Una inocente conspiración

 


CAPITULO 5

 

      Magalen entró apresuradamente en el laboratorio. ¡Llegaba tarde!...Llegaba tarde a pesar de haberse levantado una hora antes de lo habitual, pero vestirse, maquillarse y peinarse como si fuera a una recepción en el palacio Real le ocupaba mucho tiempo.

      -¡Buenos días!- Saludó escueta aguantándose una expresión de fastidio al ver que sus compañeros y el profesor Guzmán ya habían llegado. Era la primera vez que ella no se les adelantaba.

     -¡Maga!- Exclamó su compañero Matías abriendo como botones sus pequeños ojillos  y recorriéndola de arriba a abajo con mirada golosa.- ¡Qué traje mas elegante traes! …Y las piernas van a juego, ¿estaban incluidas en el precio? Tu si que sabes en qué gastar el dinero.

      Magalen le lanzó una mirada ácida y como siempre no le hizo el menor caso. Fue hacia el perchero a ponerse la bata y entonces Lorenzo salió de su pasmo.

      -¡Chica qué falda mas corta!¿Y de dónde has sacado esas piernas tan largas?

      -Ya has oído a Matías: Estaban incluidas en el precio.- Colgó la chaqueta tres cuartos de color azul cielo en el perchero.- Buenos días, profesor.- Saludó al catedrático que estaba en el otro extremo de la enorme estancia.

      César Guzmán respondió con una especie de gruñido sordo. A él. Como a los otros dos, también le había sorprendido aquel cambio de imagen de la señorita Peña, claro que no lo tomó con tanto entusiasmo como aquellos dos zoquetes; solo faltaba que al hecho de pasarse el día saliendo al pasillo para charlar adosados a la máquina del café, añadieran despistarse con el aspecto de ella. ¡Entonces ya no daban bola! Claro que ella también tenía lo suyo; en vez de a trabajar en un laboratorio parecía que iba a hacerse un reportaje para alguna revista. ¿De dónde había sacado aquel traje? Era evidente que, como el del sábado, era caro y muy corto también, como el del sábado.

      ¡Por cierto, ya que se acordaba del sábado…!

      -¿Qué tal lo pasó el sábado, señorita Peña?- Preguntó cuando ella se acercó.

      Magalen se quedó paralizada. De su mano cayó su grueso cuaderno de anotaciones. Se apresuró a cogerlo.

      -¿El sá…bado?...¿El…sábado?- Preguntó aún agachada, volviendo a meter apresuradamente un papel que había salido de la libreta al caerse.      

      César tuvo que mantenerse firme y evitar que sus ojos se fijaran en aquellas piernas torneadas que mantenían perfectamente el equilibrio sobre los altos tacones de aguja de sus zapatos.

      -Si. Sabe lo que es un sábado ¿verdad?- Ironizó.- Ese día de la semana que está entre el viernes y el domingo.

      Magalen se incorporó nerviosa; tenía rojas hasta las orejas.

      -¡Ah…se refiere al sábado! ¿Que…qué tal me fue?...¿En qué sentido?- Le miró temerosa preguntándose por qué sacaba el tema del sábado. El nunca se había interesado en saber nada de sus fines de semana.

      -En ningún sentido, señorita. Es una simple pregunta. Estábamos aquí y de pronto decidió usted que tenía que ir urgentemente a la biblioteca; ¿es que no se acuerda?

      - Claro que me acuerdo… Y si, fue el sábado. Apuntó con una tensa sonrisa.

      El empezaba a impacientarse. Esperaba que ella le diera una explicación lógica a su presencia en el Ritz y en vez de eso balbuceaba como una niña a la que le hubieran preguntado una lección que no había estudiado.

      -Si, lo sé; de hecho creo que ha quedado bastante claro. ¿Fue a la biblioteca?

      - A la biblioteca…Si, si fui a la biblioteca.

      -Debió pasar unas horas muy aburridas estudiando a Levinson y Hawkins.

      -No, al contrario; me abstraje de tal manera que…estuve…estuve hasta muy tarde, si…¡Tomando apuntes!

      -Ya. Espero que le sirviera de algo.-Concluyó al ver que ella insistía en su mentira.

      ¿Por qué no le dijo que era una embustera y que la había visto en el Ritz, por lo que era imposible que hubiera estado en la biblioteca? Al menos debería sentirse avergonzada por haberle hecho perder el tiempo de forma tan desconsiderada. ¡Mientras él se esforzaba en ayudarla con su tesis ella había preferido plantarle para ir a jugar a las “secretarias” con un aristócrata italiano.

