ALGUİEN COMO TÚ
LA MIRADA DEL COCODRILO
VI
-¡De
verdad que no te entiendo, Paula!- Exclamó Magalen después de oír el relato de
su amiga acerca del tal Salinas.- Dices que hay algo raro en ese hombre, nos
comentas todo lo que te hace sospechar y a continuación le das una respuesta
lógica a cada cuestión.
Estaban reunidas en su cuartel
general favorito, la cocina, sentadas alrededor de la mesa redonda que tantos
secretos sabía de ellas y disfrutando de un café al gusto de cada una, menos la
embarazada, que optó por una infusión de manzanilla.
-Cierto,-intervino Julia.- En la fiesta
se presentó como Marcos Salinas, porque si se presenta como Bradfor nadie
sabría quién es. Y en el periódico se presentó con el apellido de su padre o su
nombre americano, no olvides que su nombre de pila era Marcus…
-Y si ha perdido la cartera es normal
que no tuviera una tarjeta para dársela al tal Luís Sánchez, ni pudiera pagar
el taxi, ni tuviera documentación que presentar para registrarse a la entrada
del periódico.
Suspiró molesta. Si, todo aquello
era cierto…o no. Y además…
-¿Y mis ciento cincuenta euros?- Preguntó.-
Está claro que si me trajo aquí tuvo que buscar la dirección en el DNI, que
estaba en mi bolso cartera, junto con
los tres billetes de cincuenta…
Ahí hubo un silencio por respuesta.
-Ah…-Dijo con aire victorioso,-
¿para qué necesita un rico empresario robar dinero de una pobre excompañera?. Yo
te lo digo:¡Es un estafador!
-¿Por ciento cincuenta euros?- Mapi la
ofendía al seguir sin darle importancia al dinero robado.
-También pudo robártelo cualquiera durante
la fiesta…-Insinuó Julia.
-¿Alguien me puede explicar que es
eso de los ciento cincuenta euros?
-Si, Mami, que me robó ciento
cincuenta euros que yo llevaba en mi bolso el sábado.
-¡Ah…!- Entendió Magalen al fin.- No
los llevabas.
-¿Qué…?- Preguntó como si la otra
hablara una lengua extranjera y no la hubiera entendido.
-Que te los dejaste encima de tu
escritorio y yo te los metí en el cajón para que no se te perdieran.- Miró a las
otras.- ¿Os acordáis que el sábado vine con César antes de ir al cine y que fui
a buscar papel y boli a su cuarto para apuntar los horarios de las sesiones?-
Las otras dos asintieron.-¿Os acordáis que comenté “esta no pierde la cabeza
porque la lleva sujeta al cuerpo?- Volvieron a asentir.-Pues me refería a eso. Supuse que los encontrarías con facilidad
porque como siempre estás escribiendo y en ese cajón tienes el papel…
Paula saltó de la silla como si al
asiento le hubieran salido clavos y corrió hacia su cuarto, de donde regresó
con sus billetitos apretados contra el pecho y feliz de la vida porque de
verdad no habría sabido cómo pasar el resto del mes sin pedir un préstamo a
nadie.
Las otras tres sonrieron al ver su
alivio y su alegría.
-Pues parece que está aclarado todo
y ese hombre es un hombre normal, que no se dedica a robar ni estafar.-Concluyó
Magalen con la sonrisa de satisfacción que suelen poner los detectives de
película al final tras haber resuelto un caso complicado. Solo le faltó la
guinda que coronaba el pastel.-¡Mierda de manzanilla, la odio! Dame un traguito
de café…
-Ni hablar, que le puede hacer daño
a la niña…Tú misma has dicho que ya te has tomado dos tacitas de café hoy, así
que has cubierto la dosis diaria…Si quieres te compramos Eco y te imaginas que
es café.
Ni siquiera se dignó contestar. Hubo
un breve silencio y Paula volvió a su cuarto a guardar el dinero.
-De todo esto solo tengo una duda
real.- Le dijo Julia cuando volvió a la cocina.-¿Por qué coño te has escondido
al verle entrar en el periódico?
-No lo sé. Instinto, supongo. ¿Es
que me vas a psicoanalizar?
-¿A ti? No lo necesito, eres clara
como el agua de pozo. Es evidente que el chico te gusta y de forma inconsciente
te estás defendiendo de lo que sientes, porque no quieres sentirlo, porque no
quieres volver a exponerte a que te hagan daño como te ha hecho Guille. El
hecho de esconderte tras el mostrador es el signo más claro. Lo has usado como
un muro de defensa.
Silencio general en la cocina. Y de
pronto, Mapi:
-¿A ti que te parece?
-Que le pagan una burrada por decir
tonterías como esa. Menos mal que a nosotras nos las da gratis.
Julia estaba acostumbrada a que sus
amigas no tomaran en serio sus palabras cuando se trataba de ellas, así que no
insistió. Suponía que, como siempre, el tiempo vendría a darle la razón.
Todo el misterio estaba aclarado, o
sea, que no había misterio que descubrir, aunque desde luego Julia tampoco
tenía razón al decir que a ella le gustaba Marcos, bueno, si le gustaba, era un
tío cañón pero de ahí a esconderse utilizando el mostrador como un muro de
protección…¡Cosas de Julia!
