Una inocente conspiración
-¡¡Estás loca!!
Mapi se frotó la
oreja convencida de que el grito histérico que su amiga Paula acababa de darle
a tan corta distancia le había dañado la trompa de Eustaquio.
-¿Qué pasa?- Se
encogió de hombros.
-¡Que ¿qué
pasa?! ¡Que estás como una cabra! ¡Eso pasa!- Volvió a gritar Paula.
Julia se tapó la
cara con ambas manos. Notaba su corazón latiéndole por todo el cuerpo; era
posible que tuviera suerte y le diera un colapso.
-¡Oh, Dios mío
esto es como una bola de nieve que va creciendo y creciendo pendiente abajo y
acabará por enterrarnos!- Lloriqueó.
-¡¿Cómo se te ha
ocurrido contarle todo eso al profesor?! ¿Es que has vuelto idiota con el café
con leche?
-¡Eh, que fuisteis
vosotras las que empezasteis con todo esto!- Se defendió la rubia.- Tu
inventando la historia del puto conde y esta tarada largándolo delante del
profesor buenorro.
-Pero era despertar
una sospecha, una especie de intuición…¡Que la mosca le zumbara detrás de la
oreja, imbécil!
-¿Qué mas da?
Ahora tiene la certeza de la historia de amor entre de Magalen con el conde.
-¡Pero ¿y si le
cuenta algo?!
-¿Qué le va a
contar? “Su amiga me ha dicho que usted está liada con un conde italiano”… No
seáis bobas. No le dirá nada.- Negó con la mayor tranquilidad.- Además, piensa
que es una pobre ingenua seducida por un canalla. Para él, ella es totalmente
inocente; la exculpa de lo sucedido
Paula dejó caer sus hombros hacia adelante.
-No volverá a
hablarnos en toda su vida…Si se entera deja de hablarnos. Si me lo hiciera a mi
yo no me hablaría…
-Lo peor es que
tendría toda la razón.- Gimió Julia.- Llegado el momento ¿creéis que entenderá
que solo queríamos procurar su bien?
-¡No seáis
agoreras! ¡No se va a enterar! Dentro de unos días mandamos al conde a la
Toscana y se acabó, ¡todo olvidado!
-Olvidado…-
Suspiró Julia desanimada.
-¡Que si…ya veréis!
¿De verdad creéis que el profesor Guzmán se va a meter en la vida privada de
ella? ¡No dirá ni pío! En primer lugar porque pensará que ella le puede mandar
a hacer puñetas diciéndole que su vida es suya y puede hacer lo que quiera. Y
en segundo lugar…
- ¿Por qué?
- Pues ¡porque
él es un científico! Piensan, meditan, analizan, pero nada más porque viven en
su mundo…-Se encogió de hombros.
Por un momento
pareció que se habían tranquilizado, pero al instante posterior Paula volvió a
sacar su vehemente genio.
-¡Mira, me da
igual! ¡Yo lo único que quiero es salir de todo esto!-Atajó -Y por cierto,
¿dónde había ido Magalen?
- Ni idea.
Supongo que habrá ido otra vez al Luxury a darle una vuelta a Salvatore.
-¡Oh, cielos!
-¿Quieres
callarte ya?¡Con tanto oh cielos me estás poniendo de los nervios.- Le gruñó
Paula a julia. A continuación se volvió hacia Mapi apuntándole amenazante con
el índice enhiesto y dispuesto para el disparo.- En cuanto ella llegue le vas a
decir que has visto a Salvatore, que le has dicho que no quieres tener nada con
él y que, muy triste, ha decidido volver a Italia con su mujer y su prole a
olvidarte.
-¿Así de
sencillo? ¡oye guapa, para que te enteres, lo que yo tuve con Salvatore no se
le va a olvidar tan fácilmente! A mi los hombres me recuerdan.
-¡Claro que si!
¡Si tu teléfono está en la agenda de medio mundo!...y porque la otra mitad
somos mujeres que si no…
-¡¿Eso va con
segundas?!
-¡Solo si te
saltas las primeras!
-¡Oh, cielos…!
¿Pero es que os vais a pelear? Ahora tenemos que estar unidas…
-La llorona tiene
razón.- Mapi aspiró aire y lo soltó lentamente para tranquilizarse.
-Si…bueno, tres
cabezas piensan más que una.