      Controló su disgusto apretando los dientes y volviendo al trabajo.

      Magalen le miró de reojo. No parecía de buen humor…¡y ella que pensaba pedirle que le diera permiso para salir a media mañana! Sabía que, por suerte, él tenía una reunión con otros catedráticos de ciencias y mientras tanto ella podría escaparse, porque en aquel momento le veía tan enfadado que no se atrevía a abordarle. Necesitaba salir. Tenía que ir otra vez al hotel Luxury a ver si, siendo día laborable, podía encontrar allí al conde. La tarde anterior había ido y tampoco estaba, así que pensó que quizá le sería más fácil dar con él por la mañana.

      El humor del profesor no había mejorado cuando le vio quitarse la bata, coger unas carpetas y salir con un seco ”hasta luego”.

      Apenas le vio irse ella abandonó el taburete y su puesto en la mesa apresurándose a cambiar la bata por la elegante chaqueta del traje Dior que Mapi le había prestado. Sus compañeros, imbécil y atontao, la miraron sorprendidos.

      -¿Qué haces?- Preguntó el imbé… Mateo.

      -Tengo que salir, chicos.

      -¿Y si vuelve el profesor?

      - Esas reuniones duran por lo menos dos horas, yo estaré de vuelta antes y no se enterará si vosotros no decís nada.- Les miró suplicante.

      - Vale, vete si quieres, pero procura estar aquí a tiempo. No pienso mentir por ti.

      - Ni yo tampoco.- Dijo Lorenzo el atontao, siempre a la sombra del otro.

      - Gracias. A veces sois casi majos…Hasta luego.

      Se fue corriendo sobre sus altos tacones, esperando tener en el hotel la misma suerte que había tenido en el laboratorio.

      Su opinión acerca de esto último habría sido muy diferente de haber sabido que en aquel mismo momento César Guzmán se estaba enterando, por boca de la secretaria del departamento, de que la reunión de aquel día había sido cancelada a causa de la ausencia de varios de sus asistentes y que se posponía a la semana siguiente. El bioquímico regresó a su laboratorio con peor humor del que llevaba cuando se fue.

      Matías y Lorenzo se pusieron lívidos al verle entrar.

      -¿Se ha olvidado de algo, profesor?

      -No, se ha cancelado la reunión.- Respondió lacónico.

      -¿Entonces ya está aquí?

      César le lanzó una mirada acre a quien había hecho tan inteligente pregunta.

      -¿Es que no me ve, Cantero?

      Los dos asistentes cruzaron una mirada cómplice. El profesor no se iba  poner mas contento cuando viera que Magalen se había ido sin su permiso, lo que sucedió de inmediato cuando fue a ponerse su bata y vio la de ella en el perchero.

      -¿Dónde está la señorita Peña?- Preguntó con un gruñido.

      Los otros volvieron a mirarse. Al fin iba a rodar la cabeza de la sabihonda.

      -Se ha ido.- Le informó Matías con voz firme.

      -¡¿Cómo que se ha ido?! ¿Adónde? ¿Con el permiso de quien?

      -Con el permiso de nadie, profesor.-Intervino Lorenzo.

      -Usted no estaba aquí,-continuó Matías,- acababa de irse cuando la llamó una compañera del piso donde vive para decirle que ha perdido las llaves y que hiciera el favor de llevarle las suyas. Y ella ha ido a llevárselas.- Mintió con una facilidad y un oficio envidiables.- Ha dicho que no va a tardar mucho.

     La explicación fue satisfactoria para César, que por un momento había llegado a pensar que su ayudante había aprovechado su ausencia para ir corriendo a sentarse en las rodillas de u “jefe”…¡de su “otro” jefe!

      Hacía un cuarto de hora que habían retomado su trabajo cuando sonaron unos golpes suaves en la puerta. Lorenzo fue a abrir y se encontró con Mapi, la escultural amiga rubia de Maga. Su mirada de horror al verla se lo dijo todo. Sin llegar a abrir más que una pequeña rendija en la puerta, lo justo para asomar la cabeza, la informó de la situación.

      -Maga no está.- Susurró con rapidez-  Se ha ido y le hemos dicho al profesor Guzmán que una de ustedes ha perdido las llaves y ella ha ido…

      La voz del jefe del equipo se oyó a su lado.

