El día del fin del mundo
CAPITULO 5°
No tenía la menor duda de que quien le había llevado el suministro etílico era su camarada; por si esto fuera poco me lo confirmó una vecina de la calle al decirme que había visto entrar a Perico Mataburras en la casa de Andrés.
Pedro Cantero era un hombre entrado en años, entre sesenta y sesenta y cinco, con la piel enjuta, curtida por el implacable clima manchego. Delgado hasta los huesos y de estatura recortada, viéndole podía pensarse que bastaría una simple ráfaga de viento para que saliera volando. Le encontré apoyado en el quicio de su puerta cuando fui a buscarle a su casa.Apenas me vio acercarme, me regaló una sonrisa desdentada, que iluminó la mirada inteligente de sus brillantes ojillos.
- No te enfades conmigo,- Comenzó a decir adivinando porqué estaba yo allí.
- No, hombre, vengo a felicitarte por lo bien que lo has hecho.- Ironicé.
- Es amigo mío y con los amigos hay que estar en las buenas y en las malas.
Hacía un frío helador y toda su ropa de abrigo era una americana de paño que con los años y los rotos se había convertido en un guiñapo. Su pantalón vaquero estaba deshilachado y sucio. Aparte de nosotros no había nadie más en la calle, si es que se podía llamar así al barrizal donde estaba su precaria vivienda. Sentí una pena infinita, me imaginé que aquel sería el aspecto de Andrés cuando pasarán veinte años y se me partió el alma, como se me partía viendo a Pedro así, sin nadie que se preocupara de si tenía frío o hambre.
- ¿Tu no sabes que tu amigo está tomando medicamentos y no debe tomar alcohol?- Me obligué a enfadarme con él porque no quería compadecerle, no se merecía mi compasión ni la de nadie, fuera como fuera tenía su orgullo y había que respetarlo.
- Su dolor no se quita con medicina. Él tiene mal de amores...y eso se adormece bebiendo.
-¡¿Ah, si?!¿Tú también tienes mal de amores?
- No nos confundas, moza. Somos borrachos, pero por razones diferentes. A mí me gusta beber, disfruto bebiendo vino o lo que se tercie, lo que pasa es que la consecuencia lógica de tomar alcohol, es que uno se emborracha. El Queco es diferente, a él no le gusta el alcohol, él busca adormecer sus sentidos con la borrachera y para eso el paso previo, es beber.
-Ya. - Asentí paciente.-¿Y no podéis hacer como todo el mundo. Tú, disfrutar de beber moderadamente y él afrontar sereno que la mujer a la que quiere, le desprecia y que no puede obligarla a quererle?
- Está muy solo desde que se le fue la madre.
- A mí también se me fue y no voy de bar en bar buscando adormecerme nada. ¡En fin! A lo que he venido... No vuelvas a llevarle bebida, como yo me entere...
- ¿Ni zumo?
- ¡Ni agua! Que te conozco. Dices de llevarle un zumo y le llevas uno de uva fermentada y si es agua, dices que es invierno y le llevas el agua ardiente...
Pedro se echó a reír volviéndome a mostrar sus encías.
- ¡Ayyy...que temple tienes!Eres lo único bueno que hizo tu padre en su vida, has debido salir a tu madre, que en Gloria esté.- Carraspeó y añadió:-Charo,¿no me das unos durillos para tomar algo? Es que para ser solidario con mi compañero me he gastado lo que tenía...
- ¿Qué quieres?¿Que te subvencione yo el tablón de hoy? Ni hablar. Si quieres te adelanto algo de lo que te pagaría si vienes mañana a ayudar en el restaurante.
-¡Hecho!¿A qué hora hay que ir?
- Eso me da igual. La tarea te estará esperando.- Suspiré mientras sacaba la cartera y le daba un billete de veinte duros. - No me falles.
- No te fallo. Tranquila. Y no le llevaré nada a Andrés cuando vaya a verle.
Y se iba tan contento dejándome plantada con las botas hundidas en el barro. Con mucho cuidado de no caerme, me fui tras él.
-¡Espérame, hombre, que yo también voy para abajo, no me voy a quedar aquí!
Aquella tarde no eché la siesta, claro, volví a La Manchega e hice el turno hasta el cierre.
No podía dormir, daba vueltas en la cama pensando en lo que había dicho Perico Mataburras sobre Andrés. Me lo imaginaba pasando hambre y frío, apedreado por los niños, burlado por los adultos... Pero¿qué podía hacer yo? Si además lo poco que hacía era recibido por él con una sarta de gruñidos...o...
-¿Ya se ha declarado Eduardo?-... O con burlas sobre mi vida amorosa.
- A ti no te importa.
Tomó mi respuesta como una negativa y torció la boca con una sonrisa maliciosa.
- Ni lo hará. Ya te lo he dicho. Ese es de los que mira mucho el escaparate pero no entra a comprar...
Yo estaba quitándole el polvo a la cómoda y alcé la vista para encontrarme con su mirada reflejada en el espejo.
-¿Quieres un consejo?
Casi me dio la risa floja.
-¿De ti?¡Vamos, hombre, ahora cuéntame uno de Jaimito!...
- Cuando vuelvas a verle,- insistió en aconsejarme pese a mi negativa,- coge tú las riendas y dile que se suelte de las faldas de su madre, que ya es tiempo de que te suba a ti las tuyas de una vez.
