YENIDEN ASK

CAPITULO 7


   Inci ya no podía más. ¡Estaba harta de pasar calor! Le dolía el brazo de estar dale que dale con el abanico y pegada al ventilador que lo único que hacía era remover el aire caliente. Había pedido varios presupuestos para la instalación de aire acondicionado, pero sus números no le cuadraban con los de las empresas instaladoras, así que aquel día optó por el método antigüo. 
      Subió a su habitación y se duchó con agua fría. Se maquilló levemente los párpados y los labios, se puso el vestido que Esma le cedió diez días después de abandonar su última dieta hipocalórica, uno de seda color verde manzana, con el talle ajustado, la falda recta, cuello Mao y manga corta; calzó unos estiletos blancos y buscó el bolso del mismo color. Sonrió al verse en el espejo permitiéndose la coquetería de pensar que, bien mirado, no tenía nada de asombroso que el vecino no la imaginara como madre de tres chicas mayores de edad.
      -¿Verdad Yeniçeri que cuando me arreglo un poco no estoy tan mal?
      El perro no contestó. Se limitó a inclinar su cabeza hacia un lado y siguió sentado sobre sus patas traseras.
     Inci terminó por dejar suelta su larga melena negra y ondulada, la misma que tanto le gustaba acariciar a Alí. Bueno, no era la misma exactamente, porque cuando él murió ella se la cortó en un momento de rabia. Esta que lucía ahora le había crecido después, a lo largo de los casi diecinueve años que llevaba viuda.
      -Cuida bien la casa en mi ausencia,¿eh campeón?- acarició la cabezota del perro antes de salir.
      El método antigüo para refrescarse consistía en ir al cine de la urbanización y ver la sesión continua.
      No sabía qué película echaban ni le importaba, lo verdaderamente crucial era que había un aire acondicionado tan potente que a veces tenía frío. Si la función le gustaba, estupendo, la vería, si no dormiría fresquita unas horas en la butaca, tan a gusto.
      Había una larga cola en la taquilla, pero tuvo la suerte de encontrarse con una de las cajeras del supermercado cuyo esposo estaba en la delantera de la fila y que se ofreció amablemente a comprarle la entrada mientras ella miraba la cartelera. Parecía una película de acción. Por los actores y el director, que serían conocidos en su casa a la hora de comer, imaginó que era una de serie B o Z ...o lo que era lo mismo, que salvo alguna parejita, los demás iban a dormir. La película resultó ser un truño como un puño, por lo que Inci se relajó y a los veinte minutos de metraje ya estaba con la cabeza inclinada, los ojos cerrados, la respiración acompasada y el bolso bien agarrado para darse cuenta si alguien intentaba tocarlo. Jamás le había pasado, pero por si acaso.
      Era una lástima que después de las doce y media no hubiera más sesiones, pero cerraba el cine y nadie podía quedarse allí,como hubiera sido el gusto de muchos, incluida Inci. 
      Al salir del local volvió a encontrarse con la cajera del supermercado y su marido, quienes se sorprendieron de verla.
      -¿Te has quedado a ver la segunda sesión?- Preguntó la joven sin disimular su asombro.- Nosotros hemos salido antes de que acabara la primera.¿Tanto te ha gustado?
      Ella no estaba dispuesta a confesar la cruda realidad así que asintió suplicando mentalmente que no le preguntaran por el final. Por suerte les gustó tan poco que ni siquiera les interesaba.
      Mientras caminaba por el descampado que separaba la urbanización del lugar en donde estaba su casa se reprochó la irresponsabilidad de quedarse quedado en el cine hasta tan tarde. La zona estaba bien iluminada, puesto que era un paseo asfaltado, pero a aquellas horas no había nadie. Aunque poco después no sabía qué era peor, que aquello estuviera desierto o que hubiera alguien cuyos pasos sonaban detrás de ella. Apresuró su taconeo sin querer mirar atrás; aún faltaba un buen trecho hasta su casa y quería recorrerlo en el menor tiempo posible. De vez en cuando contenía la respiración para oír los pasos que se escuchaban a su espalda y calcular más o menos la distancia que la separaba de ellos. Fuera quien fuera iba tras ella. Por aquel camino no había más dirección que la que conducía a su casa...
