CAPITULO 23
Antes, hace un rato…o hace una vida, bajé al patio a cenar. Lo que no esperaba era ver a Eduardo al pie de la escalera. Mirándome con intensidad a la luz cálida de las bombillas. Solo verle y el corazón se me ha caído al suelo. No sé desde cuando habrá estado en casa. Mis pies han ralentizado la bajada, como si no deseara llegar a su lado.
-Perdóname que haya insistido en quedarme, pero tenía que verte.-Me ha cogido la mano para ayudarme a bajar, mirándome como si fuera una flor delicada recién cortada.-¿Cómo estás?
-¿Cómo estoy? Ni siquiera lo sé. ¿Como estoy? Aguantando, rota, triste…- Me he soltado de su mano porque no soy la flor delicada que él cree.
-Tranquila, no estás sola… El tiempo pasará y todo se olvidará, volverá a la normalidad, la gente…
Se ha interrumpido abruptamente al verme mirarle como si le viera por primera vez en aquel momento. La gente, ¡siempre la gente! La gente olvidará…¿Y yo? ¡¿Olvidaré yo?!
-La gente…Todo el mundo…-He sonreído con amargura y ¡por fin, Dios, por fin mis ojos se han cuajado de lágrimas!- ¡Me importa una mierda la gente!¡Me importa dos mierdas lo que digan!...- Chillé - ¿no os dais cuenta?- Ya no podía dejar de llorar, miraba a Lola y a Eduardo. -¡Me da igual todo!- He gritado para que me oyera bien todo el que quisiera - ¡Yo…yo lo que quiero es que vuelva mi marido!...¡Quiero que venga y que… me abrace!¡Quiero reír con él y pelearme con él y que me bese y que me haga el amor…!¡Quiero que criemos juntos a este hijo y a otros que vengan!...¿Es que no lo entendéis? Siento que el mundo se ha acabado para mi. ¿Cómo me voy a levantar cada día sabiendo que no le voy a ver?...¿Cómo puedo? Me ahogaré…- El llanto desesperado ha podido con mi voz y por fin me he abandonado a él.
Fuera el orgullo, fuera máscaras, que todos lo sepan. ¿Qué me importa? Hoy es el día del fin del mundo. ¿Como decía la canción? Es el fin del mundo, porque ya no te tengo más…
Lola me ha abrazado con fuerza, llorando conmigo. Hemos estado un rato así. Ha dejado que desfogue mi pena. Lo necesitaba tanto…
-Mi pobre pequeña…hubiera sido tan fácil si no le quisieras…Pero no puede ser que se te acabe el mundo cuando tienes un hijo en ti, una criatura que te necesita, por la que te tienes que levantar a partir de ahora…¿Le harás eso a tu hijo?¿Le harás lo que tu padre te hizo a ti?
No, claro que no… No podía hacerlo y no lo iba a hacer.
He comenzado a controlarme. Ante mi ha aparecido una mano que me ha ofrecido un pañuelo blanco, plegado y planchado. Lo he cogido y me he limpiado las lágrimas sonriendo agradecida a Eduardo.
-Ojalá lo hubiera sabido, parece que he menospreciado al Queco.- Ha musitado con una leve sonrisa triste.-¿Qué crees? Yo he estado todo el día contento pensando que se me abría una oportunidad…Sin saber que la perdí definitivamente. Aunque quien sabe…el tiempo…
Fuimos a sentarnos al velador. Yo negué con la cabeza contestando a su esperanza.
-Lola, haz el favor, sube a mi cuarto, en el armario, debajo de las toallas… está la caja de…
-Si, ya sé…- Asintió ella.
-¿Estás mas tranquila?-He asentido silenciosa la pregunta de Eduardo.- Nadie hubiera imaginado que le querías viéndote.
-Ni siquiera él. – No he intentado ocultar mi desolación.- Quizá…si lo hubiera sabido no… Pero no, él la quería desde siempre…
Oímos el sonido de unas llaves en el portón.
-Alguien viene.- Comentó Eduardo.
-Mi prima Ana.
- Entonces…creo que ya es hora de que me vaya. Si no te importa volveré mañana.-Se puso en pie dispuesto a irse.- Descansa, date un respiro.
La puerta se abrió y entró Andrés.
¡Andrés!
Guardó las llaves en el bolsillo y avanzó con una carpeta bajo el brazo. De pronto nos vio con la mirada fija en él y se paró en seco, como si hubiera chocado contra una pared. Ya de por sí traía el ceño fruncido, pero al ver a Eduardo a mi lado el pliegue entre sus cejas se hizo más profundo. Era evidente que estaba enfadado. Fueron unos segundos que parecieron siglos; hasta que Lola, que bajaba la escalera con la caja de cuero que contenía las cartas, al verle exclamó:
-¡Andrés…estás aquí!...¡Ay, Dios bendito, que está aquí…!- Se apresuró a ir junto a él y abrazarle.
