ALGUIEN COMO TÚ


LAS SEÑORITAS DE LA MESA REDONDA.


 XI

             

 La situación se revolvió algo entre los cuatro hombres. Ella sabía que estaba en los brazos de Salinas, no solo porque su voz era la que le llegaba más cercana, también porque podía sentir la calidez de su aliento en las mejillas y su aroma …¡Dios, qué bien olía!...Era una mezcla suave y a la vez excitante, ignoraba de qué, nunca se había distinguido por su memoria olfativa, solo sentía que le encantaría engancharse a su cuello y comérselo a besos…y más…

 -¡Llamad a un médico!- El grito de Luís le destrozó el momento.

-No, no Luisón, espera, mejor la acomodamos en el coche y la llevamos a un hospital…

  ¡Luisón!... A Paula le sorprendió oír de nuevo el apelativo que usaban en el instituto para mencionar a Luis Rodríguez.

 -No os agobiéis.-Dijo el que la había descubierto- Es una simple lipotimia causada por el susto.- Túmbala en el suelo y levántale las piernas, que estén mas altas que la cabeza…¡Manolo, en el coche hay agua, tráela! Tranquilos, veréis como vuelve en si.

 Y Paula, con los ojos cerrados, devanándose los sesos para buscar una solución que no le llegaba. Alguien con el don de la oportunidad empezó a darle aire con un abanico o un cartón o algo así.

 -No vuelve…-Decía Marcos con tono preocupado.

 -A ver si dándole aire…

 ”¡Lárgate Luisón! Tan oportuno y listillo como siempre…y deja de darme aire con lo que sea…¡Apesta como una rata muerta!

-Sigue gustándote ¿eh, canijo? En el instituto estabas loco por ella y ni siquiera te tenía en cuenta…Claro que a tu lado parecía tu madre…- Luis seguía dándole aire como si quisiera encender un brasero de carbón.- Pues te diré…no es tan guapa…

“¡¿Será imbécil?! ¡Y deja de darme aire que voy a resfriarme… gilip…!”

Se oyeron unos gritos histéricos… desgarradores. Los ojos de Paula se abrieron espantados, pero ninguno de los hombres pudo percatarse ya que estaban todos atentos a las dos mujeres que acababan de entrar en la nave y chillaban a voz en cuello ante la imagen que tenían ante sí. Una de ellas, la de menos estatura volvió a salir pidiendo socorro y clamando por la policía; la otra, rubia y esbelta, se apresuró hacia Manolo y cogiéndole por las solapas de la americana le propinó un rodillazo en la entrepierna y un cabezazo en la frente, ¡un cabezazo!... Normal que al pobre hombre se le cayera el botellín de agua de las manos y se hincara de rodillas en el suelo antes de desplomarse por completo; sin embargo Mapi no dio la menor muestra de afectación, al contrario, siguió avanzando imparable hacia los otros, que seguían paralizados por la sorpresa. Paula tenía la cabeza levantada y pudo ver la furia de Mapi y a Julia regresando seguida por Mariano el taxista, que llevaba en su mano izquierda un bastón de grosor descomunal y en la derecha una llave inglesa, pero no una cualquiera, ¡la madre de todas las herramientas británicas!, con los que parecía dispuesto a no dejar títere con cabeza. Sopesando rápidamente la situación Paula decidió evitar la tragedia aunque ello afectara a su imagen. Intentó incorporarse, pero al ver que su movimiento llamó la atención de Julia, le hizo una señal pidiéndole que parase todo aquello. Sus años de convivencia tenían que servir para conocerse bien y la psicóloga, aunque ignoraba qué estaba pasando, si entendió el gesto de su amiga.

-¡Mapi!-Chilló viendo con el rabillo del ojo que la otra volvía a tumbarse.- Creo que la he visto moverse…

La rubia ya tenía cogido por la pechera a otro que tenía ambas manos cubriéndose sus partes nobles mientras le pedía a Mapi “con la cabeza no, con la cabeza no”…

-¡¿Qué le habéis hecho a la muchacha, cabrones?!- Mariano amenazaba a Luis con la llave en alto dispuesto a descargar el golpe.

-Nosotros nada. Estábamos aquí, la hemos visto y se ha desmayado ante nuestros ojos. Solo queremos ayudarla…

Marcos, que frente al desvanecimiento de Paula fue quien más se alarmó, ahora parecía el mas tranquilo de todos, aunque claro, a Mapi y a Mariano les quedaban dos victimas antes de llegar a él.

-Mapi, Julia, a mi me conocéis, estuve con Paula en vuestra casa; no creo que penséis que permitiría que le pasara nada ni que yo le haría daño…

En ese momento la desmayada comenzó a dar señales de vida y sus amigas corrieron hacia ella y se arrodillaron a su lado.

-¡Ay, Paulita, que susto nos has dado al verte en el suelo!- Mapi le tomó la mano entre las suyas.- Creíamos que te habían hecho algo…

Hubo un cruce de miradas muy elocuente entre las tres y sin ser explicado, mas o menos fue entendido.

-¿Está bien?-Se oyó a Mariano, que seguía amenazante, con la llave en alto y el garrote preparado, por si acaso.

Julia lanzó una mirada asesina a Paula, ahora que sabía que su amiga había fingido un desmayo, su furia se volvía hacia ella por el rato de pánico que les había causado.

-Si, muchas gracias, señor.-Contestó.

Marcos y el taxista también se acercaron a verla. Uno suspiró aliviado y el otro respiró tranquilo al notar que se estaba reponiendo; mientras tanto, los otros dos se fueron hacia Manolo que continuaba mordiendo el polvo del suelo sin poder incorporarse, o quizá sin atreverse a hacerlo no fuera a ser que volviera la rubia.