Se hizo la calma,
aunque algo tensa, entre las tres. Al menos la razón se había impuesto.
-Sigo pensando
que lo mejor es que le digas que el conde se ha ido.- Insistió Paula.
-Y yo te digo
que no se lo va a creer...
-Yo estoy de
acuerdo con ella, Paula, no se lo va a creer. Pero, Mapi, Paula tiene razón,
esto ha ido demasiado lejos. No calculamos el tesón de la aragonesa y para
colmo hemos aumentado el porcentaje de riesgos al meter al profesor en el ajo.-
Julia habló claramente y con tranquilidad.-Y esto se está convirtiendo en una
bola de nieve que cae pendiente abajo, haciéndose cada vez mas grande…¡Y nos
está arrastrando!- Acabó su tranquilidad con un gemido angustiado.- ¡Así que
vamos a hacer algo, ya, porque Magalen no es tonta y además es desconfiada y
muy cabezona!
-Tanto ir al
Luxury sin encontrar al conde…; pronto le zumbará la mosca.- Dijo Paula.
-Si es que no le
zumba ya.- Apuntó Julia.
-De todas formas
inténtalo, Mapi; si pudiste convencerla de tu relación con el conde, podrás
convencerla de que todo ha acabado y él se ha ido.- Paula insistió.
Mapi lo meditó
detenidamente y tras un par de eternos minutos asintió, lo que devolvió el oxigeno
a los pulmones de las otras.
-De acuerdo. Lo
haré.
- Hoy mismo, por
favor, antes de que la bomba estalle y saltemos por los aires.
-Hoy mismo, en
cuanto llegue le…-Se interrumpió al oír que se abría la puerta del piso.
La puerta se
cerró y ellas tres, nerviosas, se ordenaron a la vez silencio y precaución.
-¿Magalen? Ven a
la cocina, tenemos una buena noticia…
Magalen entró y
sus amigas la saludaron con una enorme sonrisa de raja de melón, asombrándose
de lo guapa que estaba con el traje azul celeste, de hecho le quedaba mejor que
a Mapi y es que tenía un tipazo que daba envidia,¿ por qué no se vestiría siempre
así?
-La
necesito,-dijo, dejándose caer rendida en una silla- porque no os imagináis el
día que he tenido.-¡ Ha sido de lo más extraño en el laboratorio! Imbécil y
Atontao estaban hoy en el cenit de sus motes y el profesor les ha echado a
empujones. Para colmo he vuelto al hotel y el dichoso conde tampoco estaba, he
intentado hablar con su secretaria, por que tiene una secretaria de verdad, eso
me ha dicho el recepcionista, pero tampoco estaba. Y ya me mosquea tanta
ausencia, porque nadie alquila una suite en un hotel tan caro y lujoso para no estar
nunca en ella. Esto es raro…- Dijo lo último como para sí misma.
Paula tragó un
nudo del tamaño de una pelota de golf.
-¿Qué…?
-Pues que no
esté nunca…- contestó pensativa.- A mi me parece que aquí hay algo más…
-¿Qué… va a
haber, mami?- Hasta Mapi se preocupó al verla tan pensativa.
-No sé…Pero me da
que en todo este asunto hay algo que no cuadra…yo creo que le han dicho al
conde que quiero verle y sabiendo que soy otra persona a la que espera, no coge
el teléfono de la suite…
Las otras
volvieron a respirar; por un momento pensaron que sospechaba de ellas. Como era
mejor no llegar a aquel punto y que dejara de romperse la cabeza, Mapi dijo
alegremente.
-Otra buena
noticia para celebrar…
Magalen la miró
interrogante.
-¿Otra? Ah, si, ¿Cuál
es la buena noticia que me queríais contar? ¿Por qué has ido esta mañana al
laboratorio? Han dicho algo de unas llaves…
-¡Olvídate de
las llaves! Eso ha sido la escusa que tus compañeros le han dado a tu profesor
para justificar tu ausencia. Al de la cara cuadrada le dio tiempo a decírmelo y
yo le seguí la corriente. Lo que he ido a decirte es que ¡Salvatore se ha ido!
Ha vuelto a Italia. Me ha llamado y me ha dicho que tiene una urgencia de
negocios o algo así y que me espera allí. Y yo le he dicho que no iré…
Magalen sonrió dándose
tiempo para asimilar aquello.