Sin embargo al día siguiente cuando
vio que Marcus Bradfor entraba de nuevo en el edificio del periódico, el
instinto volvió a hacer de las suyas y ella volvió a tirarse al suelo.
-¿Otra vez el pendiente?- Preguntó
Queta con una sonrisa torcida, demostrando que de tonta no tenía un pelo.-
Buenos días, señor Bradfor. Aviso al señor Tablada ahora mismo.
-Muchas gracias…Queta ¿verdad?
-Así es, buena memoria.- Asintió
halagada por el hecho de que recordara su nombre.
El sonrió y la cincuentona se
derritió como helado al sol.
-Por cierto, en este periódico
trabaja una señorita, quizá la conozca, Paula Merino.
Queta sintió unas uñas clavadas en
su tobillo, aun así no se inmutó, tenía ella muchas tablas como para que algo
la sorprendiera.
-Si la conozco.
-¿En qué sección trabaja?
La señora lanzó una breve mirada hacia
abajo, viendo el trasero y las pantorrillas de su compañera arrodillada y hecha
un cuatro a su lado.
-Últimamente en Prospecciones y
Sondeos.- Concluyó.-Pero permítame que avise al señor Tablada.
-Mientras él viene, ¿me puede
comunicar con Prospecciones y Sondeos, con la señorita Merino?
-Por supuesto. Ahora mismo le paso.
Haga el favor de dirigirse hacia el teléfono número tres.-Señaló una hilera de
teléfonos que había en la pared de enfrente mientras con disimulo dejaba caer
al suelo el auricular de su compañera.-Cuando me digas, te paso, pero vas a
tener que explicarme esto después, guapita.
-No hay nada que explicar,- contestó
Paula desde abajo-, es un compañero del instituto y no quiero que me vea. Va,
pásame.
Queta marcó una extensión y en el
hall del edificio se oyó el timbre del teléfono tres. Marcus Bradfor descolgó
al tiempo que una voz femenina y reconocible contestaba a la llamada.
-¿Hola?¿Paula?
-¿Si?¿Quien es?
-Soy Marcos Salinas.
-¿Salinas…?¡Ah, si! ¿Qué tal estás?-
Preguntó haciéndose de nuevas.
-¿Qué tal estás tú? La última vez
que te vi estabas algo perjudicada…
-Estoy bien, muy bien en realidad, gracias por tu interés
Marcos.
-Me alegro. Me pregunto si podríamos
vernos, quizá tomar un aperitivo o comer…
-Es que… tengo mucho trabajo…
-No te entretendré mucho, verás, le
debo cincuenta euros a una de tus compañeras, me los prestó para pagar el taxi porque
yo perdí la cartera, y he pensado que tú podrías, dárselos; aunque también se
los puedo mandar por mensajería…
Paula ahogó un suspiro. Todas sus
sospechas cayeron al suelo, como ella, Salinas definitivamente era un tío
honrado.
-Está bien. Voy ahora mismo…-Se dio
cuenta de su metedura de pata, le estaba dando a entender que sabía desde donde
llamaba.-…adónde estés.
-¿Tú estás en el periódico?
-Si…si.
-Vaya, es que ahora mismo no puede
ser porque yo estoy en Toledo. Acabo de salir de una reunión y tardaré al menos
media hora en llegar a Madrid. Puedo pasar a recogerte entonces…
-…
-¿Paula?...Esto se ha cortado,
¿Paula?
-No…no se ha cortado…¿Estás en
Toledo?- Su voz sonó titubeante.
-Si, tengo un negocio aquí, pero ya
he acabado y vuelvo a Madrid.
Paula estaba en shock. Tanto que
hasta se estiró para mirar disimuladamente por encima del mostrador y comprobar
que él estaba allí, en la pared de enfrente, con el auricular del teléfono tres
en la mano mientras mentía de forma tan descarada y con tal tranquilidad que de
no saber que estaba allí, le hubiera creído.
-Está bien, Marcos,- aceptó con
frialdad,-¿a qué hora quedamos?
-¿A la una en la entrada del
periódico?
-Hecho. Hasta la una.- Cortó.
La rubia de Lavapiés la miró
recelosa.
-Pau, pareces un cocodrilo al acecho
de su presa, húndete si no quieres que te vea.
¿Hundirse? Ya estaba hundida, ¿a qué
se debía aquella mentira?¡Decía que estaba en Toledo con la mayor tranquilidad
del mundo!...¡Un momento! ¿Y si lo que ocurría era que la había descubierto
detrás del mostrador de recepción y quería desenmascararla? Si era así iba a
tener que trabajárselo más.
-Ahí está Tablada.-Musitó Queta sin
apenas mover los labios.- Se han estrechado la mano y han subido en el ascensor.
¡Pues allá iba ella!
-¿Adónde vas?- Preguntó desconcertada su
compañera.
-¡A Toledo!
Vámonos a Toledo! Qué siempre apetece ver la catedral y el Alcázar!😀
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