      -¡Inci...soy Murat, no te asustes!
      ...Y a la casa del vecino. Respiró aliviada. Aquel hombre parecía más que dispuesto a matarla, no con el cable de una segadora, si no de un susto. Se detuvo y le esperó. 
      -No me he asustado.-Comentó con tono ligero mientras él la alcanzaba.-¿Qué haces por aquí?
      -Estoy terminando mi paseo nocturno. Todas las noches voy hasta la urbanización y vuelvo. Dos kilómetros. Me viene bien andar. ¿Y tú?¿Qué haces sola por aquí a estas horas?¿Es que no lees los periódicos? Podría haber sido un asaltante.
      - No tengo miedo.
      Murat alzó una de sus pobladas cejas mirándola irónico mientras caminaba a su lado. Para no estar asustada lo había disimulado muy bien. La forma en que aceleró sus pasos sobre los tacones indicaba lo contrario.
      - Aún así, no debes tentar a tu suerte.- Fingió creerla.-Esto esta muy aislado y es tarde.
      -Una mujer tiene derecho a ir donde quiera y cuando quiera y como quiera.
      - Estoy de acuerdo, pero los sucesos cotidianos no lo aconsejan. No está mal ser prudente y evitar riesgos. Una mujer sola y...-¿lo decía?- tan guapa,- lo dijo,- es una tentación para cualquier delincuente.
      Inci no quiso demostrar que se sintió halagada con aquel comentario, así que no sonrió.
      -Por aquí no vienen ni las ratas.
      -¿Entonces las que hay en mi casa son mis inquilinas? No consigo librarme de ellas.
      Estaban casi en el campo, era normal que hubiera todo tipo de bichos, ella se había librado de los insectos colocando marcos móviles con maya en puertas y ventanas, en cuanto a los ratones...
      -Ni lo conseguirás con esa marca de raticida que usas.- Comentó recordando la que llevaba en el carro el día de su encuentro en el supermercado.
      -  Le pregunté a la cajera y me dijo que era buena para las ratas...
      - Y lo es. Verás qué hermosas y lustrosas se te ponen. Yo creo que esa marca las alimenta. Yo la usaba hace años sin resultado; ahora, en cambio no llegan ni a entrar en casa. Recuérdame que te apunte el nombre del raticida que uso. Rata que se acerca es rata muerta.
      -Te lo recordaré.
      Hubo un instante de silencio en el que ella pareció perderse en sus recuerdos. El la miró de reojo y volvió a admirar lo bonita que era.
      - Cuando nos mudamos a Estambul, - recordó ella,- alquilé un piso en una barriada cercana al río. Era lo único que podía permitirme; había tanta basura y tantos bichos que temía que las ratas se comieran a las niñas.- Sonrió enfrentándole la mirada.- Después de dos días y dos noches cargada con las tres y sin dormir, perdí parte de mi orgullo y acepté la ayuda de mi hermana para poder alquilar un piso en una zona menos sucia y peligrosa. Aún tengo escalofríos al recordar aquellos dos días.
      - Lástima que seas turca. De haber sido vietnamita no te habría faltado el alimento.
      Ella soltó una exclamación de asco y rompió a reir. Murat sintió que se le erizaba el vello de la nuca con el sonido cristalino de aquella risa que dejaba ver entre sus carnosos labios dos hileras de dientes como perlas. 
      Llegaron a la casa de ella y se despidieron. 
      - Venga, espero a que entres y cierres.-Le dijo él apoyando ambas manos en el bastón.
      Ella abrió la puerta y al instante una enorme masa de pelo rubio salió alegre a recibirla antes de escaparse e ir a saludar al vecino.
      - Hola, cabroncete,¿así que después de todo quieres ser mi amigo?- Se inclinó para acariciarle el lomo. Al parecer Yeniçeri no tenia el mismo punto de vista que él sobre el pan con foiegrass que le lanzó y lejos de guardarle rencor se lo agradecía.
