El día del fin del mundo.


 CAPITULO 19


                    Si, el tres de marzo resultó ser un día para no olvidar. Después de “estrenar” el coche en todos los sentidos y merendar en el pueblo vecino, por fin pude conducirlo de vuelta a casa. Lo metimos en la cochera y comenté con Andrés lo que ya había pensado con anterioridad acerca de la venta del coche de mi padre. El no quiso ni opinar, simplemente dijo que se haría lo que yo quisiera. Íbamos a casa cuando nos salió Rosenda al encuentro. Tenía mala cara cuando se dirigió a Andrés.

      -Te han estado llamando desde hace un rato por teléfono y ha venido un compañero tuyo a buscarte,-dijo alterada,- a Cándido le ha dado un infarto y está en el hospital de Manzanares.

      Nos apresuramos a llegar al hospital de Manzanares donde encontramos a Elena sentada en la sala de espera acompañada de Ángel y José Prieto, dos hermanos empleados del taller que se habían acercado hasta allí como nosotros para que la mujer no estuviera sola para afrontar aquel mal rato. Apenas vio a Andrés, la hija de Cándido corrió a abrazarle llorando. Dijo que ella había salido y al volver a casa se encontró a su padre tumbado en el sofá y con la televisión puesta, que creyó que se había dormido, pero que  al no poder despertarle llamó a la ambulancia.

      -…Está muy malito…- Sollozaba contra el pecho de Andrés, dejándose consolar por él.-¿Qué voy a hacer si le pasa algo?¿Qué va a ser de mi, Andrés?

      Si el momento ya era de por si muy triste, se tornó dramático poco después cuando el médico salió a comunicarle que Cándido había fallecido. No fue un infarto, como se pensó en un principio, si no un derrame cerebral que lo había tenido en coma hasta el momento del óbito. Había sido todo muy rápido y en ningún momento recuperó la consciencia.

      La muerte de Cándido fue muy sentida en el pueblo. Durante el funeral la iglesia se llenó de gente y más tarde en el cementerio, se formó una larga cola para dar el pésame a Elena y a la familia que llegó desde Madrid para acompañarla. La hermana mayor de Cándido con su marido y dos de sus hijos, y la tía por parte materna de Elena, con quien ella había pasado largas temporadas en Madrid y a la que estaba muy unida, al parecer.

      -De esa es de la que ha aprendido a ser tan liberal.-Oí que decía alguien detrás de mi. No, no era la Rosenda,  era la mujer del zapatero, otra por el estilo.- No se como se atreve a volver después del escándalo que se armó cuando la “Madalena” la pilló con el marido, que salieron corriendo casi en cueros porque empezó la mujer a gritar y a tirarles piedras…

       - Cállate ya, que este no es momento ni lugar para recordar cosas así.- La regañó su marido, consiguiendo que cerrara el pico.

      Yo iba al lado de Andrés en la cola, pero al ir de uno en uno dando nuestras condolencias a los familiares, me quedé detrás y hubo un gesto de Elena que, cuando menos llamó la atención, y es que cuando Andrés llegó frente a ella, ella aprovechó el momento para presentárselo a su tía.

      -Mira tía, este es Andrés.-Dijo.

      -¡Ah, si, Andrés!- Replicó la tía muy sonriente, como si le conociera de oídas porque su sobrina le había hablado de él.- Mi sobrina me ha hablado mucho de ti. Me ha dicho que le has ayudado mucho con el papeleo y eso. Muchas gracias eres muy amable…

       Y la cola parada. Y la mujer de Andrés detrás de Andrés. Y la mujer del zapatero asomándose para ver qué cara ponía yo ante aquello. ¿Qué cara iba a poner? Neutra, sobretodo cuando me llegó el turno y nadie me presentó ni me dio las gracias por hacerme cargo del velatorio y proporcionar bebidas calientes y pastas a quienes fueron y limpiar luego y encargarme de que ella comiera algo…

      -Ha sido algo inapropiado. No digo que esté bien o mal, solo que no era el momento.

