YENIDEN ASK
CAPITULO 12
Murat todavía no salía de su asombro. El beso que le había dado a Inci superaba en dulzura a cualquiera de los muchos que había dado en su vida, incluidos los de su adolescencia. Un beso robado.Tierno. Al que ella había reaccionado con sorpresa, contenida y temerosa de su propia respuesta.
Se preguntó qué clase de marido fue el suyo. Siendo ella tan joven y él joven también, suponía que lo que ella había aprendido en su matrimonio era a dejarse hacer y quedar embarazada. Y sin embargo dijo que había llegado a quererle. Allah onu çennetinde (Allah lo tuviera en el paraíso), pero debió ser, como casi todos los muchachos de su edad, un salido egoísta. Pero ella dijo que llegó a quererle... Aquella cuestión no se le iba de la cabeza. Lo peor era que a ella tampoco, seguía siendo fiel a un tío que llevaba enterrado casi dos décadas.¡Era absurda tanta fidelidad a un muerto! Ella era joven y sana,¿es que no tenía instintos?¿Deseos?
Durante días Murat se devanaba los sesos pensando en lo mismo. En ella, en su marido... en él...¡Un momento!¿Qué tenía él que ver enmedio de los otros dos? Si, la deseaba, soñaba con llegar hasta su cama y rodearla con sus brazos, pero en aquella cama no cabía él porque estaba el otro, con su rostro cetríno e inexpresivo, reclamando lo que aún era suyo. ¡Pero él estaba vivo y podía...!¡Bok! Se había olvidado de. que no podía...
Salió con el traje de baño dispuesto a tirarse a la piscina. La vio en su jardín, sentada en la toalla mientras se embadurnaba de crema solar y acabó acudiendo a ella del mismo modo que acuden las moscas a la miel. Ella suspiró, casi esperaba que apareciera, era como si tuviera un radar.
El lanzó un silbído al notar el cambio de traje de baño.El que llevaba Inci ahora era mucho más bonito que el de color azul horrible, no solo por su brillante colorido, lo que más destacaba era la porción de piel que mostraba. El escote era mucho más generoso que el del otro y realzaba mejor las formas de su cuerpo.
-¿Quieres dejar de mirarme, por favor? Me siento como un pastel ante los ojos de Yeniçeri, no me extrañaría que tú acabaras babeando.-Le dijo divertida .
El seguía como hipnotizado los movimientos de la mano femenina mientras se aplicaba el protector solar.
-¿Te echo una mano?...O mejor, las dos.
-No, gracias, puedo yo sola. Contestó bburlona a su vecino, que se había sentado junto a ella en el céped.
-Siempre lo digo. El mundo está lleno de desagradecidos.- Se lamentó visiblemente afectado por el rechazo de su entusiasta oferta.
Ella volvió a carcajearse y le pasó el bote de crema.
-Anda, dame en la espalda,¡solo en la espalda y sin pasarse!...
-Te untaré poco, así si quiero abrazarte no te me escurrirás como una pastilla de jabón.
Murat echó crema en el cuenco de su mano, la frotó con la otra y comenzó a extenderla con movimientos pausados por la espalda de ella, iniciando un masaje que, lejos de ser relajante para Inci la tensó como una cuerda de guitarra. El lo notó.
-Relájate cielo, solo estoy untándote protector solar...- La profundidad de la voz masculina desmentía la ligereza del acto en si.
¿Solo le estaba untando crema? A ella le parecía que estaba haciendo mucho más. Aquella forma de extenderla era demasiado íntima. Tragó saliva e intentó apartarse.
-Ya...ya está...-Necesitaba dejar de sentir el roce de aquellas manos en su piel.
- No, no...-La voz de Murat sonaba aún más ronca y ardiente que antes.- Aún no he terminado. Queda esta zona,- le rozó los hombros y el cuello,- no me perdonaría que el sol te quemara la piel por no haber cumplido bién el cometido que me has encargado.
Ella comenzaba a arrepentirse del encarguito. Nunca le habían tocado la espalda de manera tan sensual, tan poco tranquilizadora... tan excitante.
-Será difícil quemarme la piel si no te apartas para que me dé el sol.
-De acuerdo.- Admitió él apartándose con desgana.
Ella siguió embadurnándose bajo la atenta mirada de él, que suspiró hondamente cuando sus ojos se fijaron en el principio de los senos donde las finas manos femeninas aplicaron descuidadas la pringue.
-¿ Te importaría apartar tu libidinosa mirada de tu escote?
-No puedo mirarte el escote, no puedo mirarte las piernas...¿donde quieres que te mire?
