ALGUIEN COMO TÚ



LO QUE EL OJO NO VE, 

EL OÍDO LO PERCIBE.


 VII


En realidad estaba subiendo en el ascensor hacia el piso duodécimo, donde estaba el despacho del señor Tablada, sin saber lo que iba a hacer. ¿Iba a desenmascararle?¿Iba a espiarle?¿Qué decía si la sorprendían?

            Cuando se abrieron las puertas del ascensor asomó la cabeza para asegurarse de que no había nadie que pudiera verla. Aquella era la planta de la ejecutiva, donde todo se veía lujoso y el café y la bollería eran gratis. Lo primero que hizo fue entrar en el baño. Estaban cerrados pero ella tenía la tarjeta maestra que abría todas las puertas. Pensó en lo que iba a hacer si la encontraban allí. Solo había un motivo que justificara su presencia: Llevar un paquete a alguien…De pronto se le ocurrió una buena idea, aunque esperaba no necesitarla y que nadie la viera rondando por allí.

            Con pies ligeros y silenciosos fue esquivando las puertas cerradas de los despachos, buscando el del señor Tablada o quizá una de las salas de reuniones. Esto sería peor porque solían tener una pared de cristal, por lo que resultaría más difícil ocultarse, aunque no imposible.

            Aquel silencio de la planta empezaba a ponerla nerviosa porque se dio cuenta de que realmente el piso estaba vacío, los despachos cerrados, como si sus ocupantes se hubieran tomado un día libre, todos a la vez. ¿Sería el día de san Ejecutivo y no se había enterado? Al fin en el silencio envolvente llegó a sus oídos una voz joven, grave y con acento americano. Solo tuvo que seguirla mientras el volumen se hacía más elevado.

            ¡Mierda! Adosó su espalda a la pared como si con su cuerpo estuviera sujetando el edificio para que no se cayera. Estaban en una sala de reuniones, de las que tenían la pared transparente. Paula alargó el cuello a su máxima extensión y miró por el rabillo del ojo. Por suerte estaban sentados en el ángulo de la mesa, uno de espaldas a la puerta y el otro de costado.

            -Bien, pues ya está firmado el precontrato,- dijo Tablada con evidente satisfacción.

            -Así es.

            -Se le enviaré a nuestros abogados para que continúen con los trámites pertinentes.

            -Por supuesto, yo también.

            Se oyó un leve arrastrar de las patas de las sillas por el suelo y un breve silencio. Paula imaginó que se habían puesto en pie y quizá se estrechaban las manos. ¡Ojalá se atreviera a asomarse un poco más! No veía nada a pesar de estar arriesgándose a padecer tortícolis crónica.

            -Permítame que insista en la necesidad imperiosa de mantener en el más absoluto secreto esta transacción. Nadie debe saberlo por ahora. Es vital para nuestros mutuos intereses.-Dijo la voz de Salinas con severidad.

            -Por supuesto. Por nuestra parte nada se sabrá hasta después de la firma y el pago final. Como ve hasta he dejado la planta vacía…

            Se dejó oír el sonido de un teléfono. Debía ser el de Bradfor por que pidió permiso para contestar una llamada importante.

            -Claro, claro… Hable tranquilo, yo iré a mi despacho a meter esto en la caja fuerte hasta que se lo pueda entregar a los abogados.

             Paula volvió a pegar su espalda a la pared como si quisiera mimetizarse con ella. El despecho de Tablada estaba hacia el otro lado del pasillo por lo que no se preocupó demasiado porque la descubriera al salir.

            -Espera un momento.- Le dijo Salinas a su interlocutor y guardó silencio, quizá asegurándose de que el presidente del grupo editorial estaba la distancia suficiente como para no oír la conversación.- Dime…

            Su voz sonaba agría, molesta con quien le llamaba.

 -…Ha sido relativamente fácil…

            ¿Con quién hablaba?

            -Si, si, no intentes adularme, no te va a servir de nada. Te dije que este sería mi  último trabajo. Me retiro de esta mierda. No aceptaré mas chantajes…¡Me da igual! Yo no he ido a Harvard para esto…¡Aquí se acaba todo! Quiero vivir aquí, quiero ser Marcos Salinas de nuevo…Te enviaré todo con Finley, a partir de aquí yo estoy fuera…No quiero a Finley conmigo, tiene aspecto de matón de gatillo fácil y no lo necesito. Yo sé cuidarme solo… No  me importa lo que ocurra…Ingrésame la parte que me corresponde.

            Paula había estado atenta a todo lo que decía Salinas y por su tono seco y sus comentarios podía más o menos adivinar lo que le decía su interlocutor.

            Oyó los pasos de Tablada que volvía. Era un buen momento para irse. Se encaminó rápida hacia el ascensor sin preocuparse ya de que alguien saliera de algún despacho. No se sintió a salvo hasta que las puertas se cerraron y consiguió volver a tomar aire. Pulsó el botón de la planta baja y se apoyó en la pared sintiendo que el corazón se le iba a salir por la boca.

            Queta se asustó al verla llegar.

            -¡Pero muchacha, ¿dónde has estado?!...-se fijó en sus manos.-¿Qué es eso?

            -¿Esto?- Se dio cuenta entonces de que seguía llevando un set de baño que había cogido del cuarto de limpieza por si alguien le preguntaba qué hacia en la planta ejecutiva, explicar que iba a entregar aquel paquete. Sonrió aliviada.- Para ti.

