El día del fin del mundo.


 

CAPITULO 8°


      ¡Me iba a casar!¿Me iba a casar? Salí de aquella casa temblando como un flan. Ni yo misma era consciente de todas las connotaciones que tenía aquello. Que me casara iba a caer como una bomba, pero si además añadía como novio a Andrés Sánchez Ferrer, la bomba sería atómica. Caminaba hacia mi casa llevando la mente en blanco. No sabía que me había pasado, no sabía porque le había hecho a él aquella propuesta, no sabía qué iba a hacer a continuación. Sólo sabía que no me arrepentía...y que se iba a armar la gorda.

      Lo primero que hice al entrar en casa fue buscar a mi tía. La encontré en la cocina refunfuñando sola y repasando lo que Lola había limpiado, como si fuera necesario. Me puse frente a ella, la mire a los ojos y se lo dije sin preámbulos ni sutilezas. Pensé que no me creería, que tendría que insistir y aún así se lo tomaría a guasa, pero no; se quedó mirándome paralizada y cuando al fin reaccionó comenzó a chillar y a recorrer la cocina sin orden ni concierto como pollo sin cabeza. Se lamentaba con grandes aspavientos diciendo que mi padre estaba revolviéndose en su tumba, que había pasado su vida trabajando para tirar el dinero a la basura, porque eso era el Queco, basura. 

      Armó tal escándalo que Lola, que estaba limpiando en el piso de arriba, bajó corriendo las escaleras.

      -¿Qué pasa con tanto grito, que parece que la están matando?- preguntó alarmada.

      - ¡ Y me están matando, Lola, me están matando!- Mi tia se desplomó en una silla y comenzó a boquear como si le faltará el aire. - ¡Esta loca quiere acabar conmigo! 

      Le acerqué un vaso de agua para que se calmara.

     - ¡No te me acerques!¡No te quiero cerca de mi, me traes agua después de darme veneno!

      Me aparté tras dejar el agua en la mesa.¡Que gran actriz dramática había perdido el mundo!

      - ¡¿Qué pasa?!- Lola no sabía a quien mirar, si a mi tía o a mi, pero pedía nerviosa una aclaración.

      - Pues que...

      Mi tía no me dejó terminar, claro, no permitiría que nadie le quitara la ocasión de dar la primicia y ver la expresión de los demás. Porque tenía claro que Lola solo era la primera en saberlo por su boca, tras ella iría todo el pueblo. Todos se enterarian de su gran tragedia y serían participes de su desgracia.

      - ¡Que se ha arreglado una boda con el Queco!¡Que ésta idiota se va a casar con la escoria del pueblo!...

      Lo dejé estar así, porque replicar sería darle más motivos para alargar el monólogo argumentando que me merecía aquello y más. Me centré en Lola, que me miraba como si me viera por primera vez.

      - Pero... Pero muchacha, ¿eso por qué?

      ¿Que podía decir? Que no quería ser una birrocha, que tenía derecho a tener un marido y unos hijos, que estaba cansada de cómo era mi vida, un camino plano y predecible hasta el final, que había esperado el amor demasiado tiempo sin resultado...o todo ello. No era por vestirme de novia, no era por celebrar una fiesta ni por acallar posibles rumores sobre si pasaba o no mucho tiempo en la casa de Andrés. Sólo quería casarme y lo iba a hacer.

      - Charo... tú dímelo a mí con confianza,- Lola esperó a un momento en que estuvimos a solas y me abordó susurrante.- ¿Es que tienes ganas de hombre...? Ya... me entiendes.

      Me escandalicé porque aquello no se me había pasado por la cabeza siquiera.

      -¡Claro que no!

      - Ah, porque de verdad te digo que no vale tanto la pena. Hay quien dice que disfruta, pero yo no he tenido gusto nunca...Eso...hay que hacerlo y ya está pero que no es tan maravilloso, ea. Ellos si disfrutan, pero nosotras no.

      Yo estaba azorada. Nunca había hablado con Lola de esos temas y sentía vergüenza de oírla hablar en aquellos términos. Además, conocía a Rafael, su marido, y a partir de aquel momento me iba a costar verle con los mismos ojos de siempre después de imaginarme con Lola...en la cama... Me daba cierta grima. El caso es que yo había decidido casarme y tener hijos...pero no había pensado en la intimidad que debería compartir con Andrés para que eso pudiera ser. 

