BAŞKASININ HATASI



CAPÍTULO 9


      Decidieron que la boda se celebraría a final de mes, por lo que tenían dos semanas por delante para prepararlo todo, aunque celebrarían algo discreto allí, en Kalafat.

      La noticia corrió como un reguero pólvora en el pueblo y hubo opiniones para todos los gustos, pero entre los que más se alegraron estaban el alcalde y, como no, la Otomana, que había acogido a Elif contra sus pechos convirtiéndose en una especie de pseudomadre y estaba encantada de que el doctor hiciera al fin lo que tenía que haber hecho mucho antes.

      No había demasiadas cosas de Elif que trasladar al que sería su nuevo domicilio así que en realidad los preparativos no estaban resultando ser un inconveniente para la pareja. A mitad de la primera semana la madre se Miran llamo a Elif para invitarla a ir a Estambul con el fin de comprarle un vestido de novia. Ella no quería ir. Temía que en cualquier momento se podía encontrar con Kerem o con su esposa, o peor, con los dos. Así se lo dijo a Miran.

      - Tranquila. Si no quieres ir, no irás. Yo llamaré a mi madre y le diré que compraremos el vestido en la ciudad.

      - Es que no quiero que crea que soy una desagradecida o que no la respeto, pero...

      La respuesta de él fue llamar a su madre delante de ella. Le dijo que  Elif estaba nerviosa con la boda y que él no quería que viajara hasta Estambul para evitar provocarle más estrés. Que ya comprarían un vestido en la ciudad y que a Elif le encantaría contar con ella para elegirlo, pero que si no podía lo entendería. Hiranur aceptó enseguida ir a pasar el día con ella y comprar el vestido.

      - Ya está.- Dijo tras cortar la comunicación. - Pasado mañana vendrá y comprareis el vestido.

      Ella se tranquilizó. Miran tenía la capacidad de hacer que todo pareciera fácil, que cualquier cosa referente a ella se normalizara.

      - ¿Que te parece si esta noche vamos a cenar al restaurante de la plaza?

      - Como quieras... 

      - Esa no es respuesta, Elif. No es lo que yo quiera, es lo que queramos. Me gustaría que tuvieras más iniciativa y si no deseas algo lo digas y si lo deseas, lo hagas.

      Ella asintió.

      - Está bien. Vamos a cenar al restaurante de la plaza.- Se esforzó en que su voz sonará segura.- ¿A las ocho te parece bien?

      - Me parece perfecto. Iré a buscarte.

      A las ocho menos cinco estaba enfilando la calle de la pensión de la Otomana y, como un anuncio, en la puerta estaba sentada la señora, tomando el fresco, muy peripuesta ella con un vestido negro con flores blancas y el pelo muy repeinado en un  moño. Le miró de arriba a abajo sonriendo con aprobación.

      -Viene usted muy guapo doctor.

      Se había puesto un sencillo pantalón vaquero de buena calidad, eso sí, y que le quedaba como hecho a medida y una camisa de hilo blanco.

      - Gracias. Usted también se ha puesto muy guapa para sentarse a la puerta.

      - No, no, yo voy a salir.- Sonrió ella con encanto.- Voy al restaurante de la plaza.

      - Ah, pues entonces nos veremos allí porque nosotros también vamos.

      - Ya lo sé. Y yo voy con ustedes, la niña me ha dicho que vaya y yo, voy.

      Miran conservó su sonrisa aunque pareciera más una mueca. Cuando le dijo a Elif que le gustaría que tuviera más iniciativa no pensaba en algo así. Pero bueno, lo había decidido ella y estaba bien. Quería que dejara atrás sus penas, su inseguridad, sus temores y que hallara serenidad, que pudiera volver a confiar en el futuro.

      Se quedó envarado al verla salir del caserón. Irradiaba belleza y elegancia con un pichi premamá de color azul marino y una blusa blanca con manga ajustada al codo. Llevaba el pelo suelto y parecía que la noche había concentrado su oscuridad en él. Se había perfilado los ojos de negro, haciéndolos parecer más azules, sus mejillas estaban suavemente coloreadas para resaltar los pómulos y sus labios, carnosos, sedosos como pétalos de una rosa y de su mismo color.

      Carraspeó y tragó saliva. 

      - Estás muy guapa.- afirmó sincero. 

      Ella se coloreó vivamente y respondió con una leve sonrisa de agradecimiento.

      - Pues si ya estamos todos, vámonos.

      Bajaron por la empinada calle que llevaba a la plaza. 

      - Elif, agárrate del brazo, no sea que te caigas.- Y Elif fue a apoyarse en la viuda, que era quien había mostrado su preocupación.- Al mío no, al de tu novio. ¡Y levanta la cabeza, que no tienes nada de lo que avergonzarte! 

      Ella alzó su mirada hacia la de él y lentamente, con timidez, enlazó su brazo con el de Miran. Caminaron así hasta el restaurante de la plaza. La Otomana iba al lado de ellos, hinchada como una pava, saludando a todo el que se encontraba...