Había muchas explicaciones que dar por parte de todos, pero no era momento ni lugar para hacerlo. En otro instante, quizá otro día. En lo que quedaba de aquella larga jornada solo podían reponerse de aquel mal rato.

Paula entró en su casa con la sensación de que habían pasado años desde que salió para ir a trabajar. Había sido un día muy intenso. No recordaba uno así en lo que abarcaba su memoria. Sus amigas entraron detrás de ella, lentas y silenciosas; por su aspecto cualquiera pensaría que habían estado descargando sacos en el puerto…si Madrid tuviera puerto, claro.

La que abría camino iba encendiendo luces, la que lo cerraba las iba apagando, hasta llegar a la cocina que bien podía ser tomada como el cuartel general alrededor de cuya mesa sucedían las conversaciones importantes entre ellas. Se dejaron caer derrengadas cada una en su sitio habitual y dejaron que sus miradas se perdieran en algún punto de la nada.

-¿Queréis que prepare algo de cena?- Preguntó Julia deseando que la respuesta de la tras fuera una rotunda negativa; no es que se le diera mal cocinar, que se le daba fatal y lo odiaba, además estaba agotada como si le hubiera pasado una yunta de bueyes por encima. Par su satisfacción las otras negaron en silencio.

-Que hombre más majo Mariano. No creo que haya muchos taxistas así… Después de todo lo que ha pasado no quería ni cobrar la carrera… - El ánimo brillante se Paula se hallaba bastante opacado por el cansancio.

-Se te olvida que con que no volver a cruzarse contigo nunca más en su vida se da por pagado. No ha querido darnos ni su tarjeta para que volvamos a llamarle si necesitamos un taxi y eso que se la hemos pedido.

  Mapi se levantó de su silla y fue a la nevera de donde sacó el brick de la leche.

 -¿Queréis?

 Las otras asintieron y la sirvió fría en tres vasos.

 -Y ahora supongo que nos contarás a qué ha venido ese absurdo desmayo.

 -Cuando vosotras me contéis qué hacíais allí y como habéis llegado.

 Julia y Mapi se miraron. Fue Julia quien contestó ya que era la más creíble ya que supuestamente también estaba considerada como la más sincera.

 -Te hemos seguido en otro taxi, solo que nuestro taxista si nos ha dejado tiradas allí. – Afirmó avisada por los ojos de Mapi de que era mejor que no hablara de la aplicación del teléfono móvil.

 -Si; yo creo que con lo que me dijiste por teléfono esta mañana y con lo que buscamos y no encontramos de él en internet, íbamos predispuestas a encontrar algo malo, pero cuando entramos y vimos que Marcos o Marc o como porras se llame te tenía cogida por los tobillos y tú estabas tirada en el suelo, que parecía que estabas muerta y te arrastraba para ocultar tu cuerpo o algo así… Bueno, eso es lo que yo he pensado al verte.

 -Y yo.- Asintió Julia.

 -Pues eso, chillamos y cada una reaccionamos a nuestra manera; Julia salió a pedir ayuda y yo, ataqué, que para eso sé defensa personal…

 -Menos mal que no pude llamar a la policía porque se me cayó el teléfono de las manos; de todas formas no se donde habría llamado, con el temblor que tenía por todo mi cuerpo no conseguía ni marcar; así que cuando vi a Mariano se me abrió el cielo como si me mandara un ángel.- Por fin sonrió aliviada.-Juro que mañana juntamos dinero y le hacemos un buen regalo porque se lo merece.

 -Y yo me fui hacia el primero que vi, que era el pobre Manolo y lo tumbé antes de seguir a por los otros…

 -No digas “el pobre Manolo” porque estaban planeando enterrar un cadáver allí y echar hormigón.- Les informó Paula.

 Dos pares de ojos la contemplaron con horror.

 -¡¿Qué dices?!

 -¡Lo que oís! Lo que yo también oí detrás de aquella columna. El canijo, que sigue siendo su mote porque así le llamaba Luís, alias “Luisón”, dijo muy claramente que alguien esta muerto y que sería fácil cavar y cubrirlo con hormigón y que no tendrían más problemas… Entonces me descubrió Manolo y me preguntaron qué hacía allí y yo…no sabía qué decir y fingí desmayarme para tener tiempo a pensar en una buena excusa. Iba a despertarme cuando aparecisteis y decidí que era mejor seguir así hasta poder tranquilizaros.

 Mapi y Julia se angustiaron.

 -Tendríamos que decírselo a la policía o a alguien, ¿no?

    -¡Ni hablar de eso, Julia! Me he empuercado en esto y hasta que no descubra la trama y consiga mi artículo aquí no se entera nadie más de nada.

 -¡No dirás que vas a volver a ver a ese tío!

 -Me ha invitado a cenar mañana; si no cambia nada y sigue la invitación, por supuesto que iré y si la cancela, le seguiré adonde quiera que vaya.

 -¡Pues nosotras iremos detrás de ti!

 -¡Ni se os ocurra algo así! Me basta con que sepáis con quien estoy andando por si me pasa algo. ¡Juro que de esta encuentro trabajo en un periódico! El que más pague por la noticia, ese será mi periódico, así que no se os ocurra fastidiarme el plan.

 Terminó su vaso de leche y con un movimiento de su mano se despidió hasta el día siguiente. Sus amigas se miraron.

-Todavía nos queda una oportunidad de convencerla y hacer que deje de tentar a su suerte.

Julia no estaba convencida del todo. Sabía que Paula era sincera con todo lo que decía, con sus sospechas y sus intenciones, pero seguía pensando que todo aquello no era mas que una defensa creada por su inconsciente ante los estímulos que recibía de su antiguo compañero de instituto.


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