EL DESTINO EN LA CARRETERA

 



CAPITULO 3

 Estaba muy a gusto, como si flotara entre nubes barrigonas que la arropaban cálidamente; tan solo le molestaba aquel ruido que se oía cada vez más intenso, más cercano. Al principio no distinguía de qué se trataba, pero ante las continuas repeticiones supo que eran golpes, como si alguien martilleara continuamente la puerta con la única intención de molestarla y sacarla de su sueño. Para colmo aquella voz que resonaba en su cerebro.
 -¿Qué pasa con el desayuno?
 El desayuno… Umm… aun se podía estar mejor de lo que estaba. Sonrió y exclamó en voz alta.
 -Un café solo…
 -¡Claro que si! Ahora te lo subo, ¿lo quieres con churros o con porras?
 -No, solo cafff…
 Abrió los ojos como ruedas de carro cuando su cerebro se instaló en la realidad. Aquello no era bueno. Aquello no era un buen comienzo… ¡Su primer día de trabajo y se había quedado dormida!
 Se tiró de la cama corriendo hacia la puerta y la abrió encontrándose a Rodrigo con el pelo húmedo, el rostro recién afeitado y una camisa caqui con los botones superiores desabrochados, irradiando frescura y olor a…a…¡qué bien olía…! Sin embargo su expresión no era agradable. Estaba molesto.
 -¡Ya voy! Lo siento me he quedado dormida.- Se disculpó sintiéndose chiquitita ante aquel despliegue de viril vitalidad.
 - El primer día y te duermes…Este no es un buen comienzo.- Ironizó apoyando la mano en el marco de la puerta.
 -Es… curioso, eso mismo he pensado yo…- Sonrió forzada.- Enseguida voy…
 Los ojos de él la recorrieron de arriba abajo y tras el asombro inicial frunció el ceño molesto.
 -Bien.- Gruñó enojado.- ¡Vístete antes!
 -¿Qué me vis…?- Se miró y se dio cuenta de que llevaba un mas que revelador camisón, muy apropiado para una recién casada en su luna de miel, pero absolutamente fuera de contexto en aquella situación.
 Soltó una exclamación de horror y se apresuró a cerrar la puerta, pero algo se lo impedía. Empujó más fuerte sin conseguir encajar la pesada hoja de madera maciza mientras al otro lado Rodrigo gritaba colérico intentando abrir. Ella resistía con toda su alma. Recordó a Mapi diciendo que aquel camisón despertaría el animal que todo hombre llevaba dentro y al parecer tenía razón porque aquel golpeaba y empujaba la puerta bramando como un toro…
 -¡Mi mano…! ¡Mi mano!- Vociferaba.
 ¿Su mano? Fue entonces cuando se fijó en aquellos cuatro dedos que asomaban crispados por la abertura que quedaba. ¡Le había pillado la mano con la puerta! De nuevo soltó una exclamación y abrió. Le vio recuperar su mano y sacudirla al aire para que la sangre volviera a circular por ella. Julia abrió la boca con la pretensión de pedir perdón pero ningún sonido salió de su garganta al ver el rostro de Rodrigo congestionado por la furia. El tampoco dijo nada. Solo volvió a medirla con los ojos, recordándole su atuendo, y se fue colérico. Ella cerró la puerta, ahora si con mucha facilidad, pensando que la sutil transparencia de un camisón de seda podía despertar el animal que un hombre llevaba dentro, pero pillarle la mano con la puerta también y era bastante más barato.
 Miró desolada el vestuario que la noche anterior había desplegado en el armario de tres cuerpos. Lo cierto era que le hubiera bastado con uno solo. Podía elegir entre seis bikinis y trajes de baño distintos, cada uno con su pareo, todos preciosos, o varios vestidos de noche, o algún conjunto diurno muy adecuado para salir de compras por una típica calle turística, pero no para fregar platos. Aún así no había más donde escoger; tendría que esperar el momento para ir al pueblo o incluso a Toledo o Madrid para comprarse algo propicio para la época, ya que todas sus cosas, a excepción del equipaje, se habían quedado en la casa nueva de Navatejera. ¿Cómo iba a imaginar dos días antes que su vida iba a rolar en aquella dirección?
 “-Está bien, Julia. Has salido de tu zona de confort y es buen momento para probarte.”
 Podía hacerlo. ¡Claro que si!
