El día del fin del mundo
CAPÍTULO 6°
Serví el desayuno de Andrés en la cocina, sin mirarle a él, sin decirle una palabra, con expresión neutra. Notaba que él, sentado ante la mesa , me miraba con insistencia, esperando a que nuestros ojos se encontraran, pero no le di ese gusto
Me había recibido con su habitual ironía.
- ¡Cuánto honor, la marquesa en persona!...
Yo no había contestado ni a ese ni a ninguno de los comentarios que vinieron después. Vi que se levantaba de la cama y entraba al baño. Salió limpio y vestido, caminando con dificultad, supongo que le dolía bastante aún, pero con afán de esforzarse. Notando que pese a todos sus intentos de hacerme hablar yo seguía sería, muda y sorda, intentó otro modo de abordaje.
- Pero¿sigues enfadada por lo del otro día? Pues no me voy a disculpar, porque el consejo fue bueno y sincero, ¿que, a lo mejor, fui muy bruto al expresarme? Vale; pero es un buen consejo. La cortije... Eduardo,- se rectificó más o menos a tiempo,- está bajo el dominio de su madre. Mientras no saque carácter y se le enfrente no llegara a nada.
- Cada uno está bajo el dominio que quiere. Unos de las madres y otros del alcohol.
- Y otras de las tías...
Ahí me calló, claro.
Empezó a darle vueltas con la cucharilla al café con leche. Sin mirarme y en voz baja, casi un murmullo, me dijo:
- Yo quiero que tú seas feliz, porque te lo mereces, porque eres una buena mujer. Juro que me comería los hígados con tal de verte dichosa, niña. En este puto pueblo no hay un hombre que te merezca, que esté a tu altura. Pero si el que esperas es Eduardo Salinas o tomas la iniciativa tú y se lo ganas a su madre o no tienes nada que hacer.
- Eso yo, vale,- me apresuré a sentarme frente a él,- ¿ y tú? Yo tengo que pelear por mi felicidad¿ y tú no? Si tu quieres a "esa mujer maravillosa"- lo entrecomillé con un gesto dedos y solo Dios sabe como conseguí no atragantarme al referirme a Elena con ese adjetivo,- que lo es todo para ti, que hasta te has echado a perder por ella sin intentar luchar.
- Tu lo dijiste el otro día, ni envuelto en oro me querría.- Se encogió de hombros.
Suspiré y me levanté para prepararme un café y tomarlo con el, aprovechando que,por una vez, podía hablar con tranquilidad.
- Eso lo dije porque estaba enfadada y me haces decir cosas que ni siento, pero, si tú dejaras de beber de esta forma, te buscaras un trabajo... Cándido no te querrá para su hija, pero para su taller...te adora, todos lo sabemos. Bueno lo que quiero decir es que...te hagas merecedor de ella y...- " Y te pongas a la cola de todos los que..." Me recriminé aquel pensamiento,- seguramente ella te tendrá en cuenta... Tu...no estás en la miseria, tienes un par de campos de los que estás viviendo ahora, tienes esta casa y tienes tus manos y tu cabeza para trabajar. Te arreglas bien y...
Él sonrió con la boca torcida, como siempre que se burlaba de mí.
-¿También me vas a comprar ropa como a Perico?
Le miré azorada.
-¿Qué ropa? Esa se la encontró en una caja en el...
- No insistas. No se lo creyó ni él, que será borracho, pero no tonto. Ayer por la tarde vino todo pinche con su ropa nueva y sus botas. Me lo contó todo y dijo que te siguió la corriente porque entendió que no querías que pensara que te daba lástima de él y querías remediarle .
Debí ruborizarse a juzgar por el calor que me recorrió todo el cuerpo hasta instalarse en la cara.
- El no es tan orgulloso como tú borracho favorito. Recuerdo que hace años hiciste algo parecido conmigo...
- Y lo tiraste al contenedor de la basura.- Terminé. - Te hubiera matado allí mismo de haber tenido algo con qué hacerlo. Sobretodo porque mi padre me descubrió y estuvo a punto de pegarme.
Le vi apretar los dientes hasta que su mentón se endureció mostrándose más anguloso de lo que ya era. Yo sabía Andrés nunca soporto a mi padre, le odió siempre, pero más aún cuando despidió a su madre de forma tan humillante, diciendo que había aprovechado su situación en la casa para robar. ¡Robar mi Eloísa!¡Mi segunda madre!