      Inci llamó al perro y tras dar las buenas noches entró y cerró la puerta. Sonrió. El vecino resultaba más agradable de lo que parecía en un principio. Le encantaban sus ojos. No supo por qué pensó aquello, pero era así. Tenía los ojos grandes y muy oscuros, rodeados de largas y tupídas pestañas negras y enmarcados con la curvatura suave de sus pobladas cejas. Además estaba aquel brillo que en ocasiones parecía burlarse de todo y todos, incluida ella.
      -Parece un buen chico.- Concluyó con aquel aire maternal que había adquirido a lo largo de los años a fuerza de solo ejercer de madre.
      Al día siguiente al volver del trabajo salió al jardín para ver si estaba allí. Lo encontró nadando de un lado al otro de la larga piscina. Le llamó con el mismo tono que usan las madres para decirles a los niños que dejen de jugar y suban a casa a comer. El no la oyó, pero si la vió asomada al muro, por lo que detuvo el ejercicio y salió de la piscina con un gesto tan natural como ágil. Estaba visto  que en el agua se movía mejor que en tierra. 
      Inci se dió cuenta demasiado tarde de que quizá la hora del baño no era la más apropiada para hablar con él. Se había enrollado una toalla a la cadera, pero aún así lo que quedaba expuesto del cuerpo masculino conseguía ponerle lo suficiente nerviosa como para mover sus ojos de un lado a otro sin saber adónde mirar.
      -Hola,- sonrió extendiendo su brazo para ofrecerle una bolsa con algo dentro.- Al volver del trabajo he pasado por la ferretería y te he comprado el raticida. Tiene detrás las instrucciones de uso; si lo haces así, te aseguro que no vuelves a ver una rata ni viva ni muerta dentro de tu casa.
      Murat cogió la bolsa y miró en su interior.
      - Gracias,-La miró a ella.- No has debido molestarte, ¿cuánto te debo?
      - Nada. No tiene importancia. Además, todavía te debo el filete que se comió Yeniçeri.
      - Unut bunu.(olvídalo).
      Era agradable estar frente a ella de nuevo, de hecho había pasado la mañana pensando una excusa para poder estar otro rato con ella. Había pensado en invitarla a tomar café o a usar su piscina para que nadara en vez de aquello que tenía en su jardín donde solo podía ponerse a remojo. Y de pronto ella aparecía con el raticida, vestida con una bata vieja de verano, el pelo recogido en una coleta y sin más adornos que su bonita sonrisa y sus ojos mirando azorados a cualquier parte menos a él.
      - Bueno, tengo que entrar a comer...-Señaló su casa.-Ya...nos veremos por aquí...
      ¿Ya se iba?
      -¿Qué tal si luego pasas y tomamos un café expresso?
      Inci sonrió forzada. Aquellos eran los inconvenientes de ser amable. Si en vez de decirle que el café de la máquina estaba bueno le hubiera dicho que prefería el turco, no se vería obligada a mentir ahora. Debió ser directa, como cuando le preguntó si le había gustado su novela. No. Y no siempre es no, y seguramente jamás volverían a hablar de la dichosa novela, pero en cuanto al café expresso,¿cuántas excusas tendría que inventar para no tomarlo?
      ¡A la porra la urbanidad! Se lo diría claramente aunque pudiera herir sus sentimientos de nuevo. Le miró directamente y dijo :
      - Te lo agradezco pero... Tengo que estudiar... Ya sabes, el examen de... Quizá otro día...
      Entró en casa furiosa consigo misma. ¿Qué había pasado? Se había desconcentrado al mirarle, eso era. Las gotas de agua corrían por el cuerpo de él y fué a fijarse justamente en una que descendió desde la clavícula, pasando por el pecho sin enredarse en el oscuro vello húmedo y uniéndose a otras, viniendo a formar de nuevo una sola que corrió apresurada por el estómago plano y el marcado abdomen hasta que la puta toalla la absorbió. 
       Su abla solía decirle que se entretenía con cualquier cosa, y tenía razón¡Una simple gota de agua era capaz de desconcentrarla!