¡A cualquier parte, como hacía ella!¿O se creía que a ella no le gustaba pasear los ojos por su fuerte pecho, por sus musculosos brazos, por sus hombros, y por...por todo? Pero no lo hacía porque no se sentiría cómodo.
-¡A la punta de la naríz!
El se inclinó acercándose a ella y besó la punta de su naríz.
-Tienes la punta de naríz más sexy y más enloquecedora del mundo.
Ella volvió a reir. ¡Aquella risa... Aquella risa!¡Ojalá siempre pudiera oírla reír así!
-Apártate de mi, forastero, tú también quemas.- Al menos ella se sentía arder a su lado.- Acéptame un consejo, amiguito mío, salta el muro hacia el otro lado y tírate de cabeza en la piscina.
-Buena idea, vamos a bañarnos...
-Acabo de embadurnarme de crema.- Estaba viendo que aquella tarde tampoco estudiaba.
-Eso se quita con una ducha.
-Está bien, - aceptó,- vamos a bañarnos.
-¡¿Desnudos?!
-¡Eres un obseso! ¿Es que solo piensas en sexo a todas horas del día.
- Menos cuando duermo, -asintió él,- cuando duermo, lo sueño.
-Pues tienes un grave problema.
-Eso ya lo sé. El sexo es salúd. ¿Te cuento un secreto? Hace más de un año que no estoy con una mujer.
Inci se inclinó para acercarse a él.
-¿Y qué?¿Esperas que te compadezca?- Aguantó la risa por si él se sentía ofendido.
-Ni sé qué espero...-Y aquello si sonó en él extrañamente serio.
Dos noches más tarde, después de volver los tres (incluído Yeniçeri) del habitual paseo hasta la urbanización se sentaron en el zagüan de ella a tomar un refresco de agua con limón, azúcar, hielo y hierbabuena. Oían el sonido de los grillos y los ronquidos del perro.
-He estado pensando en tu problema y el mío.-Dijo él.
Ella estaba masticando un trozo de hielo.
-No sabía que yo tenía un problema.
-Pues lo tienes. Y la única solución que se me ocurre nos compite a los dos.
-¿Y es...?
- Podríamos ayudarnos mútuamente,-dijo con una agradable sonrisa en su boca de labios carnosos,- ya sabes: Una mano lava a la otra y las dos la cara.
Ella le miró. Por un momento pareció no entender a qué se refería. El la conocía ya lo suficiente como para saber que no se iba a enfadar. En todo caso dejaría de lado el tema y se podría a hablar del tiempo. Estaba más que dispuesta a no creer que él la deseara, que le gustara, como si eso fuera algo impensable, como si fuera antinatural.
Pero no fué así. Ella se echó a reir cuando supo lo que él le quería decir.
- Entiendo. Pero insisto en que no tengo ningún problema.Y, aunque lo tuviera,-Le miró con sus bellos ojos muy brillantes a causa de la diversión que le provocaba todo aquello,-¡buena pareja íbamos a ser! Tú no puedes y yo no me acuerdo.
Ella se levantó con la intención de llevar los vasos vacíos a la cocina, pero él la interceptó con un ágil movimiento que sorprendió a ambos.
-Puedo ayudarte a recordar...-Acarició los brazos desnudos de Inci y al momento ella sintió un escalofrío que le erizó el vello
- No hagas el tonto, ¿no ves que...?
Murat no la dejó terminar de hablar. Le molestó que ella volviera a tomárselo a broma y por ello le tapó la boca con la suya, sellándola con intensidad. Ella no intentó escapar de aquel beso, pero se tensó demostrando que no estaba dispuesta a seguirle. El lo notó, pero insistió. Insistiría hasta que ella se rindiera.¡Estaba seguro de que se rendiría! Era de carne y hueso, ¡era una mujer! En sus venas palpitaba la sangre caliente, como la de él; no podía conformarse con el frío retrato de un hombre muerto. Sintió que ella comenzaba a flaquear e intensificó la caricia hasta conseguir tenerla entre sus brazos entregada. La pierna le dolía, más aún sin poder apoyarse en el bastón, así que apresó a Inci contra un pilar de zagüan. Apartó su boca de los labios temblorosos de ella y cerró los ojos para poder sentirla mejor. Su aliento le quemaba contra el cuello, su aroma le envenenaba, sus ojos le fascinaban, hundiéndose hasta llegar a su alma.
- Quiero enloquecerte y enloquecer de pasión, Inci, cielo... vida...¡Déjame!¡Deja que te despierte...!
- Yo...Murat esto... Yo...