-¡Pero qué estupendo!
¡Me alegro tanto…tanto!- Abrazó
encantada a Mapi.
Las otras
aplaudieron su contento… o, más bien la interpretación. ¡No se lo creía! No se
lo hubiera creído ni aun estando borracha. Era imposible que tanto Martini como
Mapi se hubieran rendido tan pronto.
Más tarde, en la
cama, todo era dar vueltas y mas vueltas sin encontrar postura y sin que
acudiera el sueño a darle descanso. Había algo sospechoso en la precipitada
partida hacia Italia del conde Martini. No entendía tanta pasión y tan pronta
rendición. Dudaba que el mismo hombre que había escrito aquella flamígera carta (que ella jamás
enseñaría a Mapi) se hubiera dado por vencido tan pronto. Pero sobretodo y, aunque
se resistía a ello, dudaba de Mapi, de aquel cambio tan radical. El sábado
lloraba amargamente porque temía echarse en los brazos del conde y de pronto
todos sus temores se disipaban y le arrojaba de su lado, así…como si nada…
Una sombra fría
pasó por su mente. ¿Y si lo que realmente pretendía Mapi al engañarlas era librarse
del intenso acoso al que ella estaba sometiendo al conde, para poder estar con
él tranquilamente? ¿Y si él, en vez de aceptar una derrota, la había convencido
para que se quitara de en medio a su “molesta” amiga y ella había caído en sus redes
otra vez? Solo había una forma de saberlo.
Le parecía algo
execrable dudar de la palabra de su amiga, pero lo consideraba un mal menor
teniendo en cuenta lo que realmente estaba en juego. Deseaba más que nada que
Mapi les hubiera contado la verdad, pero se sentía en la obligación de
comprobarlo; así que apenas llegó al laboratorio la mañana siguiente, bien
temprano, entró en el despacho del profesor y marcó un número de teléfono.
-Lo siento.- Le
respondieron lo de siempre.-Nadie contesta en la suite Imperial.
El corazón se
sostuvo con un hilo de esperanza.
-¿Quiere decir
que su ocupante se ha ido definitivamente? ¿Podría decirme si sigue inscrito en
el registro del hotel su excelencia el conde Salvatore Martini?
- Si está
inscrito, pero no contesta al teléfono.
El hilo se
rompió muy a pesar de ella.
“¡Mapi,
Mapi…!¿Qué estás haciendo, loca?”
Se sentía
defraudada, dolida, porque en el fondo le hubiera gustado equivocarse al dudar
de las palabras de su amiga. Estaba claro que tenía razón al sospechar que
había algo detrás de todo aquello. ¿Qué podía hacer a partir de aquel momento?
Porque si bien era cierto que carecía de autoridad moral para meterse en la
vida de su amiga cuando era evidente que ella la quería dejar fuera, también lo
era que fue la misma Mapi quien le suplicó su ayuda para no caer en brazos del
conde. ¿Lo intentaba por última vez o lo dejaba estar y que Mapi cometiera el
mayor error de su vida usando su derecho inalienable a equivocarse?
El profesor
Guzmán la observaba. De nuevo la notaba ausente, sin concentración y muy
pálida.
-¿Le ocurre algo,
señorita Peña?
- No… no… Nada.-
Intentó sonreír pero no lo consiguió. Sin embargo, siguiendo un impulso, se acercó
a su jefe.- Profesor…¿Puedo salir un momento?
César frunció el
ceño al mirarla fríamente.
-¿Para qué?
-Se trata de un…
asunto personal.- Contestó en voz baja para que no la oyeran sus compañeros.-
Apenas tardaré; le agradecería mucho que me dejara salir.
¿Un asunto
personal? El catedrático de Bioquímica la miró de arriba abajo; era cierto que
aquel día no se había vestido con un traje caro, pero tampoco había vuelto a
sus habituales pantalones vaqueros. El sencillo vestido primaveral que llevaba seguía
saliéndose de lo normal en lo que era su costumbre, le marcaba sus formas ajustándose
a su cuerpo. Estaba claro, quería ir a ver al conde, si no,¿ para qué le iba a
pedir permiso? Lo más lamentable era que él no tenía razones para negárselo. La
miró al fondo de los ojos, suspiró y dijo:
-No, lo siento.
