ALGUIEN COMO TÚ
TODO EL MUNDO ODIA A LOS COBARDES
X
Se había puesto un foulard cubriendo
su pelo y unas enormes gafas de sol que ocultaban sus ojos; con aquel escuálido
equipo de espionaje que había improvisado mirando dentro de su bolso, Paula
esperaba en una terraza desde la que podía ver la salida del parking del hotel
Carlton. Aún había sol, por lo que su aspecto no llamaba la atención salvo
porque parecía ser una famosa que deseaba mantener oculta su identidad y
estando tan cercano el lujoso hotel despertaba cierta curiosidad en los clientes y hasta en el mismo camarero que la miraba insistente desde la puerta
del local esforzándose en reconocerla.
En cuanto viera que sacaban el coche de Marcos
Salinas o quien fuera el usurpador de su identidad, tendría el tiempo justo
para tomar un taxi de la parada cercana y decir la típica frase “Siga a ese
coche”. El saldría. Tenía que salir porque le había notado las ganas de invitarla
a cenar aquella misma noche, sin embargo lo había pospuesto para la siguiente,
¿por qué? Era obvio: Tenía algo que hacer… y ella lo iba a descubrir. Estaba
segura de ello.
Sin embargo muy segura no debía
estar cuando se le cortó momentáneamente la respiración y abrió sus ojos de una
forma desmesurada. ¡Porras, iba a salir!...se le cayó la barbilla dejándola con
la boca abierta cuando vio el cochazo gris metalizado asomando por la salida
del parking para luego detenerse en la entrada del hotel.
“-¡ Ay madre, ¿qué hago yo ahora?!”
Se recordó que la idea era seguirle,
claro que una cosa era hacer un plan y otra ejecutarlo, sobretodo cuando las
piernas le temblaban de tal manera que cuando se puso en pie para apresurarse
hacia la parada de taxi, le fallaron y volvió a caer sentada en la silla.
“-¡Vaya periodista!¡Me avergüenzo de
ti, Paula Merino!...¡Eres una cobarde!”
¡Por supuesto que no! Lo que pasaba
era que llevaba hora y cuarto sentada allí, esperando en la misma postura y se
le habían dormido las piernas. Pero lo cierto era que tuvo que hacer una alarde
de voluntad para ir hacia el primer taxi y subirse a él. El valor en sí no era
mas que sobreponerse al miedo y quien no tenía algo de miedo era un
inconsciente.
El taxista puso en marcha el motor.
-¿A dónde vamos, señorita?
Ella carraspeó para aclararse la
voz.
-¿Ve aquel deportivo amarillo que
está delante del hotel?
-¿El Maserati Quattroporte?
¿Un Maserati?-¡Santo cielo lo que le
costaría el alquiler de aquel coche!...
-Si, ese…Cuando salga le sigue usted.-
Dijo con la voz cada vez más afianzada.
El taxista volvió a detener el motor
y giró medio cuerpo hacia el asiento trasero.
-Oiga, señorita…no me irá usted a
meter en un lío ¿no?- Preguntó con el mismo acento castizo que tenía ella.
-No.- Paula puso su mas inocente
expresión para convencer al otro.- Yo soy periodista y ese es un millonario
americano, que ahora va a reunirse
con una amante y me gustaría hacerle fotos…y …conseguir una exclusiva...
El taxista dudaba. Tendría unos
cincuenta y largos años, estatura media, algo pasado de kilos seguramente se
pasaba el día en el taxi y en su larga vida profesional habría vivido todo tipo
de situaciones, de ahí su desconfianza.
-¿Dónde lleva la cámara?-Preguntó
observándola con ojos sus ojillos achinados
-¿Cámara?¡Por favor no me sea antiguo!
Hoy en día con un teléfono móvil está todo hecho.
El otro parecía más convencido. Se
rascó con el índice detrás de la oreja dándose tiempo para pensar mientras ella
alargaba su mirada hacia el Maserati temiendo que arrancaría de un momento a
otro, porque Salinas ya estaba dentro de su coche.
