EL DESTINO EN LA CARRETERA

  




CAPITULO 9

El origen del cambio de planes de Julia estuvo en el viernes. Millán llegó de  Madrid como cada viernes para pasar el fin de semana. Había llovido durante toda la semana y como era de esperar a aquellas alturas del año, el frio ya se dejaba notar. Después de comer, dos de los tres varones se sentaron en el salón a ver las noticias frente al fuego que ardía en la chimenea, mientras el tercero, el más joven, se fue al pueblo a encontrarse con sus amigos. Por lo que ella sabía, desde que hacía frío a Matías le gustaba subir a su cuarto a dormir la siesta en la cama, pero en aquella ocasión se quedó dormido ante la televisión y aunque la casa estaba caldeada por el fuego y por los diferentes aparatos de calefacción que había en las estancias, al verlo Julia desplegó la manta del sofá y le cubrió con ella. El gesto aunque silencioso no pasó desapercibido para Rodrigo que la miró fijamente.

-Es para que no se quede frío, así dormido.- Comentó ella con voz suave, como si él le hubiera preguntado qué estaba haciendo.

Se oyó el motor de un coche que se acercaba adentrándose en el patio; enseguida se detuvo. Ambos miraron hacia la puerta cerrada y fue Rodrigo quien se levantó para ir a abrirla con la actitud de quien sabe quien llega. Claro que lo sabía. La señorita o señora o lo que fuera Inés, con sus botas de buen cuero marrón y su gabardina de Dona Karan cubriendo su ropa. Su aspecto era impecable, ni siquiera tenía una salpicadura de barro en las botas, como si hubiera salido del coche y hubiera llegado a la casa sin pisar el suelo.

-¡Qué tiempo tan horrible! Supongo que no querrás subir mañana al refugio…el camino debe estar impracticable.- Le dijo al veterinario a la vez que ignoraba con airosa indiferencia a Julia pese a haberla visto al llegar.

-Tengo que ir, ya lo sabes. Parece que no me conoces…

-Dudo que alguno de los voluntarios quiera acompañarte…-Comentó como al descuido.

A aquellas alturas ya era demasiado evidente que Inés “pasaba” de la otra mujer, tanto así que fue Rodrigo quien le dijo:

-Te acuerdas de Julia, ¿verdad?

-Claro. Hola Julia.- La saludó encantadora.

-Hola ¿cómo estás?- Preguntó con mas amabilidad de la que la otra merecía.

-Aterida, ¿me traes un café con leche bien caliente? Con dos cucharaditas de azúcar…

-Enseguida. ¿Tu quieres otro?- Se dirigió a Rodrigo.

El veterinario asintió con aire severo. Parecía que no le había gustado mucho la confianza que se había tomado Inés, mucho más cuando añadió:

-Vamos a tu despacho, así no despertaremos a tu padre.- Y hacia allí se encaminó.

Rodrigo continuó en el sitio un momento, molesto, antes de seguirla. ¡Lástima que Julia no le vio porque había salido disparada hacia la cocina a preparar el café. El fiel Dante estaba a su lado, siguiendo cada uno de sus movimientos.

-¿Qué quieres? Siempre estás pidiendo; quieres algo dulce ¿eh?- Sonrió cariñosa mientras echaba azúcar en una taza.

Como si la entendiera, el animal comenzó a mover su larga cola rubia y a jadear. Ella le puso la taza a la altura del morro y la larga lengua del perro lamió ansiosa  el interior hasta que no quedó un solo grano del endulzante. Después, ella la llenó con café y leche bien caliente y le echó “dos cucharaditas de azúcar”. Llenó otra taza de café solo y con la mayor serenidad del mundo las llevó al despacho.

-Un café solo para ti y…uno con leche bien caliente.- Sonrió encantadora.- Espero que esté a tu gusto.

-¿Tú no tomas uno?- Preguntó Rodrigo, quizá para pagar con amabilidad el gesto anterior de su amiga.

-No, ya tengo bastante por hoy. Luego no puedo dormir.

El asintió.