      Aquella tarde no salió al jardín. Prefirió quedarse en la sala después de ver la novela, estudiando y tomándose su riquísimo café turco al lado del ventilador. Esperó a la noche para ir a refrescarse en la piscina. Dejó las zapatillas y la toalla sobre una de las sillas del jardín y se metió en el agua con un suspiro de placer. Se sentó en el fondo mientras agitaba los brazos para mover el agua. Recordaba perfectamente el día, hacía un montón de años, que su cuñado Umut llegó con aquella piscina para las niñas. Fué todo un acontecimiento montarla en el jardín y luego ver a las tres pequeñas disfrutándola, oírlas reir y chapotear y pelearse... Ella siempre había preferido usarla de noche, cuando las niñas ya estaban acostadas y reinaban la soledad y el silencio. No estuvo demasiado tiempo, cuando se sintió fresca se puso de pié y fué hacia uno de los lados para salir, teniendo buen cuidado de no caerse de nuevo. Se envolvió en la toalla, se puso las zapatillas y entró en su casa cerrando la puerta y apagando las luces.  
      Poco a poco se estaba acostumbrando a la soledad, aunque tampoco se podía decir que se sentía sola ya que hablaba muy a menudo con sus hijas y con su hermana.Eran largas conversaciones en las que charlaban como si estuvieran frente a frente, sobretodo con Esma.
      "¿Estás comiendo bién?¿Pasas mucho calor?¿Qué tal el trabajo?Pronto tendrás la vacaciones,¿no?, Seguro que estás estudiando demasiado y ni siquiera has salido a dar un paseo más que con el perro...¿Has visto lo que le ha hecho la tía puta de la novela a la pobre muchacha solo porque no quiere que se case con el chico?...¿Qué tal tu vecino el escritor?¿Ya se ha ido?"
      ¡Imposible sentirse sola! Aunque estuvieran lejos, Esma y Umut no la dejaban de la mano. En cuanto al vecino...
      -¡Hola vecina!...
      Levantó los ojos del libro y miró hacia el punto de donde procedía la voz varonil que llamaba su atención. 
      - Hola.-Sonrió desde donde estaba, sin intentar moverse, viéndole apoyado en el canto del muro, con su camisa desabrochada y aquella mirada de niño travieso en sus oscuros ojos.
      - Me he quedado sin café expresso, así que no te puedo invitar, pero me preguntaba si podrías prestarme tú una taza de café con café y algo de azúcar dentro.
      Un par de frases y ya había conseguido sacarle una sonrisa. Inci empezaba a pensar que era un poco facilona.
      -Yo no tengo cafe expresso.
      - Mejor; prefiero el café turco, pero soy muy vago para hacérmelo y por eso me compré la máquina. ¿Qué me dices?-Insistió.
      Ella aceptó. Claro que le daría café. Algo así no se le negaba a nadie. Le vió tirar el bastón por encima del muro, apoyarse y alzarse a pulso hasta quedar sentado, pasar la pierna sana, ayudarse con las manos a pasar la otra, y dejarse caer de pié y con cuidado en el jardín de ella. Se inclinó a recoger el bastón y ya erguido sobre sus tres piernas prodigar al perro las atenciones que éste le pedía en forma de caricias. Inci le miraba absorta mientras él se acercaba.
      -¿Qué te parece?- Le guiñó un ojo picarón.
      - Que estás mejorando mucho.- Afirmó.- Voy a hacer el café.
      Murat escogió una silla y se dejó caer sentado mientras la veía entrar a la casa. Había tenido que cambiar de estrategia; ya que la que había utilizado de dar no servía, optó por intentar la de pedir, a ver si le daba mejor resultado.
      Dejó el bastón a un lado y se dedicó a acariciar el testuz de Yeniçeri que se había sentado junto a él. Buscó en el bolsillo de la camisa una galleta y se la dió.El animal la hizo desaparecer de un solo bocado y expresó su agradecimiento con un lametón caliente y húmedo. Puestos a elegir Murat preferiría que se lo diera el ama en vez del chucho, pero no había nada perfecto. 
      Ella salió con una bandeja en la que llevaba dos tazas de café y dos vasos con agua.  
      - Ellerinice saglik.-( Salud a tus manos)- Cogió el café que le entregaba.
      - Afiyet olsun.-( Buen provecho)- Sonrió y volvió a acomodarse en su silla, apartando el libro que estaba estudiando.