El estaba desconcertado. Eduardo aprovechó el momento y se despidió de mi.
-Será mejor que me vaya, tendréis que hablar…- Se encaminó hacia la puerta pasando al lado de mi marido, preso entre los brazos de Lola.- Buenas noches.
-¿Qué está pasando aquí?- Andrés parecía no entender nada. Me miraba molesto, esperando una explicación.
-¡Ay, Andrés, hijo, qué alegría verte!¿Has cenado? Te voy a poner un caldo calentito…
-¿Un caldo? No, gracias.
Yo seguía inmóvil. Temía que si me movía él desapareciera.
-Han dicho que… Han dicho que me habías dejado para irte con Elena…
-Entiendo.- Gruñó.- Lo han dicho y tú te lo has creído, claro, ese también y no ha querido perder tiempo…
Se calló cuando yo me cubrí la cara con las manos y rompí a llorar de nuevo. Di rienda suelta a todas las emociones que había mantenido bajo férreo control durante meses. Era un llanto liberador, intenso, imparable…
Se apresuró a acudir a mi lado.
-Bueno, Niña, ya ves que no es verdad…Estoy aquí…
-Ha pasado un día muy malo la pobrecita…- Terció Lola. Le hizo un gesto con la cabeza animándole a que me consolara.
Me cogió las manos, obligándome a retirarlas de mi rostro y al ver mis lágrimas se ablandó algo y me rodeó los hombros con su brazo. Apoyé mi mejilla contra su pecho y sentí su mano acariciándome el pelo. Sentí aquel calor de él entrando en mi cuerpo y devolviéndome a la vida.
-Ya está,- musitó contra mi pelo mientras me acunaba suavemente-ya está…
- Mi tía… ha venido esta mañana para decirme…que te habían visto meter las maletas en el coche, que te habías ido en dirección a Madrid con Elena…
El siguió callado un instante y luego comentó.
-Es cierto. He llevado a Elena a Madrid, a la casa de su tía. Claro que se llevaba las maletas, no creo que vuelva.
-¿Y tú por qué ha vuelto?
-¿Qué por qué…?-Suspiró.- ¡Y dale que dale!...Te he dicho hasta la saciedad que no tengo nada con ella, que si venía tarde era porque tenía más trabajo, porque si se iba y cerraba el taller, como quería hacer, dejaba a nueve personas sin trabajo…Así que asumí la dirección del taller para que se quedara y por la misma razón por la que tú me ayudabas a mí. Si yo para ti era el hijo de la mujer que te quiso como a una hija, ella para mi era la hija del hombre que me acogió como un padre. Y no ha sido fácil… luchar contra todos, tú, los compañeros maliciosos, la gente…la misma Elena…
Me soltó de su abrazo y nos sentamos en el lugar donde minutos antes estuve con Eduardo. Recorrió mis rostro lentamente con su mirada, observando las huellas que el llanto me había dejado.
-Me cuesta entenderlo…Vives conmigo, me conoces y aún así crees lo que dicen cuatro desocupadas maliciosas entre las que está la bruja de tu tía…
-No. No ha sido así.- Me defendí.-Yo misma la oí a ella y al pobre Cándido una tarde; él decía que te dejara tranquilo, que estabas casado y yo era una buena persona y no me merecía eso. Y ella le contestó que tú no me querías, que siempre la habías querido a ella…- Volvían a correr por mi cara lágrimas gruesas y calientes, pero ya serenas, me las limpié de un manotazo y continué:- Otro día os oí hablando a los dos y te dijo que te fueras con ella…Que se quería ir cuando murió su padre, pero que no se había ido por ti, que te estaba esperando… Y tú no querías que se fuera.
- Eso tiene una explicación, Niña.- Me dijo pasándome los dedos por el rostro, secando nuevas lágrimas.- Cuando Cándido murió ella se quería ir, como sabes, le pedí que se quedara, que intentaría convencer a los demás mecánicos de formar una especie de cooperativa y quedarnos con el taller, pero ellos estaban demasiado molestos porque era yo el que mandaba siendo el último que había llegado, envidias, y ni tuvieron en cuenta lo que les dije. Así que le dije a Elena que esperase un poco más. Me resistía a cerrar sin más el taller. Entonces pensé en comprárselo yo. Para mi era una decisión difícil y quise hablarlo contigo, pero dijiste que no te interesaba…que ni querías escucharme. Que hiciera lo que quisiera.
