ALGUİEN COMO TÚ
XVIII
Tres
días después se presentó en el periódico antes de la hora indicada. Quería
saludar a Queta y de paso contarle las pocas novedades que tenía desde que no
se veían.
-Pues
yo si tengo una buena novedad,- le dijo su ex compañera con aire de diversión.-
¡Resulta que la Vitoti y tu ex Guille han roto ! No se habla de otra cosa, eran
tan uña y carne. No se sabe qué ha pasado, lo único seguro es que lo han
dejado. Se saludan muy correctos y todo eso y…
Paula
asentía convenciendo a la recepcionista de que le estaba prestando atención,
pero su mente estaba en el día que ella estaba tras el mostrador y entró Marcos
acompañado de su secretario, ayudante, chófer o lo que quiera que fuera el
enorme señor Finley. Ella se escondió porque no quería que viera que era
recepcionista en el periódico. Queta le atendió y al momento quedó seducida por
sus múltiples encantos. Su ex compañera seguía parlando sin cesar. ¿No sería
estupendo tener una máquina del tiempo y volver a aquel instante?...O una
lámpara con un genio poderoso que concediera tres deseos. Le pediría que
borrara todos sus falsos prejuicios acerca de Marcos. Que volvieran a vivir el
homenaje de doña Margarita para empezar de nuevo. Y el tercero…¿Cuál sería su
tercer deseo? Verle otra vez…
-…Ahí
viene.
Se
le paró el corazón al oír el final de la frase de Queta.
-¿Qué…?-
Preguntó nerviosa mirando a la rubia de bote. Esta hizo un mohín señalando un punto cercano
en el hall.
Se
giró levemente en el momento en que se acercaba a ella, su ex.
-¿Ya
estás de vuelta?
A
paula le hubiera gustado disimular algo su expresión decepcionada y para
compensarla sonrió cálidamente al único novio que había tenido.
-He
venido a cubrir una noticia.
-Ah,
si, yo también. -Se acercó bajando la voz para decirle cerca del oído:-En
realidad creo que es una prueba para volver a hacer una selección. Me ha dicho
mi tío que necesitan a alguien más, así que supongo que como en la última
selección te quedaste a las puertas…y nunca mejor dicho.- Rio con su habitual
simpatía al señalar el mostrador de recepción.
Ella
sonrió a su vez, animada por aquel soplo. Quizá esta vez si la contratarían.
Guille se acodó en el mostrador mientras Queta atendía a un visitante.
-¿Te
has enterado de lo de Vitoti? Hemos roto.
-Lo
siento.
-Yo
no, estaba harto de tanta salud y tanta chorrada.
Paula
le prestó atención. Desde que él la dejó había estado engañándose, había pasado
meses diciéndose a si misma que no le había dolido la ruptura, que no le
importaba. Mentira. Le había dolido, lo había tomado como una traición a su lealtad,
la forma de tratarla de él le había hecho daño a pesar de saber que cuando rompieron
no le quería ya. Una vez que fue consciente de todo eso, pudo seguir adelante.
Esperaba con ansiedad el momento en que pudiera analizarse así con respecto a
Marcos y decirse que era del todo imposible que le amara tras unos días de
relación. Que era un espejismo, un vapor que le nubló la mente.
-¿Qué
dices?
Se
dio cuenta que de nuevo se había escapado a las nubes cuando la pregunta de
Guille la devolvió a la realidad.
-¿Sobre
qué?
-Sobre
que podríamos darnos otra oportunidad.
No
pudo evitarlo. Empezó por sonreír de forma cada vez más amplia, hasta que su
sonrisa se transformó en risilla y esta en risa, para acabar en una carcajada.
-¡Ni
lo sueñes, tío! Para mi, tu tiempo ya pasó. Como dice en las tarjetas de rasca
y gana: Siga intentándolo. Más suerte la próxima vez.