      -¿Te vas a acostar con él?- Mi prima también iba al grano. -¡Que locura! Lo tienes todo, vives como quieres, te sobra el dinero y no dependes de nadie ¿y te vas a casar con Andrés? Por muy hijo de Eloísa que sea, por mucho que quisieras a su madres, por más que quieras que esté bien... no lo puedo entender...

      Por una vez las tres se habían unido en mi contra y ninguna desaprovechaba la ocasión de intentar hacerme desistir. Yo, cuanta más oposición más cabezonería. Por fin decidí ir a hablar con el cura al despacho parroquial.

      

Me iba a casar!¿Me iba a casar? Salí de aquella casa temblando como un flan. Ni yo misma era consciente de todas las connotaciones que tenía aquello. Que me casara iba a caer como una bomba, pero si además añadía como novio a Andrés Sánchez Ferrer, la bomba sería atómica. Caminaba hacia mi casa llevando la mente en blanco. No sabía que me había pasado, no sabía porque le había hecho a él aquella propuesta, no sabía qué iba a hacer a continuación. Sólo sabía que no me arrepentía...y que se iba a armar la gorda.

      Lo primero que hice al entrar en casa fue buscar a mi tía. La encontré en la cocina refunfuñando sola y repasando lo que Lola había limpiado, como si fuera necesario. Me puse frente a ella, la mire a los ojos y se lo dije sin preámbulos ni sutilezas. Pensé que no me creería, que tendría que insistir y aún así se lo tomaría a guasa, pero no; se quedó mirándome paralizada y cuando al fin reaccionó comenzó a chillar y a recorrer la cocina sin orden ni concierto como pollo sin cabeza. Se lamentaba con grandes aspavientos diciendo que mi padre estaba revolviéndose en su tumba, que había pasado su vida trabajando para tirar el dinero a la basura, porque eso era el Queco, basura. 

      Armó tal escándalo que Lola, que estaba limpiando en el piso de arriba, bajó corriendo las escaleras.

      -¿Qué pasa con tanto grito, que parece que la están matando?- preguntó alarmada.

      - ¡ Y me están matando, Lola, me están matando!- Mi tía se desplomó en una silla y comenzó a boquear como un pez fuera del mar. - ¡Esta loca quiere acabar conmigo! 

      Le acerqué un vaso de agua para que se calmara.

     - ¡No te me acerques!¡No te quiero cerca de mi, me traes agua después de darme veneno!

      Me aparté tras dejar el vaso en la mesa. ¡Que gran actriz dramática había perdido el mundo!

      - ¡¿Qué pasa?!- Lola no sabía a quien mirar, si a mi tía o a mi, pero pedía nerviosa una aclaración.

      - Pues que...

      Mi tía no me dejó terminar, claro, no permitiría que nadie le quitara la ocasión de dar la primicia y ver la expresión de los demás. Porque tenía claro que Lola solo era la primera en saberlo por su boca, tras ella iría todo el pueblo. Todos se enterarían de su gran tragedia y serían participes de su desgracia.

      - ¡Que se ha arreglado una boda con el Queco!¡Que ésta idiota se va a casar con la escoria del pueblo!...

      Lo dejé estar así, porque replicar sería darle más motivos para alargar el monólogo argumentando que me merecía aquello y más. Me centré en Lola, que me miraba como si me viera por primera vez.

      - Pero... Pero muchacha, ¿eso por qué?

      ¿Que podía decir? Que no quería ser una birrocha, que tenía derecho a tener un marido y unos hijos, que estaba cansada de cómo era mi vida, un camino plano y predecible hasta el final, que había esperado el amor demasiado tiempo sin resultado...o todo ello. No era por vestirme de novia, no era por celebrar una fiesta ni por acallar posibles rumores sobre si pasaba o no mucho tiempo en la casa de Andrés. Sólo quería casarme y lo iba a hacer.

      - Charo... tú dímelo a mí con confianza,- Lola esperó a un momento en que estuvimos a solas y me abordó susurrante.- ¿Es que tienes ganas de hombre...? Ya... me entiendes.

      Me escandalicé porque aquello no se me había pasado por la cabeza siquiera.

      -¡Claro que no!

      - Ah, porque de verdad te digo que no vale tanto la pena. Hay quien dice que disfruta, pero yo no he tenido gusto nunca...Eso...hay que hacerlo y ya está pero que no es tan maravilloso, ea. Ellos si disfrutan, pero nosotras no.

