El día del fin del mundo



CAPITULO 22


      Unos días discutíamos vivamente. Otros no nos hablábamos. Dormíamos juntos, eso si, pero nada más. El venía tarde y yo me hacía la dormida, así que alguna vez que lo intentó tuvo que desistir ante mi profundo sueño.

      La noche de anteayer hizo un calor espantoso. Si ya me era difícil conciliar el sueño, encima el calor lo dificultaba más. Me levanté agotada y fui a la ducha a librarme del sudor de toda la noche, pero apenas salí comencé a sudar de nuevo mientras me secaba con la toalla; me sequé el pelo y acabé pasando el aire frio del secador por todo el cuerpo para secarlo de una vez. El resultado fue agradable mientras lo usaba. Me vi de refilón en el espejo. Estaba espantosa, pálida, las ojeras me llegaban a las rodillas y la falda y la blusa del uniforme indicaban que estaba mas delgada que el verano pasado.

      Andrés estaba esperando en la cama a que yo saliera del baño, así que nos cruzamos en el camino. A juzgar por el pantalón de su pijama, única prenda que llevaba puesta, él también había sudado lo suyo. Admito que recién levantado no es el hombre más guapo del mundo, pero de buena gana me hubiera abrazado a su torso y le hubiera dado un beso a la altura de donde llegara mi boca, que era la parte alta de su pecho, aproximadamente.

      -¿Estás bien?- Me preguntó.

      -Si, ¿porqué?

      -No…por nada.- Entró en el baño.

      En la cocina estaba Lola.

      -¡Qué noche de calor!- Resoplé a modo de saludo.

      -Yo no he pegado ojo…- Respondió.- Hija, qué mala cara tienes…

     -Estoy cansada, estamos en agosto, hay mucho movimiento, Lola.- Eso era cierto. Había contratado a tres personas más y no dábamos abasto.

      -Bueno ¿y tú qué necesidad tienes de eso?

      Me encogí de hombros. En días como ayer o como hoy también me lo pregunto yo. Mi padre me dejó dinero y propiedades para vivir mejor que bien, quizá lo hizo contra su voluntad ya que no se lo pudo llevar, pero tanto que lo cuidó en vida echando a cualquier hombre que se me acercara por considerar que solo quería su dinero y que era imposible que me quisiera a mi, al final se quedó todo para su hija. Como yo lo dejaré todo para el mío o la mía… Será una vasta herencia, porque yo vivo como quiero con lo que mi propio trabajo y mis inversiones me reportan. Por cierto, hablando de heredades, he llamado a mi asesor y le he dicho que compre las tierras que Andrés ha vendido, las del molino y las del pozo, las quiero al precio que sea, aunque sea al doble de su valor, aunque sea al triple, me da igual, las quiero. Esas serán para mi hijo o mi hija, como legado de sus abuelos paternos…

      Pero me estoy saliendo de ayer.

      Cuando Andrés bajó vimos que no llevaba puesto el buzo de trabajo, ambos salíamos y volvíamos a casa con la ropa profesional puesto que íbamos y volvíamos del trabajo en coche.

      -¡Mira qué guapo te has puesto!- Exclamó Lola al verlo vestido con un pantalón de lino gris ceniza que le quedaba como un guante y un camisero blanco que se pegaba a su cuerpo y marcaba prietos sus músculos.

      -¿Puedo saber dónde vas así?- Le pregunté con cierta aspereza.

       El me miró y sonrió cínico.

       -Ya te enterarás cuando te lo diga la gente.- Y añadió dirigiéndose a Lola:- No prepares nada para mi, desayunaré fuera.

      Ella asintió preocupada. Sabía que nuestro matrimonio iba mal; en realidad todo el mundo lo sabía. Tenían que estar ciegos o sordos para no ver o no oír todo lo que ocurría con nosotros, y mudos para callarse su opinión o sus suposiciones.

      -Charo…-Cuando él se fue Lola se sentó a mi lado y me cogió la mano.-¿Por qué no hablas con ella?¿Por qué no le dices que lo deje tranquilo?

      De no haber sido tan trágico, podría haberme echado a reír con las inocentes ocurrencias de mi querida Lola. Ella lo decía por pensar que era bueno para nosotros; si, nosotros, ella quiere mucho también a Andrés.

      -Ni quiero ni puedo.- Rechacé.- Ya he comentado alguna vez que ella puede hacer lo que quiera porque es libre, quien tiene compromiso es Andrés, quien tiene obligaciones con otra persona es él y ya me dejó muy claro que estar casado no será un impedimento para que él haga lo que quiera. Además, ¿hablar con Elena?¿Rebajarme a ella siendo quien soy? Si, Lola, seguramente se lo callaría y nadie lo sabría, ¿tú qué crees?- El silencio de ella fue harto elocuente.- Ahí lo tienes.

      - No debiste casarte. ¡Mira que te lo dijimos! Pero querías hacer una cosa buena por él, porque era el hijo de Elo… mira ahora…

      Desayuné en silencio pensando que aquello solo era una parte de la verdad, la otra era que, como dijo ella una vez, quería desafiar a mi tía, demostrar quien mandaba allí. Suspiré, seguramente Andrés tenía razón al decir que era digna hija de mi padre.