- Lo sé, lo sé mi adorable mediomenopaúsica - Se sintió aliviado al verla sonreir levemente.- No temas, todo será perfecto...
¡Ya estaba siendo perfecto! Inci se sentía como hacía mucho tiempo dejó de sentirse. Admirada, hermosa, valorada... Los ojos de él, sus manos, su boca le aseguraban que la deseaba y ella volvía a sentirse deseada.
- No estoy preparada... yo... esto es tan inesperado... y hace tanto...
Para ella si, pero para él no. Llevaba Soñándolo casi desde que la conoció. La soñaba. Era la mujer perfecta.
- No temas nada,- la animó sonriente,- piensa que esto es como montar en bicicleta...
Ella sonrió. Estaba colorada.
- ¡No me digas que hay que pedalear...!- Bromeó nerviosa.
El echó la cabeza hacia atrás y rompió a reir. ¡Nunca había conocido a otra como ella!
Volvió a besarla y al fin obtuvo de ella una respuesta tan ardiente como la de él cuando los brazos de Inci le rodearon para abrazarle.
Ella le dió el bastón, entraron juntos a la casa, a la habitación de la planta baja, donde Inci había pasado hasta entonces sus solitarias noches. Ella nunca pensó que llegaría tan lejos. Volver a entregarse a un hombre y sin estar obligada a ello... No era premeditado, pero iría hasta el final. No iba pelear más consigo misma. Era casi de risa, su traje de seducción, una bata descolorida y vieja, su peinado una coleta y sus zapatos, las zapatillas de andar por casa. Sin embargo él se dejó caer sentado en el lecho y la miraba como si llevara el más hermoso atuendo. Se sentó a su lado y dejó que le desabrochara los botones de la bata, lo que él hizo hasta la cintura. No pudo o no quiso esperar más y abrió la prenda hasta apartarla junto con los tirantes del sujetador dejando sus hombros desnudos.Se acercó para depositar allí sus labios cálidos, acariciando con ellos su piel, recorriéndola hasta el cuello siguiendo un camino ascendente hasta su mejilla y su boca. Ella se la dió toda y ahogó en ella un suave gemido que manó de su garganta al sentir que los dedos de él se introducían bajo el sujetador liberando sus pechos. El se sintió extremecer con aquella visión; que belleza... Abarcó con ambas manos su frágil textura y su boca se movió hambrienta buscando los pezones para besarlos, primero uno, luego otro... La notaba temblar, seguramente estaba nerviosa, aunque él quería creer que era de deseo. Dejó que las yemas de sus dedos la recorrieran seguidas de su boca, que depositaba. tiernos besos en los que demostraba cuánto la necesitaba. Ella se dejaba hacer, se dejaba seducir. El terminó de quitar la ropa de ella y comenzó a deshacerse de la suya. Estaba encendido. Hablaba, su voz sonaba honda, ronca a los oídos de Inci. La tranquilizaba, la animaba a tocarle.
De pronto él se detuvo. Sus cuerpos desnudos se hallaban liados entre las sábanas blancas de la cama. Ella abrió los ojos y le miró. Murat respiraba agitadamente, angustiado. Sufría.
-¿Por qué?- Solo eso. Hundió los dedos en la cabellera de él.
La miró vencido. Herido en lo más hondo.
- Lo siento...-Carraspeó para aclararse la voz y se hizo el fuerte.-No puedo llegar al final; siento hacerte esto... pero...
Inci sonrió dulcemente.
-¿Dónde está el final? Y si lo hay,¿qué nos obliga a llegar a él solo por el hecho de cruzar la meta? El camino puede ser tan hermoso como la llegada. Tenemos derecho a disfrutar de ese camino. No te preocupes. Yo no te exijo nada, así que no pienses en nada, solo siente.
Fué un instante y se hizo la transformación. Don Juán se convirtió en doña Inés. El seductor fué el seducido. Ella se movía con más instinto que práctica, con más sentimiento que ciencia. Le besó con ternura, le abrazó, llevó las grandes manos masculinas y les ayudó a recorrer su cuerpo buscando cada rincón escondido y revelándoselo. Le volvía a besar, le tocaba, a ella también le gustaba tocar su cuerpo y se lo dijo en susurros cálidos junto a su oído, le dijo que ardía cuando le rozaba. Dirigió la mano de él hacia sus piernas y las separó para que él pudiera notar la humedad de su excitación. Dejó que los dedos masculinos jugaran traviesos, caprichosos, con su sexo, ella rió preguntando cuándo pedaleaban. Y la naturaleza, entonces, siguió su curso. Quizá en aquel momento ya no importaba tanto como al principio. Quizá llegar a la meta se convirtió en solo una parte más del camino envuelto en un huracán.