      -¿Qué ocurre ahí?

      Lorenzo cogió aire y terminó de abrir la puerta dejando ver la imagen de la visita.

      -Señorita Mapi,- Era lo único que sabía de ella, su nombre,- pase, pase con tranquilidad.

      -Gracias,- lo hizo mientras sonreía a Lorenzo.- Disculpen que les moleste, he venido a buscar las llaves, es que las he perdido.

      - Tengo entendido que la señorita Peña ha ido a llevárselas en cuanto usted ha llamado.

      -¡Vaya lío!- bufó un fastidio.- Yo he entendido que viniera aquí a buscarlas… Nos habremos cruzado en el camino sin vernos.

      Lorenzo y Matías ocultaron un suspiro de alivio. Aquella chica además de preciosa era lista, no se podía pedir más en una mujer.

      -Si no les importa esperaré en el pasillo a que vuelva, no vaya a ser que nos ocurra lo mismo otra vez.

      -No es necesario.- Matías le ofreció un taburete para que se sentara.- Estamos en unos preliminares, ¿sabe? No hay ningún problema en que espere con nosotros… no va a esperar sola en el pasillo…

      Mapi miró al profesor esperando su confirmación. Este asintió y ella ocupó el taburete.

      -¿Le traigo un café?- Ofreció Lorenzo.

      -No quiero molestarles; sé por Magalen que tienen ustedes mucho trabajo y que tienen que estar concentrados y estudiar mucho.- Miró al profesor y lanzó el dardo directamente; ella no era mujer de rodeos.-Fíjense que el sábado vino de madrugada porque estuvo estudiando en la biblioteca.

      ¡Diana! Don César se estiró como si le hubieran metido un palo por…, como si le hubieran metido un palo por…, vamos, ¡como si le hubieran metido un palo! Por la expresión de él, a la joven estudiante de Arte Dramático le quedó cristalino el hecho de que el profesor había visto a Magalen en el Ritz. A ella no le extrañaba, porque su amiga iba tan guapa que llamaba la atención, más aún de quienes la conocían, que advertían su profundo cambio con solo cuatro trapillos sin importancia y unos tacones.

      -Así que les dijo a ustedes que había estado en la biblioteca…- César frunció el ceño. Al parecer la señorita Peña había mentido a sus amigas también con el cuento de la biblioteca.

      Mapi asintió mostrando una sonrisa angelical. Bueno; ya se podía ir, había averiguado lo que quería y se sentía más que satisfecha. Se iba a levantar para despedirse, cuando…

      -¿Han notado algo raro en ella últimamente?- Preguntó el profesor como al descuido, como si l respuesta le fuera indiferente.

      -¿Algo diferente? ¿Cómo qué?

      -Pues como que ha cambiado,- se metió Matías de por medio,- siempre viene con pantalones y faldas largas y cosas así. Hoy en cambio ha venido con tacones y un traje ajustado y  tan corto que a poco más se le ven las…La ropa íntima.

      Mapi rio el comentario.

      -Eso si que sería un milagro,-dijo con una mirada maliciosa en sus bonitos ojos,- porque ella nunca usa esas cosas…

       ¡¡¡…!!!

      Silencio en la sala. Había soltado una bomba que explotó sorda.

      Los dos ayudantes parpadearon perplejos, se miraron entre si y Matías dijo:

      -¿No usa esas cosas…? ¿Se refiere a la ropa interior?

      El profesor intervino. Serio, como siempre.

      -No creo que eso le interese a usted, Cantero… Ni a nadie.-Añadió lanzando una mirada severa a Mapi por comentar con tanta ligereza las intimidades de su amiga.

      -Pero, profesor…¡ es que en mi vida me hubiera imaginado yo que Maga…!

      -¡Suficiente!- Atajó con dureza.- Señorita Mapi ¿le importa si salimos al pasillo un momento? Tendré mucho gusto de invitarla a un café mientras la señorita Peña vuelve con las llaves.

      Parecía que estaba pidiéndole que le acompañara fuera, pero en realidad ya tenía la puerta del laboratorio abierta y le indicaba la salida.

      Mapi le acompañó fuera. Suponía que, con un poco de suerte, él mismo le confirmaría que había visto a Magalen en el Ritz, aunque a ella no le hacía falta ya. Estaba segura de que su plan había funcionado a las mil maravillas. Se sintió feliz de haber logrado su objetivo. Sabía que de las cuatro, ella era la alocada, la que no pensaba, la que actuaba sin más, pero en esta ocasión había ganado.