 Se vistió con un pantalón de lino beis y una camiseta a juego. Demasiado elegante y demasiado veraniego, y, por si no lo sabía, la mirada perspicaz del partero se lo dijo apenas la vio entrar en la cocina. Prefirió fingir no darse cuenta y como él salió por la puerta del huerto dejándola sola, se concentró en lo que le interesaba: Hacer el desayuno. Para empezar el café. Eso era fácil…si encontraba el café y la cafetera. Abrió y cerró las puertas de los armarios buscando lo que necesitaba hasta que lo encontró. La cafetera era de porcelana, de las antiguas, bastaba hacer hervir el agua y echar el café. Sencillo. Se hacía igual que el té y había visto un montón de películas inglesas. Midió una taza de café por cada taza de agua y una más para la cafetera y lo puso al fuego. Después cortó el pan en rebanadas y lo puso a tostar mientras preparaba la mesa para los tres hombres. Por las noticias que tenía Millán se iría a Madrid después de desayunar y no volvería hasta el viernes siguiente. El café hirvió y rebosó la cafetera dejando oír el siseo del líquido en el fuego. Se apresuró a apartarlo de la lumbre justo en el momento en que le llegó el olor a quemado de las tostadas. Por suerte llegó a tiempo y las salvó...o casi...
 La mantequilla, la mermelada, el aceite de oliva para quien quisiera…las cucharas, servilletas, tazas…Todo correcto. Les llamó para el desayuno.
 El primero en entrar fue Matías seguido por sus dos hijos. Sonrió encantado al verla.
 -¿No te has puesto una taza para ti?- Dijo al ver la mesa con tres servicios.-¿Es que no quieres desayunar con nosotros?
 -Es que no sé las costumbres que tienen ustedes…
 -Aquí somos todos familia, cada uno con sus tareas, pero juntos.- Millán puso el servicio que faltaba para ella.
 Julia lanzó una ojeada a Rodrigo para ver su reacción, pero él ya se estaba sentando a la mesa con su mirada clavada en la superficie negruzca del pan, aunque no dijo nada al respecto.
 -El pan se ha quemado un poco porque…no sabía cuanta potencia tiene el tostador.
 -Tranquila, mujer, es normal que no estén en su punto hasta que le cojas la temperatura.- Matías, todo amabilidad, le restó importancia al asunto.
 Puso la cafetera en la mesa para que se sirvieran ellos mismos. Rodrigo fue el encargado de llenar las tazas, primero la de su padre. Al volcar el recipiente comenzó a salir por el pitorro una especie de engrudo negro más parecido a la brea que al café.
 -¡Uy…está un poco espeso!- Comentó la empleada con desolación.
 En esta ocasión si se dejó oír la voz de Rodrigo:
 -Espeso es el engrudo, espeso es el alquitrán, esto es sólido.- Dijo con tono seco.
 De nuevo Matías le quitó gravedad al asunto a la vez que lanzaba una mirada reprobatoria a su hijo mayor.
 -Es normal que te ocurra hasta que le cojas la medida…No te preocupes.
 ¡Claro que se preocupaba! El día había empezado mal y seguía a peor. Se mantuvieron sentados a la mesa el tiempo suficiente para cumplir con el trámite del desayuno, pero Julia estaba segura de que en cuanto llegaran al pueblo entrarían en la primera cafetería que encontraran.
Matías y Millán estaban ya dentro del Land Rover de Rodrigo cuando este al salir de la casa se detuvo ante ella.
 -Si no tienes una ropa más adecuada para trabajar, creo que Luci dejó alguna de sus batas en el armario del baño, ponte una si quieres. Encima de la mesa de la cocina te he dejado una lista de tareas, organízate como mejor te parezca
 -Gracias. Rodrigo yo…siento mucho lo del desayuno, de verdad que…
 El alzó la mano dando por terminada la cuestión. Ella imaginaba que él no iba a creer cualquier excusa que le diera, así que no intentó continuar.
 Se fueron los tres dejándola sola. No podían darle más prueba de confianza. Dedicó un rato a volver a recorrer la casa para conocerla mejor. Realmente era una belleza y estaba todo cuidado al detalle. Matías le había contado el día anterior, mientras le mostraba orgulloso cada dependencia, que aquellas tierras fueron en tiempo de los visigodos una “suerte” entregada a unos colonos que llegaron del norte. Le llamaban así a las tierras que se daban mediante un sorteo. Mas tarde se construyó la casa, allá por el finales del siglo XVII o principios del XVIII. Después se reconvirtió en el cigarral de una acaudalada familia de Madrid.
