El día del fin del mundo.
CAPITULO 15°
Desperté en la misma postura en la que me había quedado dormida unas horas antes o unos minutos no lo sé. Sentía bajo mi mano la piel cálida de su pecho, más aún, me parecía sentir los latidos de su corazón golpeando mi palma. En mi cerebro se agolparon todas las sensaciones, que no las imágenes, del contacto de su cuerpo con el mío, podía evocar cada roce de su boca, de sus dedos y al final…mis labios se curvaron hacia las orejas y dejé escapar un suspiro disimulado. Por fin me atreví a abrir los ojos. Entraba algo de luz a través de las rendijas de la persiana, lo suficiente para ver la alcoba teñida de tonos grises.
-Buenos días.
No me sobresaltó aquella voz que
con un susurro se coló en mis oídos.
-Buenos días.- Respondí azorada.
-¿Qué tal has dormido?
-Bien ¿y tú?
-Bien.
Noté su mano acariciándome el
pelo mientras la otra cruzó por mi vientre en busca de la cadera. Sentí sus
labios en mi sien y después en la mejilla, supe que buscaba mi boca y me
incorporé de repente.
-Tengo que levantarme para ir a
trabajar.
El se dejó caer sobre su espalda
y no dijo nada al respecto de mi abrupto movimiento.
Entré en el cuarto de baño y me
quité el camisón, que él no llegó a quitarme durante nuestro encuentro. Una vez
me hallé bajo la ducha volví a evocarlo. Me sentía extraña, no por haber dejado
de ser virgen, que también, pero me llamaba más la atención el hecho de que
conocía a Andrés desde mi más tierna infancia, crecí viéndole a mi lado, me
llevaba a la escuela cogida de la mano, con gesto adultamente serio, nunca se
rendía a las invitaciones a jugar de su amigos hasta que me dejaba en la clase.
De pronto me encontraba con que pese a todo ello, tenía que comenzar a conocerle
de nuevo, porque aquel hombre era un Andrés diferente. ¿Y yo? ¿Era yo una Charo
distinta para él?
Salí del baño bien cubierta por el
largo albornoz. Pensé en coger mi ropa y volver a encerrarme para vestirme,
incapaz de contemplar la idea de mostrarme desnuda ante él. Las persianas del
balcón ya estaban subidas dejando entrar libremente el brillante sol
decembrino. Andrés se había levantado, llevaba puesto el pantalón del pijama y
el torso seguía desnudo. Le miré como de pasada y sentí pudor de mi misma,
porque me gustó lo que vi y no me parecía correcto.
-Si no te importa voy a ducharme
mientras te vistes y podemos desayunar juntos.
Asentí porque yo solía desayunar
allí, luego, después de acabar la compra en el mercado re-desayunaba con Ana y
con Ali en la cocina de La Manchega decidiendo lo que íbamos a preparar o
simplemente hablando de lo que se nos ocurriera.
El se metió al cuarto de baño y
aunque no cerró la puerta, yo me quedé vistiéndome en el dormitorio. Me vestí
como todas las mañanas con el uniforme del restaurante, camisa blanca con el
logotipo del restaurante bordado en el bolsillo y un pantalón o una falda de color
negro, según nos apeteciera ponernos. Era invierno y hacía frío así que opté
por el pantalón.
En la cocina Lola me recibió
como si fuera una porcelana a punto de quebrarse.
-Siéntate, Charo.-Me apartó la
silla y cuando estuve sentada me acarició la melena suelta y me susurró con
amorosa calidez:- Ya he visto que esta noche habéis estado juntos. ¿Cómo
estás?¿Te hago un ponche de huevo?
La sola idea de tomar un ponche
de huevo me daba arcadas, jamás lo quise pese a que me obligaban a tomarlo
cuando estaba enferma o creían que
necesitaba un aporte extra de energía o lo que quiera que diera el huevo batido
en la leche con azúcar.
-No, me vale con el café con
leche y la tostada de todos los días y puedo hacérmelo yo, como siempre.
-No, no…déjalo, yo te lo
hago.-Se empeñó en mimarme, pero eso ella lo solía hacer a menudo.-¿Tu marido
no va a bajar a desayunar? Así le hago a él también…
Le dije que si, que se había
quedado en la ducha y que bajaría enseguida. El no se libró del ponche de
huevo. Se lo encontró ya preparado cuando se sentó a la mesa. Si le pareció
bien o mal, no dijo nada y se lo tomó. Tenía que irme y se lo dije. Quedamos en
que iría de nuevo a comer conmigo al restaurante. Cuando iba a salir de la
cocina, cogió mi mano al vuelo desde donde estaba y tiró de mi, acercándome
mucho a él, circunstancia que aprovechó para darme un beso en la boca. Fue
superficial, sin embargo me sentí enrojecer hasta la raíz del pelo. A él
pareció hacerle gracia mi apuro y sonrió antes de guiñarme un ojo. Yo también
sonreí.