      Yo estaba azorada. Nunca había hablado con Lola de esos temas y sentía vergüenza de oírla hablar en aquellos términos. Además, conocía a Rafael, su marido, y a partir de aquel momento me iba a costar verle con los mismos ojos de siempre después de imaginarme con Lola...en la cama... Me daba cierta grima. El caso es que yo había decidido casarme y tener hijos...pero no había pensado en la intimidad que debería compartir con Andrés para que eso pudiera ser. 

      -¿Te vas a acostar con él?- Mi prima también iba al grano. -¡Que locura! Lo tienes todo, vives como quieres, te sobra el dinero y no dependes de nadie ¿y te vas a casar con Andrés? Por muy hijo de Eloísa que sea, por mucho que quisieras a su madre, por más que quieras que esté bien... no lo puedo entender...

      Por una vez las tres se habían unido en mi contra y ninguna desaprovechaba la ocasión de intentar hacerme desistir. Yo, cuanta más oposición más cabezonería. Por fin decidí ir a hablar con el cura al despacho parroquial.

      -¡ Qué ocurrencia, mujer! ¡No, no, no puede ser!

      Por su negativa tan tajante supe que mi tía ya había hablado con él y aunque se había hecho de nuevas ya sabía a lo que había ido. Pero yo era solterona, no tonta, y mis treinta y cinco años tratando con todos ellos me servían de experiencia y les conocía muy bien.

        -Si, don Severiano, si puede ser y usted nos va a casar; primero porque no es la primera boda arreglada que celebra, segundo porque es lo que nosotros queremos y tercero porque sé que con lo que le ha dado el obispado y con lo que  saca de la colecta en las misas no tiene ni la mitad del dinero necesario para hacer el tejado nuevo de la iglesia y yo le voy a dar todo lo que falta como donativo. Y lo digo tan en serio como que si quiere usted, el día siguiente a mi boda pueden comenzar las obras.

       Esto último rompió todas sus reticencias, además ya se encargaría él de convencer a mi tía de que casarme era lo mejor que podía hacer, aunque ignoraba como se  las arreglaría para que aceptara que Andrés fuera el novio. Yo había tomado la decisión y don Severiano se encargaría de darme la razón.

      Durante los días siguientes fui a la casa de Andrés para verle y también decidir qué fecha le iba bien para la boda, pero siempre la encontré vacía. No sabía donde estaba y  sus vecinos también lo ignoraban. Decían que se iba muy temprano en la mañana y volvía ya de anochecido, que se le veía bastante recuperado de la paliza. Les pedí que cuando lo vieran le dijeran que yo quería hablar con él.  Era como si hubiera desaparecido y admito que eso me preocupó al pensar que quizá se había echado atrás en su decisión. Eso si sería muy vergonzoso para mi, sobretodo después de que don Severiano se había desgañitado diciendo que él veía muy bien el matrimonio entre Andrés y yo, porque, como mujer, mi deber era casarme y que en mi casa, en la que solo éramos mujeres, debía haber un hombre que nos defendiera, que dirigiera la casa como la había dirigido mi padre en vida. ¿Y qué mejor hombre que el hijo de la mujer que me había criado guiando mis pasos desde mi más tierna infancia hasta mi adolescencia? Mi tía tragó con más o menos gusto todo aquello y los demás también. Lo había dicho don Severiano y lo que decía el cura “iba a misa”.

      -¡Pero el dinero tuyo, ¿eh?! Haz separación de bienes y que quede bien firmado que si se va de esta casa no se lleva una lata.- Me decía tajante mi tía.

      Yo ya había contado con eso; de hecho, había hablado con el notario y con Manuel, el administrador, y todo estaba preparado a falta de las firmas.

      Empezó marzo y por fin pude ver a mi prometido. Una mañana me planté ante su puerta a las seis y media y llamé. Me acompañaba mi prima para evitar habladurías, (que había que pensar en todo). Abrió la puerta, seguía flaco como una vara de junco, demacrado su anguloso rostro y hundidos sus negros ojos que tan atractivos fueron años atrás rodeados de tupidas pestañas. Estaba ya vestido, pero la ropa seguía sobrándole por todas partes menos de largo. Me miró con un atisbo de sorpresa al verme, aunque fue como un relámpago, enseguida desapareció.

      -¿Puedo hablar contigo?- No quise reprocharle que no se hubiera dejado ver en semanas, lo que menos deseaba era que se molestara.

