ALGUIEN COMO TÚ



 LA IMAGINACIÓN DE SAGITARİO  

                              XIII

 

Tuvo suerte. Al llegar a la zona de los ascensores una pareja salía de uno de ellos, por lo que pudo entrar justo antes de que se cerraran las puertas. Marcos no llegó a tiempo. Ella suspiró agradecida. No estaba enfadada con él, ni siquiera molesta, es más, en otras circunstancias se hubiera reído de las bromas sobre el cambio de roles. Pero en aquel momento no. Necesitaba estar sola. Necesitaba pensar, analizar qué le estaba ocurriendo.

Volvió a casa en el metro. Abrió la puerta del piso con sigilo para no romper el silencio reinante. Suponía que Julia estaría acostada y que Mapi aún no habría vuelto; sin embargo se sorprendió al ver que la habitación de la psicóloga estaba vacía. Era raro que Julia estuviera fuera de casa a aquellas horas, sin embargo eso le vino bien a ella. Se puso la enorme camisola que usaba para dormir y se dejó caer en la cama. Cerró los ojos y al instante su mente se llenó con la imagen de Marcos y las mil y una sensaciones que la arrastraban cuando estaba con él. Recordaba haber sentido algo parecido hacía tiempo, cuando comenzaba a salir con Guille, luego, poco a poco se fue disolviendo. Pero ahora…se sentía fuertemente atraída por Salinas y se comportaba como una descerebrada. ¡Apenas sabía nada de él! ¡Ni siquiera tenía su numero de teléfono! Cuando eran unos críos no se fijó en él hasta el fatídico suceso de la silla y tan solo hacía unos días que le había vuelto a ver.

¡Era de locos!

Al día siguiente y sin haber dormido apenas, Paula se despidió de sus amigas al irse a trabajar. Durante el desayuno les había relatado de forma muy somera como fue la cena de la noche anterior; por supuesto omitió algunos detalles importantes que prefería guardarse por el momento, ya que le eran tan difíciles de digerir como aquellas tostadas quemadas y frías que había preparado Paula.

            Cogió del perchero su chaqueta azul y bajó las escaleras mientras se la ponía. Al pasar frente al espejo del portal se echó un vistazo rápido y ni siquiera evaluó lo que veía. Se había recogido el pelo en una coleta, había perdido poco tiempo en maquillarse con lo que el resultado era discreto y se había vestido con un pantalón vaquero gris claro y una camiseta amarilla de Benetton. Por último y para su comodidad calzaba unas deportivas blancas y colgaba en bandolera una bolsa de patchword que le había hecho su madre en sus clase de manualidades y que a ella le encantaba por dos razones, la primera ya se ha mencionado, se la había hecho su madre, y la segunda era que todo lo que quisiera llevar le cabía allí. Estaba segura de que si algún día quería secuestrar un elefante del zoo, tan solo tendría que empujar un poco y entraría.    

Le vio en cuanto salió del portal. Estaba apoyado en Cirilo con los brazos cruzados sobre el pecho en actitud de espera. Iba vestido de sport, con un pantalón tipo chino de color arena, una camisa de cuadros en tonalidades que iban desde el ocre al marrón pasando por el beis y una americana marrón chocolate. A la vez sencillo y elegante, sin corbata con el cuello de la camisa abierto. Paula notó el agradable cosquilleo que ya se le iba haciendo habitual sentir cada vez que le veía, sin embargo no quiso admitirlo ante él, mucho menos ante sí misma, y arrugó el entrecejo.

-¿Qué haces aquí?- Le preguntó acremente sin dejar de caminar.

El aguardó a que llegara a su altura y comenzó a andar a su lado.

-Esperarte… Por cierto, buenos días.

-¿Por qué?

-Porque está el sol fuera, la temperatura es agradable y es un día bonito.

Le hubiera gustado contestar con una sonrisa, pero no lo hizo.

-Que por qué me estás esperando.

-Para llevarte al trabajo, ya que el señor latas no funciona y, de paso, echarle un vistazo a ver si puedo hacer algo por él.

-¿Es que sabes algo de motores de coche?

-Una vez visto uno, es como si se hubieran visto todos.-Dijo caminando a su lado.-Y si tu has tenido el cuidado de ir recogiendo las piezas que se le han ido cayendo…Espera,- la detuvo,- tengo el coche aquí…

Ella dudó si quería o no quería que él la acompañara al trabajo. Bueno, querer si quería pero no sabía si era conveniente o no, aunque le bastó pensar en los tres cambios de línea que tenía que hacer hasta llegar al centro y eso fue decisivo. Aceptó. Cinco minutos después estaban metidos en el intenso tráfico madrileño.

-¿Sigues enfadada?- El le lanzaba rápidas miradas que se alternaban con la atención a la vía.- Anoche me dejaste preocupado, no pude encontrarte y eso que te busqué. Supuse que habías subido aun taxi.

-No sigo enfadada porque no me enfadé, al menos no contigo. Volví en el metro y como no soy tu responsabilidad no tenías porqué estar preocupado.