      Aquella noche, durante la cena, hablamos acerca del sepelio del pobre Cándido y de la cantidad de gente que había acudido. Una cosa llevó a la otra y acabé comentando el gesto de la tía y la sobrina. Andrés sonrió malicioso.

      -Te ha molestado que no hayan hecho lo mismo con la “Marquesa”.

      - ¿Cómo puedes decir eso?- Me ofendí.- Nunca me he movido por agradecimientos.

      -Lo sé, no te enfades…-Puso su mano sobre la mía.- Es una broma. De todas formas hay que disculparla, son unos momentos difíciles en los que no se mide lo que se debe hacer…

      -Pues verás mañana, todo el mundo va a estar hablando de eso.

      Volvió a sus ojos el brillo burlón y a su boca la sonrisa maliciosa.

       -Tienes la mala costumbre de reducir “todo el mundo” a este pueblo. El mundo es mucho más grande, Niña, no acaba en las lindes del municipio.

       - El mío no, Andrés, mi mundo es lo que me rodea, lo que vivo con quienes convivo. ¿Qué soy una cateta? Pues lo seré. Sé que hay muchísimo más fuera de aquí, pero no me afecta como lo que está a mi alrededor.

      No me equivoqué  ni un ápice. Al día siguiente “todo el mundo” hablaba del gesto de Elena y su tía hacia mi marido. Y de ahí a suponer más de lo que había…Camino ancho…

      -Prima, sácalo de ahí, sácalo de ahí que ahora está la loba sola…

      - Y tanto, ahora sin el pobre Cándido que la contenga…

      -¡Ay…dejadme tranquila! Ya está bien…El es grandecito, que se cuide solo de los lobos o de lo que le de la gana. No le tengo que sacar de ningún sitio y si la loba se lo come ¡que le haga bien provecho!

      Estaba molesta con Andrés, decepcionada por sus palabras de la noche anterior. Además, aquella mañana habían abierto el taller y ni siquiera había venido a por el bocadillo, se lo había tenido que mandar yo con Pepe.

      - Vaya, vaya…ya estás otra vez en la higuera…

      Me volví hacia Eduardo que se acercaba a mi.

      -Como lo sabes… - Sonreí captando la broma.

      - Pareces cansada.

       Llegó a mi lado y la brisa terminó de acercarme el aroma fresco de su colonia. Estaba recién afeitado y con su aspecto impecable de siempre, de señorito que no se mancha las manos con nada, tan diferentes a las de Andrés…¡Ya estaba pensando otra vez en él! Es que no me      -Honor que me haces. Es pronto aún, pero vamos si quieres y deja que hoy te invite al aperitivo.

      Vino al día siguiente y al otro y al otro…

      -¿Dónde está el Queco? No le veo nunca por aquí…

      Le puse el plato de asadillo manchego en la mesa.

      -Apenas le veo yo.- Contesté amable.- Desde que murió Cándido tienen mas trabajo.

      -Pues no parece que los compañeros se preocupen mucho, ¿no?- Se inclinó hacia un lado para mirar por la puerta del comedor hacia el bar, donde los mecánicos que trabajaban en el taller cercano tomaban su café como todos los días antes de volver al trabajo.- La que ha dejado de venir es Elena.- Observó como si le extrañara su ausencia.

      - Estará de luto la pobre. No tendrá ni ganas de venir a…

      - Será,- me cortó en seco,- pero esta mañana la he visto desayunando en un bar de la plaza. Tu tía estaba poniéndola como hoja de perejil porque no se ha puesto de negro ni las medias.

      - Cada uno es libre de hacer lo que quiere; además, el luto se lleva en el corazón.

      Si quería llamar mi atención con esa conversación, lo logró, aunque no hice el menor gesto de que me afectara; me limité a encogerme de hombros sonriente y me alejé después de desearle buen provecho. Los compañeros de Andrés estaban allí, sin embargo él había venido con prisa, había comido con prisa y había vuelto al taller sin tomar siquiera su habitual café solo.  

