El día del fin del mundo.

   


PRÓLOGO


(La Mancha,España, 1978)

        

        Hoy no me encuentro bien; esta noche apenas he dormido y me he levantado de la cama con dolor de cabeza y mal cuerpo, aún así me he vestido y he bajado a desayunar a la cocina. Lola, mi querida Lola que tantos años lleva a mi lado cuidándome y ocupándose de esta casa, me ha sonreído pero en el fondo de sus ojos pardos he  visto su pena. Seguro que ya sabe que Andrés y yo volvimos a discutir anoche y que él se fue de casa dando un portazo. Se lo habrá dicho la Rosenda, una vecina de la calle,cuya mayor ocupación es enterarse de todo lo que pasa en el pueblo para luego esparcirlo por ahí con su voz chillona.

     He desayunado sin ganas, solo por no oír por los regaños de Lola diciendo que no como nada, que estoy muy flaca y que voy a enfermar. Hoy no quiero más discusiones. Entonces el sonido del timbre ha hecho eco en el patio interior. Se me ha parado el corazón al oírlo. "¿Será Andrés que vuelve? Se habrá olvidado las llaves y por eso llama..."mi respiración se ha agitado mientras rogaba que así fuera. He cruzado una mirada con Lola cuando ha pasado a mi lado para ir a abrir la pesada puerta que separa mi casa del resto del mundo y he esperado conteniendo mis nervios tras una muralla de aparente indiferencia. Pero no, no ha entrado mi marido si no mi tía Angustias que, junto con su hija, mi prima Ana, es la única familia que me queda.

     Me he puesto de pié cuando se ha parado frente a mí y me ha mirado de arriba a abajo al decirme con complacencia:

      - He venido para ser la primera en decírtelo,  para que lo oigas de mi boca y poder ver tu cara cuando te enteres de que se han ido juntos. Les han visto esta madrugada salir de la casa de Elena Romanes, de tapadillo, con unas maletas que han metido en el coche de Andrés antes de subirse para marcharse juntos en dirección a la capital, pero no a Ciudad Real...¡A Madrid! Ahora vete a buscarle...

      Yo he mantenido alta y fuerte mi muralla. Ella ha continuado con los ojos fulgurantes.

     -¡Te lo dije! Te dije que por la caridad entró la peste, te dije que no te casaras con él, que quien se junta con basura acaba sucio. Pero tú no me hiciste caso y ahora ya ves...¿Y sabes lo que te digo?¡Que me alegro! Me echaste de tu casa, a tu tía que siempre se desvivió por ti , para meterle a él y mira que  buen pago te ha dado, ¡el que te mereces! te ha dejado sola a merced de las habladurías de la gente para irse con el putón del pueblo.

     No me he permitido desfallecer delante de ella.Al contrario, le he regalado mi mejor sonrisa.

      - No sabe usted, tía, lo contenta que me pone saber que soy la causa de su alegría. Que después de ocho meses sin venir a esta casa, en los que me ha vuelto la cara en la calle para no saludarme, venga hoy a demostrar su felicidad. Pues mire, para eso está la familia, para hacernos disfrutar aunque sea con las miserias...

      Se ha quedado callada. Eso sí que es raro porque junto con la Rosenda es una de las lenguas más afiladas y rápidas de este lado del Azuer. Después ha  hecho un mohín torciendo la boca y se ha ido igual que ha llegado, con paso rápido y la barbilla alta, supongo que dispuesta a contar la noticia a todo el que la quiera oír. Y yo...yo me he quedado sin fuerzas y me he puesto más mala. Lola ha llegado para ayudarme a subir a mi cuarto mientras lanzaba pestes contra Angustias "la puñales", que ese es el mote de mi tía, bien puesto por alguien que la conocía.

      Me he acurrucado en la cama, porque estoy tiritando, a lo mejor he cogido frío, aunque estamos a mediados de agosto y en La Mancha. No, no, no me encuentro bien. Lola me ha subido una manzanilla caliente como lava volcánica y yo...me la estoy tomando sorbos. Me ha dicho que ha llamado al médico porque estoy muy pálida. Las dos evitamos hablar del tema que late en el ambiente, como si al silenciarlo dejara de existir. 

      Poco después ha llegado don Servando Molina, el médico, con su aire de erudito y su pelo gris peinado hacia atrás despejando la frente. Siempre ha ejercido en este pueblo y es uno más, aunque llegó de Vitoria poco después de acabar su carrera, recién casado con su Blanca, y aquí se quedaron, aquí nacieron y crecieron sus tres hijos, aquí enterró a su esposa hace dos años y todos supimos que nunca se iría, porque jamás dejaría sola al amor de su vida. Por la forma en que me ha mirado al entrar me he dado cuenta que ya lo sabe todo. Claro, la noticia ha debido correr como un reguero de pólvora, pero es hombre discreto y no dice nada al respecto. Me ha hecho un reconocimiento exhaustivo en presencia de Lola y al regresar del baño tras lavarse las manos sus ojos grises y rodeados de pequeñas arrugas se han clavado en los míos.