-Está bien.-Aceptó el taxista
volviendo a arrancar el motor.- Vamos allá. Póngase el cinturón, por si acaso…
-¡Por si acaso ¿qué?!
-Por si acaso nos ve la pareja sin el
cinturón puesto.
-¿Qué le importa a la pareja?
-No me refiero a la querida del
ricachón, ¡hablo de la Guardia civil, señorita!
Ella hizo gesto de entender al fin y
obedeció mientras iniciaban la marcha tras el lujoso coche.
-¿No se puede acercar más? Es que no
me gustaría que le perdiéramos…
-Aquí el profesional del volante soy
yo. ¿Le digo a usted lo que tiene que preguntarle al millonario? No,
¿verdad?¡Pues eso! Si me mantengo a distancia es porque si el tío se cosca de que
le están siguiendo y pisa el acelerador, en la que parpadeamos ha llegado a
Cádiz.
-Si…Tiene razón.- Aceptó.- Es un
coche muy lujoso. Seguro que es muy caro.
-No es de los más caros de la marca…unos
doscientos mil…
-¡¿Euros…?!- Exclamó incrédula con
voz aguda.
-No, mujer…¡Corticoles!...
¡Encima choteo! Lo que le faltaba…
El caso era que, entre la carrera
tras Salinas y la conversación del chófer aquel miedo inicial había
desaparecido siendo sustituido por una creciente excitación que le subía desde
la boca del estómago hasta la garganta.
-Le voy a decir una cosa, señorita
periodista.-Dijo de pronto el conductor con cierta gravedad en el tono de su
voz.- Nosotros no somos los únicos que seguimos al millonario. ¿Ve usted ese
coche que va delante nuestro y detrás de él, o sea en medio? Nos ha adelantado
hace poco…pero me da que también le sigue, aunque son menos disimulados que nosotros.
-¿Disimulados?- Su respiración se
agitó a causa de la ansiedad.
-Van tres tíos mas grandes que el
estadio de Oliver y Benji
Paula clavó la mirada en el Mercedes
azul metalizado y sacando el teléfono apuntó el modelo y la matrícula en la
agenda. Sin embargo alzó las cejas desconfiada cuando vio que el Mercedes
adelantaba al Maserati.
-No le siguen.
-Tiene razón, no le sigue…le va a
guiar.
-¿Cómo lo sabe? Yo creo que…
-Le ha tocado el claxon y el otro se
ha dejado adelantar. Señorita, que nací en el taxi y me las sé todas. Verá como
a donde vaya el Mercedes va el millonario. Me parece que ese no va a
encontrarse con una querida…
¡Eso ya lo sabía ella! Claro que no
iba a decirlo.
El Mercedes se apartó de la
carretera deteniéndose ante un semáforo para hacer un cambio de sentido. El
Maserati lo imitó.
-¿Qué hace, Mariano?¡Que se los ha
dejado atrás!
-¿Usted quiere que la descubran?
-Yo no, pero…
-¡Pues déjeme hacer a mi! Si nos
paramos detrás de ellos nos van a ver. Pero si tomamos otro camino no se van a
enterar. Se han parado en el cambio de dirección, tienen que ir al polígono
viejo.
-¿Y si hacen un cambio de sentido?
-Hemos pasado tres cambios de
sentido antes, ¿por qué iban a hacerlo en este? Es un cambio de dirección,
créame.-Dijo haciendo él un cambio de sentido hasta la calle que conducía al
polígono viejo, por donde se metió.-¿Y como sabe mi nombre?
-Lo pone en la licencia.-Explicó de
forma escueta desojándose buscando los otros dos coches.- Mariano Soleta Rejón.
-Buena vista y muy observadora.-
Asintió Mariano.
- No les veo…-Paula se desesperó
ante su impotencia.