      -¿Qué te pasa?- Me preguntó Ali al verme parada y pensativa.

      -¿A mi? Nada.- Respondí volviendo a ponerme en marcha.-¿Está ya el tiznao de la mesa siete?

      Aquella noche Andrés volvió a las nueve y cuarto. El taller había cerrado a las seis. No quería dudar. No quería preguntar porque seguramente tendría una razón inocente para explicar por qué salía del trabajo tres horas después que sus compañeros y qué hacía durante esas tres horas. No quería…pero…cuando fue a darme su beso al llegar, le esquivé.

      -Cada día vienes un poco mas tarde.

      -Hay trabajo atrasado por los días que ha estado el taller cerrado. Además, Elena no tiene ni idea de como hacer las cosas y le estoy enseñando a llevar la parte administrativa del taller, a cómo y dónde pedir las piezas y a hacer facturas…

      -¿Solo tú sabes hacer eso?

      -Me da que sí, porque se lo hacía muchas veces a Cándido.- Contestó apresurado, para después añadir mimoso:-Anda, date la vuelta ya y déjame verme en tus ojos.

      Acepté la explicación como buena, ¡tonta de mi! Porque estaba deseando que me besara y me arropara en sus brazos. Más tarde, en nuestra cama, testigo ya de tantos encuentros abiertos y libres, volvimos a besarnos y a abrazarnos hasta que un bostezo disimulado nos interrumpió. Estaba cansado, tenía sueño y debía descansar para el día siguiente. Por supuesto que yo lo entendía, me decía con los ojos insomnes mientras oía la respiración serena de su sueño, el ritmo que habíamos llevado hasta aquel momento…era demasiado, alguna vez tendría que decelerar cuando se hiciera más habitual.

      A la mañana siguiente, casi cumplidas todas mis obligaciones con el restaurante, fui al taller. Mi única intención era ayudar. Yo sabía muy bien como llevar la administración de un negocio, no solo por mi formación académica para ello, me avalaban más mis conocimientos en la práctica. Busqué a Elena y me ofrecí a trabajar con ella al tiempo que le enseñaba todo lo que yo sabía sobre facturas, cuentas, el trato con los distribuidores, compras, ventas… impuestos…

      -¡Ah, muchas gracias, pero yo sé hacerlo!- Me contestó con falsa amabilidad.- Las pocas dudas que tengo me las resuelve Andrés… Nada, cuatro bobaditas sin importancia… Pero te lo agradezco mucho. Eres una buena vecina.

      -¿Eso te ha dicho?- Mi prima apretó los puños furiosa cuando se lo conté.-¿Y ella?¿Es ella una buena vecina?

      -Yo no la puedo obligar, Ana, dice que sabe.

      -Si, es que ella es muy lista.- Ironizó.- No se me olvida el día que doña Elisa le preguntó qué sabía de Cristóbal Colón y dijo que Colon había descubierto América… Y que ya se había muerto hacía tiempo. Y doña Elisa comentó que menos mal, que sería terrorífico verle andando con el aspecto que tendría con quinientos años.

      Era una anécdota divertida, pero yo no tenía ganas de reír. Según pasaban los días era peor. ¡Yo lo intentaba! De verdad que no quería dejarme llevar por pensamientos negativos, pero se convirtieron en una mancha oscura que cada día se expandía más y más, ayudada por las habladurías.     

      -Cada vez que te veo caminando cerca de este árbol sé que algo te preocupa.

      Una vez ,más Eduardo me encontró junto a la higuera, cuyas ramas ya mostraban los brotes de la cercana primavera.

      -No es eso, es que me relaja este silencio que le envuelve y su sombra.

      El negó demostrando que no me creía.

      -Yo sé lo que te pasa.- Dijo.- Si necesitas desahogarte, aquí estoy.

      -Muchas gracias, Eduardo, pero no me pasa nada o, al menos, nada que sea importante.

      Empezó a caminar a mi lado, como siempre que nos habíamos visto allí.

