El día del fin del mundo.
CAPÍTULO 4°
Fue como si al mencionarlo se hiciera magia, justo después de salir de la casa de Andrés y antes de subir al coche me encontré con Eduardo. Su sonrisa blanca fue la primera reacción al verme.
- ¿De donde...? - Fue su saludo mientras me miraba de arriba a abajo con disimulo.
- De la casa del Queco, de echarle una mano.- Yo también le miré como al descuido.
Era guapo, quizá no demasiado alto, más o menos como yo. Tenía el pelo castaño y fuerte, peinado con la raya al lado. Sus ojos marrones no me miraban, me acariciaban en cuanto me veían y era su voz tierna la que oía dentro de mi cabeza cuando leía aquellas cartas que años atrás dejaba en las rejas de la ventana de mi cuarto. Estudió Magisterio, pero nunca ejerció, su trabajo en la finca de su familia era más importante, era el único varón de sus padres y se miraba mucho la explotación de la tierra por el heredero mientras las herederas se dedicaban a buscar marido.
- ¿Cómo está?
Me dió cierta rabia que tuviera la delicadeza de preguntar por el otro sabiendo lo que acababa de decir de él.
- Gruñendo malhumorado.
- Estará echando en falta la bebida, ya se sabe que los alcohólicos son hasta violentos si no pueden beber. Ten cuidado con él, aunque no creo que a tí te haga nada... Eres como su hermana.
Me pregunté si él se portaba con sus hermanas igual que Andrés se portaba conmigo. Seguro que no, pero no hice comentarios al respecto.
-¿Tu familia bien?¿Tu madre?...
- Hecha una rosa. A ver si te pasas un día por mi casa, tiene muchas ganas de verte, ya sabes que ella no viene mucho al pueblo.
Si, lo sabía. De todas formas yo tampoco me pasaba mucho por su casa. Antonia Rodríguez era otra dominanta como mi tía Angustias, pero no era tan descarada, al contrario usaba de disimulo para manipular, a sus hijos sobretodo, sin que se le notara. En ese aspecto, yo prefería a mi tía, porque se la veía venir de frente, aunque fuera más ordinaria.
- Tengo que irme; a estas horas empieza el trabajo fuerte en la cocina del restaurante.- Abrí la puerta del coche y me despedí de él con la mano.
- La Manchega va bien,¿eh?- Me preguntó cómo si quisiera alargar la conversación.
- Si, estoy muy contenta, paran muchos camioneros de paso y viajantes... No me puedo quejar, no.
- ¿Vas a estar allí después de comer? Porque me pasaré a tomar el café.
¿Dónde iba a estar si no?No supe que quería decir con aquella pregunta, porque solía acudir de vez en cuando después de comer a tomar café de camino al pueblo y no era algo significativo como para anunciarlo.
- Si vas, allí nos veremos.- Le sonreí con todo mi encanto y algo reacia subí al automóvil sin poder retardar mi partida ni un minuto más, porque era necesaria mi presencia en el restaurante.
Y fue. Le vi sentado en una mesa del bar con su café y una copa de "sol y sombra" cuando salí a la barra a prepararme un café con leche para mí. El bar estaba bastante concurrido. Los trabajadores de los talleres y los pabellones cercanos solían acercarse a tomar café y una copa después de comer. Me saludó alzando la mano así que me acerqué para sentarme a tomar el café con el. Yo esperaba que un día u otro me pidiera una cita formal para ir al cine o al baile o a merendar en algún sitio de los muchos que había en el pueblo, pero siempre pasaba lo mismo, se me quedaba mirando, se atascaba y terminaba por bajar los ojos y callar. En ello estaba, en lo de callar, cuando entró Elena Romanes. Era habitual verla en mi local puesto que vivía con su padre en un piso encima del taller mecánico,que estaba a escasos treinta metros de La Manchega. Llegó haciéndose notar, como siempre, revolucionando con el ambiente con su presencia.
- ¡Aquí llega lo más bonito de La Mancha entera!- Exclamó un parroquiano disfrutando, como los demás, de aquella mujer guapa y bien arreglada que se abría paso hasta la barra sonriendo agradada por el halago y por el interés que despertaba en los demás. Le pidió a Pepe, el camarero, un café con leche y un paquete de Winston.
-¿Ya te has enterado de que al Queco lo han baldado de una paliza anteanoche?- Le pregunto Pepe mientras preparaba el café.
- Lo he oído por ahí.- Respondió con un tono harto indiferente.- El que la busca, la encuentra. Iría como una cuba, como acostumbra...
- Como lo sabes...- Afirmó Ernesto, uno de los mecánicos que trabajaba en el taller de Cándido.- Ese muchacho ya se ha perdido totalmente el respeto.
Como Eduardo seguía callando y yo ya me había terminado el café, decidí que era momento de volver a la cocina, así que me despedí brevemente de el.
- Siempre está bebido, a cualquier hora que lo veas..., Tiene un vicio con el alcohol...
Eso lo dijo Eugenio García,"Uge" con una copa de Terry en la mano. Antes de entrar a trabajar se tomaría otra. No pude evitarlo. Al pasar por su lado, le dije:
-¿Has terminado tu agua mineral?- Y le señalé la copa.
