El día del fin del mundo.



CAPITULO 1° 


      Eran mas de las dos de la madrugada cuando bajé la persiana de La Manchega y me apresuré a subir a mi Renault cuatro furgoneta para resguardarme del frío de febrero. Estaba orgullosa de mi misma por haber conseguido abrir mi propio restaurante pese a la oposición de mi padre y sacarlo adelante hasta hacer de él un negocio próspero. Las condiciones fueron muy propicias ya que heredé de mi madre un terreno que estaba al borde de la N IV dirección Andalucía y tenía sitio y dinero de sobra para el local y un gran aparcamiento para coches y camiones. Por desgracia mi padre no vivió lo suficiente para ver que estaba equivocado con respecto a mi iniciativa ya que había muerto el año anterior. De todas formas le hubiera dado igual, él nunca me quiso mucho. No, eso no es cierto. Él nunca me quiso. Punto. Yo estaba acostumbrada a ello, además, si él no me quería, Eloísa me quería por los tres: por sí misma, por mi madre, a la que no conocí pues murió dos meses después de darme a luz, y por mi padre, que siempre me culpó de aquella muerte y que solía referirse a mí como"la jodía niña". No era un apelativo muy halagüeño, aunque según fui creciendo dejó de usarlo, al menos yo nunca se lo oí decir, pero me lo contó Rosenda, la vecina. Me dijo que poco antes de la muerte de mi madre, mi padre me puso al cargo de Eloísa. Ella me crió como a su propio hijo, Andrés, y yo no pude quererla menos de lo que hubiera querido a mi madre si viviera. Fue el recuerdo de su amor y solo eso lo que aquella madrugada hizo que frenara mi coche en la plaza de San Antonio al ver a Andrés envuelto en una pelea de borrachos, claramente en desventaja con otros tres, pese a que se defendía bastante bien lanzando bravuconadas, puñetazos y patadas... Aún así no fue difícil para los otros hacerle caer y una vez en el suelo  patearle mientras él acertaba a protegerse la cabeza con ambos brazos.

      Me lancé fuera de la furgoneta y corrí a apartarlos.

      -¡Basta ya!¿No os da vergüenza tres contra uno?- Me esforzaba empujando a los atacantes para alejarlos.- ¡Marchaos a vuestra casa si no queréis que llame a la Guardia Civil! 

      - El ha'mpezao antes, Sharo...- Me dijo Manolo "el Cortado" esforzándose en mantener su precario equilibrio y medio dominar su lengua.- Ezzábamos ahí senzaos y de prrronto se ha levantado y ha empezado a pre..per...preganos...

     Los otros  asintieron con más ímpetu del necesario, tanto que Antoñito Villar perdió el equilibrio y a poco se cae al lado de Andrés, quien intentaba incorporarse sin demasiado éxito. Algún vecino de la plaza salió a la ventana y comenzó a exigir que cesara el escándalo o bajaba él y lo hacía cesar, que al día siguiente había que trabajar y quería dormir.

      - Venga, cada mochuelo a su olivo... A casa, que vuestras mujeres os estarán esperando y ya os pedirán cuentas...

     el Cortado me miró con ojos dormilones y después miró a Andrés, que había conseguido ponerse en pie con ayuda del borde de la fuente.

      - Menos mal que ha venido una mujer a librarte...

      Andrés se lanzó furioso a por él, por suerte estuve atenta y, aunque necesité de todas mis fuerzas, logré sujetarle y evitar que volviera a enganchar a Manolo, que se apresuró a alejarse ante el temor de que mis fuerzas fallaran, porque para entonces los otros dos ya habían enfilado la calle Real y él se veía solo para enfrentarse a Andrés, que a su lado tenía un tamaño considerable.

      -¡Vale ya!- Le regañé como se regaña a un niño travieso.- ¡Estate quieto! Ya se ha ido... Venga que te voy a llevar a tu casa...

      -¡Déjame en paz!- Me miró furioso pese a que conservaba su verticalidad gracias a que yo le estaba sujetando!- ¿A qué te metes donde no te llaman? Niña entrometida de los cojones...

      Le miré a la luz mortecina de las pocas farolas que había en la plaza. Se hallaba en un estado lamentable; muy delgado, borracho, mal abrigado, con el pelo demasiado largo, barba de siete días, la ropa sucia y apestando a tinto barato. Nada tenía que ver aquel desecho de persona con el hombre impecable que era cuando vivía su madre. 

      - Vamos al coche,- insistí pese a sus malos modos.

      -¡Que me dejes ya! Largate a tu casa o adónde quiera que vayas...- Me apartó de si.