      -¿Puedo preguntarle, profesor, a qué se refiere al decir si hemos notado algún cambio en Magalen?- Preguntó con fingida inocencia.

      César estaba ceñudo mientras metía monedas en la máquina de café.

-Me refiero a un cambio general, no solo al vestuario, a su actitud…¿Cómo quiere el café?

      Mapi ocultó su satisfacción ante el comentario. Al parecer “la señorita Peña” se había convertido de pronto en algo mas interesante que un objeto de laboratorio. Le miró mientras sacaba el café de la máquina. ¡Cielos, qué hombre tan guapo! Y aquel aire intelectual le hacía irresistible. Si por ella fuera…¡Pero no! Era de Magalen. ¡Veto total!

      El le entregó el vaso de cartón con el café y llevando el suyo en la mano le indicó unos sillones de polipiel negra que había cerca de allí.

      -Mire, señorita Mapi, nada mas lejano a mi intención que meterme en la vida privada dela señorita Peña; ella es una persona adulta y sabe lo que hace…

      - No esté tan seguro.

      -¿A qué se refiere?- Preguntó alertado.

      -¿A qué se refiere usted?

      - He notado un comportamiento algo extraño en ella.- Dudó un instante y al fin se decidió a hablar claro.- Me resulta sospechoso que no solo me mienta a mi, si no también a ustedes que son sus amigas.

      -No me diga.- Parpadeó aleteando sus pestañas para mostrar su confusión.

      -Si le digo. El sábado no estuvo en la biblioteca si no en el restaurante del hotel Ritz.

      -¡No me diga!- Exclamó fingiéndose asombrada.

      -¡Si le digo! Y no solo eso, llevaba un vestido muy caro, una amiga mía que se dedica al mundo de la moda, me dijo que era imposible que ella pudiera costearse ese vestido con el sueldo que gana aquí.- La vio quedarse boquiabierta de puro asombro. Estaba claro que no sospechaba nada del cambio de su amiga. Continuó:- Repito que no intento meterme en su vida privada, no es de mi incumbencia, pero este cúmulo de irregularidades unido a lo que su amiga, creo que era Julia, discutió con ustedes el sábado, me hace temer que quizá la  señorita Peña tenga algún tipo de problema.

      Mapi se sintió encantada al oír aquello. No se lo esperaba del sesudo profesor.

      -¿Problemas? No.

      - Me pareció que su amiga Julia se mostraba realmente preocupada por una relación que no sea aconsejable para Magdalena.

      ¡Magdalena! ¿Había dicho el nombre de pila de la señorita Peña? ¡Inaudito!

      -No haga caso de Julia. Es una alarmista. Se refería a una pasada de relación de Magalen cuando estuvo en Italia…

      -¿Ha estado en Italia?

      -¿No lo sabe?

      -No. Y eso que ha tenido ocasión de comentarlo porque, hace tres semanas, sin ir mas lejos fui a un congreso en Milán.- Dudó.- ¿Cuándo fue? Yo la conozco desde el primer curso de carrera, fui su profesor hasta la licenciatura, y en  la especialidad y ahora la tutelo para la tesis doctoral… y no sabía nada de eso.

      Mapi pensó que aquel era un momento estupendo para callarse, beberse el café y despedirse del profesor, pero ella nunca supo aprovechar ese tipo de momentos.

      - Es que a ella no le gusta recordarlo y nunca lo menciona… Le resulta muy doloroso. Fue antes. Ella era muy joven… la pobre…Ocurrió en Roma, fue allí donde conoció a Salvatore…al conde Martini, - aclaró como si creyera que él podía tener alguna duda,- ella estaba con un grupo de turistas. El la vio y se prendó de ella, la siguió por todas partes y al fin en un arrebato la abordó y la besó.

      -¡¿Cómo?!

      -La cogió por la cintura y le…

      -¡No me refiero a eso!- Exclamó él.- Quiero decir…dónde la besó…

      -Ah…Creo que fue en el Coliseo.