-Tranquila, periodista, en algún sitio
tienen que dejar los coches.
-Los pueden haber metido en alguna
nave…
-Aquí no. Son naves pequeñas… están
algo alejadas del territorio urbano y por eso fueron quedándose vacías.- Se
detuvo de pronto.-Mírelos, allí están…
Paula respiró aliviada. Por un
momento temió que no los encontraría. Resopló para calmar aquel hormigueo que
de repente sentía en los pies y que la obligaba a bajarse del taxi lo antes
posible y correr a enterarse de lo que estaban hablando, aunque no sabía aún
como iba a hacer para conseguirlo.
-Muchas gracias de verdad.- le
entregó a Mariano los cincuenta euros para que cobrase la carrera, dispuesta a
añadir una buena propina.
El conductor no hizo el menor
intento de coger el dinero.
-No.- Dijo.
-¿No qué?
-Que no la dejo aquí con esos cuatro.
Que tengo una hija de su edad y sé que hoy en día es difícil ganarse la vida,
pero una cosa es ganarla y otra es jugársela…Y si la dejo aquí, lo mismo dentro
de unos días la encuentran bocabajo en una de estas naves.
-Eso es cosa mía.- Dejó caer el dinero
sobre el asiento del copiloto y accionó la palanca de apertura de la
portezuela. Pero esta no cedió.- Ábrame, Mariano, por favor, que les voy a
perder y puede ser mi gran oportunidad…¡No puedo dejarla pasar!
-Que no la dejo aquí. Además, ¿cómo
se va a ir cuando acabe?
-Tengo un teléfono y sé usarlo.
Llamaré otro taxi.
-No.
-¡Y dale! Mariano, por favor, se lo
agradezco mucho, su actitud habla de lo buena persona que es usted; yo no soy
su hija.
-No, es verdad, pero seguro que
tiene padres y me lo agradecerán si se
enteran.
Ella emitió un suspiro de
desesperación y cerró los ojos apretándose las sienes con ambas manos.
-¡No me puedo creer que me esté
pasando esto…!- Dijo como para si misma.
-¡Está bien!- Mariano accionó el
mecanismo de apertura de puertas.-No puedo retenerla contra su voluntad. Pero
que sepa que la espero aquí y como vea irse a esos y usted no esté aquí, llamo
a la policía.
Asintió feliz como una adolescente a
la que sus padres han dado permiso para salir de noche.
-Enseguida vuelvo.-Dijo antes de
cerrar la portezuela del coche.
Se apresuró hacia el lugar donde
estaban los dos coches de lujo y al llegar extremó el sigilo. Había visto donde
habían entrado así que, siempre atenta a cuanto la rodeaba, se acercó a la nave
cuya puerta pequeña estaba abierta. No quería admitirlo, pero se alegraba de
que Mariano estuviera esperándola. El lugar era solitario y las naves se veían
abandonadas, algunas en ruinas. Las calles en aquella zona carecían de asfalto y
eran un auténtico pedregal.
Se asomó con cuidado a la puerta y
oyó algunas voces masculinas arropadas por el eco de la enorme y vacía
estancia. Sacó su teléfono y preparó la cámara antes de adentrarse sigilosa con
la intención de oír con nitidez la conversación que mantenían. Corrió de
puntillas hasta un pilar cercano en el que buscó un refugio para evitar ser
vista. Se asomó y percibió que aún estaba muy lejos, pero había otro pilar al
que podía llegar y tras el cual podría conseguir su objetivo; el único problema
era que hasta llegar a él quedaba descubierta y podían verla. Tuvo de nuevo el
sentimiento que la asaltó en la terraza de la cafetería.
-“¡Vamos, vamos, valiente!”- Se
animó, pero de pronto parecía que las suelas de sus zapatos se habían fundido con el suelo y
no podía despegarlas. La ansiedad palpitaba en su corazón y sus pulmones exigían
mas cantidad del aire polvoriento y maloliente que respiraban.-“¡Allá voy!”