      Como todos los días del mes de agosto, la mañana fue enloquecedora; había que hacer mucha más comida y aunque entre el personal contratado había una cocinera, lo cierto es que no me gustaba su forma de hacer las cosas, así que seguía haciéndolas yo con su ayuda y la de mi prima. De vez en cuando me asomaba a ver si veía a Andrés, pero ni siquiera estaba el Mercedes cabrio que tanto me gustaba. A primera hora de la tarde, cuando vinieron los trabajadores del taller y entre ellos no estaba él, les pregunté y nadie le había visto durante la mañana. No quise insistir para que nadie sospechara que no sabía dónde había ido, solo que me preocupaba que no hubiera vuelto aún. Por fin me decidí a dar una escapada al taller; yo no sabía donde había ido mi marido pero estaba segura de que Elena si lo sabía .

      Y no me equivocaba.

      -Ha ido a hacer unas gestiones. Por la hora que es,- consultó el enorme reloj que había en la pared, sobre la puerta de la oficina, bien visible desde cualquier parte del amplio local,- debe estar al llegar.

      Su tono no era amable, al contrario, lucía una media sonrisa que me resultaba ofensiva y su mirada me recorría de arriba abajo como si le hiciera gracia el desastroso aspecto que yo lucía.

      -¿Qué gestiones?

      - Si él no te lo ha dicho no esperarás que te lo diga yo.- Seguía sonriendo triunfal.

      Sabía que no debía haber ido. Lo sabía. Que mi presencia allí solo serviría para engordar su ego y tuve la certeza cuando al dame la vuelta para irme, me llamó:

      -¡Marquesa…!

      Me detuve sin volverme a mirarla. Noté su voz acercándose a mi espalda.

      -¿Sabes que me voy?-Preguntó.

       Lo sabía. La había oído cuando se lo dijo a Andrés. Había oído toda la conversación, quizá por eso sentí que algo se removía dentro de mi, como si un rayo me hubiera cruzado el cuerpo de parte a parte.

       -¿Te vas?¿Del pueblo?

      - Si, pero no te alegres demasiado,-dijo descarada rodeándome para ponerse ante mi.- Ya no os aguanto más y nada me retiene aquí desde que mi padre se fue. Igual te preguntas por qué no me he ido antes…

      - No, en referencia a ti no me pregunto nada.

      - Mentirosa…-rio bajito,- te lo voy a decir, no me he ido antes porque he estado esperando las circunstancias oportunas para marcharme llevándome todo lo que me interesa de verdad.

      Otra vez aquella sacudida estremeció mi cuerpo. Intenté mantenerme impasible, pero no sé si lo logré.

      -¿Cuándo te vas?

      -¡Ummm!, no se. Pero quédate tranquila; cuando llegue el momento estoy segura de que te vas a enterar.

      Era mala persona. Elena era una mala persona. Decía aquello para atormentarme.

      - Bueno, si me entero, cuando llegue el momento me despediré.- Me encogí de hombros y salí con paso firme.

      No sé cuantos grados había fuera, pero yo iba tiritando de frío. Mi cuerpo pesaba como el plomo y la firmeza de mis pasos se fue convirtiendo en un arrastre de pies que intentaban llevar el resto del cuerpo malsostenido a alguna parte. Eduardo salía del bar y al verme se apresuró hacia mi, sujetándome para evitar que cayera.

      -¿Qué te pasa?...Vamos a la sombra…

      Yo agradecí la ayuda, él debía pensar que me había dado un golpe de calor, cuando en realidad era lo contrario, la sangre de mis venas estaba helada. Íbamos lentamente buscando la sombra del bar cuando un coche frenó cerca de nosotros.

      -¿Qué es esto?-Andrés apartó de un empujón a Eduardo y yo casi caí al suelo.-¿A que viene tanto cariño y tanto abrazo?

      -¿Vas a pedir explicaciones tú?¡No me hagas reír! Solo faltaba eso.- Replicó Eduardo empujando a su vez a Andrés.

      -¿De qué hablas, eh?¿de qué hablas ? ¡Por gente como estamos echados a perder!

      -¿Gente como yo? Tú no has hecho nada verdad…

      -Por favor, basta ya…-Mis palabras no tuvieron efecto así que tuve que gritar.-¡Por favor, ya vale!¡Solo falta esto para que quede el cuadro pintado!- Me puse en medio.- Eduardo, ¿tu no te ibas ya? Muchas gracias por tu ayuda.

      -Pero estás mala…

      -Estoy bien ya, gracias, de verdad.- Busqué sus ojos suplicante y él accedió, alejándose tras lanzar una mirada de hielo a Andrés.

      -¿Por qué dice que estás…?

      -…Y tú vete a hacer lo que…quiera que sea que hagas… Déjame tranquila.- Le planté allí en medio y me fui al bar.

      Como quiera que fuera mi sangre se había calentado ya. Le oí maldecir contra todo, lo terreno y lo celeste.

