ALGUIEN COMO TÚ

 


            EL VENDEDOR DE HUMO

                                                                                                 VIII

 

            Allí estaba, con su casi metro noventa, su pecho ancho como el de un gladiador y sus piernas fuertes y firmes como…como… las de otro gladiador. Vestido con un traje sport en tono azul y una camisa a rayas, sin corbata. Llevaba un maletín de buen cuero en la mano derecha, que cambió a la izquierda cuando la vio saliendo del ascensor y acercarse a él.

            Paula parecía calmada, pero no lo estaba; sin querer sus ojos verdes miraban el maletín como si desearan tener rayos x para traspasar el cuero y ver lo que guardaba en su interior. Notó sobre sí la mirada de él y se obligó a variar su punto de interés.

            - Pensé que tardarías más,-comentó tras un somero gesto de saludo,- has llegado antes de lo que pensaba de…Toledo.

            -Había poco tráfico y tengo un buen chófer y un buen coche.

            ¡Mentiroso rastrero! Paula continuó sonriendo, quizá tenía buen chofer y buen coche, pero no llegaba de Toledo…

            -Espero que el negocio te haya salido bien.- Comentó apartando con disimulo  su brazo cuando la mano de él intentó tocarlo para dirigirla hacia la salida del moderno edificio.

            Si Salinas se dio cuenta de aquel gesto de Paula, no lo demostró, aunque si rectificó mostrándole la gruesa puerta acristalada mientras respondía.

            -Muy bien, si; de hecho ha sido menos complicado de lo que pensaba en un principio.

            -Ya… ¿Se puede saber de qué se trata?

            El se adelantó un par de pasos para abrirle la puerta, pero quien lo hizo fue el fornido chófer que tenía aspecto de matón. Paula imaginó que aquel debía ser el tal Finley. Más alto y corpulento que Marcos, que era decir mucho. ¡Ojalá su armario ropero tuviera el mismo tamaño de aquel tío! Ambos agradecieron el gesto y salieron a una concurrida calle del Madrid moderno, el de los altos edificios de arquitectura caprichosa que parecían querer desafiar las leyes de la gravedad, el Madrid de corazón frío, del ritmo frenético, el de los negocios a lo grande.

            -No querrás que te aburra con eso ahora. De verdad que no es nada que te pueda interesar y algo rutinario para mi, por lo que tampoco me es especialmente entretenido hablar de ello.- Le lanzó una sonrisa indiferente mientras alzaba la mano y entregaba el maletín al chófer.

            Ella se alarmó. Necesitaba estar cerca de aquel portafolios por si se le presentaba la ocasión de abrirlo y ver su contenido. Allí estaba la clave de “aquel negocio tan fácil” de eso estaba segura.

            -¿Este caballero nos acompaña?- Preguntó refiriéndose al chófer.

            -¿Finley? No.- Replicó con rapidez haciendo caso omiso al cambio de expresión que se dibujó en la cara del otro.- Finley ha sido mi…compañero, mi sombra desde hace un tiempo.- Le miraba fijamente, como si en vez de contárselo a ella, estuviera hablando con él.- Sin embargo a partir de hoy nos separamos…

            - Yo preferiría…-Empezó hablar el grandullón.

            -Está todo hablado y no hay nada más que decir.- Le cortó con un tono seco como las arenas de un desierto.- Ya sabes lo que tienes que hacer con esto. Lo están esperando.

            -Pero…

            - El coche me lo quedo yo; tú ya no lo necesitas.-No le dejó opción a réplica.

            El otro agachó el testuz y se limitó a abrir la puerta de un lujoso coche para que ella entrara. Paula no entendía de vehículos ni marcas, pero estaba segura de que aquel coche debía valer una fortuna a juzgar por su línea exterior y los carísimos acabados interiores. Seguro que en él no se llegaba con el hígado descolgado al destino, como decía Mapi que se acababa con Cirilo.

            La tristeza de Paula fue honda cuando Marcos puso en movimiento el coche alejándola del maletín. Ahora no tendría más fuente de información que él y no estaba por la labor de soltar prenda.

            -Ah, antes de que se me olvide…-Buscó en el bolsillo interior de la americana y le entregó un sobre.-Para tu amiga con todo mi agradecimiento. Me sacó de un apuro la otra noche.

            -Se lo daré en cuanto la vea.- Se obligó a seguir sonriente.-Pero no entiendo como…teniendo coche y chófer me llevaste a casa en un taxi.