      ¡ Aquella pobre chica era tonta! El se refería a…

      -Ella quedó muy impresionada con él,- continuó Mapi fingiendo no darse cuenta de la mirada del profesor,- sobretodo cuando él se presentó y le declaró su amor al instante, diciéndole que nada más verla, supo que ella una Venus virgen que los dioses le mandaban de regalo para que alegrara su nido vacío y que anhelaba subirla al Olimpo…- Continuó Mapi ensoñadora, perdiendo la mirada en el limbo.

      -¿Al Olimpo? ¿A Grecia?- La despertó él.- ¿Quería llevársela a Grecia?

      - En realidad el Olimpo resultó ser un dúplex que tenía en la Piazza di Spagna, que era su nido de amor.- Respondió en un tono mas prosaico.

      -Entiendo,- dijo con voz tensa,- y una vez en el “nido” el pájaro le quitó el envoltorio al regalo de los dioses y luego les devolvió una Venus sin adjetivo…

      Mapi apretó los labios para evitar reírse ante la indignación de él y tomó un sorbo de café para disimular.

      -No, no la devolvió tan pronto…- suspiró,- hicieron el amor tres veces esa tarde y al acabar él estaba rendido…

      -Estaría exhausto, agotado…¡tres veces en una tarde!

      -… a los pies de Magalen…-  Concluyó la frase y endureció su tono como si le molestara que la interrumpiera- Vivieron un intenso romance en los días que ella estuvo allí. El le hacía regalos fabulosos. Joyas, trajes, iban a los mejores sitios, a los más exclusivos…

      César incapaz de contener su impaciencia se puso en pie y comenzó a pasear una parte del pasillo ante ella. Mapi le miraba impasible y seguía su relato:

      -…Los restaurantes más caros… teatros…limusinas…El la presentaba como su secretaria, hasta que ella se enteró que lo hacía para que no sospechara su esposa…

      -¡No me diga!- Se detuvo en seco.

      - Si le digo. Ya sabe usted que los nobles se casan con los de su clase para perpetuar la dinastía. De hecho tiene tres hijos…

      -¡Mire, yo de los nobles ni sé ni tengo por qué saber nada! ¡Casado! ¡Tres hijos!...

      - Si lo piensa fríamente algún defectillo tiene que tener…

      -¡Defectillo! Llama defectillo a una esposa y tres hijos… Claro que podría ser mormón, aunque si tuviera tres o cuatro esposas y una docena de hijos usted lo consideraría ”una falta leve con atenuantes por motivos religiosos”.

       Mapi estuvo a punto de espurrear el café. No supo cómo consiguió mantenerse y seguir con el cuento.

       -Tenga en cuenta que hombres así no menudean. Es aristócrata, rico, todo un caballero…

       - ¡Caballero!- Volvió a interrumpirla.-Un caballero que se aprovecha de una joven ingenua y le oculta que ya tiene una familia. ¡Pues vaya mierda de caballero! De noble no tiene más que el título.

       - Es un hombre que ha corrido mucho mundo. Es muy atractivo y está muy bien; nadie que le vea imagina que tiene cuarenta y nueve años, porque no los aparenta.

      - ¡¡No me diga!!

      - Si le digo.

      -¡¡Cuarenta y nueve años!! ¡Joder!- Acabó perdiendo toda la compostura.- ¡Y tanto que ha corrido mundo! Ha tenido tiempo de recorrerlo tres veces…¡a pie! ¡La leche! ¡Cuarenta y nueve años! ¡Vaya una bicoca de tío por muy conde que sea! Ella tiene veintiséis…

      -Pero es muy madura.

      -Si, tanto que de madura se ha caído del árbol. ¡De un guindo se ha tenido que caer para aceptar un tío así! Y conste que no la juzgo a ella, una chica joven que fue inocente a un viaje turístico, lejos de su familia, de su país, era una presa muy fácil para ese desaprensivo.

      Mapi asintió apenada.

      -Lo malo es que él está aquí, quiere llevársela… y para conseguirlo no escatima munición de su arsenal. La llama, ¡la acosa! Le recuerda su pasado juntos… y ella…disimula la pobre, pero a mi me ha confesado que siente como un pellizco en el estómago al pensar en él.

      -Serán las ganas de vomitar, yo también lo siento ahora.

      - No, no es eso. Ella, que le voy a decir a usted si la conoce desde antes que nosotras, es muy sensible.- Le vio asentir conforme.- Es por eso que Julia está preocupada, teme que ella se rinda otra vez.