Me dejó de piedra.¿Como se atrevía a hablarme así el desvergonzado?
- ¡De verdad que eres...! ¡No me extraña que Elena no te quiera...hace bien! !Yo tampoco te querría ni cubierto de oro!
Aquello debió dolerle porque endureció las secas facciones de su rostro. Yo le tiré el trapo del polvo, me puse el abrigo y me fui molesta con él 0/ y satisfecha de mi. "¡Jódete, Andrés Sánchez Ferrer!...
Decidí castigarle dejando de ir a su casa un par de días. Mandaba a mi prima, a Pepe, a Antonio o a quien se terciara que quisiera ir. Mi tía estaba entusiasmada con eso y como beneficio colateral e inesperado, me dejó tranquila esos días que pensaba que yo no iba a volver a ver a Andrés. Mientras tanto, yo empezaba a darme cuenta de que Eduardo era como...¿cómo dijo Andrés?... Uno que mira mucho el escaparate pero no compra. Se me abrieron los ojos y dije:"¡hasta aquí hemos llegado!" Y no hubo más Eduardo. Ya estaba harta de miraditas tiernas y conversaciones superficiales; si en todos los años que llevaba esperándole no había intentado "subirme las faldas" y dejaba pasar el tiempo mientras a ojos de todos me iba convirtiendo en una solterona, una birrocha, no merecía la pena seguir ilusionada con él. ¡A la porra! Podía tener cuántos pretendientes quisiera... ¿Y qué si venían por mi dinero? Señal de que lo tenía. Así que decidí a dejarme "convencer" por el asesor que administraba mis bienes. Si, era algo mayor que yo, pero era elegante y educado...
-¿En qué piensas que estás tan concentrada?- Mi prima entró en la cocina del restaurante acompañada de Antonio. Volvían de llevarle la comida al convaleciente.
- En nada importante. ¿Que tal ha comido hoy?
Hacía tres días desde que salí de la casa de Andrés.
- Hoy le hemos encontrado sentado en un sillón de la sala.- Me informó el encargado del comedor.- Se le ve mejor y con muchas ganas de recuperarse. Estaba echando cuentas de lo que te debe.
- ¿Sereno?
- Hasta que empiece a salir, si.- Contestó mi prima.- Luego volverá a las andadas, creo yo.
Yo solté un suspiro de impotencia al pensar en ello. Me fastidia pensar que en unos días volvería a perderse el respeto mientras la dueña de sus amores se dedicaba a reírse del personal, incluida una servidora.
- Entrar aquí es como entrar en alcohólicos anónimos... - dijo Elena demostrando tanto su ingenio como su falta de empatía y respeto al ver comiendo a Pedro Cantero en una mesa arrinconada.- Claro que como les conocemos a todos, de anónimo tiene poco. Charo, ¿ te has hecho socia de "Save the borrachuzos"?
Ni me digné a contestar. Seguí preparando mi café. Hacía tres días que Pedro Cantero comía en la zona de bar de La Manchega , los mismos que llevaba limpiando un trastero de cachivaches viejos y polvorientos. Ese fue el trabajo que se me ocurrió darle y aunque admito que en un principio lo hice por justificar el pago y por tenerle ocupado, luego me alegré porque lo estaba dejando muy bien. Además le compré algunas prendas de ropa( dos pantalones vaqueros y dos de pana, unas camisas y jerséis, algunos calcetines, unas botas y un anorak buenísimo que me había costado una pequeña fortuna en Manzanares, adónde había ido a comprarlo todo para que nadie en el pueblo se enterase. Fue divertido quitar las etiquetas y repasar el polvo con todo ello antes de arrugarlo y meterlo a empujones en una caja para que se lo encontrara.
- Charo, aquí hay una caja con ropa...
- A ver...Ah... Pues no sé qué hace esto aquí no de quién es. Tíralo todo...
Le vi sacar prenda por prenda y mirarlas al contraluz.
- Pero están nuevas...
-¿Y que quieres que haga con ellas? A saber de quién será... Tiralo todo.
-¿Me lo puedo quedar?
-¿Eso? - me encogí de hombros- Haz lo que quieras... pero a saber cuánto tiempo lleva ahí y de quién será...
- Yo lo lavo todo...creo que hasta me servirá...
- Haz lo que quieras. Si lo quieres bueno y si no lo tiras al contenedor...
Como decidió que se lo llevaba todo, aquella misma tarde, cuando me iba casa a dormir la siesta, les acerqué a él y su caja a su casa, que quedaba un poco lejos del restaurante. Estaba el hombre que ni más contento.
¿Como iba yo a saber que dos días después aquellas ropas iban a ser su mortaja?
Me gusta Charo. Mucho. El como ayuda sin que la gente note esa ayuda y sin herir el orgullo...ojalá en la vida real la gente fuese un poquito Charo!!!! Me encanta la historia..😍 muchísimo!!!
ResponderEliminarMe alegro. Disfrútala, que para eso escribo. Para el disfrute. Yo escribiendo y tú leyendo. Un besote
EliminarComo me gusta...... Graciasss
ResponderEliminarGracias Mary me alegro mucho de que te guste, pero poder seguir así. Un beso enorme guapa.
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