            El pareció pensar un momento en la respuesta, como si no esperase aquella pregunta y no estuviera preparado.

            -Finley necesitaba el coche para otros fines.

            -Ah, me ha parecido entender que el dueño eres tú.

            -En realidad es un vehículo de alquiler que hemos estado usando desde que llegué a Madrid.- Comentó atento al tráfico.- Lo devolveré en unos días, como ya te dije quiero instalarme aquí definitivamente y cambiar mi estilo de vida.

            -¿Por qué? Da la sensación de que el que tienes es bastante bueno.

            -Quizá puede parecerlo, pero no lo es.

            Llegaron a Atocha y Marcos dejó el coche ante el hotel Marriot-Carlton. Un empleado de ademanes impolutos se acercó a abrir la portezuela de ella para que saliera y después coger la llave de manos de él para ir a aparcar el vehículo. Ella se sintió un tanto abrumada, realmente el estilo de vida de Salinas era elitista, bastaba ver la propina que le dejó al aparcacoches. ¡Ni Mapi soltaba el dinero con tanta generosidad! Pero eso no fue nada comparado con lo que ocurrió después. Los empleados saludándole por donde pasaban, indicándoles, acompañándoles…

            -Vaya, de verdad que no estoy acostumbrada a esto…-Se sentía incómoda frente a la indiferencia que mostraba él.- Todos te conocen…

            El inclinó levemente la cabeza hacia ella y sonrió diciéndole en voz baja:

            -No te dejes afectar por esto. Ellos creen que soy accionista de los hoteles Marriot.

            Le miró asustada.

            -¿Y no lo eres?- El respondió con un gesto negativo, muy tranquilo, como si aquello le divirtiera.- ¿Y si se enteran?- El volvió a contestar silencioso, con un encogimiento de hombros.    

            Paula hubiera preferido menos sinceridad en aquel momento. Aparte de estar cohibida, temía que le descubrieran y más aún estando ella con él. De no conocer la mentira de él, solo estaría cohibida.

            Les acompañaron hasta una mesa del bar donde ellos se sentaron.

            -Ahora mismo les envío un camarero, señor Bradfor, les avisaremos cuando su mesa esté lista.

            El asintió con toda tranquilidad mientras ella contenía la respiración, sin embargo cuando el otro se alejó no perdió la ocasión que tan a mano le habían puesto.

            -¿Por qué te ha llamado Bradfor?¿Es que usas un nombre falso?

            -No, es mi apellido. No sé si sabes que mi padre era americano; tengo doble nacionalidad, estadounidense y española. Mi madre se quedó embarazada cuando mi padre estaba destinado a la base de Torrejón; por problemas con su familia mi padre no pudo casarse con mi madre y aquí sigo constando con mi apellido materno, así que podemos decir que tengo dos nombres. Marc Bradfor, del Estado de Nueva York, y Marcos Salinas de Madrid, España…- Se interrumpió cuando se acercó el camarero que había mandado el encargado o lo que fuera.- ¿Qué quieres tomar?

            -Agua.

            -¿Agua? Te aseguro que la carta de vinos es espectacular…

            - No suelo beber, no me sienta muy bien…Ya lo viste el otro día…

            -Eso fue algo diferente a los efectos de la bebida. Pero está bien, aunque luego en la comida tienes que tomar vino, he elegido uno exquisito y estoy seguro de que te va a gustar.-Se dirigió al paciente camarero.- La señorita tomará agua mineral y yo lo de siempre.

            El otro se dio por enterado con lo de él, pero la petición de ella le debió parecer muy ambigua.

            -¿El agua mineral Antipodes, bling, Veen, Ogo, Aguas Lunares, Numen, Voss…Fine…? ¿Mineralización muy débil, débil, media, fuerte…?

            Paula estaba perdida y más.

            -También me vale del grifo…           

            El camarero la miró como si hablara en klingon y miró al falso accionista buscando ayuda.

            -Traiga Numen.- Dijo y el otro sonrió satisfecho y se alejó.- Te gustará, es de mineralización débil, procede de los Montes de Toledo y es de gran calidad.

            -Me siento muy ignorante al respecto,- sonrió, por primera vez desde que estaba con él, sinceramente. -Para mi el agua es la típica H2O que no sabe a nada y por lo tanto no diferencio una de otra. Ni siquiera imaginaba que hubiera tantas marcas, además de las habituales…

            Por un instante él la contempló con una mirada encantada.