      -Eso no puede ser…- Negó apesadumbrado. De pronto sonrió con suavidad.-La recuerdo en su primer curso de carrera…en las clases me escuchaba como…si ante ella se estuviera abriendo un mundo nuevo…Y resulta que el conde ya se lo había abierto…-parpadeó confuso y aclaró:-Me refiero al mundo…

      -Si, claro…claro…,-asintió la otra, comprensiva.

      -Pero ustedes son sus amigas… hablen con ella, aconséjenla…

      -¿Meternos en su vida? Además… ya lo sabe usted, nos ha engañado a todos para correr tras él.

      - Quizá en un caso extremo podríamos avisar a sus padres y a su hermano. Yo les conocí hace unos años; vinieron a visitarla y me los presentó cuando les estaba enseñando el campus. Muy buenas personas. No se merecen algo así, la pena acabaría con ellos.

      -¡Por favor no…no puede decir nada! Me descubrirá ante ella, le he contado todo lo que ella nos dijo en confianza…¡Sabía que no tenía que haberle dicho nada y que todo acabara con lo de antes!- Esta vez su miedo y sus lamentos eran sinceros.- Me matará cuando se entere. Nos matará a las tres.

      -Por supuesto, no se preocupe; aunque si lo supiera lo único que pensaría es que tiene a tres buenas amigas en ustedes.

      - Créame, profesor, no pensaría eso.- “Lo más probable es que recogieran nuestros restos con escoba y pala.-Parece que tarda…-Lo mejor era irse antes de que ella volviera.-Creo que es mejor que me vaya, puede ser que esté esperándome en casa pensando que yo iba a estar allí.

      -Como quiera, pero pueden volver a cruzarse en el camino.

      -Iré atenta y si no, le pediré las llaves a alguna de las otras.- Se levantó y tiró el vaso de cartón en una papelera.- Gracias por el café.

      Cada uno se fue por su lado. El profesor volvió pensativo al laboratorio. ¡Le parecía imposible que hubieran estado hablando de Magdalena! Ella que era siempre tan atenta, tan sensata, tan sencilla…y aquel canalla quería volver a aprovecharse de ella, sacarla de su entorno a cambio de…¿de qué? De una vida a escondidas en un dúplex. De hacerla pasar por su “secretaria”. Se le revolvía la bilis solo de pensarlo.     

      Encontró a sus dos ayudantes varones cuchicheando animadamente. Les lanzó una mirada caustica. Aquellos dos eran buenos profesionales, pero se tomaban el trabajo muy a la ligera.  Si él a la edad que tenían aquellos dos se hubiera tomado su carrera con tan poca seriedad no habría llegado a nada. Seguramente así les ocurriría a ellos. Probablemente se contentarían con ser unos bioquímicos mediocres en un laboratorio privado, pero eso si, con más medos materiales y económicos de los que él tenía allí.

      -Romero, ¿tiene por casualidad los resultados parciales de las pruebas hormonales de la semana pasada?

      Romero se quedó mirándole con cara de bobo como si no supiera de qué hablaba.

      -Están en el ordenador, profesor.

      -No, en el ordenador están los globales desglosados, pero me gustaría echar un vistazo a las anotaciones parciales.

      -Pues yo…

      -Cantero ¿las tiene usted?

      - En este momento no, pero es que no pensé que fueran necesario tomar notas dado que en principio carecen de importancia.

      -Usted lo ha dicho: En principio. En la investigación cualquier cosa, cualquier baremo, puede resolver un problema en posteriores analíticas. Anotarlas hubiera sido un buen detalle de ustedes.

      -Seguramente Maga las tendrá. Ella lo anota todo…- Lo dijo como si aquello fuera un defecto.

      Sin el menor azoro cogió el cuadernos de notas de su compañera y se lo entregó a su jefe.

      César contuvo un suspiro de hartazgo y acabó por aceptar la sugerencia de buscarlo allí, pero Matías lo dejó caer al dárselo.

      -Déjelo, yo lo cojo.- Se agachó a recoger el cuaderno y la hoja manuscrita que había salido de su interior. El joven catedrático pensó en un principio que ella había utilizado aquel papel para marcar algún punto determinado del cuaderno, pero al desplegarla supo lo que realmente era aquello. Era una carta del conde italiano. Probablemente  la que le hizo llegar al Ritz por medio del encargado.

      A unos metros de distancia, Matías y Lorenzo le observaban de reojo.

      -Parece que en vez de anotaciones parciales estuviera leyendo una carta de amor.-Murmuró Lorenzo burlón.

