El día del fin del mundo.

 


CAPITULO 10°


      

      A medida que pasaban las horas me ponía más y más nerviosa pensando en el momento que debía afrontar cuando volviéramos a casa. Miraba de reojo su copa y comprobaba con desánimo que aquel tío que había vivido años y años borracho, aquel día no había pasado de dos copas de vino y una de cava para brindar. Recordé lo que me dijo Pedro Cantero, su colega ya fallecido, que a Andrés no le gustaba beber, que lo que quería era emborracharse. Yo contemplaba con pesar que aquel día no se iba a dar el gusto.

      Mi tía, sentada a mi lado, no dejaba de presionarme.

      -¡Charo, que ese hoy no bebe! Que hoy está mas sereno y con mejor pulso que un cirujano….

      -¡Ay, tía, déjeme tranquila!...

      - Si yo te dejo tranquila, el que no te va a dejar es ese…Que no le he visto dar un trago. ¡Arrímale un par de “cubaslibres” para que esté mas suave. Míralo, tan quietito en la parada esperando a montarse en el autobús.- Se reía la muy…pérfida.- ¡Anda que el chasco que se va llevar va a ser pequeño…!

      -¡Tía, no me meta más presión!

      -Pues ahora que hablas de meter…

      No pude más, volví la cara hacia mi callado y sobrio esposo.

      -¿Quieres que bailemos?

      Respondió poniéndose en pie y cediéndome el paso. En cuanto nos vieron acudir a la pista de baile, la orquesta dejó de tocar la alegre pieza que había estado interpretando y la cantante pidió a los que estaban bailando que hicieran hueco en la pista para que bailaran los novios, antes de dedicarnos “El día que me quieras”. Tomé aire profundamente y sonreí algo tensa a Andrés. La música comenzó a sonar lánguida y hermosa. El pasó su mano rozando mi cintura hasta rodearla; me sorprendió la firmeza con que me sujetó la mano. Empezamos a bailar. El era quien me dirigía, seguro, sin apretar ni agobiarme y lo cierto fue que bailamos muy bien compenetrados para ser la primera vez desde que éramos niños y Eloísa nos enseñaba con la música que sonaba en la radio por las tardes, mientras esperaba a  que empezara el serial. No, no era la primera vez que Andrés y yo bailábamos aquella vieja canción. Sonreímos ambos al recordarlo

      -No te has olvidado de cómo se baila…-Comenté nostálgica, no sé se del baile o del pasado.

      -No. El caso es que no he vuelto a bailar desde entonces y ahora ha sido como si lo hubiera hecho ayer.

      Yo había tenido esa misma sensación. Habían pasado años, los dos niños éramos adultos ya y era como si la escena se repitiese, como un “deja vu”. Estábamos tan atentos al baile que se hizo más corto de lo que esperaba.

      -Ha sido como verte bailar cuando eras una niña.- Me dijo mi tía cuando volví a mi asiento a su lado.

      Me sorprendió aquel comentario; primero porque ignoraba que mi tía nos hubiera visto bailar en algún momento y segundo porque me pareció amable y no estaba acostumbrada a que algo así procediera de ella.

      -¿De verdad, tía?

      -Si, como cuando te ponías a bailar en la cocina agarrada al mango de la escoba…

      Tras decir esto echó la cabeza hacia atrás y dejó escapar una carcajada abierta como, si estuviera bebida. ¡Ojalá lo hubiera estado! Al menos así habría alguna excusa para su comportamiento. Juro que no me hubiese importado que en aquel momento se hubiera ahogado con su risa. Quizá hasta lo deseé cuando miré de soslayo a mi esposo y noté por su expresión tensa que la había oído. Aún así guardó silencio y miró a otro lado fingiendo estar entretenido. Esa ha sido su actitud desde entonces ante mi tía, ignorarla como si no existiera.

      Un rato después, ya anochecido, llegó el momento de ir a casa. El se mostró correcto y silencioso, que al parecer era su característica más notable; tanto si estaba ebrio como si estaba sobrio era parco en palabras. Yo estaba muy nerviosa, tanto que apenas podía meter la llave en la cerradura del portón.

      -¿Tengo que cogerte en brazos para entrar?- Preguntó sonriendo débilmente, quizá para lograr que me relajara un poco con la broma…O eso creía yo.

      -No, no es necesario.- Curvé los labios forzando una sonrisa falsa.

      Conseguí abrir el portón y entramos al patio, al precioso claustro que rodeaba el aljibe donde antiguamente se recogía el agua de lluvia para el uso de la casa. Subí las escaleras de piedra que conducían al primer piso. El me seguía de cerca, pero sin agobiarme. Llegué ante una puerta y me detuve. Me volví hacia él eludiendo sus ojos.