Todo había comenzado de nuevo
para mi en la noche anterior y no sabía ni como actuar cuando estaba con él.
Por lo demás me mostraba igual que siempre, hice las compras en el mercado de
abastos como todos los días y en cuanto llegué al restaurante sucedió lo que ya
esperaba. Dos lobas se lanzaron a por mi pretendiendo satisfacer su curiosidad.
Por supuesto yo no estaba dispuesta a desvelar nada.
-Dinos al menos como se lo
dijiste…
-No sé…surgió.
-¿Y… bien?- Los ojos marrones de
Ana me miraban ansiosos.
-Bien.- Asentí y no pude evitar
aquella sonrisita tonta que acudía sin querer.
-¡Ay, tuna, que te ha gustado!-
Me acusó Ali, divertida.
-¿Si?- Mi prima me observaba esperando
la respuesta. Asentí en silencio y su sonrisa se agrandó tranquila.
-¿Pero no ves como le brillan
los ojos? Andrés tiene que funcionar bien, por lo que se ve.- Alicia seguía con
sus risas y sus bromas.-Vaya suerte que tienes, Charo, coges un pollo
despeluchao y al poco tiempo se te convierte en el gallo del corral.
-¡No seas bruta, Ali!¡Venga, a
trabajar que estamos perdiendo el tiempo!- Las achuché riendo divertida.
Tuve que aguantar risitas y
comentarios burlones toda la mañana; Los soporté armándome de paciencia y
acabaron diluyéndose en la vorágine del trabajo. Andrés vino a comer conmigo,
como el día anterior, y me comentó que había llamado a sus compañeros del
destajo y que habían decidido que nos reuniéramos el sábado que había entre el
día de Navidad y Nochevieja si yo estaba de acuerdo.
-Sin ningún problema.- Afirmé.-
Ese día cerramos al público y celebramos aquí lo que se tercie.- Me levanté
para ir a buscar los cafés a la zona de bar.- Lo que si hace falta saber es
cuántos vendrán, si vienen los padres, los hijos, los hermanos…Para hacer un
cálculo de lo que se necesita.
-Yo pagaré los gastos que…
-¡Ni mucho menos! La idea fue
mía tú solo has sido el intermediario.-Sonreí-¿Café sólo?
Me miró con un brillo estelar en
sus ojos
-¿Hoy tienes horario de cierre?
-No, esta semana lo tiene
Antonio.- Respondí sin entender a qué venía aquella pregunta.-¿Por qué?
Sonrió travieso.
-Para saber si vamos a dormir la
siesta.-Hizo especial énfasis en la palabra “dormir” dándome a entender a qué
se refería.
Lo entendí. El corazón comenzó a
bombearme sangre hacia la cara. Para colmo Ana y Ali estaban a cierta distancia
limpiando y también lo habían oído, porque la muy… Alicia se burlaba rascándole
la espalda a mi prima y esta sonreía picarona. ¡Las despedía!¡De ésta, las
despedía a las dos!
-Solo.
-¿Eh?
-El café…
-Ah…Ahora lo traigo.
Salí a la barra a por los cafés.
El bar estaba concurrido, como todos los días laborables a aquellas horas y,
como siempre estaba Elena la de Cándido allí, apoyada en la barra, tonteando
con Pepe y fumando un cigarrillo rubio mientras tomaba su café con leche.
-¡Charo, ¿qué tal?!- Fue su
saludo en cuanto me vio junto a la cafetera.
-Bien, como siempre.- Contesté en
su mismo tono amable.
-¿Dónde está Andrés? No hay
quien lo vea. Parece que lo tienes secuestrado.
Ya estaba allí el tono chillón
para que todos la oyeran y centraran su atención en ella y en sus ocurrencias.
Mi reacción también la misma de siempre, sonreír y poner toda mi atención en la
máquina de café.
-¿Qué esperas? Querrá estar con
su mujer…-Replicó Jesús Peraleda, uno de los empleados de taller.
-¿Tiene trabajo? Porque mi padre
necesita un buen mecánico…
- Yo de eso no sé nada.- Ni
siquiera la miré. Esperaba impaciente a que la cafetera terminara. De buena
gana le hubiera dicho a Pepe que acabara de preparar los cafés y los llevara
dentro, pero eso parecería huir y nunca le daba esa satisfacción.