      Sentí...no sé, rabia, asco, pena...o una mezcla de todo. Me alejé furiosa y subí al coche dispuesta a irme. Le vi dejarse caer sentado en el escalón de la fuente. Me enfadé conmigo por haberle ofrecido ayuda pasando por alto el hecho de que hacía casi un año que había dejado de hablarle por haberse presentado borracho como una cuba al entierro de mi padre y haberme dado la enhorabuena en vez del pésame. Giré la llave en el contacto y el motor arrancó a la primera. Pensaba irme, pero de pronto mi conciencia habló con la voz de Eloísa. "¿Vas a dejar a mi hijo ahí tirado para que se muera de frío, solo como un perro?" Cerré los ojos y respiré hondo para contener las lágrimas que amenazaron con salir al recordarla. Volví junto a él.

      - Anda, vamos, déjame que te lleve a tu casa,- le dije con suavidad,- hace frío y es tarde...

      - Eres muy pesada, Niña.

      Niña... El siempre me llamó así. Tenía cinco años más que yo, pero cuando éramos pequeños parecía una gran diferencia, además siempre fue un chico muy serio, muy responsable, quizá porque no tenía padre y se creyó siempre el hombre de la casa, con la obligación de cuidar y proteger a su madre.

      - Lo soy. No me voy a ir de aquí hasta que me dejes llevarte a tu casa. Así que si me muero de frío o me enfermo, caerá sobre tu conciencia.

      Resopló molesto, pero aceptó. Extendió su brazo para que le ayudará a ponerse de pie y cuando tiré de él le vi una expresión de intenso dolor que le cortó la respiración.

      -¿Qué te pasa?- Pregunté preocupada por su gesto.

      - Nada.

      Mientras le llevaba al coche recordé las patadas que le habían dado los otros cuando cayó al suelo, quizá le habían roto una costilla o a saber... 

      Apenas le metí en el coche se quedó dormido como si le hubiera dado con una maza en la cabeza. Mejor, así no me molestaría. Por segunda vez lo miré y apenas podía reconocer en aquella figura al hijo de Elo. Me puse en movimiento y recorrí las estrechas calles que conducían a su casa. 

      - Está floja la palomilla del filtro del aire.- Dijo de pronto, sin siquiera abrir los ojos. Yo creí que estaba hablando en sueños...

     -¿Que?

      - Esa vibración que suena, es porque se ha aflojado la palomilla que sujeta el filtro del aire.- Repitió.- Dile a Cándido que te la apriete o acabarás por perderla. Además el ruido es muy molesto.

      Yo no oía nada extraño, pero si él lo decía tenía que ser verdad, porque Cándido Romanes, que era el propietario del taller de carretera que estaba junto a mi restaurante y fue el jefe de Andrés durante muchos años, siempre decía que era el mejor mecánico que había tenido antes de que se echara a perder por la bebida (..."y por la zorra de mi hija" pensaba yo que tendría que añadir el buen hombre)

      Sabía muy bien donde estaba la casa de Andrés, cuando mi padre despidió a Eloísa yo iba a verla a escondidas todo los días. Fueron tiempos muy difíciles para mi y fueron a peor cuando ella enfermó y tras dos años de médicos, quimios y absoluto sufrimiento la enfermedad nos venció y se la llevó. La llore como no pude llorar a mi madre y su hijo...comenzó su declive y aún parecía no haber tocado fondo.

      Todo el pueblo estaba sumido en la soledad y el silencio, solo nosotros dos dábamos razón de vida con el sonido del motor...y de la palomilla del filtro. Paré el vehículo ante la puerta de su casa y me bajé para ayudarle a apearse, una ardua tarea para mí si tenía en cuenta que tras el corto sueño que había echado estaba más pesado que antes. Seguía haciendo gestos de dolor pero yo no podía poner más cuidado al moverle, pese al frío que hacía me había puesto a sudar. Le adosé la espalda a la fachada y le planté la mano en el pecho para apuntalarle y que no se me cayera hacia adelante.

      -¿Dónde...están las llaves?- Le pregunté jadeando mientras me daba un tiempo para recuperarme.

      - En el fondo del mar matarile...

     ¡Encima!Pues sí que estaba yo para chorradas...¡Qué ganas me dieron de quitarle el puntal y verle en el suelo con los dientes esparcidos a su alrededor...

     - Andrés...las llaves...- insistí mientras tanteaba por encima los bolsillos de la precaria chamarra y los pantalones, tan sucios que después tendría que poner la mano a remojo en lejía.

      - Me las habré dejado en casa o las he perdido. Empuja la puerta a ver..., si están dentro es que no he cerrado.