 -“ Mi bisabuelo era el criado de confianza de los señores,- le había referido Matías,- cuidaba de todo esto mientras ellos estaban en Madrid, en sus vidas habituales.”
 Una noche que el dueño estaba bebido se jugó el cigarral a las cartas y lo perdió. El bisabuelo de Matías, aduciendo que se habían aprovechado del estado de embriaguez del propietario, pidió una revancha y lo volvió a ganar para el señor. El caso es que cuando el hombre murió dijo en su testamento que devolvía la casa y las tierras a quien, según él era su legítimo amo, el bisabuelo de Matías. Desde entonces cada generación se había encargado de cuidar aquel tesoro y mejorarlo.
 En el baño de arriba encontró las batas a las que aludió Rodrigo. Extendió una ante si y alzó una ceja en un mohín de desagrado, aún así se la puso. Le quedaba muy ancha y muy corta. La tal Luci debía ser cortita y redonda como un tapón de garrafa. La bata podía valer para aquel día y estando sola…pero necesitaba comprarse ropa adecuada.
 -¡Qué barbaridad!´- Se tiró de la falda hacia abajo en un absurdo intento de cubrir algo más sus piernas.- Menos mal que no me va a ver nadie mas que tú.- Le dijo a Dante, el cariñoso y bonachón pastor alemán que se había convertido en su sombra.- Habrá que empezar a trabajar, ¿eh?¿Tú que dices mi guapo amigo?- Estiró la mano y acarició la cabeza peluda y suave del animal, que correspondió con un alegre meneo de cola demostrando lo mucho que le agradaba el gesto de ella.
 Miró la lista de tareas:” Lavar las sábanas, limpiar la casa y preparar comida”.
-Pues mira, poner la lavadora, si que sé.- Dijo hablando con su nuevo amigo.- Y Paula se echaba las manos a la cabeza asustada con mi nuevo trabajo…Como si ella fuera el ama de casa perfecta porque ha aprendido a hacer sopa de sobre. Esto se hace en tres pasos. Uno: se quitan las sábanas de las camas, dos: Se echa jabón a la lavadora. Tres: se pone la lavadora y mientras está funcionando, limpio la casa.
Solo tuvo alguna duda sobre la cantidad de detergente que utilizar, pero la solucionó siguiendo el sabio refranero español. Cuando oyó el agua entrando en el aparato se fue a hacer el resto de sus tareas. Las camas no quedaron con muy buena vista y es que las camas con colchón de lana eran comodísimas para dormir, pero difíciles de hacer. Había que ahuecar la lana y extenderla de manera que quedara uniforme dentro del colchón, pero ella no tenía mucha práctica en hacerlo. No tenia ninguna. Nadie en estos tiempos tenía experiencia en hacer camas con colchones de lana.
-Bueno, están hechas y con sábanas limpias. – Se dijo aceptando como válidas aquellas superficies de huecos y chichones.- No se ven estéticamente bellas, pero siguen siendo cómodas.
Subió y bajó varias veces acarreando útiles y productos para la limpieza. Limpió el polvo, fregó…
En toda la casa se notaba una gran ausencia. La misma mujer aparecía en todas las fotografías expuestas. Unas veces sola, otras, en compañía de su familia, siempre en diferentes épocas de sus vidas. No necesitaba ser psicóloga para darse cuenta del enorme vacío que había dejado en ellos la mujer de Matías y madre de Rodrigo y Millán. La observó con atención. Tenía aspecto de buena persona. En todas las imágenes su sonrisa era natural, al igual que su postura, no eran impostadas para una foto, la felicidad que mostraba era auténtica.
El timbre del teléfono sonó desde el piso de abajo y se apresuró a ir a contestar.
-Casa de los señores Villanueva, Buenos días, dígame.
Hubo un corto silencio al otro lado de la línea, como si quien llamara no esperase aquella contestación o aquella voz.
-¿Está Rodrigo? Soy Goyo – Dijo al fin una agradable y suave voz masculina.
-No está, lo siento. Se fue al pueblo hace un buen rato.
-Ah… ¿Usted quien es?
-Soy la nueva asistenta. ¿Puedo ayudarle en algo?¿Quiere dejarle un mensaje?
-No, no es necesario. Es que esta mañana a primera hora he ido a su consulta y no había llegado. Y es raro en él. Es muy puntual.
“Seguramente estaría desayunando con su padre y su hermano en alguna cafetería.”
-Quizá esté ahora.- Se aventuró ella a adivinar.
