BAŞKASININ HATASI

 



CAPİTULO 11


      Con cada día que pasaba Elif se sentía más torpe, gorda y fea. Prefería no mirarse al espejo para no ver la imagen redonda e hinchada que le devolvía el cristal. Ya quedaban pocas semanas; dos, según sus cuentas, tres, en opinión del obstetra. No había gran diferencia, pero ella estaba inquieta, asustada y muy nerviosa, deseando que todo acabara de una vez.
      - Tendrás ganas de verle la carita,- le decían las vecinas del pueblo, repitiendo la frase hecha. 
      Ella sonreía y asentía. Si, tenía ganas de verle la carita porque sería señal de que ya había largado fuera a la inquilina que apenas la dejaba dormir con tanto movimiento, que le provocaba un apetito voraz y luego le causaba ardor de estómago, que apenas le permitía una mínima agilidad para moverse. 
      ¿Tenía ganas de tenerla en sus brazos y verle la carita? Si... también...
      La puerta de la vivienda se abrió. Era Miran que venía a cenar. Las ocho y ella tumbada en el sofá...
      El la buscó y la encontró con facilidad. Le observó malhumorada. El cada día estaba más guapo y ella más horrorosa. Notaba como las turistas que llegaban al pueblo se lo comían con los ojos y luego la miraban a ella incrédulas de verla a su lado. En esos casos ella solía cogerse de su brazo y murmurar algo para que él no la oyera bien y tuviera que inclinarse acercándola la cara para oírla. 
      Era una tontería, lo sabía, pero le hacía sentirse mejor.
      - ¿Te encuentras mal?- se alarmó Miran al verla tumbada en el sofá.
      - No, es que cuando he acabado de hacer la cena tenía los pies hinchados y me he tumbado a ver si se alivian un poco...
      El no la dejó terminar, como otras veces se sentó a sus pies y cogiéndola se los masajeó mientras le comentaba el funcionamiento de los riñones, que al estar desplazados de su posición habitual trabajaban con más dificultad y el cuerpo retenía los líquidos...
      Ella le oía con atención porque era lo menos que le debía a cambio de tanto placer como le daba al masajear sus pies. 
      Al terminar fue a lavarse las manos y al volver la encontró en el mismo sitio.
      - ¿Hoy no se cena?
      Ella suspiró hondamente.
      - Es que no me puedo levantar. Te lo iba a decir, pero has empezado con el masaje... Necesito ayuda.- Alargó su brazo hacia él.- Tira de mi.
      Miran sonrió divertido.
      -¿Cómo haces para levantarte de la cama por las mañanas?
      - Soy bastante polvorilla. Me doy la vuelta y repto hasta el borde del colchón, apoyo las rodillas en el suelo, me apoyo en la cama y me pongo en pié. 
      - Con lo sencillo que es hacer esto.
      Ella dejó escapar un grito cuando él la alzó con facilidad en sus brazos.
      - ¡Te vas a desriñonar...Miran que peso mucho...!
      - Qué vas a pesar... Eres ligera como la pluma..de una grúa...- la llevaba con una facilidad pasmosa hacia la cocina.
      Ella comenzó a reír. Los ojos oscuros de Miran se clavaban en aquella boca de labios jugosos y rosados. Deseaba tanto besarla otra vez. No, estaba mal expresado, lo correcto sería que, otra vez deseaba tanto besarla...
      - El teléfono.- Dijo ella cuando se oyó el timbre del aparato.
      En vez de soltarla él se dirigió hacia el teléfono con ella, lo que le provocó más risas. Se inclinó para que ella lo alcanzara. Elif descolgó el auricular y se lo sostuvo junto a la oreja.
      - Diga...- Contestó Miran sin dejar de mirarla fijamente.- Si, soy yo...- Le hablaron algo al otro lado del hilo telefónico. El se puso serio.-¿El cuello y la espalda? ¿Y el estómago...?- Preguntó. Mientras le contestaban fue soltándola poco a poco, depositándola con cuidado sobre los pies y cogiendo el auricular.-¿Desde cuándo?...Tranquilizate, voy enseguida. Procura que esté cómodo, tápale con una manta... Enseguida voy.