-El otro día, anteayer, después
de verle estuvimos hablando de él; mi padre dijo que es muy buen mecánico, que
solo con oír un coche sabe lo que le pasa. Y yo le dije que le contratara de
nuevo. Lo de hace unos años es agua pasada que no mueve molino.
-¿Qué es lo que pasó?- Se oyó
una voz indiscreta pretendiendo informarse.
Por supuesto fue informado, ante
mi disgusto y el de algunos de los que fueron compañeros de Andrés.
-Que empezó a pasarse con la
bebida y a no cumplir en el trabajo; así que mi padre le despidió. Pero siempre
le ha tenido mucho cariño, porque él empezó de aprendiz en nuestro taller.
Todo eso era cierto; apenas
tenía Andrés quince años cuando comenzó a trabajar en el taller de Cándido. Yo
le recordaba muy bien cuando llegaba con
aquel buzo azul lleno de grasa y amenazaba con cogerme y manchar mi ropa. Yo
corría y reía. Después, cuando fue a hacer el servicio militar, estuvo en
infantería motorizada o algo así y se convirtió en un especialista. Le ofrecieron muchos trabajos
al volver, pero él regresó con su maestro. Para entonces tenía veintiún años,
yo dieciséis y la relación entre nosotros ya no era la misma. El era un hombre
y tenía otros “intereses” ajenos a la huérfana que cuidaba su madre. Recuerdo
que cuando volvió licenciado Elo y yo fuimos a recibirle. Mis ojos hicieron
chiribitas al verle tan guapo, a los dieciséis años estaba enamorada del amor.
Y quizá él pudo haber sido mi primer amor si no se hubiera interpuesto Eduardo
Salinas con sus miradas lánguidas y más tarde sus cartas de amor secreto, que
despertaron la parte más romántica de mi.
Regresé con los cafés y me
sorprendió encontrar la mesa vacía. Miré interrogante a Ali.
-Está en el baño.-Dijo.- Se fue
antes de que empezara a hablar la serpiente putón, así que no se ha enterado ni
de que está aquí.
-¿La has oído?- Pregunté
indignada.
-Hasta la última coma. Y dice la
muy zorra que Andrés empezó a ir bebido al trabajo… pero no dice la causa. -Se
acercó más a mi y bajó aún mas el tono- Mira, yo era una mocosa y recuerdo oír
hablar a mi madre, a mi tía y a mi abuela de que era una pena que un hombre
como una torre de alto y tan guapo se hubiera echado a perder… Al principio no
se sabía por quién era, una muchacha, decían sin más, pero luego cuando Cándido
después de tantos años lo echó…Fíjate el hombre, que siempre ha sido un trozo
de pan. Yo no sé como era la mujer, pero no entiendo que él haya criado
semejante egoísta.
Llegó
mi prima y al vernos corrió hacia nosotras.
-¿Estáis cuchicheando?¡Yo quiero
también!-Dio palmaditas como si fuera una niña pidiendo un trozo de chocolate.-
¿De quien habláis?
-De nadie.- Nos separamos como
de mutuo acuerdo.
-¡Qué sosainas!- Se quejó.-
Seguro que estabais hablando de los picores de espalda, como las dos tenéis…
Ali y yo rompimos a reír a
carcajadas.
-Échate un novio y cásate.- Le
dije y señalé a Antonio que estaba en el comedor recogiendo manteles y poniendo
otros limpios para cuando llegaran las cenas.- Mira, ahí tienes uno que está a
punto de caramelo. Buen hombre, buen trabajo, dispuesto a endeudarse con una
hipoteca para una casa…
- Es muy soso, a mi me gusta
Pepe.- Dijo con una sonrisa angelical.
- Pues a Pepe le gustan todas,-
dije yo.
- De todas formas, con Antonio
no puede contar ya; está medio ennoviado con una chica de Puerto Lápice.
Monísima la chica, alta, con muy buen tipo… Manolo y yo les vimos un día en Manzanares…¡No
le vayáis a decir nada a él, porque enseguida va a saber que he sido yo la que
os lo ha dicho!
Obviamente era mentira. Bueno solo tenía ojos
para mi prima, el problema estaba en que era incapaz de decírselo porque sabía
que a ella le gustaba el otro. De todas formas, cierto o falso, la reacción de
Ana fue de total indiferencia o eso nos pareció.
LOLIIIIIIIII... ERES INCREÍBLEMENTE TALENTOSA. ¿Cómo puedes hacer que cada historis tuya me guste más?
ResponderEliminarLupita Campuzano.