Fue evidente que
ella no se esperaba aquella respuesta, que en ningún momento llegó a pensar que
él le denegaría el permiso.
-¿Por qué no?-
Preguntó como si acabara de recibir un derechazo en el estómago.
- Es que… debe
estar aquí porque vamos a empezar…
-¡Esto es inaudito!-
Exclamó ella fuera de si.- ¡Siempre vengo la primera, me voy la última y para
una vez, una sola vez, que necesito salir, ¿no me deja?!- Se enfrentó a él.-
¿Sabe lo que le digo? ¡Que me voy de todas formas!- Se quitó la bata a tirones
y ni se molestó en colgarla en el perchero.- ¡Haga usted lo que mejor le
parezca, me trae sin cuidado!
César quedó
envarado con la reacción de ella. La vio irse y aún así le costó creer lo que
acababa de pasar. ¡Santo cielo! Era cierto todo lo que había dicho la señorita
Mapi acerca de las dudas que tenían de ella… Lo dejaba todo por ir tras el
maldito conde…¡Hasta se había enfrentado a él! Jamás había hecho algo así.
-Tengo que
salir.- Dijo a sus otros ayudantes mientras se quitaba la bata con prisas-Sigan
con lo que están haciendo.
Salió sin cerrar
siquiera la puerta tras él, poniéndose la americana sport con coderas de cuero
que solía llevar cuando, como aquel día, iba vestido con vaqueros y camisa.
Llegó al
aparcamiento a tiempo de ver el coche de ella saliendo del campus. Subió al
suyo y la siguió. A aquellas horas de la mañana había poco tráfico en Madrid, aunque
si el suficiente como para que ella no se diera cuenta de que él la seguía de
cerca, aunque dudaba que ella lo notara aunque estuvieran solos en la calzada,
así de ofuscada y de ciega había salido a buscar al italiano… Porque seguro que
iba a reunirse con él.
Magalen dejó su
utilitario en el aparcamiento del hotel Luxury y entró como una tromba en el establecimiento.
Como siempre había mucha gente en el hall y, como siempre, ella fue directa al
mostrador de recepción. César la observó semioculto tras una columna. La vio
hablar con un recepcionista. El tipo descolgó el teléfono y poco después volvió
a colgarlo. Habló algo con Magdalena y ella sacó un bolígrafo para escribir
algo en un papel que el otro le entregó junto con un sobre. El recepcionista
dejó el sobre en un casillero determinado mientras ella se metía en el bar del
hotel.
César se acercó
entonces a un extremo de mostrador y llamó la atención del recepcionista,
alejándole de sus compañeros.
-Dígame, señor.-
Sonrió el empleado.
César sacó un
billete de su cartera y con cierto disimulo se lo mostró al recepcionista.
-¿Le gustan a
usted este tipo de cromos?
El empleado bajó
sus ojos hacia el billete de cincuenta euros y luego, sonriendo más ampliamente
y con un brillo interesado en los ojos, volvió a mirar a César.
-Si señor, ¿y a
quién no?
- Pues podría
añadir este a su colección si me dice qué ha hablado con usted la señorita que
acaba de entrar al bar.
El empleado
cogió el billete y lo guardó en su bolsillo tras mirar a su alrededor para
cerciorarse de que nadie le veía hacerlo.
-Es la
secretaria del señor Conde Martini. Lo sé porque hace días que viene a ver a
su… ”jefe”, aunque le diré, señor, que conozco a la verdadera secretaria del
conde y no se parece en absoluto a ella. El hecho es que el señor conde no se
halla en su suite, pero ella insiste en verle y le ha dejado un mensaje.
-¿Qué pone en
ese mensaje?
-Que le espera
en el bar.
-Ya.- César sacó
otro billete.- ¿Y si le doy otro cromo a cambio de que se olvide de entregar
esa nota?
-Lo siento, no
puedo hacer eso… y menos por un cromo repetido…
El bioquímico
sacó un billete de veinte. Aquel tipo era un sinvergüenza a pequeña escala,
había sido una suerte tropezar con él.
- Creo estos dos
colores combinan muy bien.
- Le diré: Yo soy más bien vegetariano, ¿sabe?
- Entiendo, pero
un cromo verde necesita más negociación.
-Negociemos.-
Aceptó el otro con gusto.