      -Este es tu dormitorio.

      Noté su desconcierto. Estaba claro que no esperaba aquello, aunque se mantuvo tranquilo.

      -¿Mi dormitorio?- Preguntó.-¿El tuyo no?

      - No, el mío es ese,- señalé uno que estaba dos puertas más allá, a la izquierda de aquel,- mi tía y mi prima están allí al fondo,- seguí señalando puertas,- cuando trajeron tus cosas hace dos días las coloqué aquí porque es una habitación muy amplia, con vistas a la calle, además tienes tu propio cuarto de baño independiente…para ti.

      - Entiendo. ¿No hay ninguno con una escalera amplia, directa a la calle, con mi propia puerta independiente… para mi?

      Debí ruborizarme a juzgar por el ardor que sentí en las mejillas. Ante mi silencio, él continuó:

      - No habíamos hablado nada de esto.- Señaló la distancia entre ambas puertas.- Porque imagino que no te refieres a que seamos un matrimonio moderno que duerme por separado cuando no “ juntan las cabrillas”.

      -Tampoco hemos hablado de lo contrario.

      Miramos los dos hacia la escalera cuando oímos cerrarse el portón. Poco después aparecía mi tía, que al vernos a ambos ante la puerta enseguida se hizo idea de lo que estaba pasando. Sonrió perversa y ni siquiera se detuvo, pero de camino a su cuarto mordió como una serpiente.

      -“Amor loco, si ella vale mucho y tú poco”- Aquel refrán fue su veneno y, no contenta con aquello, añadió como si se lo dijera al aire:- El hijo de una criada no va a aprovecharse de mi difunto hermano. Mientras yo esté aquí, ni tocará el dinero ni tocará a su hija…y mucho menos montarla.

      -¡Tía! ¡Haga usted el favor de meterse en su cuarto y en sus cosas!- Exclamé enfadada; pero ya era tarde, el tóxico había sido inoculado.

      Andrés reaccionó como horas antes. Ni parpadeó, solo entró en su dormitorio y cerró la puerta.

      -¡Mira que bien! Ya no vas a tener que echar el cerrojo. Que pases buena noche, sobrina.

      Me quedé sola en la galería. Miré hacia abajo, al patio, al aljibe y a las sombras que dibujaba la penumbra. Se preveía un desastre. Sobre el papel la idea era buena, muy conveniente, y no era la primera vez que se hacía, pero en la práctica empezaba a pensar que no iba a resultar tan buena ni tan conveniente como imaginé. Suspiré y me fui a mi alcoba pensando que debía de haber puesto en su sitio a mi tía, porque, como siempre, se había pasado de la raya, pero lo cierto es que no lo hice; en vez de eso me sentí aliviada al verme libre de un momento muy incómodo para mí.

      Me estaba quitando la chaqueta del traje cuando oí abrirse y cerrarse la puerta del cuarto de Andrés. Contuve la respiración y miré hacia el pestillo descorrido cuando sus pasos resonaron en la galería, por suerte el sonido se desvió hacia la escalera hasta hacerse más tenues y desaparecer en el silencio cuando el portón se cerró. Me acerqué al balcón y aparté un poco el visillo para mirar a la calle y cerciorarme de lo que ya sabía. Andrés se había ido, le vi caminando por la calle hacia…lejos de casa.

      Supongo no habrá muchas novias que pasaran su noche de bodas a solas y durmiendo tan profundamente como yo dormí en la mía hasta que me desperté cuando alguien llamó a la casa. Supuse quien era, así que me apresuré a ponerme la bata para ir a abrir. Me topé con mi prima que venia a avisarme y como ninguna esperaba a la otra nos abrazamos gritando por el susto que nos habíamos dado y después nos apartamos con un empujón molestas con la otra por el susto que nos había dado

      -Están llamando a la puerta,- susurró, lo cual era absurdo después de los gritos,- no abras tú, dile a tu marido…

      -¿A mi marido?- Curiosamente yo también susurré,- si será él quien llama…

      Ana me seguía desconcertada escaleras abajo.

      -¿Por qué llama?

      -Porque no me he acordado de darle unas llaves de la casa.

      -No digo eso, me refiero a qué hace en la calle a estas horas.

      No contesté porque ya estaba abriendo el portón. No me había equivocado al suponer que era Andrés, aunque venía convenientemente sujeto por Antonio Bueno que se dio prisa en entrar para que nadie los viera, cosa harto improbable viviendo al lado de la Rosenda y en la misma casa que la Puñales.