-Por cierto, hablando de dormir, ¿qué tal llevas el libro?¿Te está gustando?

-Mucho, pero…ya lo había leído. Hace tiempo.- Sonrió desarmada por el encanto que mostraba él.- Me gustó tanto que durante un tiempo dudé entre ser veterinaria como Herriot  o ser psicóloga como Freud

- Y a final te decidiste por ser criada, ¿de quien era el libro que leíste?

-¡Inés!

-Será mejor que me vaya.-Sonrió condescendiente.- Tómate el café antes de que se enfríe. Recalentado no sabe tan bien.

Si Inés creía que la había ofendido estaba muy equivocada. Aquella mujer se sentía amenazada por ella, de ahí su actitud agresiva. Quizá, como en algún momento dijo Millán, se veía como la señora de la casa y el hecho de ver allí a otra mujer la hacía sentir que peligraba su estatus; quizá pensaba que Rodrigo podría llegar a interesarse en ella y por eso hacía hincapié en que era la asistenta; aunque si en tiempos pasados esa actitud era mezquina, en el presente resultaba ridícula.

Se sentó un rato a ver la televisión acompañada de Matías que seguía dormido; de vez en cuando daba tres o cuatro ronquidos y luego se paraba, hasta que en uno de los ronquidos se despertó. Estuvo inmóvil un rato, como si estuviera muy a gusto y se sintiera perezoso de cambiar de postura o incluso hablar, después sacó los brazos de debajo de la manta y se estiró gustoso. Bostezó y preguntó la hora.

-¿Se ha ido Rodrigo?

-No, está en el despacho con Inés.

El viejo disimuló una mueca de fastidio que a alguien tan observadora como Julia no le pasó inadvertida.

-Voy a dar un paseo hasta la casa de mi sobrina.-Dijo poniéndose en pie y haciendo amago de doblar la manta.

Ella se la quitó de las manos para terminar de hacerlo.

-Ni se le ocurra. Hace frio y volverá a llover.

-¿Te crees que he nacido ayer y no conozco cómo es el tiempo aquí?

-Espere, que le llevo yo en coche.

-Vamos a ver, Juli, que lo que yo quiero es el paseo, estirar las piernas.- Aclaró.- Luego, para volver avisaré a Millán y él me traerá.

No había nada que pudiera hacerse o decirse para que desistiera de su idea y de llevarla a cabo antes que Rodrigo e Inés salieran del despacho, al parecer tenía pocas ganas de encontrarse con ella.

-Entre tú y yo, no es mi persona favorita.- Le confesó en voz baja a la joven asistenta.

Eso si que era difícil. Rodrigo había dicho que a su padre le caía bien cualquiera; al parecer había una excepción.

Le vio marchar y subió a su cuarto a preparar la maleta. Se iba a llevar a Madrid toda la ropa veraniega que debía haber usado en su luna de miel, ¿para qué la quería allí? Tenía que comprar más jerséis y pantalones, botas y…Se dejó caer sentada en el borde de la cama. ¿Qué estaba pensando?¿Cuánto tiempo pretendía estar allí? Era absurdo que su mente hiciera planes a más largo plazo que otras dos semanas…Ella tenía una vida a la que volver. En algún momento tendría que confesarles la verdad y darles un plazo para que encontraran a alguien que la sustituyera, sobretodo por el pobre Millán, que estaba tan contento desde que pasaba los fines de semana teniendo tiempo de salir y disfrutar con sus amigos.

Durante la cena les comentó su intención de irse a Madrid al día siguiente, después de la comida.

-Pero piensas volver, ¿verdad?- Millán la observaba con los cubiertos detenidos en el aire.

-Si, el domingo por la noche.

-Ah, genial.- El joven respiró tranquilo volviendo a concentrar su atención en la cena.

Matías carraspeó para aclararse la voz.

-¿No sales esta noche, Rodrigo? Te veo muy tranquilo.- Le dijo a su hijo mayor.

 -Mañana voy a subir al refugio. Tengo varias tareas que hacer allí y quiero ir temprano.