       -Desde luego, ya sabes que somos muy chismosos y hablamos siempre más de la cuenta. Fíjate, hace poco empezaron a decir que a mi me gustaban los hombres…

      -Lo oí.- Asentí al recordar las palabras de Andrés cuando me dijo que a Eduardo no se sabía si le gustaba la carne o el pescado.

      -Te juro que no es cierto.

      -Nunca lo he creído.

      -Sin embargo me hizo mucho daño; como supongo que a ti te lo hace lo que se dice de tu marido y…su jefa. ¿Sabes que la llaman la sultana? Dicen que tiene un harem de hombres solo para ella.

      -¡Qué tontería!- Rechacé sin entusiasmo, porque realmente me parecía absurdo.

      -Y tu marido es el favorito.

      Le lancé una dura mirada, demostrando que no me gustaba su comentario.

      -No lo digo yo, lo dicen sus compañeros. Desde que ha ascendido al Queco a encargado… no están muy contentos; hay algunos que llevan ahí trabajando mucho tiempo… y se lo han tomado a mal.

      ¿Encargado?¿Andrés? No quise demostrar que no sabía nada al respecto.

      -Será porque se lo merece. El se está esforzando mucho por el negocio; cosa que no hacen ellos.

      -Si eso es lo que dicen…que parece que se está esforzando mucho…Pero que a fin de cuentas, no le cuesta tanto.

      Era como una puñalada en el pecho.

      Aquella noche volvió a las diez. Eso ya no era novedad para mi, como para él tampoco lo era encontrarme enfadada y no dejarme ablandar por sus tonterías y sus arrumacos.

      -No me has dicho que ahora eres el encargado del taller.

      El se tomaba su cena ya fría mientras yo le observaba aún más fría.

      -¿Qué quieres que te diga? Encargado es solo una palabra si no hay un buen sueldo que lo sustente. Más que encargado me he quedado con el cargo de tonto oficial.

      - Pues parece que a tus compañeros no les gusta que les dirija y les ordene el tonto oficial, que hay otros con más merecimientos para el puesto.

      Me miró a los ojos, por primera vez enfadado, molesto.

      -¿Qué quieres decir?¿Qué quieres?

      -Quiero que dejes el taller.

      -¡¿Qué?!- Exclamó incrédulo levantándose de la silla como si le hubieran salido clavos al asiento.

      -¿Qué es lo que no entiendes? Quiero que dejes el trabajo en el taller.

      - No seas absurda, si no trabajo en el taller, ¿qué hago?

      -Trabaja en la Manchega. Ahí tienes trabajo seguro.

      -No soy camarero, soy mecánico. ¡Un buen mecánico! Pero aunque no lo fuera, no trabajaría para ti. Eres mi mujer, ¿dónde quedo yo?

      -Tu siempre presumes de que no te importa lo que digan.

      -¡Y no me importa! Me importa lo que siento yo. ¡No puedo trabajar para  mi mujer!

      -¿Y para la otra si?¿O es que la otra es un cabo de la Guardia Civil?

      Estaba furioso, la única vez que le vi así fue muchos años atrás, enfrentado a mi padre en aquella terrible tarde que su madre fue despedida de mi casa.

      No sé qué iba a decir, pero se controló en el último momento. Tomó aire.

      -Mira, Niña, vamos a dejarlo de este tamaño, que no crezca más.

       Se fue al cuarto, no al nuestro, si no al que le di para él solo la primera noche de casados.

       Aquella fue la primera noche que pasé llorando. Después ha habido más.

     

      

Comentarios

  1. Me encanta esta historia.... Y el 3 de marzo tampoco lo olvido yo, ya que es el dia en que nací jajajaja 🥰🥰

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    1. Tu motivo para recordarlo es mejor que el de Charo. Para ella es el principio del fin.

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  2. 🥺 me has roto el corazón Loli 💔
    Lupita Campuzano

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  3. Lo siento Lupita, ha comenzado el principio del fin para Charo y Andrés.

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