- No entrega la
nota y además, me la da a mi para evitar que alguien se confunda y la entregue
accidentalmente.
-Por supuesto,
señor.-Y alzando la voz añadió:- Si, señor Pérez, precisamente han dejado un
mensaje para usted.-Se alejó hacia el casillero y volvió con la nota para
entregársela. – Aquí tiene, señor Pérez.
César le
agradeció la entrega con su generosa propina y comprobó que aquella era la
letra de su ayudante y que efectivamente el mensaje decía lo que el
recepcionista le había comentado con anterioridad. Aseguraba que no se iría de
allí sin verle y hablar con él. Meditó aquello un instante y con decisión puso
en la mano del recepcionista otra estampita anaranjada. El otro sonrió
encantado y a la vez sorprendido.
-Dentro de unos
minutos entrará usted en el bar y le dirá a la señorita que la secretaria del
señor conde ha llamado para avisar que llegarán tarde esta noche. Como usted
sabe que ella le está esperando ha creído conveniente advertírselo. ¡Y por
supuesto, a mi no me conoce!
-¿Puedo ayudarle
en algo caballero?
César sonrió y
se apartó del mostrador dirigiéndose al bar; esperaba que el recepcionista
cumpliera su parte, claro que teniendo en cuenta la generosidad de él tendría
que echarse a sus pies.
La vio sentada
en una mesa ante la que había una copa de vino blanco. Fue hacia allí y se puso
ante ella; al principio no le vio,
estaba inmersa en sus pensamientos, pero debió llamarle la atención aquella
figura inmóvil. Alzó la mirada azul de sus ojos y su expresión demostró la sorpresa
que le causaba verle allí.
-¡Profesor…que…!
- La he
seguido.-Admitió sin el menor apuro.- Ha salido tan alterada que me ha dejado
preocupado, así que he salido tras usted.
-Yo… es que…- Se
encendió como una llama y eludió su mirada.
-¿Puedo
sentarme?
-Prefiero que no
lo haga, estoy esperando a una persona…
-Bueno, si esa
persona llega le prometo que yo me iré.- Comentó con mucha seguridad y una
agradable sonrisa que consiguió desarmarla.
-Está bien.-
Accedió apartándose para dejarle sitio en el sofá que ocupaba.
El local era muy
agradable, estaba iluminado por la luz diurna que entraba por las cristaleras y
por varios focos estratégicamente colocados. Se respiraba un ambiente
tranquilo, amenizado por música suave que permitía conversar en tono discreto.
Magalen no podía creer que él la hubiera seguido. Le miraba como si se tratara
de una aparición espectral provocada por su subconsciente. El volvió a sonreír aunque
atendió al camarero que se había acercado.
-Póngame un vermút
Cinzano.
- Lo siento
señor, tendría que ser Martini…
Si aquel tipo le
hubiera dado tres patadas en la boca del estómago él le habría mirado con menos
resentimiento.
-Un vino blanco.
El camarero se
alejó y él volvió a mirarla con su mejor sonrisa. Ella se sintió en la
obligación de decir algo que excusara su anterior comportamiento.
-Yo… siento la
escena de antes en el laboratorio. Créame que me avergüenzo de mi actitud,
pero…- Dejó el resto en el aire.
- No se
preocupe, yo tampoco he debido negarle el permiso, porque es cierto que es la
primera vez que lo pide.
Ella eludió su
mirada.
-Usted se
preguntará a qué se debe esta aparente urgencia por venir aquí a tomar una copa de vino… y
supongo que le debo una explicación ya que afecta a mi horario de trabajo.
- La escucho.-
La animó a seguir.
Ella estaba tensa cuando se atrevió a
mirarle tras un instante de silencio.
-Yo… no puedo
decir mucho, pero …estoy ayudando a una amiga… que tiene un problema.
César se quedó
boquiabierto. ¡Una amiga! Estaba claro que ella quería escudarse tras la figura
de una tercera persona, seguramente se sentiría más cómoda así que hablando de
si misma, posiblemente lo hacía para no sentirse juzgada; siempre era más fácil
hablar de “una amiga”. Pensó que lo mejor era ser claro y hacerle ver que podía
confiar en él.
-¿Es que no
confía en mi? Hace años que nos conocemos, Magdalena.