            Siguió de corrido hacia el baño, donde se encerró. Se sentó en el inodoro. Necesitaba respirar y que el corazón retomara un ritmo cardiaco normal. ¿Qué era lo que acababa de presenciar? La firma de un precontrato secreto. ¿Por qué tanto secreto como para que el presidente del grupo editorial Tablada necesitara la planta doce vacía? Sin testigos del encuentro ni de lo que se iba a firmar. Además la conversación de Salinas por teléfono…¿Con quién? Habló de un chantaje, de retirarse…

            -¡Ay mamá, si ya decía yo que hay algo extraño en él! ¡Es mi instinto, el que me hizo estudiar periodismo! Es la voz que me grita al oído, ”Aquí hay algo raro, Paula, aquí hay algo raro, mira a ver…”

            El sonido de unos golpes en la puerta la sorprendieron hasta el punto del “casi grito”, aunque se tranquilizó al oír la voz de Queta muy enfadada.

            -¿Es que me voy a pasar la mañana en la recepción yo sola?

            -Pero si he conectado la centralita directa y no tienes nada que hacer- contestó en el mismo tono.

            -¿Y qué..? Pero me aburro. Además, tienes que venir a esconderte debajo del mostrador hasta la hora de salir porque el guaperas ya te está esperando.

            Quitó el cerrojo y salió de inmediato cogiéndole ambas manos a su compañera.

            -¡Queta, necesito que me ayudes…! El no sabe que trabajo en la recepción…

            -Ya intuía yo algo con lo de tirarte al suelo cada vez que aparece…-Se burló la de Lavapiés.-¿Qué quieres?¿Que finja llamarte?

            -¡Por favor!

            A Queta le caía bien Paula, era buena chica, educada y cumplidora, además no le costaba nada hacerle ese favor y dejar que se fuera quince o veinte minutos antes de su hora.

            -De acuerdo, pero óyeme una cosa; si de verdad le quieres, no le engañes. Las mentiras pasan factura al final, siempre. Es mejor ser sincera y ver qué pasa… También es verdad que a mi nunca me ha ido bien, claro que…  

            -Si, si…- La cortó con prisa.- Voy a quitarme el uniforme y a arreglarme un poco…

            -Vale, pero mañana me tienes que contar lo que vais a hacer…bueno, si se puede contar claro.

            Salió con prisa hacia el vestuario prometiéndole a Enriqueta que se lo contaría todo. Con tal de librarse de ella en aquel momento le hubiera prometido hasta darle su primer hijo.

            Se cambió de ropa con prisa, se retocó el maquillaje y cepilló la melena castaña hasta quitarle la marca de la goma con la que se recogía una coleta cuando trabajaba. Su cuerpo iba a cien revoluciones, pero es que su mente iba a mil. ¿Se iría con él sin saber nada más?¿Y si le pasaba algo?¿Y si de pronto encontraban su cuerpo en un descampado? O peor…¿y si no lo encontraban y nunca se volvía a saber mas de ella? Sus padres y sus hermanos se morirían de pena…Bueno, igual Anita no; aquella bruja adolescente siempre decía que era una tacaña…

            -¡Ya me echarás de menos, ya. Diez euros es mejor que nada, niñata!

            ¿Y sus amigas?...¡Claro, sus amigas! Sacó el móvil y marcó llamada. Tardó un par de tonos y respondió la voz  de Mapi.

            -Mapi…Mapi, quiero que sepas que ha venido a buscarme el canijo Salinas…Bueno, ya no es canijo. Dice que vayamos a tomar algo o a comer porque quiere devolverme tus cincuenta euros.

            -¡Ay, mira qué majo!

            -Es que…- Se mordió los labios nerviosa.- He aceptado ir con él.

            -Genial. Me alegro mucho, ya te hace falta que…

            -No, no…óyeme, quiero que sepas que voy con él.

            -Si, ya te he entendido, por eso digo, que me alegro

            -¡No! Mapi, quiero que sepas que me voy con él…

            -¡Que sí, bonita, que si! Que lo he entendido a la primera, ¿es que quieres mi bendición o qué?

            -No, es que…¿Te acuerdas de lo que dije acerca de que sospechaba de él? Pues creo que no voy desencaminada. Bueno, no lo creo, estoy segura de que es un delincuente… o algo parecido porque le están chantajeando.

            -¿Qué? No entiendo nada, pero solo diré una cosa. Olvídate de ir con él a ninguna parte hasta que nos veamos y nos lo expliques bien todo.

            -¡No voy a hacer eso! Esta puede ser mi gran oportunidad para trabajar de periodista…

            -¡Paula!

            -Te aviso, por si me pasa algo o desaparezco, para que sepáis a quien tenéis que preguntar.

            -¡Paula, ni se te ocurra! Espérame ahí…Paula…

            Paula cortó la comunicación. Aspiró hondamente. Como le había dicho a Mapi, aquella era su oportunidad. Tenía que calmarse, porque no sabía a qué y a quién se enfrentaba. Se echó un último vistazo en el espejo y salió con paso firme.

           

                       

              

Comentarios

  1. Me encanta y se pone interesante!!! 💙

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    1. Hola, me gustaría saber quién eres, porque sales como desconocida y estoy segura de que te conozco.
      Un abrazo y gracias por tu comentario.

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