-Cuando voy a buscar a una mujer a su casa, por lo general suelo volver a llevarla sana y salva.

-Pues considera que no formo parte de la generalidad ya que volví sana y salva sin tu compañía.- Precisamente era con él cuando más en peligro se sentía ella.- No sé con qué tipo de mujer sueles salir cuando estás en Estados Unidos, pero aquí no necesitamos esa clase de atención.

-No es cuestión de protección, dejando aparte el Movimiento de Liberación de la Mujer o de Igualdad de sexos, me parece un gesto de educación, ¿o tampoco necesitáis educación?

Ella giró el rostro y fingió mirar por la ventanilla. Ahí la había pillado.

-¡Está bien! Te pido disculpas.-Dijo de pronto volviendo a centrar su atención en él.-¿Es lo quieres? Lo siento, me sentí abrumada por las circunstancias y necesitaba estar sola.

-¿Porque me besaste?¿Qué tiene de malo? Yo llevaba toda la noche deseando hacerlo…De no haberlo hecho tú lo hubiera hecho yo.- Sonrió malicioso al mirarla.- Así que no somos tan feministas como presumimos, ¿eh?

-Tú sigue y te plantaré en medio de un favor.- Le advirtió.

 El sonrió divertido. Ella también aunque lo disimuló.

Poco después el vehículo se detenía ante el periódico.

-Vendré a recogerte cuando salgas. Me han hablado de un sitio estupendo para comer. ¡No, no…!- la interrumpió al ver que ella iba a decir algo, seguramente negarse a su sugerencia.-No acepto negativas, vamos a experimentar juntos.

-Pero es que no puedo. Tengo que…

-¡¿Qué tienes ahí?!- Volvió a interrumpirle fijando su mirada en ella.

-¿Dónde?...¿Qué…qué tengo?

-Espera, espera… aquí, en la boca - Se aproximó a ella mirándola con interés y cogiéndole de la barbilla. Ella se quedó muy quieta para dejarle hacer. Se oyó un suave pero veloz chasquido en el interior del habitáculo.- ¡Ah, es un beso!

Paula parpadeó sorprendida. No esperaba que él la besara.

-Vaya truco más malo…- Dijo riendo mientras se apeaba del coche.

-Pero efectivo.- Le guiñó un ojo con picardía. A ella le encantó el gesto.- Hasta luego.  

-Hasta luego.- Replicó sin esconder su brillante sonrisa.

Una vez que él arrancó y estuvo fuera de su radio de acción Paula se dio cuenta de que había contestado “hasta luego”, había vuelto a quedar con él para comer y experimentar.

-¡”Es que no aprendes, chica, te la ha dado con queso.”!

No, se la había dado con beso. Un pico, ¡solo un pico y se le había ido el sentido común a Andorra! Tendría que hacérselo mirar porque lo que le estaba pasando con aquel hombre no era ni medio normal desde el momento en que le volvió a ver en el gimnasio del instituto.

La mañana pasó tediosa y lenta, muy lenta. Paula deseaba que llegara el fin de su jornada para salir y encontrarse de nuevo con Marcos. Vio pasar a Ernesto Tablada y contestó con una sonrisa y un leve movimiento de cabeza al saludo del Presidente del Grupo. El recuerdo de Marcos no se le había despegado de la cabeza ni una vez, sin embargo el hecho de ver a Tablada le dio una luz más oscura a su pensamiento trayéndole algo que parecía haber olvidado, su investigación, sus dudas hacia la honradez de Marcos, incluso de Luis.

“¡No, no, Paula, estás confundida! Seguro que entendiste mal. Las palabras se pueden tergiversar sin querer; se puede entender lo que no es. Seguramente has tomado por B lo que sencillamente es A.”

Queta le había dicho muchas veces que como buena Sagitario su mente volaba en el mundo de la imaginación con demasiada facilidad, que a ella le iba más lo subjetivo y que el periodismo debía ser objetivo, que debía adaptarse a la escritura creativa, que era lo suyo. Y era cierto. Así que con respecto a Marcos había imaginado demasiadas cosas. Además, él se prestaba a ello; doble nacionalidad, dos nombres y apellidos diferentes, no aparecía con ninguno en las redes sociales, en ningún momento le había visto pagar nada, ni sacar una tarjeta. Solo le vio dar una gruesa propina al aparcacoches del Carlton… Seguro que todo eso tenía una explicación muy lógica y muy decente…

-¿Qué te pasa?

-¿Qué?- Volvió a la realidad gracias a la voz de su compañera.

-De pronto te has puesto muy seria y te has quedado callada. Por un momento has debido olvidar que viene a buscarte ese bombón que no sé por qué se ha fijado en ti y no en mi.-Bromeó.- Nena…¿le puedes dar un achuchón de mi parte? Seguro que todo lo que no se ve lo tiene tan bien puesto como lo que se ve. ¡Aprovecha, tonta, que mañana será otro día!

Paula consiguió sonreír y apartó de un manotazo los grises pensamientos. No, estaba equivocada y ya. Además Queta tenía razón. Mañana sería otro día diferente.

 

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