Consulte mi reloj de pulsera, tome de un trago el resto del café y me apresuré.
- Tengo que irme.
Él asintió.
- No le digas a Perico que te he dicho lo de la ropa, yo solo quiero que sepas que aunque no puede decirte nada porque traicionaría tu secreto, te lo agradece; figurate, con ropa nueva y dinero en el bolsillo para hacer lo que más feliz le hace sin tener que humillarse pidiendo dinero a nadie.
Yo asentí sonriendo cálidamente. Fue agradable para mi hablar con Andrés sin peleas, ni ironías ni indirectas envenenadas. Más tarde me encontré con Perico, vestido impecablemente y cubierto con un delantal por delante y otro por la espalda.
- Me los ha prestado Anita,- me dijo refiriéndose a mi prima, - para que no me manche con el polvo. Aunque ya estoy acabando...
Había bebido algo, tenía, como suele decirse un punto de alegría.
- Charo¿ no tienes otro trabajillo para mí por ahí? Así, de mañana, como este... No necesito mucho...
- Seguro que algo hay, miraré por ahí a ver...
Se puso que ni más contento;aquel mismo día acabó la limpieza del trastero y lo dejó irreconocible. Yo le reconocí la calidad del trabajo y se lo agradecí. El se fue con la intención de empezar una nueva tarea al día siguiente.
Pero al día siguiente nos alertaron las campanas de la iglesia.
-¿Quién se habrá muerto?
Era una pregunta retórica pues de las tres mujeres que estábamos en la casa con mi tía, ninguna habíamos salido aún ni habíamos hablado con nadie para enterarnos. Lo supimos enseguida, cuando entró la Rosenda con prisa en la intención de darnos la primicia antes de que otra se llevara el dudoso honor.
-¿Quién se ha muerto?- Volvió a pregunta mi tía, esta vez a la vecina.
- Dicen que Perico Mataburras.
- ¿El borracho?¿El de Las delicias?
Ironías de la gente, llamar "Las delicias" al barrio más olvidado del pueblo.
- Se lo han encontrado en la calle; dicen que iría como de costumbre y ha debido caerse, con tan mala suerte que se ha desnucado contra una piedra.
Me quedé sin sangre. Miré a mi prima que a su vez me miraba del mismo modo, las dos con los ojos cuajados le lágrimas y sin poder creer que el día anterior hubiéramos estado con él.
- Vaya, pobrecillo... ya descansa. -Se lamentó Lola con una frase hecha.
- Eso se veía venir... Con las tajadas que pillaba era cuestión de un día u otro, como el Cholito y el Queco y Mariano el de Antoniana...esos cualquier día...
Era doloroso oír hablar con tanta indiferencia de la muerte de una persona, fuera quien fuera, sin un atisbo de compasión como si no la merecieran.
- No, el de Antoniana es por drogas, ese se pincha...de eso de los caballos...
-¿Qué es eso?
- Ay, no lo sé, Angustias, pero debe ser muy fuerte porque si se pone una persona lo que es para un caballo...Y dicen que se pone loco si no tiene y que se ha hecho un delincuente y roba...
- Le habrá robado al veterinario.
- Será...- Rosenda me miró. - Fíjate Charo en lo que se gastó el dinero que le diste...
A mi tía se le pusieron los ojos como balones.
-¡¿Que tú le diste dinero a Mataburras?! ¿Pero es que tu eres tonta o te has caido de cabeza?
- No se lo he dado, le pagué una tarea que me hizo.- Me puse a la defensiva.
- ¡Y se lo gastó en ropa y en vino y en convidar a todos sus camaradas, como él los llamaba, menos al Queco que está en el banquillo por lesión!- La Rosenda dió cumplida cuenta de que lo sabía todo.
- ¡Cada quien se gasta su dinero como le da la gana!- Intervino mi prima.
- Yo le di una tarea; en lo que se gastara después el dinero era cosa suya, como si lo hubiera hecho confeti y lo hubiera ido tirando al aire.
Lo negaba, pero en el fondo del corazón me sentía culpable. Me decía que daba igual de donde hubiera sacado el dinero, que podía haberle pasado cualquier otro día de cualquier otro año, pero en mi interior me lamentaba de que hubiera pasado en aquel momento.
