El día del fin del mundo

 


CAPITULO  13°


             Me vinieron bien aquellas dos semanas de plazo para arreglar todo lo que tenía que poner a punto para cuando él volviera. Lo primero era preparar una nueva casa para mi tía y mi prima. Lo segundo y más importante era preparar a mi tía para su nuevo domicilio. Una casa de dos plantas en la calle Cervantes, esquina con la plaza del Ayuntamiento. Una vivienda más que grande para las dos, en pleno centro del pueblo, todos los gastos corrían de mi cuenta, me encargaba de que todos los días le llevaran la comida desde el restaurante, le puse una asistenta, y aumenté la asignación que le daba todos los meses aparte de la pequeña pensión que cobraba. Su respuesta…Bueno, no hubo respuesta, porque dejó de hablarme desde entonces…hasta esta mañana.

      Se ha abierto la puerta del dormitorio y ha vuelto a entrar Lola, ahora con la bandeja de la comida. ¿Cómo decirle que no tengo ganas de comer si ni siquiera tengo ganas de hablar?

      -¿Qué estás haciendo?-Me ha preguntado al verme con el cuaderno y el bolígrafo en ristre.

      -Desahogarme para no volverme loca…No me apetece comer, Lola…

      Mi prima me ha sorprendido entrando detrás de ella.

      -Haz el favor de comer porque te la he traído personalmente.- se ha adelantado a Lola y antes de sentarse en la cama se ha abrazado a mi cuello y me ha sonreído con tristeza.-¿Cómo estás?

     -Embarazada.- He contestado al tiempo que me he encogido de hombros.

     Ana ha asentido mientras me ha quitado el cuaderno para dejarlo en la mesilla de noche.

      -Me lo ha dicho Lola.- Suspiró.- Es maravilloso tener un niño en casa, vamos a estar muy bien, ya verás…

      Su sonrisa tensa, sus ojos enrojecidos, sus nervios…y el hecho de no pronunciarse con más vehemencia ante la noticia de mi embarazo, me han dado la alerta.

      -Dime lo que sea.- Le he ordenado quizá demasiado seca, pero he querido mostrar que soy fuerte y aguantaré lo que sea. -Ana, habla.

      Ella ha bajado la mirada de sus preciosos ojos almendrados un instante. Tanto Lola como yo estamos a la expectativa; intuyo que va a ser algo gordo.

      -Ha vendido los terrenos del pozo y del molino…y…la casa de su madre. Lo ha vendido todo, Charo.

      ¡Me hubiera gustado llorar, romper cosas, gritar! Pero no ha salido. Envidio a Lola, menudo día de llanto que se está llevando. Y yo, seca.

      -Todo lo que ha vendido es suyo. Tiene todo el derecho.

      -¿Tu no sabías nada?-Ha gemido Lola.

      -¿Tengo pinta de saberlo?

      -Pues lo sabe todo el mundo.- Ha dicho mi prima con la voz estrangulada y los ojos rasos de lágrimas.

     - Bueno, ya sabes lo que se dice: La esposa es la última en enterarse. -He suspirado.-En fin, estoy cansada, ¿os importaría dejarme sola?

      -Es que…

      -¿Qué pasa, Lola?

      - Eduardo ha vuelto. Insiste en verte, dice que no se irá hasta que no te vea. ¿Le dejo subir?

      -Desde luego que no.- He musitado moviendo la cabeza en ambas direcciones.- Por favor…Solo hoy…quiero estar a salvo de “todo el mundo”

      Han accedido y han salido llevándose la bandeja. He sonreído a causa de esa expresión: “Todo el mundo”. Suelo usarla mucho. “Todo el mundo sabe”, “Todo el mundo dice” “ Todo el mundo irá… vendrá, bajará ,subirá…” Andrés se ríe de mi por esa costumbre que tengo de reducir “todo el mundo” a este pueblo.

     Vuelvo a coger el cuaderno y el bolígrafo para releer lo último que he escrito.

     -Ah, si…mi tía y mi prima se fueron a la calle Cervantes…

     El palacio colonial quedó solo para mi y para él. Puse un dormitorio nuevo en mi cuarto porque el que yo tenía no era adecuado para un matrimonio. Hicimos una limpieza exhaustiva de la casa y trasladamos sus cosas a la que sería la habitación conyugal. Esta vez estaba dispuesta a hacer todo lo necesario para que nuestra convivencia fuera un éxito. Decidí que me acostumbraría a arreglarme un poco más para verme más atractiva, fui a la capital e la provincia y me compré algunas prendas menos clásicas de las que solía vestir y hasta entré en una librería y compré un libro de educación sexual para informarme de cuanto necesitara saber, al menos en la teoría.

      Andrés cumplió su palabra y regresó al acabar el trabajo. Yo fui aquel día a esperarle a la parada del autobús de línea. Cuando me llamó por teléfono para decírmelo yo me ofrecí a irle a buscar, pero no quiso. Dijo que sus compañeros le dejarían cerca de Manzanares y que allí subiría al autobús.