            -Sigues teniendo una sonrisa preciosa que ilumina como faroles encendidos tus ojos verdes.- Sonrió al ver el desconcierto de ella.- Es cierto que nunca me dedicaste una así a mí.

            -¿Qué querías? Después de lo que me hiciste…- Le reprochó molesta.

            -Te lo repetiré hasta que el mundo se acabe: Fue sin querer. Un accidente. Aunque admito que de haber sabido que a partir de aquel momento me iba a hacer visible para ti, lo hubiera hecho antes y a propósito.

            -¡Oh, Oh, parece que estamos confesando!- Seguía sonriendo.

            -¿Qué?¿Que me encantaba tu nuca y aquella coleta alta con la que te peinaba tu madre? No es mal momento para decirlo. Claro que después ocurrió la caída…

            -Intentabas comprar mi perdón con chuches de la tienda de tu abuelo.

            -Se las robaba todos los días, ¿puedes creerlo?

            La sonrisa de ella se enfrió. Por unos breves instantes había olvidado el motivo que la había llevado hasta allí, pero aquel comentario se lo recordó, volviéndola al punto en el que debía mantenerse. El camarero llegó con el agua y un Martini. Paula, incómoda, se apresuró a tomar un trago.

            -¿Qué tal?- Preguntó él.

            -No sabe a nada.

            -Entonces perfecta.- Aseguró él.

            Ella asintió sin más y volvió a dar otro trago mirando con actitud elusiva a otra parte. Estaba molesta consigo misma. Se había dejado embaucar como una adolescente y durante un momento quedó desubicada de su intención. Pero tampoco se lo podía reprochar; aquel hombre, su sonrisa, sus ojos, su voz…¡Era encantador! Era…un vendedor de humo.

            -¿Así que has venido para quedarte?- Una vez recuperada, volvió al ataque.- El otro día hablaste de abrir una sede aquí, aunque no me enteré muy bien de qué.

            Él seguía sonriendo, pero ella se mantenía en guardia ya.

            - Está claro que he despertado tu interés.

            -Perdona.-Se excusó.-En mi trabajo hago muchas preguntas. Supongo que es deformación profesional.

            No mentía. Se pasaba gran parte de su jornada laboral preguntando. ¿A quién quiere ver?¿Con quién quiere hablar?¿De parte de quién? Y cosas por el estilo.

            -Está bien, puedo contestar a todo, pero luego me toca preguntar a mi.

            -Te aseguro desde ahora que yo no tengo nada interesante que contar.

            -Eso debería decidirlo yo después de oírte, ¿no crees?- Comentó tras darle un trago a su bebida.- Trabajas en un gran periódico, seguro que has hecho buenos reportajes aparte de los de prospecciones y sondeos.

            -¿Perdón?

            -Es en lo que estás trabajando ahora ¿no? Me lo ha dicho la recepcionista antes de pasarme contigo por teléfono.

            -¡Ah si!, cuando me has llamado desde Toledo.- Intentó evitar que su voz sonara irónica, tal vez no lo consiguió, pero si él percibió algo no pudo saberlo ya que en aquel momento volvió el encargado que les acompañó antes para decirles que su mesa ya estaba preparada.

            Le siguieron hasta su nueva ubicación. Si el bar era lujoso, el restaurante lo superaba. Allí todo eran trajes y vestidos de grandes firmas, tarjetas platino y buen gusto. Ella era el punto negro en una página en blanco.

            -No vengo arreglada acorde con este entorno.- Comentó aludiendo a sus vaqueros negros muy ajustados, su sencilla blusa de color ocre y los mocasines sin medias.

            -Deja de preocuparte, todo lo que ves es fachada…¡Hasta yo soy fachada! No me gusta vestir así, pero es necesario, hay que dar buena impresión en mi trabajo.

            Paula buscó los ojos de él al oír aquel comentario y sus miradas acabaron chocando a mitad del camino. Ella se forzó de nuevo a sonreír.

            -En algún momento me tendrás que decir a qué te dedicas…

            -En algún momento te lo diré.- Sonrió y los ojos de ella, muy a su pesar, se prendieron en la curvatura de su boca, en la igualdad de sus dientes y en sus labios perfectos.-Pero ahora, vamos a comer.


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