Me cubrí de nuevo la cara con las manos. ¡Recordaba aquel momento perfectamente! ¡Tonta de mi!
-Lo pensé mucho y le compré el taller, aunque he tenido que vender la casa y los campos de mis padres, es lo único que siento, pero creo que he hecho bien…Supongo que ahora los otros estarán mas contentos al saber que seguiremos teniendo trabajo-Sonrió con calidez- Además me ha sobrado algo y, verás, -me dijo con tono ilusionado,- antes de que me despidiera…, siempre le decía a Cándido que tenía que poner una estación de gasolina, él decía que no, que ya tenía bastante con el taller. Ayer fui a Gobierno regional y hoy he ido a Madrid para informarme y ¿sabes? ¡Podemos ponerla! Imagínate, gasolinera, taller y bar restaurante… todos los servicios en una parada. Hay que hacer mucho papeleo y pedir muchos permisos, tardará algo todavía, pero llegará…
Nos sobresaltamos al oír las voces de Lola, que llegó corriendo entusiasmada.
-¡Ay, Andrés!¿que has comprado el taller y por eso has vendido lo de tus padres…?
-Tienes buen oído, Lola.-Sonrió él.- Te podías haber quedado aquí y no forzarlo.
Ella estaba como loca de contenta.
-Como ya está él aquí, me puedo ir a mi casa tranquila de que no te quedas sola, pero antes voy a ir a la casa de al lado y le voy a decir a la Rosenda que si un animal tiene cabeza de pato, pico de pato, cuerpo de pato y hace cuá cuá, no tiene por qué ser un pato, puede ser una pata ¡la que ha metido ella y quien no es ella…!
Se fue sin cambiarse de zapatillas ni quitarse el delantal, tanta prisa tenía en ver a la vecina.
-Ella también lo ha pasado mal hoy.
-Pero ¿por qué?- Se desesperó.-¿De verdad creías que me había ido con Elena? ¿Solo porque lo decían los chismes
- Si hubieran sido los chismes no lo habría creído, Andrés. Soy yo. Yo misma lo oí, y quizá lo malinterpreté, pero Elena te dijo que te fueras con ella, eso es seguro.
-Así que Lola no es la única con buen oído.
-Créeme que no espiaba, fue casualidad. Ella dijo que había cometido un error en el pasado, que debíais remediarlo, y no me cabe duda de que hablaba de irse contigo, y tú dijiste que si, que habías cometido un error… Y ayer, ¡ayer mismo! Me dijo que se iba y me dio a entender que te ibas con ella, que se llevaba todo lo que le interesaba… ¿es que eso me lo ha dicho la gente?¿Es que no veía yo misma como te tocaba y te reía las gracias y coqueteaba contigo?
-Ella coquetea con todos, es…sabe que es guapa y le gusta que se lo digan y que la admiren… la conozco bien, es un poco alocada y muy egoísta, pero no es mala.
- Ah, vaya, mentirme diciendo que te ibas para hacerme daño es una caridad de la mujer.
-Bueno, es que tú no le caes muy bien, para qué vamos a negarlo… Ojalá me hubieras dicho todo lo que te preocupaba en vez de tanta pelea por lo que se decía o se dejaba de decir… he estado muy amargado, de verdad que he pensado en…no sé, ya no sé qué hacer…Nosotros vivimos de esas puertas para adentro, yo creo en ti, ¿por qué no crees tú en mi?
Me moví incómoda, nerviosa.
-Porque durante años te he visto borracho en el suelo porque ella no te quería; de pronto te quiere ¿y debo creer que te resistes a ella?...¿Por mi?¿Así?¿De repente? Tú mismo me dijiste que si un día la liabas lo que menos te impediría hacerlo era el matrimonio, ¿si o no?
-Si, y es cierto. Pero me lo impediría el hecho de vivir contigo.
-¿Conmigo?¿Me lo tengo que creer?¿Y cuando en Toledo dijiste que soñabas conmigo cuando no me veías?¿Sabes…te puedes imaginar cuanto me dolió?
El también pareció herido en aquel momento.
-¿Tanto te desagrada que te dijera algo así?
-Pero no lo dijiste para mi, ¡era para ella! Yo sabía que no era para mi…
Me miró sorprendido. Dolido.
-Por cosas como esta es por lo que odiaba a tu padre y por lo que me repugna tu tía. Nunca te dieron el valor que tenías, eras una niña inteligente, vivaz, con tanto amor para dar… tanto que ofrecer y el muy imbécil se lo perdió, nunca lo vio, te menospreció… cuando eras el único tesoro que tenía. Lo que realmente tenía valor…
-¿Qué quieres decir?
