BUSCANDO SU CAMINO
CAPITULO 10 Aquella noche le estaba siendo imposible conciliar el sueño. Las horas pasaban y sus ojos permanecían abiertos mirando a la oscuridad. Intentaba concentrarse en algún ejercicio de repiración, pero en cuanto se descuidaba su mente volvía a evocar la vivacidad de unos ojos grandes y profundamente negros, el color rosa intenso de aquellos labios carnosos de marcadas líneas, una larga y espesa melena ondulada a cuya oscuridad la lúz del sol arrancaba destellos y la piel ebúrnea del rostro y el cuello cuyo tacto imaginaba sedoso como los pé talos de una rosa. Lanzó una maldición sorda y se movió inquieto en la cama. Encendió la lúz de la mesilla de noche para ver qué hora era y sus ojos se toparon con los de una hermosa mujer rubia, de ojos azul muy claro, que le sonreía desde una foto enmarcada en plata. Helga. Su bella germana; la que le anclaba a una realidad sólida que él necesitaba. Ella era la tranquilidad de día y la lujuria en la noche. Cerró los ojos