Estuvieron mirándose a los ojos un rato. El dentro de ella aún, pensando en silencio en no sabía qué, su mente nublada por las descargas de placer que acababa de vivir en compañía de aquella mujer.
- Duerme, descansa. - Susurró ella haciéndose a un lado.
El hizo caso y cerró los ojos. Su pierna sana enlazada en las de ella, sus cuerpos pegados, cálidos y sudorosos, negándose a romper el contacto.
Inci despertó sobresaltada por la agitación de él. Jadeaba y gritaba sumido en una ola de terror, sacudido por la angustia. Ella encendió la luz y lo zarandeó.
-¡Despierta!¡Murat!¡¡Murat!!...
El abrió los ojos y el horror que nublaba sus negros ojos, aquellos ojos que a ella tanto le gustaban, se fué desdibujando de sus pupilas cediendo ante la serena mirada de los ojos verdes.
-Es solo una pesadilla. Ya ha pasado. Mira... mira dónde estás...
No miró. Le bastaba verla a ella para sentirse tranquilo. Alzó un brazo y tomó en su mano un mechón del cabello negro. Lo acarició entre sus dedos antes de atraerla junto a sí y buscar su boca. Fué un beso breve, al que siguió otro y otro, una caricia, y otra y otra... Ahora era él quien llevaba las riendas del encuentro, él quien le enseñó a ella todo cuanto le inspiraba. Fué él quien se dió a ella. Y los resultados fueron igualmente satisfactorios.
Cuando Inci se despertó por la mañana le encontró junto a ella, mirándola fijamente. Se sonrieron con complicidad.
-¿Qué piensas?- Preguntó con una sonrisa lánguida.
¿Qué pensaba? Se preguntaba qué demonios había estado haciendo todos aquellos años con todas aquellas mujeres cuyo nombre no recordaba. Fuera lo que fuese, nada de lo anterior tenía en absoluto algún parecido con lo que había pasado la noche pasada entre ellos dos.Fué un mundo nuevo. No sabía qué ni le importaba definirlo o ponerle nombre. Solo sabía que deseaba despertar como aquel día el resto de su vida. Que quería...
Inci esperaba paciente la respuesta de él a su pregunta, sin embargo supo que algo malo estaba pasando de pronto. Había una sombra en la expresión de él que la alarmó, sobretodo cuando Murat saltó prácticamente de la cama y comenzó a vestirse apresuradamente.
-¿Qué te pasa?¡Murat no me asustes!, ¿qué te pasa...?
- Tengo que irme. - Fué la respuesta sin detenerse siquiera a mirarla.
- Pero...¿te sientes mal?- Estaba hecha un mar de dudas. No podía entender tanta prisa y tan repentina.
-¡Tengo que irme, Inci!- Repitió tenso
- Murat...- Musitó. No pudo decir nada más.
El la miró desde la puerta del cuarto, pero al encontrarse con los ojos de ella apartó los suyos, avergonzado o...
Abrió la hoja de madera y se fué apoyado en su bastón. Inci se quedó largo rato mirando aquella puerta. No lograba entender nada, solo que le dolía mucho algo. No quería pararse a analizarlo por temor a llegar a entenderlo.
Se dejó caer vencida en la cama. Y entonces llegaron las lágrimas.
🥰🥰
ResponderEliminarHay noo, que no se avergüence de el mismo, que no la abandone ahora..... Me encanta.... Hay tantísimas maneras de hacer el amor.. 🤗🤗🤗
ResponderEliminarQue intriga.. que le habrá pasado.. se habrá dado cuenta que todo lo que denostaba ahora lo comprende, es de los que se alejan al "conseguir el premio"... Tiene miedo de lo que siente.. va a por una alianza de compromiso.. se dejó algo al fuego...madre mia Loli.. estoy intrigadisima ... gracias!!!
ResponderEliminarCobarde.. mucho guerra pero despues es un vil cobarde.. ummm.. a ver como pega los trocitos de corazon que scaba de romper en mil pedazos!
ResponderEliminarHola Lu, has dado en el clavo de lo que intento abordar con este relato, que bien podía haberse llamado "Miedo y vergüenza", aunque no queda muy bonito, pero debes seguir leyendo, por favor, porque el miedo no es en ocasiones miedo en sí, ni la vergüenza tiene un razonamiento lógico, al menos en este relato.
EliminarGracias y un beso.
Sintió MIEDO de entender y desear la frase de "Hasta que la muerte los separe"
ResponderEliminar