-¿Por qué no pensaste que lo que te dije en Toledo eran las palabras más sinceras y sentidas que te he dicho nunca?...Bueno, aparte de las cartas…
-¡¿Las cartas?!- Parpadeé sin entender.-¿Las cartas de Eduardo?
-¿De Eduardo?- Casi se echó a reír.
Miré a mi alrededor, le había pedido a Lola que bajara aquellas cartas para devolvérselas a Eduardo…¿Dónde las había dejado?...Vi la caja de cuero en un peldaño de la escalera y fui por ella sintiéndome al borde del colapso. La abrí y se las mostré temblorosa.
-¿Estas cartas?¿Las escribiste tú?
Ni siquiera las miró, no lo necesitó.
-Tu padre me sorprendió poniendo una en la reja. Fue por eso que nos peleamos y echó a mi madre de aquí, decía que se había aprovechado de su cercanía a ti para que yo te enamorara con el fin de quedarnos con su dinero. Su puto dinero.- Sonrió con amargura, con la mirada perdida en el pasado.- Mi pobre madre, que no sabía nada…mira cómo se fue a enterar… Tu padre me dijo que si intentaba mirarte siquiera te mandaría a vivir lejos para que no te viera. Le conocía lo suficiente para saber que era capaz de alejarte de todo lo que conocías, así que , si, ese fue mi error… Cuando Cándido me echó del taller, por llegar tarde y bebido, empezaron a decir que era a causa de Elena…A mi me resultó cómodo y no lo negué… y hasta Elena llegó a creerse, no sé de donde lo sacó, que yo la había pretendido alguna vez. Se lo confesé. Le dije la verdad : que siempre fuiste tú. Siempre. ¿Cómo no quererte? Tan valiente, que te enfrentaste a él y seguiste viniendo a casa a ver a mi madre, tan buena, te veía cuidar de mi madre como si fuera la tuya, con tanto amor, tanta dulzura, tan desinteresadamente, estar a su lado hasta su último aliento y llorarla como su propio hijo.
Yo estaba muda. Jadeaba acuciada por la locura de mi corazón que latía veloz como un tornado ante aquella realidad que se estaba abriendo ante mi. Algo que nunca llegué a imaginar.
-Cuando…- rio divertido,- cuando me dijiste que nos casáramos…pasaba los días en el campo, escondido, no quería que me vieras por si te volvías lúcida de repente y te echabas atrás. Dejé de beber, ¿puedes creerlo? Nunca me ha gustado la bebida…
Yo recordé al pobre Pedro, Perico Mataburras, que me dijo que a Andrés lo que le gustaba del alcohol era emborracharse y no pensar. ¡No pensar en mi! Seguramente por eso le dolió tanto lo que le dije aquella vez sobre que yo no le querría ni envuelto en oro…
-Todo lo que he hecho desde que nos casamos, ha sido pretender merecerte, salvo lo ocurrido aquella noche que…
- No lo recuerdes más. No vale la pena y yo no me porté bien tampoco. Ninguno de los dos debió sufrir lo que hizo el otro.
Nuestros ojos se encontraron. Todos mis miedos, todas mis inseguridades se habían esfumado en la agradable brisa que corría en el patio aquella noche. Cogí una de las cartas al azar y se la di.
-Léemela.- Le pedí con voz suave.
El lo hizo poniendo el mismo sentimiento que cuando la escribió y reconocí cada una de sus palabras. Si. Eran de él. Aquellas cartas que fueron causa de mi alegría, de mi ilusión, eran del hombre al que amaba.
-Cuando esta mañana me dijo mi tía que te habías ido…sentí que el mundo se acababa para mi.- Sonreí y aclaré:- No el mundo de ”todo el mundo” el mundo que me impulsaba a seguir respirando, a caminar hacia adelante, a alzar mi cara para sentir el sol… Me fui a la cama y pensé que no quería salir nunca más de ella. Ha venido mucha gente, Lola no ha dejado entrar a nadie, pero yo les oía…
-Olvídate de lo que diga la gente. Todo mi mundo eres tú y lo que digan los demás no me importa.
-Te he machacado mucho con las habladurías, pero solo era para ocultarte mis celos… no quería que lo supieras.
-Pero para tener celos hay que amar…- Me miró desconcertado.