      Colgó el teléfono y se apresuró a coger su maletín. 
      -¿Qué pasa?- Elif se alarmó.
      - Llama a Burak, que lleve la ambulancia a la casa de Adêm Burka. Creo que está sufriendo un infarto...- Y salió a toda prisa. 
      Adêm Burka y su familia vivían en una casa en el campo, entre los olivares de su propiedad. El camino era peor que malo para ir en un coche como el de él, se necesitaba un cuatro por cuatro; aún así llevaba el coche brincando sobre las piedras, amenazando con desmontarse si continuaba a aquella velocidad. Pensó que podría tratarse de una indigestión. ¡Ojalá fuera una indigestión!  
      Por desgracia no lo era. 
      El panorama que encontró al entrar en la vivienda era descorazonador. Adêm, el padre, estaba desmayado en el suelo cubierto con una manta. Su mujer llamándole histérica a su lado y los niños, tres, de entre cuatro y diez años lloraban aterrorizados.
      -¿ Desde cuándo está así?- preguntó a la esposa.
      - Desde poco después de comer y es que ha comido demasiado y claro, indigestión segura. Ha vomitado y decía encontrarse mal, que le dolía el cuerpo y yo le he dicho que se acostara, pero al levantarse hace un rato seguía mal y me ha asustado cuando se ha desmayado... 
      -¿Cuanto tiempo lleva sin sentido?
      - Desde que le he llamado. Nos hemos asustado tanto que ni siquiera le hemos tocado...¿No es indigestión?
      - Parece que no.
      Sacó de su maletín una jeringuilla estéril y le inyectó un trombolítico, volvió a auscultar al paciente y comenzó con la RCP. Esperaba que Burak y la ambulancia llegaran pronto, aquel hombre no iba a aguantar mucho más. 
      Llegó la ambulancia y con ella, llegó Elif.
      -¿Qué haces aquí?- Le preguntó molesto a sabiendas de que recorrer aquel camino en un vehículo no era lo que más le convenía a su estado.
      - He pensado que alguien tiene que quedarse con los niños para que vaya la madre...
      - Ya viene mi hermana.- Dijo la mujer de Adêm.
      - Entonces voy con vosotros.
      No había tiempo que perder. Había que ponerle en la camilla y llevárselo. Y eso hicieron.
     El regreso por el camino empedrado fue una auténtica tortura para Miran. La ambulancia no debía acelerar mucho dado el estado  crítico del paciente y necesitaban no correr, volar, para llegar cuanto antes al hospital donde un equipo de cardiología aguardaba su llegada después de que Burak avisara por radio de la urgencia.
       Al llegar al centro hospitalario de la ciudad, se apresuró a ayudar con la camilla mientras daba un informe rápido sobre el paciente y las medidas que había tomado para reanimarle, sin lograr resultado alguno.
      Después fue a la sala de espera donde Elif estaba sentada junto a Turcan, con la mano de la mujer entre las suyas, dándole apoyo y ánimo. 
      -¿Cómo está? - Pregunto Turcan al verle acercarse.
      - Está vivo y en buenas manos. El equipo médico hará todo lo que pueda para que se recupere y vuelva a casa.
      ¿Qué podía decirle? Adêm llevaba más de cinco horas sufriendo un infarto y pensaron que era indigestión. A menudo la gente creía que los infartos sucedían como en las películas, el tipo se agarraba el pecho y caía muerto, pero pocas veces era así...por desgracia los síntomas eran desconocidos para la gran mayoría de la gente.
      Llegó Burak con café. Los dos hombres se apartaron para hablar sin que ellas les oyeran.
      -¿Qué opina, doctor bey?
      - ¿Cree en los milagros, Burak?
      - No mucho, la verdad.- Respondió el taxista del pueblo que también hacía las veces de conductor de la ambulancia.
      Miran tampoco creía. Era poco religioso a decir verdad. Pero sería capaz de rezar si supiera que eso salvaría a aquel hombre.