 

-Si quieres te acompaño.- Se ofreció su hermano.- Así acabarás antes, el tiempo es muy malo estos días…

Julia preguntó qué era lo que iban a hacer en el refugio y de ahí la conversación derivó en el monte en el trabajo de los voluntarios y colaboradores del equipo. La psicóloga descubrió que cuando hablaba de su trabajo, el veterinario cambiaba por completo, se volvía elocuente, daba explicaciones esforzándose en hacer entender su tarea.

-…Además tenemos que comprobar el censo de los ciervos. Estamos en la época de la berrea; es cuando se aparean y…

-¿Con este tiempo? Si apenas para de llover…

Rodrigo la miró como si ella fuera extraterrestre.

-A los animales no les importa…

-¡Ya lo sé!-Exclamó ofendida.- Me refiero a si recorréis los montes con este tiempo…

-Ah, -sonrió,- la vida no se detiene por la lluvia.

Ella ni le oyó.

-¿Qué es eso que le ha pasado en la boca?- Preguntó de forma retórica, aunque Millán recogió el guante y contestó.

-Es una sonrisa, a veces le pasa. Yo creo que debe ser involuntario.- Bromeó su hermano.- ¿A que le queda bien?

¿Bien? Julia tuvo que esforzarse para mantener el ritmo normal de su respiración. Si con su habitual expresión huraña era atractivo, con aquella sonrisa que suavizaba sus agrestes facciones varoniles estaba como para saltar por encima de la mesa y caerle encima.

¡Cielos, ¿qué estaba pensando?! Miró de soslayo a Matías como si temiera que le leyera el pensamiento, pero el hombre estaba mirando su plato, que apenas había probado y eso que él mismo le había enseñado a hacer aquella crema de verduras con tropezones de jamón y queso.

-Está muy callado esta noche,- le dijo,-¿no le gusta la como me a salido la cena?

-No, no, está buena.- Aseguró con desgana.- Es que no me apetece; estoy algo cansado.

-¿Estás malo, papá?- Se interesó Rodrigo  y Millán también observó a su padre.

-¡No! Solo cansado. Juli me dijo que me llevaba en coche a la casa de tu prima, pero yo quería andar un rato…- Suspiró.- Yo creo que me voy a la cama ya.

-¿Sin cenar?

-Es que no tengo gana, Juli. Por una vez no me va a pasar nada.- Se puso en pie abandonando la mesa.- Nos vemos en el desayuno.

-Seguramente ya nos habremos ido cuando os levantéis.

-Ah, pues entonces que os vaya bien todo en los montes. Tened cuidado. Nos vemos cuando volváis.

Le desearon un buen descanso mientras le veían salir de la cocina.

Después de la cena, Millán se fue al pueblo prometiendo que tardaría poco en volver para estar en buenas condiciones al día siguiente. Rodrigo se fue a la cuadra a encargarse de Argenta. Era una tarea que solía hacer por las mañanas, pero al día siguiente se irían al  amanecer, así que lo dejaría hecho antes de acostarse.

Le extrañó no ver a Julia en el salón cuando volvió a entrar en la casa, tan solo la luz de la cocina estaba encendida, pero no estaba allí tampoco. Al subir a su cuarto y pasar por delante del dormitorio de su padre pudo oír la voz de ella, animosa.

-…Como ellos se van temprano, usted se podría quedar más tiempo en la cama y descansar bien; de todas formas no van a desayunar juntos…-Le decía.

-Yo no sé quedarme mas tiempo en la cama.

-Pues ya tiene edad para aprender…No, no, el vaso entero…y otra galleta más por lo menos.

-No quiero más.

-Pues usted verá, pero no me voy de aquí hasta que termine la leche y se coma otra galleta… Además, la leche tiene vitamina A y así, caliente, le va a ayudar a descansar mejor, con lo que mañana se va a levantar con ganas de cavar el huerto entero… ¿Tiene frío?

-No, no, se me han calentado los pies. Antes si estaba algo destemplado, pero ahora estoy bien.

