querido. Con Rober nunca…

¡Rober! …La invadió el desaliento.

Bajó su mirada al suelo del establo incapaz de sostener la de Rodrigo. Momentos antes, cuando volvían con Argenta, había sentido una nube negra, algo que la preocupó sin llegar a identificar de qué se trataba. En aquel momento lo supo.

-¿Qué te pasa? Te has puesto seria de pronto.

-Nada,- se esforzó en curvar sus labios para sonreír.- Deberíamos ir a acostarnos…

-¿Con mi padre y mi hermano a una puerta de distancia?- Bromeó

-Me refiero cada uno en su habitación.

-Buena chica.- Con movimientos precisos le colocó el escote del camisón y volvió a subir la chaqueta hasta cubrirle los hombros y cerrarla par evitar cualquier futura tentación. Se recolocó él mismo su batín y la cogió por la cintura.-Escúchame: mañana por la tarde iremos al pueblo, si te parece, te llevaré a un sitio que conozco y te invitaré a cenar. Entonces, si se dan las circunstancias precisas, espero que me enseñes todos los ases que llevas guardados en la manga.

Aquellas cartas ocultas bajo su manga, que al principio consideró que no le importaban a nadie mas que a ella, de pronto se habían tornado en un serio problema. La Julia que era con Rodrigo era la auténtica, mucho más real que la de Rober, sin embargo toda su vida con los Villanueva, se sustentaba en una gran mentira.  

 


Comentarios

  1. Un capítulo que como dicen en mi pueblo, tardío pero acertado. 😘😘 Gracias Loli por compartir. Me ha gustado muchooo👏👏

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  2. Hayyyy cabrita. Lo que has tardado.. y como nos has dejado. A nosotras y a ellos jajajajjaja muy bueno!!!! 👍👏👏👏👏👏

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  3. Qué tarde lo he leído...Pero qué ganas tenía se hacerlo!!! Buenísimo como siempre...me encantan tus diálogos plagados de humor, se sienten tan naturalesa, que és como si leyera una conversación que me tengo con mis amigas...gracias por dejarme ser testigo de cómo evolucionan los personajes y la historia!! No nos hagas esperar tanto para el siguiente. 😘😘😘👏🏼👏🏼👏🏼

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    1. Perdón por los errores gramaticales, tengo el teclado en valenciano y si no me fijo, se me pasan esos errores...🤦🏼‍♀️

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