Lo enterraron al día siguiente. Como no tenía familia el Ayuntamiento corrió con los gastos de un funeral modesto pero digno, al que no acudió mucha gente y menos aún fueron los que le acompañaron al cementerio. Metieron su ataúd en tierra y tras cubrirlo el sepulturero se fueron todos. Yo también me iba, aunque me atrasé un poco para no coincidir con la hija del sacristán, otra solterona como yo, que se empeñaba en que la acompañara en las fiestas a vestir los Santos de la iglesia de Santa María y la ermita de San Juan y de todos los de las hornacinas del pueblo, sobretodo la de San Antonio, a cuyo niño ella le cosía hasta la ropa con puntillas y encajes. De ahí lo de quedarse para" vestir santos". Yo estaría soltera, birrocha, como dijo Andrés, pero mis inquietudes no iban por ese camino.
Estaba saliendo cuando llegó un taxi del pueblo y el taxista se apeó para ayudar a Andrés a salir. El caminó hacia mi con cuidado, procurando sentir el menor dolor posible.
- ¿Si querías venir por qué no me lo has dicho esta mañana? Yo te hubiera traído en el coche.- Le ofrecí mi brazo pero lo rechazó haciendo caso omiso de mi ayuda y de mi, pasando de largo hacia el camposanto.
- ¿Y tragarme el sermón del cura?¿Y aguantar las tonterías de la gente? No, ahora es mi momento para despedir a mi amigo.¿Dónde está?
Me fijé en una bolsa de plástico que llevaba en la mano derecha y deduje que no eran flores lo que había en ella.
- No me lo puedo creer, Andrés,¿has traído vino aquí?- Me escandalicé.
- No seas tan remilgada. Si no me quieres acompañar dime por dónde está y yo lo encontraré.
Le acompañé, y estuve a su lado mientras contemplaba silencioso el montículo de tierra bajo el cual yacía su amigo. Después sacó de la bolsa una botella de vino a granel y un vaso.
- Haz el favor y quita el tapón- fue lo único que me pidió y yo lo hice, no sé porqué.
Lleno medio vaso con el vino.
- Por ti, amigo mío. Nadie ha podido morirse más feliz que tú.- Musitó. Iba a beber cuando reparó en mí y me ofreció el vaso. - Por Perico Mataburras, que heredó de sus ancestros el mote y el gusto por el vino.
- Por Pedro Cantero. Un buen hombre
Cogí el vaso y me lo trinqué de una vez aunque a continuación se me cerró un ojo y mi cuerpo se sacudió de forma involuntaria en un gesto de repelús por el sabor de aquel veneno. El volvió a escanciar el vino hasta mediar el vaso y también se lo bebió, pero sin pestañear siquiera. Después vacío el resto sobre la tierra.
- Buen viaje, compañero.
Cuando volvía a mi casa después de que él se fuera en el taxi a la suya, pensé que en cuanto entrara por el portón mi tía me iba a oler la peste a vino, pero como me dió la risa en vez de preocuparme, imaginé que le iba a dar más indicios aparte del olor. Pero ese día la suerte estaba conmigo y mi tía con la Rosenda, así que fue mi prima la que me recibió. Al verme taciturna se alarmó.
- ¿Qué te pasa?Prima,¿que te ha dado? - Pensó que tenía un ataque de algo,
- Medio vaso de vino...Me ha dado medio vaso de vino solo pero no sé...¡ se me ha dormido la lengua! Mira.- Abrí la boca y se la enseñé.
Ella se retiró afectada por la peste a vinagre.
- Por como huele yo creo que ya se ha muerto...- me cogió por la cintura.- Deja que te lleve a tu cuarto antes de que vuelva mi madre y te vea así porque entonces desearas estar como tú lengua.
Y me ayudó a subir mientras se partía de risa.
😍 que bonito.. y que bien contado...jajjaa al final vino fina del entierro.. este Andrés va a terminar llevándose al lado oscuro a la pobre Charo!!! Que premio hoy dos capítulos😍😍😍😍😍 me encanta!!!!
ResponderEliminarMi fiel Veruska, princesa rubia, siempre tienes algún comentario bonito. Yo te lo agradezco. Un beso.
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