      - Lo único que puedo decir es que le hemos traído vivo y eso ya es algo.
      -Turcan está más tranquila; al final ha venido bien que su esposa esté con ella. 
      Miran asintió. No estaba satisfecho con que Elif estuviera allí, pero ya que había ido admitía que estaba sirviendo de consuelo.
      Pasaron mucho tiempo y varios cafés antes que el cardiólogo saliera a hablar con ellos. Su expresión apesadumbrada se lo dijo todo.
      - Hemos hecho cuanto se ha podido. La verdad es que no sabemos cómo ha conseguido traerlo vivo, pero no ha servido para nada. Se nos ha quedado en la mesa...
      Burak se apartó y rompió a llorar contra la pared como un niño. Le conocía bien. En Kalafat todos se conocían. Adêm Burka aún no tenía cuarenta años, dejaba una mujer y tres hijos de corta edad. Tan joven. Toda una vida truncada y una familia que tardaría en recuperarse de aquella pérdida.
      - ¿Quiere que se lo comunique a la familia?- Se ofreció el cardiólogo.
      Miran no quería. Lo haría él. Aquello debía ser tratado como algo más que un simple trámite. El se ocuparía también de la documentación y cuanto era necesario para volver a llevar al finado al pueblo donde siguiendo las costumbres sería honrado y enterrado.
      Elif le vio acercarse y se le partió el alma, su esposo llevaba encima tal carga de tristeza, de impotencia, que era muy difícil ignorar conociéndolo como ella le conocía. Abrazó a la reciente viuda cuando al conocer la muerte de su marido se rompió en gemidos de dolor. Ella la dejó llorar y lloró a su lado, pero no podía dejar de pensar que Miran también necesitaba consuelo.
      El sepelio por Adêm Burka se celebró dos días después. Todo el pueblo acudió a las exequias, demostrando el reconocimiento y cariño hacia la familia.Elif y Miran se mantuvieron uno al lado del otro. Cuando el difunto amortajado fue bajado hasta la tumba, Elif se aferró con fuerza a la mano de su esposo. El la miró aceptando el contacto. La vio respirando agitada. De pronto una idea se fijó en su mente.¿Y si algo parecido le pasara a él? Nadie estaba libre de un infarto, un accidente... Nunca había pensado en el futuro, siempre vivía en el presente, pero ¿y si le pasaba algo malo?¿Qué sería de Elif y Meryem? 
      Durante días aquella pregunta no se le fue de la cabeza. Su esposa le observaba silenciosa preguntándose a qué se debía aquella actitúd reservada en él, que solía ser tan comunicativo. La respuesta le llegó diez días después de la muerte del pobre Adêm, cuando sonó el móvil de Miran y respondió ella para coger el recado. 
      - Está claro que tú no eres Miran Karakaya,- dijo una agradable voz femenina.-¿Puedo hablar con él
, por favor?
      En ese momento volvía él y ella le pasó el teléfono. El se apartó para hablar y hasta bajó el tono para que ella no oyera. Después, mientras cenaban, Miran le dijo que el sábado iría a Estambul.
      - Me gustaría que no te quedarás sola, así que Ecrin podría venirse aquí contigo hasta que yo vuelva, por si acaso te pusieras de parto, que todo puede ser.
      Ella asintió conforme y no dijo nada más para sorpresa de su esposo, que  en cuestión de horas la vio ensimismarse de nuevo, como cuando la conoció.
      Si su esposa estaba silenciosa, su padre se mostró encantado de su decisión de hacerse un seguro de vida e invertir gran parte de sus haberes siguiendo los consejos de su asesor financiero desde hacía más de veinte años Yasemin Varta.
      - Va a ser verdad que has sentado al fin la cabeza,- se regocijó el patriarca de los Karakaya,- me alegro de que tomes esa decisión, hijo, es muy importante que tu familia esté protegida ante cualquier eventualidad futura. He hablado con Yasemin y te espera en su despacho...