-¿Y no te amo, tonto? La Niña es muy diferente a quien era Charo…y la has creado tu, día a día. -Abandoné mi silla y fui sentarme sobre sus rodillas, coqueta juguetona. Rodeé su cuello con mis brazos. El me miraba encantado. Creo que jamás había visto brillar sus ojos como esta noche después de decirle que le quería.- Pero tengo que decirte algo que…me han dicho…
Se puso serio.
-¿Es que te han dicho poco? Cada vez que dices eso me echo a temblar…¿Qué te han dicho?
Suspiré seria.
-Me han dicho que…has dejado embarazada a una del pueblo.
Se puso de pie tan rápido que si no llego a andar lista, me hubiera caído al suelo.
-¡Qué dices…!¿Quién ha podido decirte esa barbaridad? ¡Si es Elena yo no tengo nada que ver y si es cualquier otra tampoco!- Se paseó nervioso delante de mi.-Esto ya es demasiado…Esto ya no se puede consentir…¿Quién te lo ha dicho?
-Don Servando.
-¿Don Servando?¿Pero don Servando ya entra también en chismorreos?- Me miraba incrédulo.- ¿Tú te lo crees?-Yo asentí con seguridad.- ¿Estamos otra vez con esas?¡¿Y quien te ha dicho que es la feliz mamá?!
-Pues…yo.
Se detuvo en seco. Me miró como si estuviera repasando mis palabras mentalmente.
-¿Tu?...- Asentí.- ¡Tu!- Volví a asentir.-¡Vaya…contigo si que he estado! De hecho…me encantaría que se enterase todo el mundo…
Abrió sus brazos y me refugié en él, en su calor, protegida y segura.
-¿Estás contenta?
-Mucho. Muy contenta. Y quiero decirte otra cosa; cuando me he enterado que habías vendido los campos, he pedido que los recompren, porque yo también he imaginado a nuestros hijos corriendo y jugando en ellos como nosotros, porque eran de sus abuelos.
Sentía los latidos de su corazón en mi oído, el movimiento de su pecho al respirar y su voz… su voz…
-Media vida soñando con este momento, seguro de que lo único que tendría serían los sueños… y ahora es real…
-Muy real.
Hemos subido abrazados al dormitorio , nos hemos besado, nos hemos acariciado, nos hemos amado…y después hemos hablado en susurros, contándonos nuestros sueños, haciendo planes, riéndonos de bobadas, prometiéndonos que hablaremos siempre con el otro de forma sincera y sin temores…
Son las tres de la madrugada. Hace calor. Mi marido duerme en la cama y yo he venido al baño para poder terminar de escribir esto. No quería dejarlo inacabado. ¿Quién sabe? Quizá por una de esas casualidades de la vida alguien llegue a leerlo y le sirva para conocer nuestra historia y sepa de la importancia de no tenerle miedo a la verdad y ser sincero con las personas que amas.
Ayer sentía que era el día del fin del mundo. Y no me equivoqué. Fue el fin de un mundo de inseguridades y silencios. Hoy empieza uno nuevo para nosotros y sé que pondremos todo el empeño en que sea el mejor para este hijo que esperamos y para sus hermanos.
EPILOGO
Eran más de
las dos de la madrugada, yo estaba agotada y un poco alegre por culpa de las
copas de cava que había tomado a lo largo de la fiesta que se celebró después
de la boda de mi prima Ana y Antonio Bueno. Nosotros, Andrés y yo habíamos sido
los padrinos de los novios, yo porque la madre de él era una señora muy mayor y
prefirió delegar en mi su tarea, y Andrés porque mi prima no tenía padre ni
madre. Hacía dos años que mi tía apareció una mañana muerta en su cama. La
autopsia reveló que la causa del óbito fue un ataque cardiaco, aunque hubo
quien dijo que se había mordido la lengua comiendo castañas y había tragado su
propio veneno.
Por
lo que fuera, ya no estaba entre los vivos.
Hacía un rato que se habían ido los
recién casados, pero la fiesta estaba en todo su apogeo y nadie parecía haberse
dado cuenta de la ausencia de los protagonistas. Yo me hubiera ido
también con gusto, pero alguien tenia que
quedarse haciendo los honores y esos debíamos ser los padrinos. Andrés estaba
por el salón cumpliendo de maravilla su papel de anfitrión; se paraba a hablar
con unos, daba unos pasos de baile con otras, se ocupaba de que nada le faltaba
a los invitados. Yo le miraba encantada. Se había quitado la americana del
traje y vaya usted a saber por dónde estaría, al igual que la corbata, se había
desabrochado algunos botones superiores de la camisa y estaba tan guapo que el
corazón se me aceleraba solo de verlo.