     - Ahí viene Aidan... Se pinta como una puerta y cree que va guapa. Un día dijo que se maquillaba con tierra de Egipto, que digo yo ¿es que aquí no hay bastante tierra que se la tienen que traer de África? Y luego dice que usa agua de no sé qué... Como le dije yo:"¡Así se entiende el barrizal que llevas en la cara!"¿ Pues queréis creer que la muy simplona se enfadó solo por eso?

      - Es que hay gente muy picajosa. - Le dijo Miran divertido.

      -Eso digo yo.

      Al llegar al restaurante eligieron una mesa en la calle. En realidad la eligió la viuda, que consideraba más divertido ver pasar a la gente. Y lo cierto era que todos los clientes debían pensar lo mismo, porque mientras las mesas exteriores estaban todas ocupadas, el interior estaba vacío. El camarero llegó pronto y les dió una carta.

      - ¿Para que queremos esto?- Le regañó Ecrin devolviéndoselas- ¿Es que tenemos cara de turistas? Tráenos el menú degustación ese que tiene un poco de todo. Y dile a tu madre que lo de "un poco" no se lo tome al pie de la letra, que la conozco... 

      El camarero no pudo más que asentir e irse.

      - Pobre muchacho, es un calentón - comentó en referencia al camarero.- Se casó hace dos años con la hija del matarife, la muchacha es más fea que un pié. Dice la mujer del barbero que si a él le hubieran enseñado a hacerse pajas, esa seguía soltera. Pero a mí me parece que la quiere... Y la Barbera tampoco puede hablar mucho, con la que ella tiene... Amasra... Esa le tiene ganas a usted desde que vino, pero al ver que ya estaba ocupado se le desató la lengua.

      Miran recordó que Elif no quiso contarle el incidente con la hija del barbero.

      - Algo oí de eso,-comento el médico interesado,- ¿qué pasó?

      - Por favor, no tiene importancia...

      - ¿No se lo contó Elif?- Miran negó en silencio.- Pues yo se lo cuento. Cómo le he dicho la rabia le ha desatado la lengua y siempre está hablando de ésta y ésta la deja que diga lo que quiera y no me deja contestar. Y la otra diciéndole a quien quiera oírla que si Elif le ha enganchado con el embarazo, que si es muy lista, pero el otro día se pasó. Estábamos en el mercado y hablando de la criatura dijo que"¡ a saber de quién será!" Y ésta agachó la cabeza y ya. Y yo reventé y le dije:"¡No confundas a la gente, que eso fue lo que dijo tu madre de unos calzoncillos sucios que encontró a los pies de tu cama!" Y le dije a Elif "levanta la cabeza que tu niña tiene padre y todos sabemos quién es, lo contrario que ésta, que no tiene más que unos calzoncillos con manchas de canela". Y ahí la gente se empezó a reír y a la Amasra no le quedó otra que hacer mutis por el foro. ¡Y mira qué callada está desde entonces!...

      Miran rompió a reír también. Aquella noche hubo dos cosas que le quedaron muy claras. Una, que la Otomana quería mucho a Elif y la otra, que era mejor tenerla de amiga que de enemiga.

      Dos días después llegó Hiranur para comprar el vestido de novia de Elif. Estuvo poco tiempo con su hijo, ya que le vio entre paciente y paciente, como si fuera una consulta más. Supo de que el fin de semana Miran iría a Estambul a "concluir,- dijo-, ciertos asuntos que tenía pendientes" Su madre pensó que se trataba de comprar las alianzas y seguramente una sortija de compromiso, ya que había visto que Elif no llevaba ninguna.

     En cierto modo acertó en sus pensamientos, pero el motivo más importante no eran los anillos si no hablar con Kerem, dar la cara, quería decirle personalmente que se casaba y con quién.

     Nada de eso fue necesario ya que Kerem parecía estar perfectamente informado por su padres, así que, cambiando las tornas, en esa ocasión fue Kerem quien buscó la soledad del garaje para hablar con Miran. 

      - ¿Cómo puedes hacerme esto?

      Le vio bastante nervioso, su estado era una mezcla entre el pánico y la ira. Para Miran la imagen de su hermano había caido del pedestal en que lo tenía cuándo se portó de manera tan ruín con Elif; quizá ni eso, si hubiera rectificado, asumido su responsabilidad, aún sin casarse, él lo hubiera apoyado. Pero no fue así. Se había portado como un canalla, mintiendo a todos, ocultando, negando.No. Esa actitúd no era de hombre decente.

     -¿Como puedo hacerte esto?

      - ¡Tú quieres joderme la vida! Tú quieres destruirme... 

      - No desvaries; ni tengo tanto poder como para joder nada, ni me interesa fastidiarte en nada. Sólo me voy a casar con una buena chica que ha sido engañada y abandonada y que no merece vivir llevando ese estigma. Tú sigue con tu vida y yo sigo con la mía. Me caso el viernes que viene. Por supuesto tú y tu...digna esposa estáis invitados, aunque espero que tengáis la vergüenza de encontrar una excusa para no acudir. Y, por cierto, no os molestéis en hacernos regalo alguno, ni siquiera de cara a la galería. 