       - Yo prefiero que vengas conmigo, si no te importa, papá, sabes que soy bastante ignorante en estos asuntos.
     Una vez más Yusuf se dejaba sorprender por la nueva actitúd de su hijo pequeño. Por supuesto que le acompañó y más tarde, tras la reunión con la asesora, quedaron con Hiranur en un afamado restaurante para comer los tres. La esposa de Yusuf y madre de Miran no cabía en sí de gozo siendo testigo de aquella especie de tregua que había entre los dos.
      -¿Cuando vuelves a Kalafat?
      - Está misma noche, mamá. Elif es primeriza y la niña igual puede atrasarse que venir antes. Si no me voy ahora es porque he quedado con un amigo entendido en coches, para que me recomiende un buen cuatro por cuatro. Allí lo necesito.- La tristeza volvió a envolverle cuando recordó a Adêm.
      Había quedado con Muzaffer Mehdy en una concurrida cafetería del centro. El mejor que nadie le podía decir qué vehículo comprar ya que era ingeniero y tenía un laboratorio independiente que se dedicaba a probar, testar y calificar los nuevos modelos que salían al mercado. Apenas estuvo veinte minutos con él, bastó con que le dijera sus necesidades y el otro ni dudó en su recomendación. 
      Salían juntos del establecimiento cuando una voz con marcado acento americano pronunció el nombre del médico.
      La reconoció enseguida. Martha Thompson. Una periodista freelance, que cubría las noticias de Asia Menor para distintos rotativos americanos y europeos.
      Se saludaron encantados de verse. Miran le presentó a su amigo antes de que este, que tenía prisa al parecer, se excusara y se fuera. Resultó una sorpresa muy agradable encontrar allí y al rubia neoyorquina. Hacía mucho tiempo que no se veían.
      - La última vez fue poco antes de que te casaras.- Recordó ella con mucha exactitud.- No querías...pero te convencí.
      El la miró de arriba a abajo, ella supo siempre como convencerle. La miró de arriba a abajo sonriendo complacido. 
      - Te noto más... exuberante...
      - Entre tú y yo, estaba muy plana y me decidí a pasar por el quirófano.
      -A mí me gustaban tal y como eran.
      - Ahora te gustarán más.- Se acercó con voz cálida y coqueta al oído de él.
      La simple insinuación le encendió como a una antorcha. Realmente ella era la última mujer con la que se había acostado.¡De eso hacía tres meses...!
Jamás había estado tanto tiempo sin sexo. Estaba claro que lo suyo era ir a contracorriente. Desde que se había casado no tenía relaciones íntimas con una mujer, solo tenía ganas.
      - Me ha operado tu hermano y lo cierto es que es un artista. Estoy encantada.- Miro a su alrededor incómoda con el ambiente.- ¿Por qué no salimos de aquí y vamos a tomar algo a mi casa?
      Lo pensó cuidadosamente. ¿Por qué no?¿Quién podría juzgarle? Ni siquiera Elif, siendo su esposa, tenía potestad para hacerlo. Durante aquellos meses él le había sido fiel a pesar de saber que ella amaba a su hermano y le importaría menos que nada lo que él hiciera con otra.
      Por supuesto que accedió gustoso, aunque no tomaran ni agua. Martha era ardiente, atrevida y ahora, además, voluptuosa. Sólo de pensarlo se sentía más caliente que la plancha de un McDonald's. ¡Al demonio con todo! Él era un hombre y no estaba mal que lo recordara.
      - ¿Donde has dejado a la maestra?
      - ¿Te parece adecuado recordarla en este momento?
      - Da lo mismo, sé que está como un globo y a juzgar por tu carita de hambre te tiene a dieta. - Suspiró. - Lo que unas descuidan nos viene bien a otras...- Le guiñó un ojo pícara.- Y te aseguro que a mí me viene muy bién...porque me encantas, tú más que otro y lo sabes. Eres el único hombre con quién hubiera tenido una relación estable... Pero,¿que podía hacer si pasaste de mí?