-Mira que no he podido decirte lo guapa
que estás…-Se me acercó la Rosenda ataviada con un bonito vestido negro de punto
frío y encaje.- Hija, estáis mejor hora que cuando os casasteis vosotros y eso
que ya hace seis años de aquello.
Sonreí a la que seguía siendo mi vecina.
No sabía si lo decía de verdad o no, pero lo cierto es que yo si me encontraba
mejor que entonces; mucho más feliz. Ni siquiera hubiera imaginado cuando me
casé con Andrés que mi vida iba a ser tan bonita y tan satisfactoria. En aquel
momento solo pensaba en casarme, en tener una ceremonia y un marido… Ahora no
podía desear nada más. Los negocios nos iban bien, él había abierto su estación
de servicio entre el taller y la Manchega y en cuanto a mi y al restaurante,
apenas iba mas que para pasar un rato con mi prima y Antonio, que eran los verdaderos
gerentes del local. Alicia tampoco iba mucho desde que se casó, de eso hacía ya
tres meses. La busqué entre los invitados y sonreí al verla bailando en la
pista con su marido y su “tripita” de seis meses…¡Yo se lo avisé en su momento
y no me hizo caso! En fin, después del escándalo inicial las aguas volvieron a
su cauce y daba gusto verles tan contentos a los dos, aparte de eso, a ella le
sentaba muy bien el embarazo, porque estaba guapísima.
-Es verdad,- asintió la Rosenda cuando se
lo comenté, - Ali va a tener una niña, seguro. No tienes mas que ver la piel
tan lustrosa que tiene, no tiene ni un grano ni un poquito de “paño”…¿Y tu
prima? ¿Tendrá pronto familia o no?
-Si te refieres a si se ha casado embarazada,
no, no lo está. Sus planes de futuro no
los conozco.
-Seguirán en la Manchega y en la casa de
su madre.
-La casa de su madre no era de su madre,
era mía y ahora de ella, porque la he puesto a su nombre.
-Si, si eso lo sabe todo el mundo.
Sonreí al oír aquella expresión tan
nuestra. Fui a sentarme, mis pies ya no podían mas con los zapatos, era como si
llevara dos bloques de cemento. Mi vecina me siguió y se sentó a mi lado.
-Hay que ver lo apañado que está el
Queco. Hija, te casaste con él y le hiciste un hombre. Con lo que era… Aunque
bien mal que lo pasaste con la hija de Cándido…¿Qué habrá sido de ella? Era muy
bonita…aunque algo putilla, como su tía. ¿Sabes algo?
Negué en silencio. No tenía la menor idea
de lo que habría sido de su vida desde que le vendió el taller a Andrés y se fue.
Sinceramente, esperaba que estuviera bien, el hecho de que ella fuera una
cabrona que me hizo pasar el peor día de mi vida al decirme que se iba con mi
marido no era óbice para que yo le deseara lo mejor. De todos modos, me tenía
sin cuidado.
La música se hizo más lenta en la
siguiente canción y rápidamente se formaron parejas. Por supuesto que a mi no
me iba a faltar un pretendiente.
-Vamos a ver si la madrina quiere bailar
conmigo.
Sonreí encantada aceptando la mano que me
tendían.
-Eso está hecho, don Servando, si seré la
única con la que no ha bailado.
-Porque lo bueno se deja siempre para el
final.-Sonrió malicioso al ver que Andrés venia hacia mi y tuvo que bailar con
la Rosenda.- Habéis montado una boda bien bonita. Anita estaba linda…y Antonio feliz.
-Imagínese, estaba yo soltera y él no
tenía ojos más que para mi prima. Era de justicia que ella acabara por fijarse
en él.- Suspiré encantada.-Y ya hoy, por fin, se ha cerrado el primer ciclo. Solo
puedo desear que les vaya bien.
-Con que les vaya como a ti y a Andrés…Y
mira que yo creía que te casarías con Eduardo, que se veía que te quería mucho.
Un buen muchacho Eduardo, algo enmadrado… Un hombre tiene que enfrentarse a lo
que sea cuando se trata de su felicidad.
- Pues está muy bien casado con esa chica
de Puertollano.
-La que le ha buscado la madre. Y, no es
por criticar ni por chismear, pero yo creo que se la ha buscado a su imagen y
semejanza.
-Eso dicen, pero les irá bien, seguro; si
a ella le gusta mandar y a él le es cómodo dejarse llevar. Además he oído que
ella está embarazada ya. ¡Ay, don Servando, que ya viene una nueva generación
empujándonos!