Rodrigo se decidió a entrar en aquel momento.

-¿Qué está pasando aquí?-Preguntó con aire ligero.

-Que Juli me ha traído un vaso de leche caliente y galletas y si me descuido, me arropa como a un niño.

-¡Qué exagerado!-Sonrió cogiendo el vaso vacío que le entregó Matías y el platillo con un par de galletas que había en la mesilla de noche.

Se despidieron de Matías y salieron uno en pos de la otra.

-¿Quieres tu también?

-¿Qué me arropes como a un niño?- La miraba con cierta travesura dibujada en sus ojos acharolados.

 -Leche caliente.

-Ah…de eso no necesito. Me voy a la cama. Nos vemos el domingo cuando vuelvas.

Tal y como esperaba, cuando se levantó la mañana del sábado ellos ya no estaban. En la cocina encontró indicios de que habían desayunado y se habían llevado un termo de café y bocadillos. Se dispuso a preparar el desayuno para ella y para Matías, pero como el padre de los Villanueva no se levantaba comenzó a ventilar los cuartos desocupados y a hacer las camas. Era algo a lo que ya se iba acostumbrando y no tardaba tanto como al principio, además le quedaba mucho mejor. Por fin se levantó el anciano y mientras estaba en el baño, ella fue a la cocina. Matías entró poco después; tenía mala cara y parecía enfermo, aunque le restó importancia cuando ella lo comentó.

-Estoy destemplado, como anoche. Y el caso es que he dormido bien; pero me duele el cuerpo…

Destemplado, dolor de cuerpo, fiebre…El médico diagnosticó gripe, algo que ella ya se había imaginado. Avisó a Isabel, no porque necesitara que alguien la ayudara, si no por informarla. Decidieron juntas que no había necesidad de alarmar  los chicos y aunque la sobrina del enfermo le insistía a Julia para que continuase con sus planes y se fuera a Madrid, ella no quiso ni tenerlo en cuenta. Avisó a sus amigas y les contó lo que pasaba, con lo que postergaron el fin de semana planeado para otro mejor momento.

-Le insistí para que no fuera. Le dije que le llevaba en coche, pero no quiso.

-No conoces a mi tío cuando se le mete algo entre ceja y ceja. Tiene que hacerlo. Es muy cabezón.- Asentía Isabel disfrutando del café de media tarde sentada ante la mesa de la cocina.-Y es que los viernes, en cuanto aparece la doña Inés por aquí, él se tiene que ir; se viene a mi casa o se va al pueblo a contar batallitas en el bar de los jubilados o a echar la partida…-Alzó la voz.- ¡Laura…¿qué haces que  estás muy callada?! No me fío de ella un pelo cuando hay tanto silencio ¡Laura…¿dónde estás?!

- Aquí.- Se oyó la voz infantil desde el cercano salón.

-¿Qué haces?

-Estoy jugando con Dante a sacarle la lengua.

Julia sonrió con las cosas de la niña. La madre suspiró.

-Y luego dices que es tu amigo…¿Te parece bonito hacerle burla? ¡Ven aquí inmediatamente!

Instantes después la pequeña aparecía por la puerta tirando del pobre perro que gemía intentando liberar la lengua de las manitas que la tenían apresada.

-¡¡Laura!!- Isabel corrió hacia ella y liberó al perro.- ¡Esta niña está hecha con la piel del diablo!¿Cómo se te ocurre?¡Vamos a lavar las manos ahora mismo!

Julia estaba boquiabierta y no sabía si enfadarse o romper a reír; realmente la niña era una fiera. Dante se escabulló sigilosamente en cuanto pudo y no volvió a ser visto en lo que restó de tarde a pesar de que poco después la madre y la hija volvieron a su casa. Ni siquiera apareció cuando antes del anochecer volvieron Rodrigo y Millán.

La asistenta estaba arriba tomándole la temperatura al enfermo, En cuanto les oyó llegar bajó a recibirles. Los dos se extrañaron de encontrarla allí porque pensaban que estaba en Madrid. Ella les contó que Matías se había levantado con fiebre aquella mañana y que había llamado al médico.