      -¿A quién estás esperando?- Preguntó alguno de los que pasaban cerca de la marquesina.

      - A mi marido, que ya ha acabado el trabajo y vuelve hoy.

      La noticia se difundió a la velocidad de un cohete y poco después la plaza estaba mucho más concurrida que antes y desde el balcón esquinero de la casa de la calle Cervantes, mi tía observaba la plaza y a mi.

      El autobús llegó y de él se apeó un Andrés muy diferente al que se había ido. Era igual de alto, claro, pero se veía fuerte, corpulento, llenaba la ropa y su rostro ya no era cetrino, si no que tenía el color saludable de quien trabaja al aire libre. Los ojos ya no estaban hundidos en las cuencas, brillaban negros y vivaces y lucían, ahora si, las tupidas pestañas que tanto los adornaban y hacían destacar.

      Conscientes de las miradas que estaban puestas en nosotros, nos besamos en ambas mejillas. A nuestra edad nadie podía esperar que nos comiéramos vivos en público. Después me cogí de su brazo y emprendimos el camino a casa saludando a quienes nos encontrábamos, sin tener apenas ocasión de hablar entre nosotros hasta llegar a casa.

      -Cuánto tiempo sin verte, Andrés…

      -Bienvenido. Estás estupendo, te ha sentado bien alejarte un tiempo…

      -¡Anda, Charo, ya estás contenta que ya lo tienes contigo…!

     Y por supuesto, la Rosenda estaba a la puerta de su casa, esperándonos. Me pregunté cómo era posible que se hubiera enterado tan…No terminé la cuestión y ya tenía la respuesta en mi cabeza. Mi tía…teléfono…

      -¡Pero míralo que apañado ha vuelto!...Dame un besito…-Se puso de puntillas y apoyando las manos en los hombros de él le soltó en cada mejilla un beso de jilguero. Andrés lo aguantó correspondiendo con paciencia; a juzgar por su expresión odiaba los besos de jilguero tanto como yo.- Ya pensábamos que te habías ido para siempre, como te fuiste ya hace tiempo y no has vuelto…

      Allí estaba ya el primer lanzazo.

     -¿Para qué iba a volver si ella ha venido a verme cada vez que ha cada vez que ha tenido el día libre? Todo el tiempo he estado por aquí cerca y ha ido y vuelto en el día…

      Rosenda se quedó de piedra, yo también, pero pude disimularlo a tiempo y asentir con encanto.

      -Tuna, qué en secreto lo has guardado…

      -¿Qué quieres? No lo voy a poner en el periódico…

     Supuse que en cuanto entrara a su casa pondría en funcionamiento la red de difusión general y que mi tía se enfadaría mucho al pensar que durante aquellos meses yo se la había estado colando por la escuadra al hacerle creer que no veía a mi marido cuando en realidad si lo hacía.

      Al entrar en casa de nuevo cayó sobre mi todo el azoro del mundo. Estábamos solos y Andrés dejaba de ser el hijo de Eloísa para convertirse en mi marido y yo ya no sabía qué decir, sobretodo aquel día que estaba preparada mentalmente para todas las consecuencias que se derivaban de ser un matrimonio al uso…

      Dijo que iba a duchase y yo aproveché para dar los últimos toques a la cena y poner la mesa. Como me parecía que era una ocasión especial la preparé en el comedor grande, muy adornada con una mantelería de Lagartera, preciosa, una de las vajillas, la talaverana y la cristalería más sencilla de las tres de cristal de bohemia. Ahora solo me faltaba que dijera que no tenía hambre y que quisiera pasar a la “acción” ya.

      -Niña, ¿dónde están mis cosas?- Le oí decir desde arriba.

      Me asomé a la escalera y no le vi, aun así no me atreví a subir por el temor a lo que pudiera encontrarme, puesto que acababa de salir de la ducha.

      -En…nuestro cuarto.-Contesté disimulando la sequedad de mi garganta.

      Hubo un silencio que se me antojó extremadamente largo y al final del cual volvió a dejarse oír la voz de Andrés.

      -¿Hay un cuarto “nuestro”?

      -El que he estado usando yo…hasta ahora.-Hubo movimiento arriba y hasta le vi pasar veloz envuelto en una toalla.-¿Lo encuentras?

      No contestó. Supuse que estaba viendo el dormitorio muy diferente, como él, a la última vez que estuvo allí. Supe que no había errado en mi suposición cuando al reunirse conmigo me dijo:

      -Has cambiado hasta el color de las paredes de tu cuarto.

      -Me parece que así es más adecuado para un matrimonio.- No le miraba porque en aquel momento no había para mi nada más importante en el mundo que ponerle la tapa a la cazuela y soltar la cuchara de palo.

      -Entiendo…¿Y tu tía qué opina de ello? Si no es indiscreción por mi parte.