      - No sé por qué te estiras tan digno. Te vas a casar con una mujer a la que yo dejé después de tenerla.

      Miran cogió a Kerem por las solapas de su elegante y carísimo traje de verano y lo lanzó contra su elegante y carísimo coche descapotable. El otro fue como un muñeco en sus manos pese a que era tan alto y corpulento como él

      - Cada vez que pienso que no puedes caer más bajo, logras sorprenderme.- Le miraba asqueado.- Vosotros veréis como actuar de ahora en adelante. Te aseguro que no seré el perjudicado si se sabe algo de esto. 

      Le dejó allí intentando recomponer su imagen, corrió hasta su cuarto y una vez encerrado, se sentó en el borde de la cama dando rienda suelta a sus lágrimas. Lloró como un niño por el dolor de perder a su hermano, por aquellos años de cariño, compañerismo, secretos y risas compartidas que se habían quedado en nada. El siempre le había admirado, le conocía lo suficiente para saber qué era egoísta y le quería tanto como para disculpárselo, porque también era simpático, alegre, generoso... Su ídolo había caido estrepitosamente y le dolía porque se daba cuenta de que en realidad no era más que un pobre hombre...merecedor de compasión. Quizá un día él llegara a compadecer lo, pero ahora... Ahora ni eso...

      Cuando volvió al pueblo y se encontró con Elif, ambos cruzaron una mirada silenciosa. La tranquilidad que había en los ojos oscuros relajó la mirada de los azules. No hubo nada más que decir al respecto y nada se dijeron.

      Cinco días después se casaron en uno de los salones del Ayuntamiento. No hubo mucha gente allí. El oficiante, que había ido desde la ciudad para ese evento, el padre de él y su madre, que firmó como testigo del novio junto con Edrin, que fue testigo de la novia, el alcalde y pocos más aparte de los novios. Las manos de la novia temblaban ligeramente cuando Miran colocó la alianza en su dedo anular y también en el momento en que fue ella quién lo hizo. El oficiante les declaró casados y él depositó un suave beso en la frente de su ya esposa, que lo aceptó mansamente.

      No imaginaban que al salir iban a encontrar a mucha gente reunida en la plaza para felicitarles y festejar con ellos el enlace. Se dejaron agasajar y disfrutaron de la fiesta hasta el anochecer. Días después verían en las fotografías la sonrisa, aún algo triste, de la novia que se veía hermosa con el vestido corto y sencillo, de seda color azul pálido, que no pretendía ocultar sus veintidós semanas de embarazo. Al atractivo novio con un traje negro y camisa blanca con una corbata con rayas en grises. A los padres de él, sonrientes y posando con naturalidad casi profesional, a Ecrin, la Otomana, con un elegante vestido que se había comprado para la ocasión y a Berat bey bailando entusiasmado al ritmo de unos músicos que él mismo había convocado. El resto de los vecinos que se concentraron para acompañarlos en su gran día suplieron con creces la ausencia del hermano y la cuñada del novio quienes por una inoportuna enfermedad de ella, no pudieron asistir a la boda.

      Todo fue perfecto.


      

      

     


 

   


      





      



     








       

      

      


     

     





      










      




      









Comentarios

  1. Me ha dado mucha risa la mujer Otomana, .me encanta tu Historia. Felicitaciones🇻🇪🇨🇴💞

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  2. Me encanta la x otomana. Me derrite la dulzura de protagonista. Le falta muy poquito para caer rendido a los pies de su mujer. Me gusta mucho como escribes

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  3. Me encanta la historia espero el próximo ..gracias por compartir

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  4. Me encanta su historia, me parece que es un amor pausado, lento, que se esta cociendo en sus corazones sin que se den cuenta, una historia digna de un cuento de hadas.. ¿tendremos un final feliz, el ogro y ogra tendran su merecido? Me mata siempre esperar el siguiente capitulo... los devoro!!

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  5. Me gusta muchísimo las parejas que se van enamorando sin darse cuenta..... Y esto tiene pintas... Me encanta... 😘😘
    Y que nos saques risas en los. Capítulos me gusta tanto....

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  6. Esto ya es adictivo... hermoso capítulo. 🥰

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  7. Que adicción tengo ya con esta historia, estoy con la intriga de si, de este respeto y cariño, pasará a confianza (más de la que ya se tienen) y después al amor.. como se comportará el padre de Miran con ellos. Y las intrigas del pueblo, fan ya de La Otomana.. menuda mujerona.. y que claro habla.. me encanta..😍

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  8. Esta historia me tiene encantada de verdad, quiero más y más !

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  9. No sé, porqué esa actitud tan indiferente de ella?🤔 qué le ronda por la cabeza? Veamos en qué acaba…como siempre la historia cautivadora❤️

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