Ella quedó
impactada al oírle decir su nombre. Le miró con sorpresa, turbada, tanto que él
pensó que había cometido una incorrección.
-¿Me permite que
la llame así?
-Si…claro, ese
es…mi nombre.- Asintió sonriendo tímidamente.
El también
sonreía.
-Bien,
Magdalena…
¡Y lo repetía!
¿Es que no se daba cuenta de que a ella le provocaba una taquicardia cada vez
que oía su nombre pronunciado por la grave y profunda voz de él?
-¿Si?- Preguntó
con el escaso hilo de voz que le había dejado la impresión recibida.
-Seré sincero. Lo
sé todo.
-¿Qué lo sa…?-
Se interrumpió abruptamente al comprender el alcance de aquellas tres palabras.
-¿Qué es lo que sabe?
- Todo lo
…referente al conde Martini.
Magalen se quedó
sin aire, sin comprender nada.
-Pero…¡Pero…¿cómo…?!
- La señorita
Mapi me lo contó.
La joven no
lograba salir de su incredulidad ante aquella declaración; se sintió furiosa, si
es que cabía algo más, con su amiga. ¡Caray con Mapi! Le contaba envuelta en
lágrimas su historia con el italiano, le suplicaba que no dijera nada a nadie y
resultaba que todo el mundo se iba enterando por la propia afectada. ¿Qué sería
lo próximo? ¿Se lo oiría decir a Matías Prats con un chistecito al final de las
noticias? ”Mapi confiesa su relación con el conde Martini, al parecer el
apellido se le subió…a la cabeza”
-¡Mapi!
Pero…¿por qué se lo ha contado a usted?- Por más que lo pensaba no podía
entender qué tenía que ver él en aquel tueste.
-No debe reprocharle nada a ella, es…una buena
amiga suya, debe saberlo usted. Fui yo quien, en cierto modo, la obligué a
confesar la verdad cuando mencioné la actitud extraña que está manteniendo
usted últimamente. Ella me explicó los motivos que la llevan a usted a hacer lo
que está haciendo, para que yo comprendiera por lo que está pasando por culpa
de ese hombre…Y lo entiendo, créame.
¿Así que era
eso? ¡Pobre Mapi, debió sentirse muy avergonzada al confesarle parte de su vida
íntima al profesor, que era un desconocido para ella. ¿Y todo para qué? Para no
causarle problemas en su trabajo. ¡Querida Mapi, solo por aquel acto tan
cariñoso podía perdonarle en parte su mentira acerca de la marcha del conde!
-Bueno, y ya que lo sabe todo, ¿qué opina usted?
El no contestó
de inmediato. Mientras esperaba a que el camarero dejara la copa de vino y se
alejara, le daba tiempo a pensar qué decirle para que Magdalena no se sintiera atacada por él .
-No quiero que
piense que la juzgo, usted me conoce y no hay nada más lejos de mi intención.
Entiendo que… cometió un error empujada quizá por su propia candidez, por su
juventud…
Magalen asintió,
ella estaba de acuerdo con aquello. Mapi era demasiado joven en aquel tiempo y
sus pocos años eran más que un atenuante a su conducta, eran, incluso, los que
la convertían en víctima.
-De todas formas
no debe cometer un error mayor,-continuó él clavando su negra mirada en los
limpios ojos de ella,- porque ahora ya no es una niña ingenua, ni está en un
país extranjero rodeada de extraños, a merced de ese desaprensivo. Ahora está
en su ambiente, rodeada de gente que la quiere y la apoya, con una carrera y un
brillante porvenir por delante.
Magdalena
asentía a todo lo que él decía. ¡Era como si le estuviera leyendo el
pensamiento! Ella tenía la misma opinión. Mapi ya no estaba sola; ¿acaso no se
lo estaban demostrando ella y Julia y Paula…y hasta el profesor?
César se iba
animando por momentos. Le parecía que la estaba convenciendo y la actitud de
ella ante las palabras de él le hacían sentirse optimista.
¡Lo que son las
cosas del respeto y el trato distante!...De haber tenido ellos la confianza
suficiente para tutearse, aquella equívoca conversación no habría comenzado
siquiera, porque Magalen se habría dado cuenta de que él hablaba de ella y no
de Mapi, cuyos problemas creía estar comentando.
-Su amiga Mapi
está preocupada por usted.