- ¿Lo dices por Andrés primero “el terremoto”…que
ha ido regando el suelo de la iglesia con las arras nupciales y ha llegado al
altar con la bandeja vacía o por Eloísa segunda, “la terrible”, que se ha dedicado
a robar el dinero de la colecta y a metérselo en los bolsillitos de su precioso
vestido?
-¡Por Dios no me lo recuerde! Se va a
hablar de eso durante años…
- Han sido muy graciosos los dos, mujer,
han amenizado la misa, porque este cura nuevo es muy aburrido…
La música cambió de repente, si apenas
transición, y supe que yo también cambiaría pronto de pareja de baile al oír
los primeros compases de “El día que me quieras”.
-Don Servando, esta es mía.- Andrés no
solicitaba permiso al médico, lo exigía.
-¿Te refieres a la canción a la mujer?
- A las dos.
Don Servando cedió como un caballero y se
alejó mientras mi marido me ceñía para el baile. Fue sentir su mano en mi
espalda desnuda y todo lo demás dejó de existir para ser solo consciente de
aquel tacto que tan bien conocía.
-Por fin puedo estar contigo
tranquilamente,- me susurró al oído,- nuestras obligaciones de padrinos nos han
mantenido más apartados de lo que quisiera y apenas he disfrutado de ti. ¿Te he
dicho lo guapa que estás con esta ropa?
-Constantemente, con tus ojos.- Respondí
dejando que su mejilla se pegara a la mía.
Había escogido para amadrinar a Antonio
una falda larga de seda color azul pavo cortada al bies y un top estampado del
mismo material que combinaba el color de la falda con un estampado en tonos
amarillo y verde, de cuello halter, escote en uve y con un fajín que se cruzaba
en la espalda y se anudaba delante con una lazada.
-¿Sabes que desde que te he visto bajar por
la escalera esta mañana estoy deseando tirar del extremo de ese lazo?
-¡Ni
se te ocurra!- Exclamé escandalizada imaginando lo que pasaría si eso pasara.
El debió imaginar lo mismo a juzgar por
el brillo que centelleó en sus negras pupilas.
-Todo llegará…
-Seguro, algún día…Pero esta noche no. Te
recuerdo que Lola y su marido se han llevado al despistado y la ladrona a casa y
pasaran la noche allí.
Sonrió. Solo había algo que conseguía
hacer brillar sus ojos más que yo: Sus hijos. Adoraba a Eloísa por ser chica y
a Andrés por ser el mayor. El tenía cuatro años, ella dos. Se llevaban veintidós
meses de diferencia, ni siquiera los dos años, y, como había dicho don
Servando, si uno era un terremoto, la otra era terrible… y ambos nuestra vida,
la de su padre y la mía.
-Algo se nos ocurrirá.
-Si estás pensando en tu coche, olvídalo,
ni aunque le subas la capota…Ya no estamos para esos trotes…
-En cuanto acabe esta canción, nos vamos.
-Me encantaría, estoy tan cansada que podría
dormirme en el coche de camino a casa.
Bailar aquella canción con Andrés era la felicidad
como pareja. Nuestros ojos se hacían el amor con las miradas y nuestros cuerpos
se acompasaban perfectamente el uno con el otro. Mi falda volaba airosa y estábamos
tan inmersos el uno e el otro que ni nos dábamos cuenta de que muchos nos
miraban y quizá recordaban el día de nuestra boda.
Nos escapamos. Por supuesto que nos
escapamos, si lo habían hecho los novios, nosotros también podíamos. Me dejé
caer derrengada en el asiento del Mercedes y ni siquiera esperé a que Andrés se
pusiera al volante para cerrar los ojos con un suspiro placentero. Estaba
segura que me dormiría en cuanto el motor ronroneara en marcha. El vehículo
empezó a moverse y yo exhalé un suspiro.
-Niña, ya hemos llegado.- La grave voz de
mi marido resonó en el habitáculo.
¿Tan pronto? Estaba segura de que no me
había dado tiempo a dormirme. Parpadeé mirando a mi alrededor. Estábamos en la
parte delantera del restaurante. Así lo dije.
-Estamos ante el hotel donde está el
restaurante.- Sonrió al guiñarme un ojo picaron.- Vamos, baja, pasaremos un par
de horas aquí.
- ¿Un par de horas? ¿Cómo si fuera tu
ligue?¿Cómo si yo fuera un plan que has conocido en la boda?
-Como lo que tú quieras. Lola está
avisada de que llegaremos un poco más tarde; tenemos una habitación preciosa y
una botella de cava nos espera enterrada en hielo. No te prometo ser rápido,
pero si que cuando los niños de despierten estaremos en casa para seguir siendo
padres. Aunque ahora, Niña, mi adorada Charo, mi marquesa, eres mi mujer o un
plan que he conocido en la boda, un ligue o lo que tu quieras siempre y cuando
pueda tirar tranquilamente y sin interrupciones de ese lazo.