      Estaba frente a él y su aliento chocó contra mi cara. ¡San Antonio bendito me mantuvo en pie!, porque cualquier persona se hubiera desmayado con aquel olor a vinazo agrio. Volví el rostro enfadada y empujé la puerta pensando que nadie, por muy idiota que fuera se iría sin cerrar la puer... Y la hoja de madera cedió sin demasiada dificultad dejando franco el paso al interior. Y allá que entramos, chocándonos con todo sin control y a oscuras hasta que encendí la luz. Lo que vi me dejó boquiabierta. ¡Aquello era una pocilga! Nadie con un mínimo de civilización viviría allí, sin embargo,viendo el estado de él tampoco era tan sorprendente ver el de la casa. Le llevé al dormitorio que estaba más cerca de la puerta y le dejé caer en la cama. Él hizo un nuevo gesto de dolor.

      - ¡Qué bruta eres, Niña!

      No contesté, a fin de cuentas lo había hecho a propósito, para que le doliera lo mismo que a mí me dolía ver así la casa de Eloísa. Ella, que la tenía impecable, con sus muebles encerados, con sus paños hechos a ganchillo, con el suelo reluciente...¡Que pena, qué pena!

      Le cubrí con una manta y un cobertor y le dejé allí con la luz apagada. Cogí las llaves que se había dejado en la cerradura de la parte interior de la puerta y cerré para ir apresuradamente a la cabina telefónica más cercana, la que estaba en la intersección de las calles Manzanares y Valdepeñas. Llame a don Servando, el médico tardó poco en venir. Yo le esperaba dentro de mi coche.

      - Así que este es la cuarta pata del banco...- Comentó al verle tendido en la cama.- ya han venido a verme otros dos y he visitado al tercero. Ninguno se tenía en pie.

      - Pues este no se tiene ni con los ojos abiertos.- Comenté desdeñosa. - Le han dado más patadas que a un balón de reglamento. No sé yo si se las merece, pero tres contra uno es una desventaja fea, porque...

      Me quedé sin habla. El médico le había desabrochado la camisa y pude ver que bajo la ropa aquel cuerpo era piel y huesos. No era ya que estuviera amoratado por los golpes, es que se notaban las costillas de tal manera que hasta yo supe cuales tenía rotas.

      - ¡Por Dios! Este muchacho se está matando lentamente. - Le tocó el pecho y Andrés despertó gimiendo.- ¿Te duele aquí?

      - Si...un poco.

      - ¿Sólo un poco?- Bromeó el viejo doctor,- yo diría que es más que un poco.

      - Qué le va a doler, don Servando,¿no ve que está completamente anestesiado?. Si es un tetra brick de "Don Simón" Si le sacan sangre en vez del grupo y el RH le sale el nombre de la bodega y el año de la cosecha...

     -¡Qué mala lengua tienes! Eres digna sobrina de la Puñales.

      - Pero tiene razón en una cosa, tal y como estás ahora cualquier analgésico que te dé te hará más mal que bien. ¿Te ves capaz de pasar la noche solo?

      - Si señor.

      - Pues volveré dentro de unas horas para ponerte una faja compresiva que te sujete la zona y no te duela tanto cuando te muevas.

      El asintió y tomó aire, de nuevo medio dormido.

      - Gracias don Servando. Haga usted el favor de llevársela de aquí.- Se refería a mi.

      - ¡De mil amores, que me voy!

      - Y no vuelvas. 

      - Te tenía que haber dejado tirado junto a la fuente...- murmuré dolida por su actitud.

      La voz de Andrés volvió a dejarse oír somnolienta.

      - Gracias por no haberlo hecho, Niña.


      

      

 

     

      


      


     







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Comentarios

  1. Interesante tu Primer capítulo e intrigada en relación al prólogo. Invita a continuar leyendo. Gracias por ver de nuevo tus Historias.👏👏👏👏👏🇻🇪🇨🇴💞Neyda

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  2. Me está encantando está historia y al vez me hace sufrir. Me da que me va a hacer llorar...bravo Loly🌬️💋💋💋

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    1. Hola, gracias por tu comentario, ya veremos qué pasará.
      Como ves, sales como "desconocida" y me encantaría saber quién eres. ¿Puedo pedirte que firmes tus notas? Por favor, sois muy poquitas asi que me gusta conoceros.

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    2. Yo te puedo decir quién es. Jajajaja es Laura Ocaña tu compi escritora . Cuando veas el viento que sopla tres besos es ella jajajaj conocida en los mundos blogueros por Brisas De Galerna

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  3. Que buen inicio, me gusta.... Y gracias por volver a empezar una historia nueva!! 🤗🤗

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  4. Y aún no había comentado este capítulo aquí, decirte que me alegra y me gusta muchísimo que esta nueva novela nada te ha que ver con el mundo turco (ni una queja en las anteriores a ese respecto) pero es un soplo de aire fresco. Leer esta nueva novela con historia más nacional y más cercana a nuestro sentir...que por cierto tiene muy muy buena pinta, me encanta Loli!!! Besos a miles 😘😘😘😘😘

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