      No le volví a ver hasta anoche. Llegó a las diez menos cuarto. Cuando bajó a la cocina después de la ducha se sentó a la mesa pero no le hizo el menor caso a la comida. Solo me miraba a mí , fijamente, hasta que se decidió a hablar.

      -¿Qué ha sido eso de esta tarde?¿Por qué te tenía tan abrazada ese imbécil?

      ¡No me lo podía creer!¿Estaba oyendo bien?¿Me estaba acusando de algo?

      -Al ladrón todos le parecen de su condición.- Le ataqué.

      Noté que hacía un esfuerzo por mantener la calma.

      -Me refiero a que ha dicho que estabas mala. ¿Qué tenías?

      -Lo que fuera ya pasó.- Sonreí cínica-Que te importará a ti acaso…

      El cerró los ojos y respiró varias veces para mantenerse tranquilo.

      -Niña, yo… yo no puedo seguir así, de verdad. Estoy amargado y tú también…

      -¿Cómo quieres que esté, Andrés?¿Como quieres que esté siendo el centro de atención de todos por tu culpa?¡Claro que estoy amargada! Estoy…

      Ahí empecé a gritar y me explayé, me solté a gusto y le dije de todo lo que se me ocurrió. El cada vez estaba mas furioso, se lo notaba en la expresión del rostro, en los puños apretados con fuerza, en la tensión de todos sus músculos. De pronto dio un golpe en la mesa y la empujó con tal fuerza que por poco no la volcó.

      -¡Basta ya! ¡Se acabó! ¡Juro que no puedo más con esto y que no lo soporto ni un minuto más! Niña me tienes ya loco, de verdad, no sé qué esperar de ti, llego a casa preguntándome con que me encontraré. No escuchas a nadie, solo a la gente, la gente… La gente se inventa las cosas y tu te dejas manipular y lo vuelcas contra nosotros. Estoy harto…

      Subió al dormitorio y yo me endurecí mas. Creía que había ido a acostarse, pero poco después bajó vestido. Le vi dirigirse al portón para irse.

      -¡Si, anda y vete donde no te estés amargado!¡ Vete adonde quieres estar! – Cerró la puerta con tal violencia que pensé que la habría sacado de los goznes- A remediar el error de años atrás…- Sabía que ya no me oía y seguía, encendida.-¿Eso me lo ha dicho la gente o se lo dijiste tú a ella?

      Subí a mi cama e intenté dormir, pero era imposible. Oí al reloj de la iglesia dando la una, luego las dos…El no volvía, si estaba dando un paseo por el río para calmarse, ya llevaba mucho tiempo. Las tres, las cuatro…¿A que había vuelto a emborracharse? Era capaz de hacerlo por fastidiarme…No, no lo era, estaba siendo injusta con él, no llegaría hasta ese punto. Las cinco, las seis…¿Y si se había ido en el coche y había tenido un accidente? Me puse las zapatillas y una bata, salí de la casa para ir a la cochera. Si, el coche no estaba allí, se lo había llevado…Pero, ¿un accidente, él? No conocía a nadie más seguro al volante de un coche.

      Volví a la cama. Ha amanecido y no ha vuelto y yo en vela. ¿Se habrá atrevido a pasar la noche con ella?¿Sería capaz de hacerme eso? No, no lo creía… Seguro que se había ido a dormir a su casa, a la de la calle Manzanares… Pero más tarde ha venido mi tía regando el escándalo.

      Y aquí estoy. Escribiendo como si no me afectara nada. Oyendo impasible las noticias que me llegan. Hoy si que hablan…Por suerte está bajando el sol y hace menos calor. Pronto las sombras volverán a llenar el cuarto y él seguirá sin venir; hoy no ha ido a trabajar. Dicen que el taller está cerrado y Antonio y los hermanos y otros mas han venido aquí a la puerta como si esperaran que aquí supiéramos algo. Lola les ha dicho que no sabía nada…Pero yo si lo sé, me lo dijo Elena, que cuando se fuera me enteraría…

      -Charo, está anocheciendo y en el patio corre mucho fresquito, ¿por qué no te levantas y te sientas allí? Mira te preparo la mesita y cenamos allí…

      -¿Qué haces aquí todavía?¿Por qué no te has ido a tu casa?

      -Porque esta noche me quedo contigo. Ya he llamado a mi casa avisando…- Se ha acercado para quitarme el cuaderno.

      Quizá si, quizá sea bueno dejar de escribir un rato y bajar a cenar algo, no tengo ganas pero debo hacer un esfuerzo, él se lo merece…o ella…Por primera vez me sale una leve sonrisa y por un momento se me agranda el corazón en el pecho. ”Moveré montañas por ti” ”Sabrás cuánto te quiero, te diré que eres lo mejor de mi vida” “Todo, ¡todo! Merece la pena por ti…mi pequeño Andrés… o mi pequeña Eloísa”



Comentarios

  1. GRACIAS MI QUERIDA LOLI... SIGO CON EL CORAZÓN APACHURRADO... PERO NO PUEDO DEJAR DE LEER ESTA EXTRAORDINARIA NOVELA.
    LUPITA CAMPUZANO

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