En
la entrada del edificio, a escasos quince metros de ellos, Marcos Salinas había detenido sus pasos apenas sus ojos se
encontraron con la figura de Paula. Por un momento se sintió tentado de
acercarse y saber de qué se reía tanto. Tal vez de él. Se dio cuenta de que la
caterva de abogados, financieros, y cargos ejecutivos que le acompañaban le
habían dejado atrás y se obligó a seguir sus pasos olvidándose de ella…”Olvidándose
de ella” ¡Eso era gracioso! ¡Como si la pudiera olvidar! Por ahora no lo había
conseguido, pero estaba en ello y tarde o temprano todo llegaría. Había regresado
solo para firmar la compra del Grupo Editorial Tablada. Después volvería a
Estados Unidos y asumiría sus responsabilidades en la compañía familiar. Hubo
un tiempo en que se rebeló y decidió ser él mismo, pero ya daba igual. En el
aeropuerto estaba esperándole el Jet privado que después de la firma le llevaría
de nuevo lejos de ella. ¿Por qué sentía que el pecho se le vaciaba, como si no hubiera
nada dentro?¿A qué se debía aquel sentimiento de desesperación que le
embargaba? Se enamoró por primera vez en el instituto y aunque a los largo de
los años hubo muchas mujeres en su vida, el amor siguió siendo el mismo. Como
adolescente lo había sobrevalorado y a ella también.
Subieron
a la sala donde se celebraría el acto y cada uno ocupó el lugar que le
correspondía. Poco después hicieron entrar a los periodistas.
Apenas
los ojos verdes se cruzaron con los marrón oscuro, ella palideció. Se notó la
alteración que hubo en su actitud segura y hasta en el ritmo de la respiración;
sin embargo no se achicó y fue directamente hacia él.
-Imaginaba
que estabas tú detrás de esto.-Le dijo estirando su cuerpo como si quisiera
medirse de igual a igual con él.
-
Me gusta pagar mis deudas. Tu necesitas una gran noticia para un trabajo y esta
lo es. Me extraña que no la hayas usado antes; has andado un poco torpe, le
hubieras sacado mucha más rentabilidad.
-Igual
te sorprende saber que existe gente para la que el dinero no es lo más
importante.
El
recorrió la cara femenina. Seguía pareciéndole la más bella de cuantas había
visto, la más preciada.
-Podemos
comenzar cuando quiera.- Uno de los asistentes de Tablada se había acercado a
él mostrando que todos estaban esperando. No importaba. Esperarían todo el
tiempo que fuese necesario.
-Me
han dicho que habías vuelto a Estados Unidos.- Dijo ella haciendo caso omiso.
-Si, así es. He venido solo a rematar este
negocio y volveré enseguida. Tengo un avión esperando en el aeropuerto.- Se
giró hacia el asistente.- Búsquele un buen sitio a la señorita Merino, el mejor.
A fin de cuentas,-volvió a mirarla,- solo yo sé hasta qué punto se ha
sacrificado por lograr una exclusiva…
Si lo que quería era vengarse y hacerle daño,
lo había conseguido. Le bastó verla enrojecer y contener la respiración como si
acabara de encajar un golpe en el estómago. Sintió una mezcla de satisfacción y
dolor a la vez.
-Por
aquí, señorita…
-No,
gracias. Ya que estoy despedida, me voy.
-No
estás despedida.-Sonrió cínico.
Paula
alzó su mano y con todas sus ganas descargó un guantazo en el rostro de él. Se
oyeron exclamaciones de sorpresa entre los presentes. Marcos no se inmutó, ni
siquiera se llevó la mano a la mejilla en la que había recibido el golpe.
-¿Y
ahora?
Sin
esperar respuesta salió de la sala, recta y orgullosa, si bien toda su dignidad
se esfumó en el aire en cuanto entró al ascensor y las puertas se cerraron. Decidió
que no iba a contar a sus amigas aquel ofensivo comentario de él. No sabía por
qué. No quería que le juzgaran mal. A fin de cuentas ella le había engañado y él
estaba dolido. Pero se iba definitivamente. Y eso si que la hundía en el fondo
de la pena. Lo superaría… Tarde o temprano, saldría adelante, se dijo mientras ahogaba
sus sollozos en la cabina del ascensor.
Mientras
tanto en la sala, Marcos no podía entender a qué había venido tanto orgullo por
parte de ella. Le mentía, le usaba y encima se mostraba ofendida, como si fuera
una santa. Se excusó unos instantes y fue al baño. Pudo ver en el espejo la
huella de los cinco dedos marcados en su mejilla como un tatuaje.
-¡Señor…¿se
encuentra bien?! He ordenado que la detengan antes de que salga del edificio.
Medina
irrumpió alterado como si la bofetada se la hubieran dado a él.
-¿Para
qué?
-¡No
pensará dejar esto así! ¡Juro que tenemos motivos mas que suficientes para que
la detengan!
-Ya
le dije que se olvidara de eso y creo que fue convenientemente gratificado por
el mal rato. Además, ella no fue quien le secuestró.- Se pasó la mano por la
mejilla en un intento de refrescarla, ya que le ardía.