      Se apartó cediéndonos el paso al interior de la vivienda. Todo se mantenía arreglado, limpio y en orden. Mi prima me miró con una gesto de sorpresa mientras íbamos a la cocina, delante de él.

      -¿Habéis desayunado?¿Queréis café?- Preguntó con desgana

      -No te molestes, gracias.- Le dije negando con la cabeza al igual que mi acompañante.- Hemos venido porque hay que hablar cosas de la boda y no te he visto desde hace semanas. Ni siquiera hemos decidido una fecha.

      El se sentó ante la mesa camilla, frente a mi. Hizo un mohín de indiferencia.

     -Ya te dije que te encargaras tu.

      Me dijo “Tira p’alante” y así lo había hecho, pero había cosas que necesitaban de su atención, documentos, firmas y saber qué esperaba de aquella boda exactamente, aunque eso creo que no lo sabía ni yo. Tuvimos una conversación tras la cual todo  quedó decidido. Sería una boda a mi gusto, cuando yo quisiera y se celebraría de la forma que yo considerase más oportuna. Lo único que tenía que hacer él era presentarse en la iglesia vestido con un traje. Con respecto a la documentación necesaria, partida de nacimiento, acta de bautismo, etc, ya lo tenía preparado y me lo entregó en una carpeta. En cuanto al Registro Civil, nuestro matrimonio sería en régimen de separación de bienes. Aquella mañana me acompañó a la Notaría a firmar. No habló mucho, oyó atentamente la lectura de los documentos que hizo el notario y firmó conforme.

      Al salir yo sentía sobre nosotros todas las miradas de la gente; no sé, quizá era mi impresión.

      -Está mirándonos todo el mundo.

      - “Todo el mundo”- Repitió burlón.- ¿Somos tan importantes como para que “todo el mundo” deje sus asuntos aparte solo para mirarnos? En fin,- concluyó, - me voy. Ya nos veremos.

      -¿Adónde vas ahora?-Le pregunté con curiosidad.

      -A dar un paseo.-Respondió vagamente.

      -¿Eso es todo lo que haces? ¿Pasear?

      -De vez en cuando me siento.

      -Yo voy al restaurante, si quieres…

      - No, no quiero. Nos despedimos aquí por ahora.

      Supuse que no quería ir para evitar encontrarse con sus antiguos compañeros o su jefe, aunque lo mas seguro era que a quien no quería ver fuera a ella.

      Hizo bien, porque allí la encontré yo al llegar, sentada a una mesa, tomándose un café y dando profundas caladas a su cigarrillo rubio. Vestía un jersey de cuello cisne de lana roja y una falda tableada de cuadros escoceses en tonos rojos y verdes. Guapa, como siempre, con su piel blanca perfectamente maquillada, con su pelo rubio suelto en una media melena cortada a capas, a la moda. Elegante. Como si al terminar el café fuera a asistir al evento más importante del año en vez de regresar al piso que compartía con su padre encima del taller.

      -Aquí llega la novia.-Dijo nada más verme entrar.- Me pregunto dónde estará el novio. Supongo que estará tan nervioso que no se sostiene en pie.- Y rompió a reír con sonoras carcajadas.- Ay Charo, si que tienes que estar desesperada para casarte con el Queco! Hace unos años valía algo, pero ahora el pobre está hecho una piltrafa, te lo digo sin ánimo de ofender, que conste.

      -Mucho le mencionas tú.- Sonreí yo, siendo tan maliciosa como ella era burlona.- A lo mejor tienes algún interés en él.

      - ¿Yo?- Volvió a carcajearse.- Pero si no lo quise más joven y más guapo.

      - Si, ya lo sé, pero bueno, ese fue tu error. Cualquiera que nos conozca sabe que yo siempre he tenido mejor gusto que tu.- Amplié mi sonrisa como si fuera la mujer más feliz del mundo y me dirigí a la cocina mientras le decía al Pamplinas:- Pepe, ponle otro café a Elena, que ese se le habrá quedado frío con la conversación.

     

     

    

 











Comentarios

  1. Que me gusta es obvio, siempre te lo digo, pero aquí el el blog me gustaría mencionar todo lo que ayudan las fotos que vas poniendo en la cabecera del relato para ayudar (a mí al menos) a meterme más en la historia. Maravilloso!!!! Como el capítulo!!!!! 😍🥰😘

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