-Si, es posible. Volveré allí. Es que este año me encargo yo del cerdo de la peña y necesito preguntarle qué medidas debo tomar para la capa.
Silencio por parte de ella. Estaba demasiado impactada para contestar algo.
-En fin, muchas gracias señorita…
-Julia.- Se presentó.
-Julia. Bonito nombre. ¿No hace mucho que está ahí, verdad? Me habría enterado…
-He empezado hoy.
-Si su imagen corresponde con su voz, debe tener el aspecto de un ángel. Espero poder conocerla pronto. Yo soy Goyo.
-Si, ya lo ha dicho antes.
-Soy concejal del Ayuntamiento por el Partido Independiente.
-¿Puedo ayudarle en algo más?
-No, gracias; espero que nos conozcamos pronto.
-Que tenga un buen día, adiós.
No tenía tiempo ni ganas de alargar una conversación absurda con un Concejal engreído y mucho menos si era sobre disfrazar a un pobre animal y quitarle toda su dignidad.
-Venga, Dante, sal al patio y deja de seguirme.
Fue como si el perro la entendiera. Al instante obedeció. Ella volvía arriba.
-¡País! A saber para que necesitará tomarle medidas a un cerdo para hacerle una capa….- De pronto se detuvo sorprendida.-¡ Espero que no sea para tirarlo del campanario! Este país tiene unas tradiciones muy brutas con los animales. Igual lo disfrazan de Superman y lo tiran desde una torre.
¡Ojalá que no fuera así, pobre cerdo!
Volvió a sonar el teléfono y volvió a bajar para contestar. En esta ocasión la voz grave y recia de Rodrigo le llegó fácilmente reconocible, no sabía si por su timbre o por un extraño cosquilleo que le recorrió la espalda al oírla y que no logró discernir si le era agradable o si le disgustaba.
-Disculpa que te moleste, Julia. ¿Puedes ir a mi despacho y ver si he dejado sobre la mesa una carpeta de color verde? No está en el coche y no sé si me la he dejado en casa o en… en otra parte…
-Ahora miro.
Dejó el teléfono para ir al despacho.
-“No sabe si se la ha dejado en casa o en la cafetería donde han ido a desayunar”- Se dijo mentalmente.-“No quiere confesarlo, quizá para no hacerme sentir mal aunque estoy segura que ha sido su padre el que ha decidido que no me digan nada al respecto. ¡Matías es un cielo!”.- Descolgó el teléfono del despacho y contestó desde allí con la carpeta verde en la mano.- Si está aquí. Hay una carpeta verde.
-Me alegra saberlo; creía que la había perdido y es importante.-dijo y añadió con amabilidad:- Esto…¿Qué tal te las estás arreglando?
-¡Estupendamente! Todo está bajo control…
   -Qué bien, también me alegro de ello. No te entretengo más.
 Colgaron ambos. Ella se dio cuenta que había olvidado decirle lo de las medidas del cerdo. Bueno, ya se lo diría Goyo…
 Al dirigirse al salón para ir a colgar el otro teléfono, Dante volvió a salirle al encuentro dispuesto a recibir otra ración de caricias.
 -¡Dante, tienes que irte fuera…mira cómo estás dejando el suelo de huellas y agua…!
 Se frenó en seco. ¿Agua? Dante había dejado huellas húmedas…¿De dónde salía aquella humedad? Siguió las marcas en la dirección contraria y al llegar a la puerta de la cocina se cubrió la boca con una mano para ahogar un grito ya de por sí mudo al ver el suelo cubierto de agua y espuma que salía de la lavadora. Corrió a apagar el aparato, pero sus preciosas sandalias de cuña de esparto con suela de goma provocaron su resbalón y posterior caída sobre el trasero. Dolorida y mojada consiguió pulsar el botón de apagado y la espuma dejó de manar.
 -¡Por favor!¿Pero por qué me pasa a mi esto, con lo bien que iba todo?- Se lamentó mientras se esforzaba en apartar al pastor alemán que insistía en consolarla a lametones.-¡Quita Dante! Tengo que secar el suelo. ¡Justo lo que necesito, la lavadora estropeada!...
 Salió gateando a por el cubo y la fregona para empujar el desastre hacia el patio trasero. Allí llegaría a la tierra y lo absorbería, lo que le facilitaría secar el suelo de la cocina. Se quitó las sandalias para evitar más resbalones y descalza en el enorme lago se puso a la tarea. Esa faena le causaba una grave pérdida de tiempo que necesitaba para seguir con el resto de la casa. Pero confiaba en si misma. Se las arreglaría bien.