Ambos se apresuraron escalera arriba para ir con su padre. Julia se quedó preparando café porque les iría bien tomar algo caliente a juzgar por la cara de frío que traían ambos.

-¿Por qué no nos has llamado?- Rodrigo entró poco después en la cocina. Estaba molesto con ella, si no enfadado.-Sabes que llevábamos teléfono.

-No lo he creído necesario; cuando el médico ha confirmado que tu padre tiene gripe y  tu prima Isabel ha traído la medicación que le ha recetado, todo ha estado bajo control.-Le dijo con tranquilidad.

-¡Es mi padre y yo debo saber…!

-Y lo estas sabiendo. ¿No os lo he dicho en cuánto habéis llegado?-Le acercó un tazón de café con leche muy caliente.- Estabais en el monte, haciendo un trabajo que debe ser importante porque de lo contrario no habríais ido un día como el de hoy; de haberos avisado habríais bajado a…a…¿verle dormir? No es grave, él es fuerte a pesar de su edad y ha estado bien cuidado y atendido. No hacíais falta ninguno de los dos. Créeme si hubiera sido algo más grave o más peligroso para él os habría llamado.

Rodrigo tenía que aceptar que era el sentimiento de culpa por no haber estado allí cuando su padre le había necesitado lo que realmente le hacía sentirse mal, en vez de atenderle él lo había hecho Julia…   

-Gracias por cuidarle tan bien.

-¿Qué te crees?

El cogió el tazón y tomó un sorbo que le llenó de agradable calidez desde el pelo hasta los talones.

-Que puedes quemar la casa, pero al menos sacarás a mi padre antes.-Sonrió con los ojos chispeantes de burla.

A ella se le paró el pulso. Tragó el nudo que se le había formado en la garganta y controló a duras penas aquel extraño impulso de lanzarse encima de él y…y…

              Lo malo era que no era la primera vez que tenía aquel deseo; lo peor, que no sería la última. Quizá Paula tenía razón cuando dijo que su reloj biológico estaba haciendo sonar la alarma. Seguramente había saltado alguna de las ocasiones en las que le había visto subido a lomos de Argenta o concentrado en su trabajo en el despacho o hablando con su padre o hablando por teléfono o…   

              La alarma del despertador, del auténtico, sonó a las dos de la madrugada y se levantó sin pereza para darle el antibiótico a Matías. Le encontró bañado en sudor, con el pijama y las sábanas empapadas. Había que cambiar la ropa húmeda antes de que se quedara frío. Estaba quitándole la camisa del pijama cuando apareció Rodrigo cubierto con el pantalón del pijama y un batín de lana mal cerrado que mostraba parte de su pecho desnudo. En otras circunstancias ella se habría puesto al borde del colapso, pero tal y como estaban apenas se fijo.

              -¿Qué pasa?- Se alarmó el hijo al verla manipular a duras penas el cuerpo adormilado de su padre.

              -Está empapado en sudor. Hay que cambiarle el pijama y las sábanas.

              -¿Por qué no me has avisado?

              -Porque puedo hacerlo sola, pero ya que estás aquí, voy a por una palangana de agua y una esponja para que le refresques, aunque ya el sudor ha hecho mucho.

              El lavó a su padre y le ayudó a ponerse un pijama limpio mientras ella colocaba un empapador sobre el colchón para que la humedad no traspasara la sábana seca y le incomodara. Después, mientras él le acostaba de nuevo, ella se llevó la ropa a la cocina.

              -¿Estás peor, papá?¿Llamo al médico?

              -No hace falta, ya estuvo aquí esta mañana.

              El aceptó la decisión de su padre. Le tomó la temperatura y resultó que la fiebre había bajado algo.

              -Tienes que tomar la pastilla. Te toca ahora.

              -Ya me la ha dado Juli.

              “Juli” volvió con un vaso de leche caliente, Matías se mostraba reacio a tomárselo.

              -Sea un niño bueno y obedezca a los mayores. Se toma la leche y se vuelve a dormir.