-Cierto,
fueron las otras, pero si fue ella la que llegó mas tarde y las abroncó al
creer que me habían llevado hasta allí. Cuando le dijeron que no, que yo les
había seguido, creyó que yo era policía y quería que me alejaran de allí, que
me dejaran abandonado en no sé qué polígono viejo… Y me hubieran llevado de no
haber aparecido la pareja que las detuvo…
Marcos
ya salía del baño. Al oír aquello se detuvo en seco.
-¿Qué
dice, Medina?
-Lo
que oye, que esta quería que me llevaran a un polígono¡ y eso que creía que era
policía!...!
-¿Creía
que era policía y querían deshacerse de usted?
-Las
otras no, ella. ¡Ella!¡Ella era la que mandaba!
Marcos
miró fijamente al sabueso.
-¿Por
qué haría eso?
-Porque
son unas psicópatas, señor. Por eso le digo que…
Ni
le oía ya. Salió del baño corriendo y en vez de volver a la sala de reuniones
donde todos le esperaban para la firma, corrió escaleras abajo deseando que realmente
le hubieran impedido salir del edificio. De pronto sentía un leve rayo de esperanza,
sentía que de nuevo se encendía la pequeña llama que se apagó la tarde que supo
que ella le estaba utilizando para escribir un reportaje que le abriera las
puertas de los periódicos.
Llegó
al hall y no la vio. Con creciente nerviosismo preguntó a Queta por ella. Le
dijo que los de seguridad se la habían llevado a sus dependencias y se las
señalaba mientras dejaba desatendido el mostrador de recepción y le seguía
preguntándole angustiada qué pasaba y asegurándole que Paula era una buena
chica.
Abrió
la puerta y entró. Parecía estar esperándole y le miraba desafiante y
seguramente dispuesta a soltarle otra guantada a la menor oportunidad que se le
presentase. Le pidió a los guardas que les dejaran a solas y ellos lo hicieron.
-¿Por
qué no me entregaste a la policía?
Ella
parpadeó confusa. Estaba claramente preparada para contestar a cualquier
pregunta, menos aquella.
-¿Qué?-
Preguntó a su vez, pero no porque no le entendiera, más bien parecía estar
ganando tiempo para pensar en una respuesta.
-Me
has oído bien, no finjas. Pensabas que Medina era Policía, pero en vez de
entregarme, querías deshacerte de él.
¿Qué
podía decirle? No lo sabía. Apenas podía pensar viéndole delante de ella,
vestido con aquel traje de alpaca gris ceniza que le sentaba tan bien que
podían habérselo cosido encima.
-Yo…no sé, supongo que porque tu no
eras lo que yo creía.
-Pero no lo sabías aún.- Se acercaba
más a ella, sonreía.
Paula retrocedió un par de pasos.
-¿A qué viene eso hora?¿Por qué has hecho
que me paren? Quiero irme a mi casa ya.
-Ni hablar. Quiero una respuesta.
-No sé la respuesta. Quizá no tenía
suficientes pruebas…- Volvió a dar otro par de pasos hacia atrás buscando
mantener la distancia. Si algo sabía ella era que no era inmune a su cercanía.-
O quizá no quería que te cogieran…y que te diera tiempo a irte.
La mirada de él iba de los ojos a la
boca de ella. Deseaba abrazarla y volverse loco besándola. La confesión de
Medina había sido una revelación para él. En un momento se había desprendido del
traje de niño rico acomplejado que le pusieron nada más llegar a Norteamérica,
haciéndole creer que el dinero lo era todo. No. El dinero no lo era todo. Ella
si, ella si podía serlo todo…
-¿Qué me dirías si te propusiera que
volviéramos a mi habitación como aquella tarde?¿Que imaginemos que no han
pasado estas semanas y que continuamos en la cama después de haber hecho el
amor?
Ella sintió que se le detenía el pulso
de repente y que sus pulmones exigían más aire del que había en aquella
estancia.
-¿Cómo si le pidiéramos a un genio que
hiciera retroceder el tiempo hasta ese momento?
-Si hubiéramos seguido juntos; si no
te hubieras ido y no te hubiera seguido, ¿qué nos habríamos dicho? Yo quería
susurrarte tantas palabras dulces antes de volver a amarte…
-Y yo hubiera querido oírlas sintiendo
tu calor en mí.
Se miraron un instante en silencio.
Fue él quien habló con voz ronca.
-Puedo aplazar la firma, si tu lo
quieres.
Paula sonrió suavemente.
-Lo quiero.
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