      -¿Qué tal llevas el estudio?- Se interesó él, por decir algo.
      -Creo que voy a buen ritmo.
      - En cambio yo hace días que no consigo escribir una frase decente.- No le dijo el por qué.
      - No sabía que estuvieras escribiendo algo.
      - Si, intento pergeñar un thriller de humor, basado en lo que escribí en el folio que te firmé.
      Los ojos verdes brillaron con diversión.
      - ¿Es que me vas a matar?- Exclamó sin decidir si debía molestarse o tomarlo a risa. 
      - Esa era la idea inicial, pero si te soy sincero, desde que te conozco, me resulta difícil hacerlo porque me caes realmente bién. Entiéndeme, fuiste una auténtica arpía el día de la segadora...
      La vio fruncir el ceño mientras tomaba pensativa un sorbo de café y luego, en un movimiento automático, involuntario, limpiarse el labio superior con la punta de la lengua. Murat sintió la boca seca como si en vez de café estuviera tomando arena. Se bebió el vaso de agua de un trago. 
      - ¿Cómo se supone que tengo que responderte a algo así?- Podía parecer enfadada, sin embargo sonreía haciendo gala de un excelente sentido del humor.- No sé... Debería sacarte a escobazos de mi casa y en vez de eso te estás tomando el café que te he hecho.
      -Y que está delicioso, por cierto.
      - Además. -Asintió.- Fíjate, yo podría haberte echado veneno en el café...
      - ¿Lo has hecho?
      - Oha! Me dices en mi cara que soy una arpía, pretendes matarme en una novela ¿y todavía preguntas si te he echado veneno en el café? Debería hacerlo. Pero no.- Se echó hacia atrás apoyando la espalda en la silla y cruzó los brazos.
      El gesto provocó que la atención de los ojos masculinos se centrara en los senos enmarcados entre sus brazos como la obra de arte que eran. Por suerte ella no pudo darse cuenta ya que en aquel momento Yeniçeri la distrajo al acercarse y  pedirle unas cuantas caricias y alguna chuchería de las que ella solía llevar para él en los bolsillos de su desgastada bata. La voz femenina le sacó de su concentrada observación. 
      -Me da igual lo que hagas, pero procura que nadie sepa que se trata de mi. Una cosa es un relato puntual y otra una novela desarrollada poniéndome verde.-Dijo curvando sus labios en una sonrisa de cariño que le dedicó a su perro.- Y por supuesto quiero parte de los beneficios, no sabes tú lo que me piden por poner aire acondicionado en casa...
        Le miró de reojo y le vio sonreir socarrón. De verdad que era un hombre muy guapo, pensó para sí  fijándose en el pelo y la barba muy cortos que delineaban su rostro de facciones amables pero muy varoniles. Era alto, mucho, estaría cerca del metro noventa, su presencia era imponente y...
      ¿Qué estaba pensando? Se recriminó avergonzada. Un vecino le pedía una taza de café y ella parecía una loba hambrienta dispuesta a saltar sobre él.
    " ¡Muy mal, Inci, muy mal!¡ Contrólate, que eres madre de tres mujeres adultas y te estás comportando como una niña!"
      




















Comentarios

  1. Qué bonita historia de amor está naciendo! 🥰

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    1. Querida Eugenia, no sabes cuanta ilusión me hace recibir comentarios vuestros y saber que os gusta u os entretiene lo que escribo. Aunque ahora publico por la aplición de Whatpad, me sigue gustando compartir los enlaces con vosotras en el chat.
      Gracias por tu comentario y espero que sigas disfrutando de Yeniden Ask( Amar de nuevo)
      Un beso, guapa.

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    2. En whattpad cómo apareces? Así te sigo por allí también

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  2. Jajaja que bonito, como adolescentes.. Me gusta mucho

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  3. Estoy fascinada con esta historia, tan real tan bien llevada. Muchas gracias.

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