              Por fin hizo lo que le pedía y se tomó la leche. Le dieron las buenas noches y salieron del cuarto. Ella llevaba en sus manos la palangana con el agua para tirarla en el baño de aquella planta. El la esperó.

              -Gracias por estar tan atenta y cuidarle tan bien.- Le dijo con suavidad.

              La voz ronca susurró en el silencio nocturno y Julia sintió que el vello se le ponía de punta. Tragó saliva y se aclaró la garganta.

              -No es necesario que me des las gracias.

              De pronto se sintió molesta. Las dos y pico de la madrugada y él lucía como un modelo de escaparate, mientras que ella se sentía ridícula con aquel pijama grueso de florecitas azules que formaba parte del nuevo vestuario que se había comprado en el mercadillo. No quería, pero sus ojos se deslizaron hasta el batín, cerrado de forma descuidada, que dejaba ver parte del pecho masculino. No llevaba la chaqueta del pijama. Se lo imaginó durmiendo solo con el pantalón, boca abajo, con las manos en la almohada y su espalda ancha mal cubierta con la cobija. Aquella simple imagen la estremeció de pies a cabeza.

              -Estás temblando.

              “Si yo te dijera por qué…”

              -Es que… me he quedado fría…

              -Será mejor que nos acostemos.

              -¿Eh?

              -Que deberíamos acostarnos.

              No era necesario. Allí mismo podía arrancarle la bata, hundir el rostro en su pecho y comérselo a besos antes de empotrarlo contra la pared y refregar todo su cuerpo contra todo el cuerpo de él y…

              -¡Ay, cielos…!- Exclamó atormentada por si misma.

              -¿Qué te pasa?

              -El dichoso reloj…

              -¿El reloj?

              El puñetero reloj biológico, que le había puesto un hormiguero en la parte baja de su vientre, el estómago encerrado en un puño y el peso de una losa en los pulmones que le impedía respirar.

              -Si…el… reloj que sonará y habrá que levantarse…y, estoy de acuerdo. Vámonos a la cama.

              -¿Qué?- Rodrigo contenía la respiración…¿o se lo estaba imaginando ella?

              Se miraron en silencio un instante, solo un momento. Los ojos negros en los castaños, después el bajó su mirada a la boca de ella y tragó saliva cuando los vio separarse sensuales, convidándole a probarlos. Lo haría. Aceptaría la invitación. Sus manos buscaron las de ella, sus dedos se enredaron mientras la distancia entre sus rostros de acortaba…

              Abajo, la puerta principal se abrió para cerrarse a continuación. ¡Millán volvía!...

              Se miraron nerviosos y en silencioso acuerdo se apresuraron hacia sus respectivos dormitorios a encerrarse.

              ¡Puñetero Millán! Siempre tan inoportuno…Rodrigo se quitó el batín y se dejó caer en la cama. Sintió los nudos del colchón y es que ahuecar y extender la lana no estaba entre las habilidades de la asistenta, ¡sin embargo era una experta en volverle loco! No sabía ni como actuar, ¡no era él! De pronto le ponía furioso, al rato le enternecía con su dulzura y después… ¡Si al menos pudiera dejar de imaginarla aquel camisón de la primera mañana!...     

 

 

 


Comentarios

  1. Me cago en Millán y en lo oportuno que es.. hay. Hayyyyyy que están ya que caen...jaja que divertido Loli!!! Me encanta.

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    1. A mi me gusta más el café que se ha tomado Inés.

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    2. Si eres maravillosa!!! Jajajaj sólo por imaginarme que luego le hubiese dicho Juli, vaya por Dios, que te he servido en café en la taza de Dante.. donde él toma su azúcar, menudo despiste jaajjajaajjajajjjajajjajaja me meo.

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  2. Jolín, lo has dejado en lo más interesante!!! Estos están ya, a punto de caramelo...si no hubiera sido por Millán, se habrían repasado de "P a Pa", las curvas y valles de cada uno....
    Y lo que me he reído con la niña y sus juegos con Dante...

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