 -Bueno,- se consoló,- por lo menos el único testigo de la catástrofe no va a decir nada, porque si llega a enterarse Rodrigo…
 -¿De que se tiene que enterar Rodri…?¡¡Santo Cielo, ¡qué ha pasado?!!- Exclamó.
 Al oír a su espalda la voz del susodicho Julia hubiera deseado contar con menos ánimo y desmayarse para no tener que enfrentarle. ¿Qué hacia allí?
 Cuando se giró para enfrentarle pudo ver en su mano la dichosa carpeta verde.
 -¡Que la lavadora se ha estropeado y se ha vuelto loca tirando agua y espuma!
 -¡¿Qué le has hecho?!- Chilló furioso, aunque de repente, al apartar sus ojos del suelo para fijarse en ella, se quedó mudo mientras la recorría de arriba abajo.
 -¡Yo no he hecho nada! Sabía que me ibas a cargar la culpa de…- Se dio cuenta de que él no la oía ya.
 -¡¿Qué te has puesto?!- Gruñó furioso ante la bata ancha, corta y empapada que descubría mas de la mitad de sus bien formados muslos.
 -¡La bata de Puri!
 -¡Luci!
-¡Como se llame! Me da igual. ¡Tu me has dicho que me pusiera una y es lo que he hecho!
Ante aquella razón Rodrigo guardó silencio, seguramente al percatarse de que no había tenido muy en cuenta las diferencias físicas entre ellas. Le costó un triunfo, pero consiguió volver su interés al electrodoméstico.
 -Quizá se ha obstruido el filtro…- Dijo molesto.
 -Será, porque te aseguro que yo solo he metido las sábanas y le he echado el detergente. Nada más. Y créeme, no sé que hacer con los cuatro juegos de cama que tiene dentro…
 -¡¿Cuatro?!- De nuevo se enfadó, si es que había dejado de estarlo en algún momento.
 -Si, cuatro. Cuatro camas, igual a ocho sábanas y cuatro almohadones.- Le hizo rápida la cuenta.
 -¿Pero crees que esta es una lavadora industrial? No puede lavar bien tanta ropa.
 -Claro que si, le he echado cuatro vasitos de detergente…un vasito por cada juego… Ante  la duda, "más vale que sobre, que no que falte"- citó el refrán.
 -¡¡Cuatro vasi…!!-Apretó los puños furioso imponiéndose la difícil tarea de controlar su ira.- ¡Yo…creo que tú… tienes un…pequeño problema con los vasitos y las medidas…!Pero ¿es que no sabes usar una lavadora?
 -Es que…en la casa de los Martínez del Campo se llevaba la ropa a la lavandería…- Improvisó.
 -¿Y el café os lo traían del bar de la esquina?
 -No…pero solo tenía que poner una cápsula en la cafetera era diferente a esta…que es muy complicada.
 -Si, creo que el mecanismo de esta lo inventaron en la NASA…- Lo había intentado, pero no pudo. Estalló.- ¡Y dice que está todo bajo control!¡Será bajo el control del caos!... Seca la cocina, saca la mitad de las sábanas de la lavadora, echa un solo vasito por la señal que marca…¡Y quítate esa bata!
 Le vio dar media vuelta e irse airado. Poco después se oyó un fuerte portazo.
 -Ponte una bata… quítate la bata... ¡A ver si nos aclaramos de una vez!...- Exclamó al verse sola de nuevo.
 Con los pies descalzos y calada hasta la más íntima de sus prendas, salió a buscar su teléfono. Pulsó un nombre y esperó respuesta. Cuando oyó la voz al otro lado del teléfono se le derrumbó el ánimo y gimió llorosa…
 -Mami…

Comentarios

  1. Ahhhhhhhhh jajajajjajaj que tía. Que risa. Ni un café. Yo que soy doña desastre se hacer café. Jajajaja me muero de ternura con Julia . Y Rodrigo...se le empieza a ver el plumero. Loli. Se me ha hecho muy corto....😍🥰😘😘😘😘😘😘

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  2. Ohh! Romance a la vista. De testigos; un perro y una lavadora 🙄😜

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  3. 😂😂😂😂 Que tía!!! Estoy deseando "ver" qué más puede armar Julia...es un desastre con piernas....😂😂😂 Me encanta ese principio amor-odio entre Rodrigo y ella...😘😘😍❤

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