      -Yo diría que por la cara que pone sería más una en la que Hacienda le reclama dinero. Pero seguramente es que doña perfecta ha tomado mal las notas.

      - No lo creo.

      - Ni yo.

      Y es que después de las novedades que habían recibido acerca de los hábitos de su compañera con respecto a su vestuario, estaban dispuestos a pensar lo mejor de ella.

      Ajeno a aquellos comentarios, César estaba terminando de leer la carta con creciente indignación. Aquel tío sería un aristócrata, pero también era más cursi que un cerdo con lacitos rosa. ¿Aquello lo había escrito un hombre? Definitivamente tenía una fijación con los dioses, lo curioso era que siendo italiano se refería a los griegos al aludir al monte Olimpo cuando era obvio que se hablaba del dúplex, recordándole que a ella su “nido de amor” ¡Menudo pájaro! Se despedía con una retahíla  babosa de palabras en italiano y firmaba una carta de amor añadiendo su título, sería para impresionarla. Pero lo que más deploraba era aquella definición muy gráfica, poco caballerosa por cierto, sobre los momentos íntimos. Le asqueaba hasta la nausea imaginarle besando a la señorita Peña, “bebiendo la miel de sus besos” en los labios de ella, fundiendo sus cuerpos y…¡Mierda!

       No quiso releerla. Plegó el papel y lo dejó entre las hojas del cuaderno sin sentir el menor remordimiento por aquella intrusión en la vida privada de la asistente. Ni siquiera pensó que había hecho mal, sobretodo teniendo en cuenta que el sábado ante Natalia se le había llenado la boca diciendo que no le interesaba la vida privada de nadie y menos la de su ayudante. Pero entendía que Magdalena estaba lejos de su familia y en parte se sentía responsable de ella, de que no volviera a sucumbir ante aquel degenerado corruptor de jovencitas que había sido capaz de escribir una carta así con la única intención de embaucar a una joven que tiempo atrás le quiso, porque sí, era un cursi, pero se notaba que conocía bien a las mujeres; cualquiera sucumbiría ante una carta así, aunque fuera de piedra. ¿Por qué no se la mandaba a su mujer y dejaba en paz a Magdalena?

      Quizá ella ya no era la misma jovencita que él sedujo años atrás, pero seguía siendo muy sencilla e inocente. Bastó ver el rubor que tiño su rostro al volver y verle allí, como si en vez de haber ido a devolver unas llaves a su amiga hubiera hecho algo digno de la reprobación de él.

      Magdalena miró a sus compañeros que le sonrieron de una manera extraña, observando su atuendo con ojillos brillantes y una enigmática expresión en sus rostros. Ella se temió lo peor. El profesor, por los motivos que fueran había llegado antes de tiempo y la había pillado in fraganti. Lo peor era que, una vez más, no había servido para nada.

       -Profesor usted… se preguntará porqué me he ido…y además sin su permiso…

      -No se preocupe, ya sé que ha ido a llevarle las llaves a su amiga Mapi. ¿Se las ha dado?

      ¿Las llaves…? Miró agradecida a sus compañeros.

      -Si, ya las tiene.

      -¿Se han encontrado en el camino?

      -¿Las llaves?

      -No, me refiero a ustedes. ¿La señorita Mapi no le ha dicho que ha venido aquí?

      ¿Mapi había estado allí? ¿Para qué?

      -¿Mapi ha estado aquí?- Preguntó extrañada. César asintió.- ¿Qué quería?

      El profesor la miró estupefacto.

      -Las…llaves…- Respondió una obviedad a una cuestión que no lo era.- ¿No la ha visto cuando se las ha dado?

       -Si…pero es que…no me ha dicho que ha venido aquí.

      César ahogó un fastidio. Había sido indiscreto al mencionar la visita de su amiga, si la señorita Mapi no le había dicho nada seguramente era era porque no quería que lo supiera.

      -En realidad no ha estado mucho tiempo.

      -Cierto, Maga, ha sido una visita muy corta.- Aseguró Matías.

      - Pero muy reveladora.- Remató Lorenzo con aquella extraña expresión otra vez.

      Retomaron todos su trabajo. Magdalena estaba preocupada por la visita de Mapi, sobretodo después de lo que  le había ocurrido con el recepcionista del hotel, que resultó ser el mismo que el del sábado.