No lo pensó más, porque si lo
pensaba no lo hacía y entonces sería absurdo estar allí. Otra vez de puntillas
corrió veloz y silenciosa como un ratoncillo hasta hallarse a salvo tras su
objetivo. Hasta allí le llegaron las voces con claridad. La de Marcos Salinas
la reconoció enseguida, pero la otra, en contra de lo que esperaba, no le
resultó nueva. Estaba segura de haber oído esa voz y no hacía mucho tiempo,
aunque no lograba situarla en el lugar y el momento en que la oyó, ni ponerle
un rostro. Pero esto dejó de tener importancia para ella cuando oyó la
conversación que mantenían entre ellos.
-…Está muerto,- decía Marcos ¿o
volvía a ser Marc Bradfor?- Os será fácil deshaceros de él. Caváis hasta los
cimientos, una buena capa de hormigón encima y os olvidáis del problema.
Los ojos de Paula se abrieron
enormes y tuvo que apretar los labios con fuerza para que no saliera el grito
que empujaba desde su garganta. ¡Salinas les estaba indicando como debían deshacerse
de un cadáver al mas puro estilo mafioso!
-No se me había ocurrido.-Replicó el
otro.-Hace quince meses que compramos este polígono y mira por donde ahora nos
va a resultar útil.
Una utilidad un tanto macabra. Paula
bajó la mirada hacia su teléfono; esperaba que todo se oyera con claridad ya
que lo estaba grabando. Iba a ser un buen artículo. Sin embargo tenía algo en
su interior que no le permitía sentirse bien. Salinas había sido tan amable,
tan encantador cuando estuvieron comiendo juntos, se lo había pasado bien con
él, tenía una conversación interesante y una sonrisa agradable, la atención con
la que la escuchaba y la forma en que la había mirado le habían hecho sentirse valorada.
Eso era lo que ella merecía al parecer, que su novio la dejara y un delincuente
la agasajara.
“En fin, Paulita, a lo que estamos…”
Se dijo. Quería conseguir alguna imagen de la “reunión”. Quizá asomaba el móvil
a un lado del pilar no se enterarían y ella podría tener sus fotos. Muy
despacio, apoyada completamente en el pilar fue sacando la nariz en un intento
de ver qué debía enfocar. ¡Era Luís Sánchez! La voz conocida era de su antiguo compañero
de instituto. ¿Qué quería decir aquello?¿que la empresa de Luis tampoco era
trigo limpio?. Se asomó un poco más. Estaba fuera del ángulo de visión de ellos
tres.¡¿Tres?! ¡Eran cuatro! ¿Dónde estaba el otro? Le faltaba uno…Ah ya lo
había encontrado. Seguramente era el que le estaba llamando la atención con
unos leves golpecitos en su hombro.
-¿Qué hace usted aquí, señora?
No se atrevió a moverse, pero la
pregunta del otro llamó la tención de los demás y pronto se encontró con todas
la miradas puestas en su persona. Tanto Luis como Salinas la miraban incrédulos.
-Pero…¿Paula?...¿Qué…qué haces aquí?
Estaba siendo un momento muy
incómodo para Paula. Sentía que tenía que hacer algo. ¿Quizá salir por pies?
Y por fin una idea llegó clara a su
mente. Aflojó el cuerpo y se dejó caer fingiendo un desmayo. Solo podía desear
que estuviesen lo suficiente atentos para evitarle un costalazo. En eso, si
tuvo suerte.
Como en Wattpad no me deja comentar te lo pongo por aquí, Ablacim!!!! Jajajajajja miedo me da comentarte....pero es que me ha gustado...y mucho!!!! Y estoy con muchas ganas de saber cómo va a salir de este entuerto nuestra amiga Paula, jaja le servirá el desmayo??? Que excusa van. A poner sus antiguos compañeros. Y que hace ahí Luis también..jajajjajajja
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