      - Pues estás en estado, Charo.- Me ha dicho con voz átona, muy profesional, porque dadas las circunstancias ignora si me está dando buenas o malas noticias.

      Lola se ha tapado la boca con ambas manos para acallar un grito tan sorprendido como angustiado. Yo ni he contestado, ni he reaccionado, ha sido como si me hubiera dicho que estoy acatarrada. Ha seguido hablando, no sé de qué, su voz solo emitía sonidos sin sentido para mí y sin embargo yo asentía como si le estuviera entendiendo. 

      En cuanto el médico ha salido de mi casa han empezado a llamar las vecinas para preguntar qué me pasa, la primera, como no, la Rosenda y detrás todas las demás, algunas con interés cariñoso y otras con curiosidad morbosa por saber si me he enfermado al saber que mi marido se ha ido con otra. Lola las entiende bien y guarda mi puerta como una leona, quitándole importancia a los comentarios y evitando que me molesten viniendo a contármelos. Aunque hasta aquí arriba llega la voz aguda de la Rosenda.

      -¡Sinvergüenzas los dos!¡Canallas! Hacerle esto a la Charo, con lo buena que es y lo bien que se porta con todos...¡Él no tiene perdón de Dios!...

      -¡Chsssst! Habla más bajo, que está descansando y no quiero que se despierte. Además, ¿qué sabe nadie? Yo no me lo creo...

      - Que si, que si. Que se han ido de madrugada a Madrid.

      - Habrá ido a por alguna pieza que necesita con urgencia para el taller... A veces lo hace...

       - ¿Con las maletas?

       - Él de aquí no se ha llevado ni unos calcetines...

      - ¿Y con "esa"?

      - Es la dueña del taller en el que trabaja... Habrá ido a...pagar la pieza.

       - Venga ya, Lola, no quieras cerrar lo ojos a lo que pasa, que esos dos han hecho hablar hasta a las piedras.

       - No tanto. Han hecho hablar a las chismosas de siempre, este pueblo tiene demasiado buen criterio como para fijarse en las vidas de los demás, solo ese...grupito que tanto se aburre y se dedica a vivir la vida de los otros porque no tienen una propia.

      Ha habido un silencio. Bueno, Lola también sabe hacer callar a Rosenda. Pero no ha durado mucho. De nuevo esa voz aguda que entra por el oído y se va abriendo camino hasta el último rincón del cerebro.

      - Tu puedes decir lo que quieras, pero desengáñate, si un animal tiene cabeza de pato, pico de pato, cuerpo de pato, pies de pato y hace cuá cuá...es un pato, por mucho que lo niegues.

      Cuando ha cerrado la puerta, he oído a Lola romper a llorar. ¡Ojalá yo pudiera llorar también!¡Ojalá pudiera gritar, arrojar algo a suelo y deshacerme de este nudo en mi pecho que me ahoga, que me mata!

      De nuevo Lola entra en mi cuarto, en el cuarto que hace dos noches fue también el de mi marido, el mismo donde me había hecho suya, donde me había hecho reír y también, porqué no decirlo, llorar.

      - No quiero más manzanilla, Lola. Vete a tu casa, con los tuyos, aquí no haces nada ya.

     He mantenido los ojos cerrados para hacerle creer que me estoy durmiendo.

     - Eduardo Salinas está abajo, quiere verte.

      ¡Eduardo Salinas! 

      Es curioso que hasta ahora lo único que me ha hecho reaccionar, salir por un momento de mi apatía, haya sido oír el nombre de quién primero fue mi compañero de colegio y después mi eterno y secreto enamorado, el mismo que llegó tarde cuando se atrevió mostrarse y declarar el amor que me había expresado en todas aquellas cartas anónimas que dejaba en las rejas de mi ventana y que yo seguía guardando celosamente. 

      - No quiero verle. ¡Hoy no!- He susurrado suplicante a Lola.- Dile  que vuelva otro día...por favor...

      No podría soportar su compasión o esa mirada tierna que me hacía pensar  que lo que estaba viviendo hoy no me habría sucedido si me hubiera casado con él.

     Pero me casé con Andrés...






      





      

  

      


      


      

    


      

      

     



         








Comentarios

  1. Sabes que estoy en la oficina.. me he tomado unos minutos por mi cuenta...y te pongo en antecedentes...imaginame, con los ojos abiertos...y ahora imaginame achicandolos y frotándome las manos. Pensando en que si así es el prólogo.. me esperan unos capítulos para disfrutar de la lectura como hace tiempo...

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  2. Maravilloso comienzo, tal como la vida nos vas a hacer llorar y a ratitos reír...me gusta muy mucho🌬️💋💋💋

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  3. Tenemos historia nueva, y promete. Ya me cae mal Andrés! Y Rosenda, y Angustias, y Elena.... Qué mala la tía! Alegrarse del mal de la sobrina, me ha recordado a los personajes de la casa de Bernarda Alba.

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