       -Mire señorita, no insista en repetir que es la secretaria del conde Martini, porque no lo es. Yo conozco a la secretaria del conde, yo mismo la atendí el sábado y no es usted.

      - Eso no importa ahora, si no está el conde, ¿me puede pasar con su secretaria? Necesito verle por un asunto importante.

      -Si el conde no está seguramente su secretaria tampoco, pero en fin,- accedió algo menos estirado que antes,- llamaré a la suite Imperial.

      Pero tampoco estaba la secretaria…

      Interrumpió sus pensamientos al ver que Matías depositó a su lado un vaso con café.

      -Con leche y poca azúcar ¿verdad?- Se acodó en el mostrador en el que ella trabajaba en ese momento.

       Ella asintió y respondió a la sonrisa de él con otra sonrisa, aunque extrañada con aquella  actitud. No se fiaba nada. Sus ojos se posaron en el vaso. Seguro que tenía sal o había escupido dentro o algo peor…

      -Gracias.- Pero no lo tocó.

      - Me pregunto…qué vas a hacer esta tarde; si no tienes nada en mente podríamos ir al cine.

      -¿Contigo?

      -Si te invito no será para que vayas sola…

      - El caso es que… tengo planes.- No los tenía, pero no pensaba ir al cine con él…ni a ninguna parte fuera de allí.

       Lorenzo se acodó al otro lado y ¿le guiñó un ojo? ¿Qué estaba pasando?

      -Pero seguro que si te apetece tomar algo conmigo.

      ¿Con él? Ni el aire. ¿Habrían apostado a ver quien de los dos lograba una cita con ella o…?

      -¡Pero ¿qué se creen que es esto?! ¿Un pub de ligue?- César alzó la voz furioso y harto de aquellos dos imbéciles.-¡Vuelvan a su trabajo de una vez!

      Los otros obedecieron con desgana sintiendo sobre sí la dura mirada del profesor, que parecía estar al límite. Sin embargo no estuvieron demasiado tiempo en el sitio ya que Magalen pasó por detrás de ellos, llevando un simple metacrilato con una muestra para colocar en el microscopio. La siguieron con la mirada fija en sus piernas. ¿Eso era? ¿La minifalda? ¿Por eso estaban así de pesados?

      Se sintió nerviosa, a disgusto con el escrutinio, y sin querer se le cayó la muestra a suelo ¡Y qué fue aquello! ¡Los dos se lanzaron de rodillas al suelo como si se hubiera convertido en una piscina!

      -¡Yo lo cojo, yo lo cojo…!- Decía uno andando a cuatro patas.

      -¡No! ¡Lo cojo yo, lo cojo yo!- Gritaba el otro mientras se daban codazos mutuamente para apartar al otro y buscaban el metacrilato al tacto, porque lo que era mirar, ninguno miraba al suelo.

      -Pero qué os …

      Magalen se interrumpió cuando el profesor, hecho una furia, se acercó de dos zancadas y cogiendo a los dos ayudantes por el cuello de la bata los alzó y los zarandeó como si fueran marionetas mientras los sacaba del laboratorio.

      -¡Lárguense de aquí y no vuelvan hasta que estén dispuestos a comportarse como profesionales dignos del lugar en el que están!- Exclamó encendido de ira empujándoles fuera y cerrando la puerta a continuación.

      César estaba furioso.¡ Solo le faltaba que encima de no dar ni golpe, aquel par de salidos se empeñaran en verificar personalmente la afirmación de la señorita Mapi sobre la ropa interior de la señorita Peña! ¡Pues si que estaban buenos!...¡ Y la amiga ya se podía haber callado la información totalmente innecesaria! ¡Pues si que estaban bien!

      Magalen se quedó como clavada al suelo después de ver la violenta reacción del profesor para con sus compañeros. Le miró algo temerosa. Si reaccionaba así ante quienes querían recoger la muestra, ¿qué le haría a ella ,que era quien la había dejado caer?

      Pero el profesor se sentó y ante la indecisión de ella, gritó:

      -¡¡Siéntese en su sitio y a trabajar sin levantar la cabeza hasta la hora de salir!!

 










Comentarios

  1. Pues si te encanta el lío, habrá que liarla más. Un beso, guapa.

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  2. Pero que quede la puntita suelta del ovillo para que al tirar se desaga sin anudarse... Jjj besos...

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  3. que bueno la que han liado¡¡ esperando el siguiente capítulo

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