No me contestó, claro.¡Pues buena soy yo para dejar pasar una que, además, venía tan a mano!
- Chari, tú te has hecho cargo de él, ¿no? Dicen que lo recogiste en la plaza...
- Alguien tendrá que echarle una mano y yo soy lo más parecido que tiene a una familia.
-¿Cómo está?
Admito que yo con ella siempre he estado a la defensiva, pero con aquel repentino interés me desarmó.
- Está dolorido, tiene dos costillas rotas y muchos golpes... Si quieres ir a verle...
-¡Uff..,¿yo?! Quita, quita, como que no yo cosas mejores que hacer que ir a visitar enfermos... Y más a Andrés, que está que da asco...
Era la que era y no podía cambiar. Me sentí furiosa por haberme dejado engañar por aquella egoísta que no pensaba más que en sí misma.
Al entrar en la cocina solté la taza con tanta fuerza que se despostilló por el culo.
Los que estaban allí me miraron sorprendidos.
- En el mundo hay dos clases de tontos,- dije rabiosa,- los muy tontos y los tontos, y luego está Andrés, que es de nivel cátedra, vamos un abusón con respecto a los demás.¿Como puede alguien estar sufriendo por una persona así?
- Es por discriminación,- dijo Alicia, otra empleada que nos ayudaba en la cocina,- es del dominio público que se ha acostado con todos menos con él y se siente discriminado...
- Además está soltero y ella los prefiere casados, así que habrá que decirle que se case si quiere tener algo con ella.- Bromeó mi prima.
"Proféticas palabras" pienso hoy al recordarlo.
Alicia bajó el tono de voz hasta convertirlo en un susurro. Nosotras nos acercamos para oír bien.
- Dicen que está liada con el de la Soletilla.
-¿Con el marido?- pregunto mi prima en el mismo tono.
- Claro, porque el niño mayor tiene nueve años y el abuelo ochenta y tantos...- se mofó Ali de Ana.- ¿Con quién va a ser, boba?
- Bueno,¿ y eso quien lo sabe?- Repliqué volviendo al volumen normal.
- La gente lo dice y cuando el río suena...
- La gente no sabe nada; la gente ve un dedo y cuenta un brazo, y lo que no ve se lo inventa. Además, te digo una cosa, si es así, ella no es la culpable ahí, ella está soltera y puede hacer con su chichi lo que quiera, es él quien está casado y la dueña de su pilila es la mujer con la que se casó y a la que le ha hecho dos niños con la susodicha pilila.
Yo quería ser tomada en serio, pero ellas se echaron a reír al oír las alusiones a los órganos sexuales y no hubo manera de volver al tema principal.
Más tarde, cuando estuvimos solas, mi prima me preguntó por Eduardo.
- ¿Te ha dicho algo?
- Si, rata cana y botija verde,- le respondí molesta.- ¿Que va a decir? Nada. Mirar, mira; pone ojitos tiernos y ya está.
- Igual habría que insinuarle que volviera a las cartas ya que se le daba tan bien...y no le daba tanto apuro. Prima,¿no será la madre la que lo quiere tener bien agarrado y que no se le vaya?
Suspiré negando.
- No lo sé, lo único que sé es que me estoy cansando de esperarle, que las cartas las escribió hace mucho tiempo y ya es hora de dar otro paso...
Guardé silencio porque la única que sabía de mis inquietudes, como yo de las suyas, era mi prima y en aquel momento volvía Antonio después de haberle llevado la comida a Andrés.
-¿Qué tal ha comido?- Le pregunté con interés.
-¿Comer?- Ironizó él.- Apenas ha abierto los ojos a causa del tablón que tiene... Y mira que le he gritado, le he zarandeado...
Yo tengo dos manos derechas. Una es mi prima y la otra es Antonio Bueno, el encargado del comedor, lo que viene a ser un maitre en los restaurantes de renombre. Es un hombre joven, inteligente y muy trabajador, con mucho criterio y que, además, está enamorado de Ana hasta el tuétano de los huesos; aunque, discreto como es, guarda silencio. Pero a mí no se me escapa nada y menos las miradas soslayadas a mi prima, la impostación de su voz cuando le habla y la rabia que le da cuando ella le hace ojitos a Pepe.
-¿Como es eso posible?¿Es que ha salido en algún momento?
- Nada de eso, se lo han llevado a domicilio, no sé quién, pero alguien le ha visitado y no han tomado galletas con café precisamente...
Yo iba a ir a mi casa a echar una siesta corta porque luego me quedaba en el restaurante hasta la hora del cierre, pero visto lo visto, varié mi dirección hacia la casa del futuro occiso. Le encontré en el séptimo cielo del sueño, como no. Me parecía increíble que lo hubiera vuelto a hacer, sobretodo teniendo en cuenta que estaba tomando analgésicos.¿Era o no era para matarlo?
-¿Que puedo hacer con este hombre, Elo? Menuda tarea me encomendaste, al pedirme que cuidara de él.- Suspiré.
No me hago a la idea de cómo se va a llegar a casar Charo con ese escombro de hombre que es Andres, es súper interesante la historia ya me muero de ganas por saber cómo continua!!! 🥰🥰🥰🥰🥰🥰👏👏👏👏👏👏👏
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EliminarIntrigada... demasiado... 😱
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