     Aspiré aire por la nariz y lo dejé escapar suavemente.

      -Mi tía no dice nada; no me habla porque le he preparado la casa de la calle Cervantes y se ha ido allí con mi prima. ¿Vamos a cenar?- Me di la vuelta y le vi.

     Parpadeé sorprendida. Tenía el pelo húmedo peinado hacia atrás y estaba vestido con un pantalón vaquero y una camisa de franela a cuadros, ambas prendas eran de las que se dejó en casa cuando se fue, solo que antes parecía un espantapájaros con aquella ropa y de pronto le quedaba como un guante y estaba…muy bien.

      -Si no te habla es que se ha ido de mala gana.- Me seguía hasta el comedor.

      -Puedo asegurarte que no era la persona más feliz del mundo.- Puse la sopera sobre la mesa y le indiqué que se sentara en la presidencia, donde años atrás se sentaba mi padre.

      -¿Todo esto es por mi?- Miró el lujo de la mesa.-No necesito tanto.

      - Debí hacerlo la primera vez, lo siento.- Me disculpé tras asentir.- Yo…quiero darte las gracias…por haber vuelto y evitarme ...

      Me interrumpió a propósito como si no quisiera oír lo siguiente.

      - No tienes que disculparte; bien mirado ninguno de los dos se comportó de forma intachable.- Sonrió levemente.- ¿Cenamos? Tengo hambre…

      Serví la sopa y me senté a su izquierda.

      -¿Qué tal tus compañeros?-Le pregunté con interés sincero.- Me encantaría invitarles a celebrar estas fiestas en el restaurante. Si te parece bien podrías llamarles y decidir una fecha que les convenga. Son muy buena gente, se portaron muy bien conmigo el día que fui.

      La cena transcurrió tranquilamente y después del postre comencé a recoger la mesa, dejándole que él hiciera lo que quisiera, que se fuera a la sala o a la biblioteca o como si quería seguirme mientras hacía la tarea. Le quería dejar claro que estaba en su casa y debía moverse como gustara. Cuando terminé le encontré apoyado en una de las columnas que rodeaban el patio.

      -¿No tienes frío?- Pregunté tomándole desprevenido ya que le vi sobresaltarse.

      - No, estoy bien así.

      -¿No quieres ir a la sala a ver televisión o…?

      - Hoy no. Habrá que acostarse.

      Se me aflojaron las piernas. ¡Había estado tan cómoda durante la cena con la conversación y sus halagos a las viandas, que ya se me había olvidado aquella parte!

      -Si…me parece bien. Yo…subo ya.

      Subí nerviosa y entorné la puerta de la habitación para desvestirme. Me puse el camisón blanco de gasa muy fina y corte princesa con escote en uve. Lo había elegido mi prima antes de la boda en una importante tienda de lencería en Ciudad Real; eso y un montón de cosas más todas muy bonitas, pero que yo dudaba que llegara a ponérmelas porque a mi edad…En febrero cumpliría treinta y seis años…Ya estaba madurita para tonteos de ese tipo. No era…volverle loco lo que yo esperaba aquella noche ni el resto de las noches…¡Cielos, iba a perder la virginidad siendo poco menos que cuarentona! Estaba asustada, no podía evitarlo. Había leído en el libro que era normal sentir alguna molestia y sangrar un poco. Bueno, me senté en la cama a esperarle intentando no parecer la víctima esperando a ser inmolada en un sacrificio.

      Sonaron unos golpes suaves en la puerta y me tensé. Esperaba que se abriera, pero no se abrió.

      -Buenas noches, niña.- Me dijo desde fuera.

      Quedé paralizada sin saber qué hacer. Estaba preparada para cualquier tipo de escenario que se pudiera presentar: Que entrara vestido y se quitara la ropa ante mi, que entrara con el pijama ya puesto, que entrara completamente desnudo y preparado para la faena, pero…¿Qué no entrara? Eso ni me lo había imaginado.

      -¿No…vienes?

      - No, me voy a mi cuarto a dormir.-Fue su respuesta.

      -Ah…Buenas noches.

      Me quedé allí sentada un rato más, oyendo como se alejaba hacia el que anteriormente había sido su cuarto. Podría escribir ahora que lo lamenté, que me sentí rechazada, que pasé la noche llorando…Pero sería absurdo mentirme a mi misma, cuando se recuperé del chasco me quité el camisón de blanco de fina gasa con corte princesa y escote en uve, me coloqué uno de mis pijamas cómodo y calentito, me acosté, apagué la luz y me dormí mas ancha que larga.









Comentarios

  1. ¿Qué? Estoy intrigada Loli... necesito el siguiente capitulo yaaaaaa 😱😱😱😱 por favorrrrr no me dejes así.
    Lupita Campuzano

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    1. Tranquila Lupe, haré lo que pueda por escribirlo pronto. Un abrazo.guspa

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