-¿Solo eso?
-Eso…y más cosas…
Subimos a la habitación. Y le dejé tirar
del lazo; y me sentí arder cuando le vi contener la respiración mientras me
exhibía sin pudor al bajar lentamente la
cremallera, dejando caer la falda a mis pies antes de avanzar hacia él y
desabotonar su camisa para abrochar mis besos a su pecho mientras él dejaba los
suyos en mi cuello y mis hombros. Llenó con mis pechos los cuencos de sus manos
y yo me apreté contra él ronroneando de gusto como una gata mimosa. Nos dimos
el uno al otro por entero y lo que comenzó despacio en el borde de la cama
acabó con total frenesí en el suelo, jadeando palabras de amor y acallando los
gemidos del otro con nuestras bocas para que todo quedara entre nosotros, para
nosotros. Me quedé quieta y silenciosa unos instantes, el tiempo justo para
recuperar el ritmo habitual de los latidos de mi corazón, a él todavía le
quedaban unos cuantos besos más. Después se giró sobre la espalda arrastrándome
hasta dejarme encima de él y siguió rozándome con sus manos inquietas.
-Fíjate en lo que me has convertido.-Su
voz sonó cavernosa en mis oídos.
-¿Qué te he hecho?
Tomó aire profundamente y yo me sentí
ascender y descender después cuando exhaló.
-Tú verás. Yo era un borracho desgraciado
y me has convertido en un esposo y padre tan feliz que por mucho que pienso que
más puedo pedirle a la vida, no se me ocurre. Casi todos los días le doy las
gracias a tu padre, fíjate a donde he llegado…
Sonreí emocionada con sus palabras y para
disimular dije:
-Una cama tan hermosa y tan buena
desperdiciada…
-¿Es que tienes quejas de la alfombra?
-No, es bonita… Pero me gusta más la de
casa…
Le vi sonreír.
-¿Descorchamos el cava?
-¿Antes o después de deshacer la cama?
-Lo dices en broma…
-
Querido esposo, después de estos años de matrimonio ya deberías saber que no me
gusta pagar por lo que no uso…
La usamos.
De eso hace ya tres meses. Esta mañana sacando
de un cajón de mi armario las chaquetitas y los faldones de bebé de Terre y
Terri para escoger lo que pueda usar “Inesperado” he encontrado el cuaderno que
escribí hace años, aquel día de agosto en el que creí que mi marido, mi amado
Andrés, me había abandonado para irse con otra. Lo he releído con interés
pensando en lo diferente que es esta mujer de aquella otra que lo escribió pensando
que era el día del fin del mundo. Me he dicho que esta nueva mujer podría poner
el final definitivo a ese cuaderno y lo haré esta noche, porque ahora me voy
con mi marido y mis hijos al campo del molino a disfrutar viéndoles correr y
jugar y oyendo el sonido de la brisa entre las hojas mezclado con sus risas.
Fin?? Qué bonita historia, aunque sufriendo desde el principio con la tal Elena, pero no me esperaba ese desenlace. Me ha encantado.
ResponderEliminarMuchas gracias Eugenia. Me hace muy feliz saber que te ha gustado.
EliminarUn abrazo y hasta la siguiente.😘😘
Qué bárbara Loli... en serio? Estoy que no puedo de emoción...mi corazón palpitando todo el capítulo. Es increíble, maravilloso, espectacular... insuperable..💖😘👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏
ResponderEliminarLupita Campuzano
😘😘😘😘😘😘😘
EliminarMe pongo de pie ante tu talento Loli 💐 MUCHAS GRACIAS
ResponderEliminarLupita Campuzano
Muchas gracias querida Lupita, tus palabras me alegran enormemente porque me demuestran que te ha gustado el relato. Muchas gracias por leerlo. No te creas que me leeis muchas.
EliminarNo saben lo que se pierden.
EliminarMe dejas llenar una Guía con tus relatos?
Claro que sí, no sé lo que es eso, pero te dejo.
EliminarMe encantó esta historia, salud a tús manos y a tú mente para poder seguir deleitándonos con tus historias. Espero la siguiente prontito..... Besos.
ResponderEliminarHaré todo lo que esté en mi mano por complacerte.
EliminarGracias guapa.
Gracias a ti 😘
EliminarMe encantó!! Gracias 😍😍
ResponderEliminarGracias a ti por leerme, María.
EliminarMuchas gracias a ti por leerlo, María. Un beso.
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