-Créame, tiene
motivos.- Asintió, pensando en la mentira que les había contado la noche
anterior acerca de la partida del conde hacia Italia.
-¿Se refiere a sus
dudas sobre si debe o no irse con ese hombre?
-Ese es otro
tema. Yo me refiero a sus mentiras. ¿Sabe que ayer me dijo que el conde se
había ido a Italia? ¡Mentira! El sigue aquí, es este hotel, en la suite
Imperial por más señas…
-Quizá lo hizo
por el bien de usted…
-¿Por mi bien?-
Le extrañó aquel comentario del profesor.-¿Qué gano yo con que me mienta?
-Quizá a ella la movió el deseo de que usted
no vea al conde.
- No lo dude,
eso es lo que quiere. - Replicó con creciente indignación. ¿Acaso no era
evidente que la pretensión de Mapi era quitarla de en medio para poder
encontrarse con el viejo verde sin que ella lo impidiera?- Claro que yo no me
lo creí del todo y lo he comprobado por mi misma, así que Mapi va a saber lo
que es tener problemas cuando la vea y le diga las cuatro cositas que le tengo
reservadas…Y en cuanto al teme de evitar que vea al conde, ¡lo tiene crudo!
¡Nadie podrá evitar que yo le vea!
¡Santo cielo,
ella estaba obcecada con aquel tío! ¿Qué le habría dado el dichoso conde? César
podía entender la alarma de la señorita Julia y de Mapi y la otra…No recordaba
como se llamaba la tercera. Había motivos más que suficientes para temer que
Magdalena echara a perder su vida para poder estar con un viejo que le doblaba
la edad y que no le ofrecía más que un dúplex y una farsa en la que ella sería
“la secretaria” ¿Cómo podía aceptar ella algo parecido?¡Se merecía más! ¡Mucho
más!
En ese momento
oportuno llegó el recepcionista del hotel. Le ignoró a él dirigiéndose a ella
solamente.
-Señorita, disculpe
si la molesto, pero he sabido que Su Excelencia el Conde Martini volverá tarde
esta noche. Su otra secretaria ha llamado para hacer unas indicaciones acerca
de ello. Yo, a sabiendas de que usted le espera, me he tomado la libertad de venir
a advertirselo.
El desconcierto
de ella fue notable. Parpadeó confusa, sin saber qué hacer. Musitó unas
palabras de agradecimiento para el empleado y suspiró pensativa. César Guzmán
la observaba disimulando la satisfacción por su triunfo. Quizá la señorita Mapi
no pudiera evitar que su amiga se encontrara con el viejo, pero él lo había
conseguido.
-Parece que hoy
no podrá verle.- Dijo ocultando su sentimiento de victoria.
-Si, eso parece.-
¡Una vez más! Aquel tío era una anguila, ¡no había forma de cogerle!
- Si me acepta
un consejo, debe dejarlo por hoy…- consultó la hora en su reloj.- Pronto será
la hora de comer, ¿qué le parece si nos vamos? La invito a comer. Conozco un
mesón en la calle Cuchilleros donde preparan la mejor comida de Madrid.
-¿Us…ted y
yo…?¿Com…comer juntos? Pero…
-¡Vamos! No
estará pensando quedarse aquí todo el día sabiendo que él no va a volver…
Olvidarse del
conde por un tiempo era ya de por si una tentación, pero olvidarse yendo a comer
con el profesor era el colmo de sus sueños.
-¿Cree que es
correcto?- Dudó.- Quiero decir, ¿qué pensará la señorita Ríos si se entera?
- Natalia es
solo una amiga mía, no pasa nada entre ella y yo, como tampoco pasa nada por
invitarla a comer a usted.
Ella sonrió
tímida. Era cierto. No pasaba nada. El la estaba invitando a comer y ella se
comportaba como si fueran a ir al banquete de la boda. ¡Era ridícula!
-Está bien.-
Aceptó conteniendo a duras penas su emoción.
Bien, se van a comer juntos. A ver como se sale del embrollo, porque tal y como está la situación, Magdalena se va a enterar de todo. Muchas gracias por la nueva entrega.
ResponderEliminarMuchas gracias a ti, guapa. Me alegra que te interese.
ResponderEliminarA mi también me alegra que en medio del ovillo de lana haya una cenita.... Jjjjj
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