      -¡Anda hija, que te has lucido con lo que nos has metido en casa!- Dijo desdeñosa al asomarse a la galería y vernos  ayudando a Antonio con su carga. Después, como si la escena careciera de interés, volvió a su cuarto rezongando.- Si ya sabía yo que esto iba a ser así. Y mira que se lo dije, pero ella cabezona. ¡Pues ahí lo tienes, todo tuyo para ti!

     No le hicimos caso, ocupadas como estábamos con los tres, Antonio, Andrés y la tajada de Andrés, que por sus dimensiones merecía ser tenida en cuenta. Encendí la luz y fue en ese momento cuando el encargado se fijó en mi prima y en su camisón. La recorrió de arriba abajo con billete de ida y vuelta. Ella no se dio cuenta, pero yo si, y le entró al hombre tal carga de energía que dobló las rodillas y se echó el muerto al hombro. Cierto que la delgadez de Andrés no debía pesar mucho, pero el metro ochenta y tantos que medía calculado en huesos y piel, sumaban un pico, eso sin contar el combustible liquido...

      -Me lo he encontrado en la carretera saliendo del pueblo,- explicó el encargado del restaurante mientras subía las escaleras como si llevara un fardo. - No quería venir, pero le he dicho que estaba feo que le vieran así nada más casarse. Me ha dicho que no le importa y yo le he dicho que pensara en ti, que ibas a ser el hazmerreir del pueblo y entonces se ha metido en el coche.

      Parecíamos la procesión del “ Santo Entierro” subiendo la escalinata de la calle del Pozo en viernes santo; solo nos faltaban los pitos y los tambores. Yo abría camino indicando la dirección y encendiendo luces, detrás venía el costalero cargado con el trono y mi prima cerraba el desfile. A todo esto, el titular del tablón con el balanceo se quedó dormido, con lo que no opuso la menor resistencia al traslado.

      -¿Y tú que hacías en la carretera?

      - ¡Lo que quisiera, Ana!- Repliqué rápida antes de que el otro, embobado con ella, le diera una cumplida explicación.-¿Te importará a ti algo?

      -No…Curiosidad solo,- se aplacó ella,- como se fue de la fiesta antes que yo…

      Por fin llegamos a su dormitorio y Antonio lo dejó con suavidad en la cama, aunque Andrés acabó cayendo a plomo y emitió un breve gruñido sin llegar a despertarse. El encargado miró a su alrededor, si se preguntó por qué el recién casado iba a dormir solo no comentó nada, su discreción estaba fuera de toda duda, yo sabía que aquello se quedaría entre nosotros y no tenía ni la necesidad de decirle que no se lo contara a nadie. Confiaba en él tanto o más de lo que desconfiaba de Pepe el Pamplinas, que aun siendo un buen chico, era más alocado y tenía menos picardía(por no decir menos luces). Mi prima haría muy bien si cambiara su curiosidad por interés, en vez de reír como una boba ante el pavisoso de Pepe, que le hacía el caldo gordo a toda soltera en edad de merecer para satisfacer su propia vanidad.

      Salimos del cuarto las dos para que Antonio acomodara a Andrés en la cama, quitándole la ropa y los zapatos. En cuanto estuvimos solas mi prima me atacó con dureza.

      -Así que lo has hecho. – Me dijo regañona.- No creía que ibas a tener el valor de darle otro dormitorio al que es tu marido.

      -Tú estuviste ayer ayudándome a ordenar sus cosas ahí, así que ya lo sabías.- Le repliqué mirándole a los ojos.

      -Pero pensé que al final no lo harías así, que recapacitarías y le darías su sitio donde le corresponde.

      -¿A qué viene esto ahora?- Me defendí atacando.-Tú fuiste de las primeras que me preguntó si me iba a acostar con él y me dijiste que no me casara. ¿Qué es lo que ha cambiado ahora?

      -¡Que te has casado! Has prometido serle fiel en lo bueno y en lo malo y en todo lo demás.

      -¡Y lo voy a cumplir! Todo eso lo puedo hacer perfectamente a dos puertas e distancia…    

  

Comentarios

  1. Me ha encantado el momento baile, en el que se retrotraian al pasado a su niñez donde todo eras más puro y más fácil. Dos niños aprendiendo a bailar bajo la amorosa mirada de Eloísa...me encanta como lo cuentas porque si cierro los ojos puedo ver ese día de boda.. y el resto. Que decir.. que estoy deseando leer el próximo capítulo, cada vez me engancha más!!!! 🥰😘😘😘😘😘😘😘😘😘

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  2. Ayyyy Loli querida... estoy atrapada en esta historia. Tus personsjes son tan peculiares que me haces amarlos. Esperando ansiosa por el siguiente... no tardes. 🙏
    Lupita Campuzano

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