     Llegaron al lujoso apartamento de ella y apenas se cerró la puerta tras ellos, se engancharon como lobos hambrientos. La acorraló contra el espejo que cubría la pared del recibidor y dejó que sus manos la recorrieran ansioso mientras sus bocas se devoraban. Tenían prisa, el deseo era acuciante. 
     - Desabrocha mi vestido.- Jadeó Martha dándose la vuelta y apartando su pelo a un lado mostrándole la larga hilera de botones.
      Miran no los vio. Sus ojos se prendieron en la nuca que le recordó a otra. Alzó su mano y acarició con las yemas de los dedos aquella piel imaginando que  era más morena, que aquel cabello cortado a capas, muy a la moda europea, era más negro, ondulado y largo y solo tuvo que cerrar los ojos e imaginar el aroma a lavanda.
     La americana percibió al instante el cambio de actitúd en el y se giró.
      - Me vas a odiar.
      - ¡No me fastidies, estoy a tope, tío!
      - Lo siento...pero...
      - Tienes mucha hambre pero solo de maestra.- Terminó ella tomando aire profundamente.- Debe ser maravillosa si te ha enamorado de esa manera.
      Ni siquiera se lo había planteado así, pero oírlo fue como si una luz llegara a lo más hondo de él y todo se aclarara a su entendimiento. Sin embargo saberlo no le hizo más feliz.
      - Lo es.- Dijo. "Y yo sería totalmente dichoso si me quisiera a mí en vez de a otro"
      - En fin,- acepto ella,- no estoy acostumbrada a ser rechazada de esta manera.
      - Créeme que eres maravillosa y si no estuviera casado...
      - No digas bobadas. Tu hermano está casado y no me hace tantos ascos.
      El la creía.
      -Al menos tengo a los tipos como él para subirme el ego.- se acercó un poco y le aconsejó:- Oye, tú no eres novato en esto y sabes...que hay ciertas posturas que no impiden hacerle el amor a una embarazada, incluso hasta pueden ser más placenteras para ella...
      ¡Vaya que si lo sabía! Podía empezar a imaginarlas todas. ¡Justo lo que le faltaba! Pensó irónico.
      Volvió a la mansión dispuesto a despedirse de sus padres para volver al pueblo. Si se daba prisa llegaría a tiempo de que la Otomana volviera a su casa, de no ser así tendría que dormir en el suelo del supuesto dormitorio matrimonial y eso ya era lo más...
      Le sonó el móvil. Hablando del diablo... Era la Otomana.
      - Dígame Ecrin...
      
      


      
      
 
      
       


      
       
      
      

      
       
      

















       

Comentarios

  1. Hay como nos dejasss!!!! Me encanta, necesito amorrr

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  2. Llega la bebé! A quién se parecerá al papá o al tío? 🥰

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  3. Hayyyy,ya llega la bebé, que bien. Miran no se ha dado cuenta, que Elif se está enamorando de él.🇻🇪🇨🇴💞

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  4. Hay Loli!!! Que grata sorpresa.. jajaja pobre Miran. Esta cachondo perdido, pero a la vez enamorado. Y con su amor a punto de dar a luz... Jajaja a ver la Otomana cómo se porta. .. intrigada en cómo va a seguir la historia!!!!

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  5. Qué mas te puedo decir Loli, tus historias me fascinan. Y cada vez más... 👏👏👏

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  6. Pobrecitomio.. y la otra que esta celosa perdida... si es que esros dos cuando prendan la mecha acaban con gemelos.. y se lo merecen, por joder almsr y sra vibora!

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  7. Me remito a lo dicho por Verita, perdido, enamorado, a punto de ser “padre”…la Otomana y esperando… ❤️❤️❤️

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